Contestación. Al fin del cap. XIV, que se concreta a hablar de los sucesos exteriores de la capital, se lee lo siguiente: = Si esto sucedía en los pueblos comarcanos, la insistencia y tenacidad en defenderse los habitantes de Zaragoza se acrecentaba sobremanera, y para dar una idea de sus esfuerzos, volvamos la vista a las operaciones que poco ha insinuamos haber comenzado a practicar para bloquearnos.—La retrogradación comienza en el cap. XV, y aunque el hecho que se narra en la pág. 67, ocurrido el 7 de julio, podía haberse antepuesto, no por eso se hace confuso, pues se marca la fecha, que es lo sustancial, y esto no debe extrañarse atendido lo arduo y difícil que es coordinar una multitud de hechos ocurridos casi a la vez, como los que comprende la Historia.
Observación XVI.
Sobre la sentencia dada contra el coronel don Rafael Pesino, cap. XVI, el relato que hace el autor es ofensivo a las autoridades y aun al general mismo. El resultado de este juicio no fue por conceptos equivocados, ni según el lenguaje del pueblo: fue por hecho probado y examinado por el consejo de guerra de oficiales generales, y su ejecución fue arreglada a las leyes penales de las Reales ordenanzas militares, y con todas las formalidades que éstas previenen. El historiador debe ser exacto e imparcial, y no debe desnaturalizar los hechos, como por ejemplo en el presente. Por estos días extrajeron de la prisión a don &c. Este modo de redactar un suceso triste, pero solemne y hecho con toda la publicidad requerida, no debe aparecer como un atropellamiento hijo del desorden a vista y silencio de las autoridades, denotando pudo haber miedo o tolerancia en ellas... porque el objeto del que escribe debe ser que el lector se entere de la verdad de los hechos tales como han pasado.
Contestación. Una cosa es omitir pormenores, y otra no ser exacto e imparcial. También es muy expuesto hacer deducciones de un hecho sin estar muy marcadas, y menos cuando hay datos en la misma Historia que las resisten. La relación de este hecho desagradable será lacónica o concisa, carecerá de los particulares que se adicionan; pero de ninguna manera inexacta y parcial, y mucho menos ofensiva. Se refiere lo que se vio, y no hay una palabra ni directa ni indirecta que dé margen a inferir que el fusilar a Pesino fuese por conceptos equivocados ni según el lenguaje del pueblo: ni del relato aparece que fuese un atropellamiento hijo del desorden y consentido por las autoridades. Luego todo es una deducción fundada sólo en el laconismo, y en creer que debieron especificarse los demás pormenores. Estaba en la prisión, lo extrajeron, y conducido a la Puerta de Sancho, fue pasado por las armas en el concepto de traidor según el lenguaje del pueblo. Aquí no puede haber ni parcialidad ni falta de exactitud. El modo está indicando que no fue un atropellamiento, porque entonces se hubiese dicho que, alborotado el pueblo, extrajo a Pesino y lo fusiló por haberlo considerado traidor. Tampoco hay motivo para figurar esto, cuando se ha tenido buen cuidado en distinguir de cosas y de casos. Poco antes en la misma pág. se lee que, sorprendida por algunos una mujer que llevaba cartuchos en la plaza del mercado, la tuvieron por traidora, y la maltrataron en términos de perder la vida. Aquí está marcada la diversidad de lances de un modo que no admite interpretación. Además, el lector ha podido ver en la nota 16, que había formada una junta militar, y no hablándose ni de alboroto ni de atropellamiento, debe inferirse lo mas natural, y no lo extraordinario y violento. Coa el mismo laconismo se habla a la pág. 187 de la muerte que sufrió el comisario de guerra Burdeos, y en las notas 11, 14, y 26 de la que se dio a otros, expresándose en la última que le condenó la junta: conque adoptado este lenguaje en todos los casos de igual naturaleza, no puede haber parcialidad, y si aquellos no han dado pie para iguales deducciones, tampoco ha debido fijarse solo la atención en el suceso del coronel Pesino. La expresión de que fue pasado por las armas en el concepto de traidor, según el lenguaje del pueblo, tampoco da margen a lo que se deduce, ni se contrapone a lo que contiene la observación. Ya se sabe que el concepto del pueblo puede ser fundado o equivocado, pero lo cierto es que su voz era esa; y así el historiador habla de exterioridades, y basta el que no diga una palabra que dé pie a las deducciones que se hacen como era indispensable para afianzar el juicio con la solidez que exige una sana crítica.
Observación XVII.
En el cap. 20, se dice: Todo lo gobernaba el acaso. Esta expresión es tan genérica como inexacta y ofensiva a los defensores. Genérica, porque si en algo pudo contribuir el acaso, ¿qué cosas hay en este mundo y en la vida de los hombres que no cedan al impulso de las coincidencias casuales? ¿Y podrá llamarse acaso la previsión o el tino de saber sacar partido de estos mismos acasos? Por eso esta reflexión es ofensiva a los defensores, y por lo mismo es inexacta. Guiados del impulso de vencer o morir, como dice luego, ¿dónde está la casualidad en un empeño que tenía objeto decidido? ¿Y cuál? El de vencer o morir. Y para un objeto tan decidido ¿se entrega nadie a la ventura y al acaso? ¡Error funesto! porque los resultados manifiestan matemáticamente la inexactitud. Está mas que probado en toda la serie de esta defensa que obró la decisión con el valor y con la fidelidad y amor al Soberano:, obró la nobleza de sentimientos, el entusiasmo heroico del caracter español, que no sucumbe a las desgracias y contratiempos . y que se sobrepone a sí mismo en los casos apurados; obró la constancia y el honor, y obró por último la inteligencia militar acompañada de la integridad y de otras muchas virtudes que ennoblecen la condición del hombre: en suma, el sitio fue dirigido con valor por los franceses, con decisión, inteligencia, y bajo las reglas mas conocidas de la combinación estratégica; y aun cuando no tuvo un termino feliz para los sitiadores, no por eso deja de ser uno de los que mas ennoblecen la gloria de sus armas y su pericia militar. Por consiguiente, si estos justos elogios merecieron los sitiadores, juzgue el lector si los sitiados, habiendo triunfado, se harían menos dignos de otros semejantes. Como parte activa en dicho sitio no me está bien a mí extenderme mas; pero nunca sufriré que se deprima el mérito que contrajeron tantos y tan valientes campeones que dejaron para la posteridad con dicho sitio ejemplos que imitar, y el derecho incontestable a la admiración y al reconocimiento de las generaciones futuras.
