Shallan se frotó los ojos. Había leído las notas de Jasnah, al menos las más importantes. Estas ya componían un buen fajo por sí mismas. Todavía estaba sentada en el reservado, aunque habían enviado a un parshmenio a llevarle una manta con la que se cubría la bata del hospital.
Le ardían los ojos por haber pasado la noche llorando, luego leyendo. Estaba agotada. Y sin embargo también se sentía viva.
—Es verdad —dijo—. Tienes razón. Los Portadores del Vacío son los parshmenios. No puedo sacar ninguna otra conclusión.
Jasnah sonrió, como si se sintiera extrañamente complacida consigo misma, considerando que solo había convencido a una persona.
—¿Y ahora qué? —preguntó Shallan.
—Eso tiene que ver con tus estudios anteriores.
—¿Mis estudios? ¿Te refieres a la muerte de tu padre?
—En efecto.
—Los parshendi lo atacaron —dijo Shallan—. Lo mataron de repente, sin aviso. —Se concentró en la otra mujer—. Eso es lo que te impulsó a estudiar este tema, ¿no?
Jasnah asintió.
—Esos parshmenios salvajes, los parshendi de las Llanuras Quebradas, son la clave. —Se inclinó hacia delante—. Shallan. El desastre que nos espera es demasiado real, demasiado terrible. No necesito advertencias místicas ni sermones teológicos que me asusten. Ya estoy completamente aterrada por mi cuenta.
—Pero tenemos domados a los parshmenios.
—¿Los tenemos? Shallan, piensa en lo que hacen, en cómo están considerados, en cómo se utilizan.
Shallan vaciló. Los parshendi estaban en todas partes.
—Nos sirven la comida —continuó Shallan—. Trabajan en nuestros almacenes. Atienden a nuestros hijos. No hay una sola aldea en Roshar que no tenga algunos parshmenios. Los ignoramos: tan solo esperamos que estén allí, haciendo lo que hacen. Trabajando sin quejarse.
»Sin embargo un grupo pasó de pronto de ser amigos pacíficos a guerreros asesinos. Algo los hizo saltar. Igual que hace cientos de años, durante los días conocidos como las Épocas Heráldicas. Hubo un período de paz, seguido de una invasión de parshendi que, por motivos que nadie comprendió, de pronto se volvieron locos de furia e ira. Esto es lo que estaba detrás de la lucha de la humanidad para impedir ser «desterrada a Condenación». Esto fue lo que casi acabó con nuestra civilización. Ese fue el terrible cataclismo repetido que resultó tan aterrador y que llevó a los hombres a hablar de ellos como las Desolaciones.
»Hemos nutrido a los parshmenios. Los hemos integrado en cada parte de nuestra sociedad. Dependemos de ellos, sin advertir que hemos nutrido una tormenta que espera explotar. Los relatos de las Llanuras Quebradas hablan de la capacidad de estos parshendi para comunicarse entre sí y que les permite cantar sus canciones al unísono cuando están muy separados. Sus mentes están conectadas, como vinculacañas. ¿Te das cuenta de lo que significa esto?
Shallan asintió. ¿Qué sucedería si todos los parshendi de Roshar se volvieran de pronto contra sus amos? ¿Buscando la libertad o, peor aún, la venganza?
—Nos devastarían. La civilización tal como la conocemos se desplomaría. ¡Tenemos que hacer algo!
—Lo hacemos —dijo Jasnah—. Recopilamos hechos, nos aseguramos de conocer lo que creemos conocer.
—¿Y cuántos hechos necesitamos?
—Más, muchos más. —Jasnah miró los libros—. Hay algunas cosas de las historias que no comprendo todavía. Historias de criaturas que luchan junto a los parshmenios, bestias de piedra que podrían ser algún tipo de conchagrande y otras rarezas que pienso que pueden tener algo de verdad. Pero hemos agotado lo que nos puede ofrecer Kharbranth. ¿Estás segura de querer seguir ahondando en esto? Será una carga pesada. No volverás a tu casa durante algún tiempo.
Shallan se mordió los labios. Pensó en sus hermanos.
—¿Me dejarías marchar ahora, después de lo que sé?
—No permitiré que me sirvas mientras piensas en modos de escapar. —Jasnah parecía agotada.
—No puedo abandonar a mis hermanos. —Shallan se retorció por dentro—. Pero esto es más importante que ellos. Condenación…, es más importante que tú o que yo o que cualquiera de nosotras. Tengo que ayudar, Jasnah. No puedo mantenerme aparte. Encontraré algún otro modo de ayudar a mi familia.
—Bien. Entonces ve a empaquetar nuestras cosas. Nos marcharemos mañana en ese barco que había fletado para ti.
—¿Vamos a ir a Jah Keved?
—No. Tenemos que ir al meollo del asunto —miró a Shallan—. Vamos a ir a las Llanuras Quebradas. Necesitamos descubrir si los parshendi fueron alguna vez parshmenios comunes, y si es así, qué los hizo cambiar. Tal vez esté equivocada en esto, pero si tengo razón, entonces los parshendi podrían tener la clave para convertir en soldados a los parshmenios corrientes. —Entonces, sombría, continuó—: Y tenemos que hacerlo antes de que lo haga alguien más y lo use en nuestra contra.
—¿Alguien más? —preguntó Shallan, sintiendo una aguda puñalada de pánico—. ¿Hay otros buscando esto?
—Pues claro que los hay. ¿Quién crees que se tomó tantas molestias intentando asesinarme? —Buscó en un fajo de papeles sobre la mesa—. No sé mucho sobre ellos. Por lo que sé, hay muchos grupos buscando estos secretos. Sin embargo, sé de uno con seguridad. Se llaman a sí mismos los Sangre Espectral. —Sacó una hoja—. Tu amigo Kabsal era uno de ellos. Encontramos su símbolo tatuado en el interior de su brazo.
Depositó la hoja sobre la mesa. En ella había un símbolo de tres diamantes que se solapaban unos con otros.
Era el mismo símbolo que Nan Balat le había enseñado hacía semanas. El símbolo que llevaba Luesh, el mayordomo de su padre, el hombre que sabía utilizar el moldeador de almas. El símbolo que llevaban los hombres que habían presionado a su familia para que la devolvieran. Los hombres que habían estado financiando al padre de su padre en su intento de convertirse en alto príncipe.
—Todopoderoso de arriba —susurró Shallan. Alzó la cabeza—. Jasnah, creo…, creo que mi padre puede haber sido un miembro de este grupo.