Contestación. Estas palabras que han llamado tanto la atención las usó antes el célebre historiador Salustio en la guerra de Jugurta52. Hablando de una acción que se dio entre los ejércitos de Jugurta y Metelo a las inmediaciones de una ciudad de Numidia llamada Vaca, en donde solían habitar y comerciaban muchos mercaderes de Italia, dice lo siguiente: «Era el aspecto de todo el campo fluctuante y vario, causando a un mismo tiempo horror y compasión. De los desmandados parte huían, otros seguían el alcance, sin acordarse nadie ni de su formación ni de sus banderas. Donde a cada uno le cogía el riesgo allí hacía frente y procuraba superarle; armas, lanzas, caballos, hombres, nu midas y romanos, todos andaban mezclados y revueltos; nada se hacía por consejo ni orden; todo lo gobernaba el acaso.» He aquí una exacta descripción de lo que es un campo de batalla. Ambos ejércitos eran mandados por generales de gran nombradía. Las tropas valientes conocían bien la táctica de su tiempo, y aquellos habían formado sus planes. Sin embargo, llegó un momento en que nada se hacía por consejo ni orden, y todo lo gobernaba el acaso. Así como no cabe concebir que esta expresión fuese genérica ni ofensiva en boca de tan digno historiador ni a los númidas ni a los romanos, y mucho menos a los generales Jugurta y Metelo, del mismo modo no se alcanza que pueda serlo bajo ningún aspecto a los defensores; y yo añado, ni a las tropas francesas, porque también les comprende. Todo lo que se dice en esta observación gira bajo un concepto equivocado, y una refutación detenida fatigaría a los lectores. De que no haya lance o suceso en la vida humana que no esté expuesto a la casualidad o a un acaso, no se deduce bien que la expresión sea ofensiva ni inexacta. La expresión no puede estar mas clara: después de pintar la confusión y desorden que reinaba en el campo de batalla, para dar una idea mas exacta añade: reacia se hacía por consejo ni orden; todo lo gobernaba el acaso; que equivale a si hubiese dicho: «todo lo que se ejecutaba entre los combatientes era casual y del momento, y no lo gobernaba ni dirigía el consejo sino el acaso.» La proposición arriba indicada es cierta; pero no concreta al fin de la censura. Tampoco lo es la siguiente: ¿y podrá llamarse acaso....? ¿Qué tiene que ver una operación casual o dirigida por el acaso, ni qué significa la previsión o el tino de sacar partido de los mismos acasos? Para probar que iio gobernaba el acaso se arguye con lo que se dice de que guiados, &c., y se pregunta con la mayor confianza: «¿dónde está la casualidad en un empeño que tenía objeto decidido? El impulso no es objeto; es un movimiento nacido de la resolución de defenderse. El objeto de ésta era el no sucumbir al yugo extranjero ; pero cuando se estaba luchando a fuer de este impulso, hijo de aquel noble objeto, las operaciones de acometer y defenderse eran casuales, porque ni Labia orden ni podía haberlo, ni valía el consejo, porque era inútil, como ha sucedido y sucederá en todos los sucesos militares puestos en el mismo caso y circunstancias en que se hallaron los númidas y los romanos, los franceses y los defensores de Zaragoza. Luego, habiendo impulso y objeto, cabe perfectamente que las operaciones fuesen casuales, o que todo lo gobernase el acaso; y con efecto, los númidas y los romanos estaban impelidos del deseo de vencer o morir, y tenían un objeto bien marcado; pero, a pesar de ello, la pelea se generalizó ; no había orden ni consejo, todos obraban aisladamente; y esto es lo que significa la hermosa y elegante expresión que se censura de que todo lo gobernaba el acaso. También es de notar que, siendo concreta a lo ocurrido en la tarde del 4 de agosto, se haga extensiva a la defensa de todo el primer sitio, según las expresiones que se usan, pues no es posible que el lector se desentienda de lo que arroja la narracion, para figurarse que no tuvo parte la inteligencia militar y las demás causales que se enumeran. «Sí, estos justos elogios, se dice por último, merecieron...» Esta ilación es la que salta a la vista, y no concibo en qué se halle deprimido el mérito de los defensores, ni a qué se dirijan las restantes expresiones de este apartado, cuando el autor no ha perdido ocasión de ensalzar el mérito de los sitiados, sobre lo cual el lector podrá decidir y hacer otras reflexiones,
Observación XVIII.
La muerte del polaco que asesinó al procurador don Manuel Aguilar, fue uno de aquellos raros accidentes que ocurrieron en un momento tan crítico en que, por complicarse intenciones criminales que se salen fuera de la esfera regular de los acontecimientos de una invasión o de un sitio, entran en el dominio de la ley, y ésta no puede ni debe nunca quedar desairada. Es un hecho aislado, un incidente que no merecía haberse indicado, pues nada tiene que ver con la Historia de este sitio. Fue un asesino a sangre fría por despojar a su víctima, y como tal fue castigado.
Contestación. La muerte del procurador Aguilar fue un hecho tan señalado, que su omisión hubiera sido muy notada, y hablando de ella era consiguiente referir lo que tenía íntima conexión con el suceso. En cuanto a lo domas ya se previno en la exposición preliminar que la narración se concretaba a los hechos.
ILUSTRACIÓN DE ALGUNOS SUCESOS COMPRENDIDOS EN LA PRIMERA PARTE DE LA HISTORIA DE LOS DOS SITIOS, SEGÚN EL ESCRITO REMITIDO POR EL TENIENTE GENERAL MARQUÉS DE LAZÁN.
§. I. Sobre la retirada que hizo el Marques de Tudela, de que se habla en el cap. III.
El Marques de Lazán y don José Obispo se hallaron en Tudela el día 8 de junio por la mañana, al tiempo que entraron en dicha ciudad las tropas francesas, que sería sobre la hora de las diez. Aunque se les hizo fuego y se les resistió algún tanto, como no dieron lugar para poder organizar defensa alguna regular, y por otro lado el paisanaje estaba en un completo desorden, sin querer obedecer las órdenes que se le daban, ni acudir a donde se le mandaba, y tan solo se oían voces por todos lados diciendo que ya habían entrado los franceses por esta calle, ya por la otra; el Marques de Lazán, que estaba en la plaza con el Marques de Ugarte, juzgó que le era preciso retirarse al Bocal, pues allí ya nada podía hacer; cuya retirada la verificó, no sin riesgo de su persona, porque los paisanos aragoneses que había llevado consigo para la defensa de Tudela se retiraban al mismo tiempo sumamente exasperados, porque les habían faltado cartuchos en razón de la mala distribución que habían hecho los tudelanos de los que les habían enviado, y no cesaban de dar voces y de apellidar traidores no solo a los navarros sino además a los jefes aragoneses que les habían conducido a aquel país. D. José Obispo con su tropa se detuvo algo mas en Tudela, y ocupó el cerro de Santa Bárbara, desde el que hizo fuego a los franceses, sosteniendo aquel punto como cosa de una hora; y después se retiró también al Bocal, en donde se reunió con el Marques. Ambos se embarcaron sin dilación en el canal con ánimo de regresar a Zaragoza, puesto que, habiendo quedado todos los soldados dispersos y en sumo desorden, no era posible organizar ningún género de defensa ni en el Bocal ni en ningún punto de aquellas cercanías: y por otro lado, temeroso de que las tropas francesas avanzasen al Bocal y cortasen el agua del canal, en cuyo caso no podrían los barcos navegar por falta de ésta, les pareció no debían perder tiempo para ésta retirada.
La alarma falsa que se dice promovió el desorden en términos de haber tenido el Marques de Lazán que publicar un bando para contenerle, consistió en cincuenta dragones del regimiento del Rey, los cuales caminaban desde Zaragoza a Tudela a unirse a las tropas del Marques, y se hallaban ignorantes del desgraciado ataque de dicha ciudad. Como todos los pueblos del camino real de Navarra estaban ya llenos de terror y espanto por las malas noticias que acababan de esparcirse, creyeron, asi por el color amarillo de los dragones, como por la polvareda que hacían sus caballos, que era caballería francesa; y de esto provino tal confusión y gritería por los pueblos, que al pasar el Marques por Figueruelas tuvo que desembarcarse para saber la causa de aquel alboroto y tomar providencias. Cerciorado de ella expidió orden a los dragones para que diesen la vuelta y se dirigiesen a la villa de Alagón, a la que determinó también dirigirse el Marques, en razón de haber encontrado en su viaje dos barcos con tropa, que subían a reunírsele, con cuyas fuerzas, y la de los dragones, juzgó que podía formar un punto de apoyo en el dicho pueblo de Alagón, para reunir a todos los dispersos, como así sucedió, pues en los días que estuvo en este pueblo reunió sobre tres mil hombres, y con ellos marchó en la noche del día 11 al pueblo de Mallen.
§. II. Del regreso del Marqués a Zaragoza después de la batalla de Mallén, cap. IV, y de su salida el 15 de junio.
Por el pronto tuvo que embarcarse en el canal Imperial hasta Gallur. No habiendo en el pueblo caballerías para seguir la navegación tomó un caballo, y escoltado de algunos dragones llegaron hasta el pueblo de Alcalá, en donde se embarcó con la escolta para pasar el Ebro, y luego, caminando por la orilla izquierda del mismo, llegó a Zaragoza en la noche del 13 de junio. Aunque en la pág. 58 del cap. V se dice que el Marques salió por el camino de Valencia acompañado de don José Obispo, en la nota 3, pág. 282 se especifica mas la dirección, copiando la relación que hace el marqués en su manuscrito titulado Campaña de verano.
§. III. Acerca de la entrada del regimiento de Extremadura el 19 de junio, cap. VIII.
Este regimiento era uno de los que componían en el mes de mayo la guarnición de Barcelona. Por disposición del gobierno francés fue destinado para la plaza de Lérida con el objeto de que, tomando posesión de esta plaza, la entregase al ejército francés así que se presentase ea ella. Los habitantes de Lérida, entusiasmados como todos los pueblos de España, a favor de la buena causa, intimaron al dicho regimiento que no intentase tomarla, y este tan patriótico cuerpo se quedó en la villa de Tárrega, esperando una ocasión oportuna para sacrificarse y tomar parte en la defensa de la patria53. Derrotadas por los catalanes en el Bruc las columnas francesas que salieron de Barcelona con dirección a Lérida para caer luego sobre Zaragoza y auxiliar al general Lefebvre, el regimiento de Extremadura quedó enteramente libre de su compromiso. Solicitado por Zaragoza y al mismo tiempo por todos, y cada uno de los pueblos grandes de Cataluña, por cuanto todos estos se reputaban expuestos a ser invadidos por las tropas francesas, se dividió en diferentes trozos, yendo la tropa y oficiales unos a un puesto, otros a otro; pero el teniente coronel del mismo don Domingo Larripa, con su sargento mayor don Rafael Ramírez, la mayor parte de los oficiales con la caja, música, y bandera, y unos doscientos soldados, poco mas o menos, se dirigió a Zaragoza, en la que entró según se ha insinuado causando la mayor alegría y entusiasmo a todos sus defensores. Al dicho regimiento se le destinó para su cuartel el convento de San Francisco e inmediatamente se le destinaron muchos reclutas paisanos, con lo que se formó de nuevo este cuerpo que tanto trabajó y contribuyó a la defensa de la ciudad.
§ IV. Relativo a las ocurrencias que mediaron para acelerar la marcha de las tropas auxiliares de que se habla en el cap. XXI.
Ignoro si mediaron las contestaciones que se insinúa entre los jefes de las tropas de Pina, y el que mandaba en Zaragoza en ausencia del capitán general, ni si los jefes de Pina habían resuelto en junta de oficiales su marcha a las cercanías de Zaragoza por la ruta de los pueblos que se indica: lo cierto es, que las tales tropas de Pina no se habían movido en todo el día 4 de agosto, y que, cuando al anochecer de este día se reunieron en Osera el capitán general y sus dos hermanos, fue preciso enviar una orden terminante al coronel don Luis Amat y Terán, para que en el momento saliese de allí con todas las tropas de su mando y se presentase en Osera, lo que así se verificó llegando a este pueblo a las 11 de la noche. Precisamente en aquella hora, y en toda la noche, se estuvieron oyendo de rato en rato los cañonazos y disparos de morteros que todavía se tiraban en Zaragoza ¿ lo que no dejaba de causarnos a todos una sorpresa agradable, pues, persuadidos como estábamos de que habíamos dejado a la ciudad enteramente perdida y en poder de los enemigos, esto indicaba por el contrario, que aun se defendía, lo que no podíamos atinar en que consistía. Por tanto, alentados con esta esperanza el capitán general y sus hermanos, determinaron volver sin perder momento con todas las tropas dichas a las inmediaciones de la ciudad, a ver si se la podía socorrer todavía. Con este designio a las ia de la noche se emprendió la marcha por el camino real, y a las 7 de la mañana del día 5 llegamos al lugar de la Puebla de Alfindén. En toda la marcha continuamos oyendo el fuego que se hacia en la ciudad, y recibimos diferentes pliegos que dirigía el coronel don Antonio Torres al capitán general, pintando en ellos con los nías vivos colores la crítica situación en que se hallaba, esperando por momentos la hora en que iba a ser invadida por los enemigos toda la ciudad, y ocupada militar mente sin recurso alguno, a menos que no se introdujesen en ella algunas tropas de refresco de las que traíamos de Pina. El último pliego lo trajo efectivamente el edecán don Emeterio Celedonio Barredo, quien de palabra confirmó lo misma, ponderando más y más la necesidad de introducir tropas en la ciudad. Con estas noticias se ofreció inmediatamente el Marques de Lazán a su hermano el capitán general a entrar en Zaragoza con un batallón de tropa de línea que se le diese, venciendo cuantos obstáculos pudiesen encontrarse. El capitán general entregó al Marques el tercer batallón de Guardias Españolas,, coa el cual y con dos carros de municiones que también. se le dieron, emprendió a las 8 de la mañana su marcha por el camino del lugar de Pastriz a la orilla izquierda del Ebro. Al paso por este pueblo, dispuso el Marques dar un pequeño descanso a la tropa, la que sin separarse de la formación ni del camino, debía tomar algún refrigerio, el que los vecinos de Pastriz le proporcionaron con la mayor generosidad, sacando cada vecino cuanto tenía en su casa. Reforzados así algún tanto los soldados, continuó su marcha el Marques, siendo observado desde el punto que salió de Pastriz por las tropas francesas que estaban en Torrero; pero no por eso detuvo su marcha, resuelto a todo trance a entrar en la ciudad. En el camino se divisó una partida de caballería enemiga, la que inmediatamente pasó el Ebro y se fue a dar aviso a Torrero. A las 11 de la mañana llegó el Marqués con su tropa al vado del río Gállego, inmediato a esta ciudad, que es en el punto de la unión de este río con el Ebro, al mismo tiempo que cuatro o cinco columnas de tropas francesas empezaban a cruzar el Ebro con el designio de atacar al Marques. Ganó este por minutos la ventaja a las tropas enemigas y pasó el vado de Gállego con su tropa y los dos carros de municiones sin recibir daño alguno de aquellos, los que se retardaron algo mas en su operación. Puesto el Marques con su tropa en la orilla derecha del Gállego, y por consiguiente dominando ya el arrabal de esta ciudad, conociendo que los enemigos asi que acabasen de pasar el Ebro habían de atacar su posición, situó en ésta al batallón de Guardias Españolas para la defensa de aquel punto, parapetado con las pequeñas desigualdades que ofrecía el terreno, y él con sus edecanes entró en la ciudad, en la que al momento dio orden para que se sacasen a los vados de Gállego dos cañones violentos en auxilio de los Guardias Españolas. Estos defendieron el dicho punto con la mayor bizarría en toda aquella tarde, sin que los franceses pudiesen tomarlo por mas esfuerzos que hicieron: y al anochecer, relevado por otra tropa el batallón de guardias, entró en la ciudad y se le alojó en el convento de San Agustín. Con la entrada del Marques y de su tropa, se disiparon en un momento todos los temores que había en la ciudad, en la que nadie se ocupó mas que en continuar su defensa con. el mayor tesón.
Observaciones Críticas del mismo, y su contestación.
Iª. El autor habla a la pág. 58 del cap. V de la salida del Marqués en compañía de Obispo, y a las pág. 98 del cap. 8, y 104 del 9, lo supone dentro de la ciudad sin expresar que salió del cuartel general de Belchite, en donde el capitán general Palafox le nombró gobernador militar de la plaza de Zaragoza, en donde entró el 18 de junio y tomó el mando de manos del Teniente de Rey Bustamante, que era el que lo tenía desde la ausencia del capitán general en el día 15, y continuó mandando en ella y dando las disposiciones convenientes para la prosecución de la defensa.
C.=En el cap. 7, se lee lo siguiente: «como Palafox estaba a corta distancia de Zaragoza sabedor del feliz resultado del choque del 15, dispuso enviar al Marques que llegó a Zaragoza el 18», y por eso en el cap. 9, se dice que seguía desempeñando las funciones de gobernador militar lo que presupone el nombramiento.
II. Sienta el autor en el cap. IX que no había en Zaragoza una Junta de gobierno organizada, en lo que padece equivocación. Esta Junta existió desde que el Marques de Lazán entró en la ciudad, y estaba compuesta de alguno de los vocales de la que había sido delegada por la primera establecida por la sesión de cortes, y de los demás que se agregaron para formarla, ya de prebendados, ya de magistrados de la Audiencia, ya de individuos del Ayuntamiento, y ya de algunos hacendados de la ciudad. Tenía esta Junta sus sesiones diarias en casa del Marques de Lazán, quien la presidía, siendo su secretario el Intendente Calvo, y se ocupaba en atender a los negocios urgentes de la defensa de la ciudad. El Marqués dejaba la Junta siempre y cuando se ofrecían durante su sesión operaciones militares, en las que era necesaria su presencia, en cuyo caso continuaba la dicha Junta deliberando. El autor ya confiesa la existencia de esta Junta en la nota 11, en la que, copiando la proclama del Marques del 37 de junio, dice esta expresión. La suprema junta cuanto se complace &c. Luego es evidente que hubo Junta de gobierno existente en Zaragoza.
C.=En el cap. III se habla de la Junta suprema que nombró la asamblea o reunión de diputados de voto en Cortes. Con motivo de la aproximación de los franceses se diseminaron sus individuos, aunque no faltó quien propuso su reunión, según se refiere en el cap. X. Como los sucesos ocurridos hicieron variar de sistema, del modo que se dice en la nota 6, pág. 378, ya no se pensó en llamar a los individuos de aquella Junta, que era la que en realidad debía representar a todo el reino, y a la que competía el título de Junta suprema de Gobierno. Por eso en un principio, y para huir de este escollo, se nombró una Junta militar compuesta de los individuos que se especifican a la pág. 98 del cap. VIII, y el Marques de Lazán, como ya expresa, convocó a algunos de los vocales de la Junta creada en la sesión de los diputados, y agregó otros; por esta razón, y con presencia de lo demás, se dice que no había una Junta de gobierno organizada, esto es, no existía la Junta primitiva, y que se congregaban los jefes militares. Después ya se ha visto que el Marqués en el bando que se insiere en la nota 11, pág. 283, le da el connotado de Suprema.
Nota. Las equivocaciones que anotaba el Sr. Marqués de Lazán en su escrito se subsanaron en el tomo II bajo el título de Advertencias, pág. 363.
ADICIÓN A LAS OBSERVACIONES CRÍTICAS DEL CAPITÁN GENERAL PALAFOX.
I. En el capít. I se lee: Esto llamó la atención del pueblo, y, reunido en gran número, comenzó a insubordinarse. Esta expresión no es exacta: el pueblo no necesitaba insubordinarse; lo estaba de hecho, pero era un objeto tan noble el de vengar los ultrajes hechos al Rey, que no puede llamarse insubordinación lo que era puro amor y fidelidad. No estaba satisfecho de sus gobernantes (tal vez equivocadamente); pero en el hecho de no estarlo obraba y se inquietaba de muy buena fe, temiendo que su elegido Palafox le fuese quitado por haberse puesto voluntariamente en manos de aquellas autoridades, y esto, y el verse armados y con toda la fuerza en sus manos, les hacía esperar con poca calma el resultado; así es que, cuando le vieron favorable a sus deseos, no hubo más que vivas generales al Rey, al Acuerdo y a Palafox, a quien acompañaron todos los magistrados y todo el pueblo a pie hasta su casa.
C.—La expresión insubordinarse en el lugar que se usa es una confirmación de que, estándolo de hecho como se reconoce, aunque fuese el objeto noble y plausible, era consiguiente el que se inquietase, y esta inquietud, cualquiera concepto o explicación que se le dé, siempre se presenta bajo el mismo principio que motivó el alzamiento.
II. Dice con referencia al cap. III, que en general la sesión importante de que en él se habla, merece relación mas detallada, y que no fue el 29 de mayo cuando se dio la orden para el reconocimiento de Palafox como capitán general, como se sienta en la línea 13 de la pág. 21, sino el mismo día 26; y que en seguida hay un hueco cuya falta se hecha de ver en el curso de la obra, de las disposiciones que tomó el general en los días 29 y 30, que fue cuando mas se trabajó para sentar las bases de la dirección del espíritu público, y cuando menos esto genéricamente debería decirse porque es esencial. También repara que acaba el IIº cap. sin hacerse mención ni citar el manifiesto de 31 de mayo, que fue la verdadera declaración de guerra en que el general se decide abiertamente a hacer frente a los ejércitos franceses. Este manifiesto se insertó en el Diario de Zaragoza del 3 de junio, y es pieza que no debe olvidarse
C.—El autor no ha podido hablar sino con presencia del acta que se publicó, y esto no excluye el que se forme una relación, si se quiere, mas detallada, por quien tenga los competentes datos para hacerla.=El oficio original dirigido al sargento mayor de la plaza que ha visto el autor, dándole orden para que diese a reconocer a don José Palafox y Melci por capitán general del reyno, tenía la fecha de 29 de mayo.=Al fin del cap. I se halla el célebre manifiesto de 31 de mayo, que efectivamente es una declaración de guerra, y si se habla de otro diferente no ha llegado a noticia del autor.
III. Acerca de la prisión de Ric, de que se habla a la pág. 170 del cap. XVI, creo que haya equivocación, porque Ric no fue preso, lo fue sí el regente Villa y Torres, y se le instruyó una causa criminal cuyo fallo capital fue conmutado por el general en destierro a la ciudad de Jaca.
C.= Esta equivocación está subsanada en la pág. 326 del segundo tomo, bajo el título de advertencias.
[SOBRE EL ABASTECIMIENTO]
Extracto de las relaciones documentadas que el excelentísimo Ayuntamiento y la Junta de pósito y abastos de la ciudad de Zaragoza dirigieron al señor Intendente y Corregidor don fosé Cáceres, con fecha 13 de febrero de 1815, en cumplimiento de la Real orden que se les comunicó fecha 29 de octubre de 1814, del dinero, efectos y artículos comestibles que aprontó, en virtud de las órdenes verbales y por escrito que recibió, para el sostenimiento de las tropas y defensores, y obras de fortificación, en los años de 1808 y 1809.
El excelentísimo Ayuntamiento, de los fondos destinados a la construcción del puente de tablas 180.000 reales vellón.
Ídem, entregó maderas de todas clases valuadas en 52.000 rs..
En 1.909.094 raciones de pan, construcción de tahonas, molienda de los granos y pérdida de estos en la cantidad de 255 fanegas y 5 libras, por las causales que acreditó, todo correspondiente al Pósito y Junta de abastos. 2.028.119 rs. y 23 maravedíes.
En ídem de carne, porciones de ganado,dinero efectivo y lanas para la construcción de baterías, pertenecientes a dichos establecimientos 1.254.733 rs. y 16 mrs.
En ídem de tocino, valor de 350 arrobas de ídem 27.517 rs. y 6 mrs.
Total: 3.542.370 rs. y 11 mrs.
Los donativos que hicieron los zaragozanos y aragoneses para ocurrir a los gastos públicos ascendieron, sin incluir las alhajas de plata, ropa, caballería, carros y otros artículos, a las siguientes partidas.
En dinero efectivo tres millones, doscientos treinta y siete mil y diez y siete rs. y ocho mrs. 3.287.017 rs y 8 mrs.
En vales reales doscientos cuatro mil ciento setenta y tres rs. y 19 mrs. 204.173 rs. y 19 mrs
Cántaras de vino. 8.648
Varas de paño 411
Ídem de lienzo 1.166
Sacas de lana 214
Cahíces de trigo 453 3 fs
Arrobas de aceite 1.195
Cántaras de aguardiente 300
Ídem de vinagre 1.900
Hallándose publicados los nombres de los contribuyentes en las gacetas de Zaragoza de los años de 1808 y 1809, podrá, el que guste enterarse, recurrir a las mismas.
DESCRIPCIÓN TOPOGRÁFICA DE LA CIUDAD DE ZARAGOZA
Descripción topográfica de la ciudad de Zaragoza, de sus arrabales y cercanías, de las obras ofensivas y defensivas, y del distrito que ocuparon en ambos sitios las tropas francesas, con referencia a los planos que acompañan a la obra.
La ciudad de Zaragoza está situada a los 41º 38' 50'' de latitud N., y 15º 40' de longitud del meridiano de la Isla de Hierro. Cuando la reedificó Augusto, de cuyas resultas se la apellidó Caesaraugusta, en el año 25 antes del nacimiento de Jesucristo, cercándola de un muro elevado de piedra, ocupaba el terreno comprendido dentro de las líneas que abrazan los puntos denominados puerta de la Puente, puerta de Toledo, puerta de Cineja, y puerta de Valencia, que en la actualidad, fuera de la primera que subsiste y se llama del Ángel, la segunda y cuarta conservan los arcos que las formaban, y la tercera subsistió asimismo hasta que quedó derruido en el segundo sitio. Lo que ahora es plaza del Mercado, calle de la Albardería y Coso hasta la puerta o arco de Valencia era el foso correspondiente a los muros que la circuían, y de aquí provino el nombre adulterado de la anchurosa y dilatada calle del Coso; pero posteriormente, hará como unos seiscientos cincuenta años poco mas o menos, se acrecentó en todo el espacio correspondiente a la parte exterior de las mencionadas puertas, y ya se ve, con especialidad en lo construido mas allá de la de Toledo hacia el poniente, que las calles son rectas y proporcionadas, y que las manzanas de las casas guardan más regularidad que lo interior de la antigua población.
Al presente tiene ocho puertas y algunos postigos; la del Ángel, que sale al puente de piedra, la de San Ildefonso o Tripería, la de Sancho, la del Portillo, la del Carmen, la de Santa Engracia, la Quemada y la del Sol, lo cual ha producido posteriormente un arrabal llamado de las Tenerías por haberse destinado algunas casas a la fabricación de curtidos. Fuera de las puertas y frente a la del Portillo se halla, a 216 varas O. un edificio grande sólido de figura trapecio, construido por el Rey moro Aben-Aljafe para que le sirviera de palacio, de donde tomó después el nombre de Fuerte o Castillo de la Aljafería, pues tenía un foso cuya latitud por el lado del camino era de 40 varas y su altura de 11, y por la del río Ebro 32 y 61, y a los cuatro ángulos sus baluartes o rebellines con un puente levadizo. Mas inmediato y casi contiguo a la expresada puerta se hallaban el convento de Agustinos Descalzos, y en la misma línea, junto a las eras del Sepulcro, el de Trinitarios, y allí próximo, frente a la puerta del Carmen, el de Capuchinos, y últimamente el de San José o Carmelitas Descalzos, situado más allá de la Quemada, sobre un terreno un poco elevado inmediato al río Huerva. Por el magnífico puente de piedra, que casi rompe desde la misma puerta del Ángel, compuesto de siete arcos, siendo el mayor de 48 varas de diámetro, construido en 1437 y renovado en 1689, se pasa al arrabal, que forma una pequeña población, y en el que sobresalían los conventos de religiosas Franciscas llamadas de Altabás, de San Lázaro y de Jesús, que quedaron destruidos en el segundo sitio, a excepción del de San Lázaro que, aunque padeció mucho en lo interior, todavía presenta, por la parte que da al río Ebro y baña sus cimientos, un aspecto magnífico, como obra hecha en el año 1224 por el Rey don Jaime II el Conquistador.
La vista que a levante y poniente se disfruta desde el punto mas elevado del puente es pintoresca y sobremanera deliciosa. Una cordillera de montañas a la izquierda del Ebro presenta al norte un cielo hermoso y dilatado, que se pierde con las cumbres mas remotas del terreno por donde desagua el Ebro, en el puerto de los Alfaques, habilitado por el memorable Carlos III en 1788; y al ocaso se extiende igualmente hasta el Moncayo, alcanzándola distanciado mas de veinte leguas, y descubriéndose con toda distinción aquella masa imponente. A corta distancia del puente de piedra había otro de madera para el tránsito de los carruajes, a fin de que no padeciese tanto el primero. A la época de la reedificación que hizo Cesar Augusto se pasaba por él a la ciudad, que entonces estaba edificada más al oriente, y el río Ebro, doblando sus aguas por el lugar de Alfocea y Juslibol, desde setentrión a mediodía, como lo indican las balsas que se denominan de Ebro viejo, venía a salir por mas abajo del puente de piedra, como lo indican las señales que existían cerca de la desembocadura del río Huerva de la otra parte del puente de madera, algo más abajo del convento de Jesús54: en este puente prendió el fuego el 19 de febrero de 1713 entre diez y once de la mañana; y en siete cuartos de hora quedó destruido. Comenzaron los jurados a reedificarla el 13 de junio siguiente, y terminaron la obra el 1 de noviembre del mismo año. Posteriormente la destruyó una de las extraordinarias avenidas del Ebro, y no se ha reedificado todavía.
A uno y otro lado de la ciudad se observa una vega o campiña amena y poblada de olivares, viñedo y tierras puestas en cultivo, que forman un contraste y variedad admirable, poblada además de muchas casas de campo o torres de recreo que antes de la guerra de la independencia formaban casi una segunda población; y aunque, con motivo de los sitios, quedaron destruidas, posteriormente se han reedificado, con especialidad en la parte o terreno elevado a la derecha del río Huerva, con elegancia y magnificencia; y no es posible dar una idea exacta de la feracidad del terreno, a causa de ser las30.000 cahizadas puestas en cultivo fertilizadas por el Ebro, uno de los principales ríos de España que nace en Fontibre, cerca de las Asturias de Santillana, de dos fuentes junto a la Torre de Mantilla, poco distante de Aguilar del Campo, y que aumenta su caudal de aguas con la reunión de veinte y un ríos conocidos, siendo su curso de septentrión al mediodía, y discurriendo el espacio de no leguas desde su origen hasta que ingresa en el Mediterráneo a las inmediaciones del indicado puerto de los Alfaques. Igualmente contribuyen al riego el río Gállego, que antes se llamó Gálico por tener su origen en los Pirineos; el Huerva, que principia en los términos del lugar de Bea, y entra en el Ebro muy cerca del arrabal apellidado de las Tenerías. Por último, las fecundiza el río Jalón, que naciendo algo desviado del monte Idubeda, una legua antes de llegar a Medinaceli, después de discurrir por diferentes pueblos, se introduce en el Ebro tocando los términos de Zaragoza.
A distancia de una media hora se halla el Monte Torrero, por cuya elevación discurre el canal llamado Imperial porque se ideó bajo el reinado de Carlos V, año 1529: pasados doce años se principió, y en el de 46 había concluidas ocho leguas de excavaciones; quedó luego paralizado, y el inmortal Pignatelli lo adelantó en 1772, dejando corrientes trece leguas que, desde el Bocal, riegan hasta Zaragoza 32.418 cahizadas de tierra. Frente al sitio donde se halla la puerta del Carmen, casi a la misma latitud, están las inclusas y los edificios llamados Casablanca, y a entrambos puntos se sube por hermosos paseos arboleados que, unidos a los muchos olivares que hay en todo aquel trecho, ofrecen una vista agradable y sorprendente.
Obras de los defensores en el primer sitio.
El 18 de junio se dio principio a las obras de defensa en esta forma: delante de la puerta del Portillo se trazó un reducto cuadrado abierto por la gola de treinta varas de largo; el parapeto de ésta, como el de las demás obras, tenía nueve pies de espesor, y el foso doce de anchura, habiendo adoptado estas dimensiones por la calidad del terreno, premura del tiempo y calibre de la artillería que se conceptuó emplearían los sitiadores contra las tapias de la ciudad.
En el Castillo de la Aljafería se apuntalaron los pisos de las dos torres correspondientes al O., que destruyeron las baterías enemigas. Se terraplenaron en parte, macizaron sus parapetos, y se construyó una batería de dos piezas, que subsistió oculta hasta el instante oportuno de romper el fuego.
En la Puerta del Carmen se formó otra batería de una extensión proporcionada para cuatro piezas, que posteriormente sirvió, aunque con mucha incomodidad, para nueve. Se hicieron además dos cortaduras con su parapeto y foso; se arrasó el olivar de la huerta de la derecha, se abrieron aspilleras en la tapia de la misma y también en la de la izquierda, y se construyó a su espalda un largo parapeto con su foso hasta la torre del Pino, en la que se colocaron dos cañones.
En la Puerta de Santa Engracia se construyó otra batería para cinco piezas, se cerraron las calles inmediatas con cortaduras, colocando en ellas artillería y dejando expedita la comunicación por lo interior de una casa. Se colocaron además dos piezas en la huerta de su derecha hasta la torre del Pino, y tres en la de .1a.izquierda. Se aspilleraron las tapias y edificios en toda la línea, desde la huerta de Santa Engracia hasta el molino de aceite, en el que se formó sobre el muro antiguo una batería alta y otra baja, desde las que se aspilleró asimismo toda la línea hasta la Puerta del Sol.
A la derecha de ésta se construyó otra batería con dos piezas, y a su izquierda un reducto circular avanzado sobre una pequeña altura en el que se colocaron cinco cañones.
En el convento de monjas del Sepulcro y Torreones del antiguo muro se ejecutaron algunos trabajos para colocar en ellos algunas piezas de artillería.
En el arrabal de la izquierda del Ebro se cerraron las avenidas exteriores de sus calles, atronerando muchas de sus casas y tapias, y dejando solo tres entradas cubiertas por otras tantas baterías revestidas de sacos a tierra y con foso de agua corriente, cuyas defensas por parte de la ciudad y para cubrir el puente por ambos costados se sostenían con dos cortaduras que se abrieron a derecha e izquierda del mismo.
Internados los franceses el día 4 de agosto en la ciudad, se construyó en la puerta del Portillo un parapeto con su foso, y en él dos piezas, quedando encerrados los defensores en cien varas de espacio, y dispuestos a defenderse si llegaba el caso de atacarlos por la plaza y sus avenidas.
En la de Sancho se preparó la artillería contra las calles inmediatas, y lo mismo se ejecutó en otros puntos.
Se construyeron parapetos y baterías delante del hospital de convalecientes, en la calle del Carmen, en la que está inmediata con dirección a San Ildefonso, delante del convento de las Fecetas, en la puerta de Cineja y calle de San Gil, haciendo en las demás de la izquierda que desembocan en el Coso cerraduras con sacas y muebles, ejecutando lo mismo en los portales del mercado, en cuya plaza se formó una batería delante de la puerta de San Ildefonso.
Obras de los sitiadores en el mismo.
Los Franceses por medio de la zapa llegaron a situarse en el alto de la Bernardona, distante unas 300 toesas de la ciudad, en el que construyeron una batería con dos morteros, tres obuses, y cuatro cañones, igual a la que designa el plano y formaron para el 2º sitio.
En la falda del monte Torrero formaron otra también de morteros y obuses.
Habiendo perfeccionado sus paralelas y caminos cubiertos, levantaron otra batería de tres obuses en la huerta de Capuchinos, otra de dos morteros en el conejar de la Torre de Porcada, otra de cuatro obuses en una de las huertas frente a la puerta de Santa Engracia sobre el terreno elevado de la derecha del Huerva, y otra un poco mas abajo de veinte y nueve cañones y un mortero para destruir las tapias de la huerta del monasterio de Santa Engracia e inmediata que linda con el jardín Botánico.
Los franceses ocuparon en el primer sitio los conventos de Capuchinos y Trinitarios, y todo el terreno que abraza la línea exterior desde la puerta del Carmen, hasta el punto que divide el jardín Botánico de la huerta de Santa Engracia, y por lo interior la que comienza en dicha puerta del Carmen, plaza del mismo nombre, a su derecha convento de Santa Rosa, colegio y huerta de San Diego, ídem de San Francisco, y bajando por la derecha de la calle del Coso hasta la entrada de la calle de Santa Catalina a salir recto al punto divisorio indicado. En todo este terreno se hallaban el colegio y huertas de Carmelitas, que se enlazaba coa el gran convento y huertas del Carmen, el edificio hospital de Peregrinos, al que seguían algunas casas que formaban la calle llamada del Juego de Pelota y luego el convento de Descalzas de San José y su huerta, que terminaba en la Puerta de Santa Engracia; todo lo cual venía a formar una manzana. En la inmediata se hallaban el convento y huerta de Capuchinos, casas del monasterio de Santa Fe con dos manzanas que seguían en dicha dirección divididas por unos callejones de riego a entrar por la calle que sale al pontarrón de San Diego junto a las casas del monasterio de Veruela, el colegio y huerta de las Recogidas, casas y jardín de Sardaña. En la restante porción de la parte inferior a la plaza del Carmen se hallan el convento y huerta de Santa Rosa, el colegio y huerta de San Diego, el convento y huerta de San Francisco, el hospital general, huerta, cementerio, y casas contiguas de su pertenencia, el convento y huerta de las religiosas de Jerusalén, el monasterio y huerta de Santa Engracia, el convento y huerta de Santa Catalina, y las manzanas de casas entre este y el terreno que ocupaba el hospital general hasta salir por las calles de Zurradores y Santa Catalina a la del Coso.
Obras de los defensores en el Segundo Sitio.
En la Puerta de Sancho se formó una espaciosa batería, cerrando el camino del pretil del Ebro, y sirviéndose del edificio y acequia de un molino harinero que había frente a la misma, con otra cerradura a la izquierda, dejando en ambas la abertura necesaria para las debidas comunicaciones.
En la del Portillo se formó otra baterías cuyo cerramiento principiaba desde las tapias de la huerta del convento de las Fecetas, y terminaba en el convento de Agustinos Descalzos por medio del parapeto y cortadura que se designa a la izquierda de la mencionada puerta.
Desde el expresado convento de Agustinos se construyó hasta el de Trinitarios una muralla con sus banquetas y troneras para la fusilería, y en el centro el reducto que manifiesta el plano, con sus respectivas cortaduras para comunicarse con el edificio de la casa de Misericordia, y se abrió un foso proporcionado.
Delante del convento de Trinitarios se formó otro parapeto y cortadura, y se continuó la muralla expresada hasta enlazar con el puente de la Huerva, en cuyo distrito se hicieron dos parapetos y cortaduras, y además estaba aspillerada toda la línea de tapias desde la Puerta del Portillo, hasta el ángulo que forman las huertas en el que existía la torre antigua llamada del Pino.
En el puente del Huerva, paralelo al ángulo donde estaba la torre del Pino, próximo a la puerta de Santa Engracia, se formó un reducto de cuatro lados, de los cuales no estaba flanqueado el perpendicular al camino del monte Torrero. Su ámbito era de unas cincuenta toesas, y la cortina de la izquierda, apoyada en un caserío, estaba aspillerada, e igualmente parte de la derecha, que daba al terreno elevado por donde discurre el río Huerva: además tenía un foso de diez pies de profundidad, y troneras para las piezas de artillería. A su izquierda, y sobre la parte elevada del río, se construyó otra muralla hasta el frente del ángulo saliente del monasterio de Santa Engracia.
En ésta se levantó una batería formando el cerramiento y cortadura que designa el plano, y además otra en la parte superior y saliente del dicho monasterio.
Las tapias que desde este punto siguen hasta enlazarse con la iglesia de San Miguel, inmediata a la plaza del mismo nombre, estaban igualmente aspilleradas; pero siendo muy débiles, y abrazando un espacio de consideración, se formaron las tres baterías que designa el plano junto al monasterio y sobre el muro antiguo que cerraba la huerta del convento de Santa Catalina y el jardín botánico, desde el cual seguía la línea del edificio hasta la Puerta Quemada. A corta distancia de ésta se hallaba el convento de San José, sobre el terreno elevado que formaba la figura de un rectángulo de unas 60 toesas de longitud por el frente que daba a la campiña que no estaba flanqueado, y de 40 toesas cada una de las que tenían su frente hacia la ciudad, con un foso de 18 pies de profundidad, una contra-escarpia o declive de la muralla, rodeada de un camino cubierto que se prolongaba mas allá de los flancos del fuerte, y el extremo de la espalda erizada con estacas agudas.
Desde la Puerta Quemada seguía el muro antiguo, sobre el cual, frente al indicado convento de San José, se construyó una batería y otra debajo en el terreno firme, estableciendo la debida comunicación con el referido convento.
Desde ésta seguía la línea de defensa por dicho muro, conventos de las Mónicas y San Agustín55, y desde éste se formó la batería y muralla que enlazaba con el reducto avanzado de las Tenerías frente al punto en que desagua el Huerva en el Ebro, con la debida comunicación a la casa aislada de don Victoriano González.
Se construyó además una batería y cortadura a la derecha saliendo por la puerta del Sol hasta enlazarse con los edificios de frente, y se cerraron las avenidas de aquella parte hasta donde principiaba el pretil que bañan las aguas del Ebro en los baluartes del muro antiguo, y son parte del convento de las religiosas del Sepulcro, así como sobre el arco de la puerta del Ángel, se hicieron terraplenes, y colocaron en cada punto dos piezas de artillería. Sin embargo de que desde este punto hasta la puerta de Sancho estaba resguardada la línea con el mencionado río, no obstante se alzó y robusteció el pretil, especialmente desde la inmediación a la puerta de Sancho hasta el puente de piedra, y se formaron además los tres parapetos y cortaduras que demuestra el plano, y otra pasada la puerta de San Ildefonso, inmediata a San Juan de los Panetes, sobre el Postigo Sarreal, que tenía comunicación con la calle de Predicadores.
Obras de los sitiados en el Arrabal de la derecha del Ebro
Sobre el camino llamado de Barcelona, que va al puente de Gállego, se formó un reducto con su foso y troneras para la artillería, y en la misma dirección a la derecha por el lado del convento de Jesús, enlazados por una extensa cortadura.
El convento de Jesús se circunvaló y fortificó, robusteciendo sus tapias y abriendo una zanja para comunicarse con los edificios y huertas inmediatas al convento de San Lázaro.
Junto al sitio en que terminaba el derruido puente de tablas se formó una batería para cinco piezas, que enlazaba con unos graneros y molino harinero, desde la cual se reforzaron y aspilleraron las tapias y edificios inmediatos al convento de San Lázaro, delante del cual se construyó la segunda línea de defensa que demuestra el plano. Al fin de la calle que desde el puente de piedra parte a la derecha, en el punto que termina la iglesia de San Lázaro y la huerta del convento de Altabás, se levantó otra batería, y continuó la cerradura abrazando el edificio del macelo de la ciudad, y siguiendo por la línea que designa el plano hasta incluir el macelo eclesiástico y su batería, y desde ésta hasta la batería saliente de los tejares inmediata a las balsas de Ebro viejo, desde la cual continuaba dicho cerramiento parte con tapias y parte con los edificios > hasta donde principiaban dichos tejares, en cuyo punto se formó otra batería con su foso y cortadura prolongada hasta la arboleda de Macanaz.
Al fin de la calle que se toma a la izquierda del puente para ir por dichos tejares al lugar de Juslibol se hizo otra batería con igual cortadura.
Obras de los sitiados en lo interior de la población
A espaldas de la puerta del Portillo se alzó un parapeto, y se cerraron las avenidas a la plaza por el frente e izquierda. Se levantaron asimismo en el recodo que hacía el convento de la Encarnación, en el ángulo de la iglesia del convento del Carmen Calzado, al fin de la tapia que dividía la calle de la plaza honda que hay delante de la iglesia, y desde la esquina del hospital de Peregrinos hasta la de los edificios de frente, de modo que quedó enteramente circunvalada la plaza. Los construyeron además al fin de la calle del Juego de pelota, para enlazar el convento de las Descalzas de San José con la huerta de Casa de Sardaña, en la entrada de la calle de Santa Engracia, en la calle del Hospital y en la que sale al Coso por el edificio de la Compañía de Jesús. En la parte superior de la huerta del convento de las Mónicas, inmediato a la primera de las dos brechas abiertas en la porción del muro antiguo de la misma56, se formó una batería, cuyos fuegos enfilaban la restante porción -de huerta y salida a ella por el corral contiguo al molino de aceite de la ciudad. Delante de la porción dff edificio inmediato a la iglesia; y casi paralelo a las citadas brechas se formó un parapeto de cajones para continuar defendiendo aquella línea. En el sotar de cera contiguo al referido corral y al que se entraba por las eras de San Agustín se levantó otra batería, de la que no llegó a hacerse uso por haber ocupado los franceses el molino de aceite de la ciudad. En la de la Puerta Quemada, plaza de la Magdalena junto a la calle de san Lorenzo, esquina a la subida del convento de Trinitarios, y en la parte superior que va hacia el Sepulcro, las que designa el plano. Últimamente, los tres de la calle de San Gil y los de las bocas calles de la izquierda hasta las piedras del Coso o graneros de la ciudad.
Obras de los franceses en el segundo asedio.
Comenzaron los trabajos indispensables para construir la primera paralela, tanto en el terreno elevado de la derecha del Huerva, casi al frente del monasterio de Santa Engracia, como en el alto de la Bernardona, el 23 de diciembre de 1808, y en la noche del 29 al 30 del mismo la abrieron en los mencionados puntos, continuando en las cincuenta y cuatro noches que trascurrieron hasta la del 20 al 21 de febrero. Los del arrabal o ataque de la ribera izquierda del Ebro, los principiaron en la noche del 31 al 1 de febrero, y para cerciorarse de su marcha en todos los ataques, no hay sino ver los números del plano que marcan las noches en que se ejecutaron, tanto para formar las tres paralelas con sus comunicaciones y baterías, como para conquistar gradualmente los edificios después de haber entrado en la población.
Las baterías números 1 y 257 de cañones y obuses, y la del número 4 de cuatro piezas de 24, las construyeron a la izquierda del camino que va desde el puente de San José a Torrero, apoyadas en la primera paralela. La del número 3, de cuatro morteros, la situaron a la izquierda del camino de Valencia, en la misma dirección, apoyada en la segunda paralela. La del número 5 de cañones de 24; y la del número 6, de cuatro morteros, a la derecha e izquierda del camino que desde el reducto del Pilar o punto de la Huerva va hacia Torrero. Las de los números 7 y 8, de cañones y obuses, a la izquierda bajando del río Huerva a las inmediaciones de la Torre de Montemar y convento derruido de Capuchinos, apoyadas todas en las comunicaciones con la primera paralela y ventajas que les proporcionaba el terreno. La del número 1 o, con cuatro obuses de 8 pulgadas, estaba sobre el terreno elevado de la derecha del Huerva, cerca de una salitrería, entre la primera y segunda paralela. Las de los números 9 y 11, con ocho piezas del 24 o 16, La del número 12, con cuatro morteros. La del número 13, con 4 piezas. La del número 14 con otras cuatro de grueso calibre y a obuses de 8 pulgadas. La del número 15, de cuatro piezas de grueso calibre. La del número 16, de dos obuses. La del número 17, de dos obuses de 8 pulgadas, a derecha e izquierda del convento de San José, sobre el terreno elevado en que abrieron su tercera paralela. La del número 18, de cuatro piezas. La del número 19, de seis piezas de grueso calibre, y la del 20 se formaron sobre la tercera paralela y terreno elevado de la derecha del Huerva, con dirección a los puntos del monasterio y puerta de Santa Engracia y del jardín botánico. Las de los números 21 y 22 sobre la altura de la torre de la Bemardona, apoyadas en la paralela y caminos cubiertos que demuestra el plano.
En el arrabal de la izquierda del Ebro comenzaron a abrir la primera paralela en la noche del 31 de enero al 1 de febrero de 1809; y sobre la segunda construyeron las baterías números 1 y 2, y consecutivamente las de los números 3, 4, 5 y 6, apoyadas en las comunicaciones que hicieron con la misma. Y últimamente sobre su tercera paralela levantaron las de los números 7, 8, 9 y 10, que sirvieron para apoderarse de dicho punto.
En el segundo sitio ocuparon los conventos de Trinitarios, ruinas del de Capuchinos y San José, extramuros, y la línea exterior desde la puerta del Carmen hasta la del Sol, a excepción del jardín botánico y edificios de su espalda hasta la calle del Coso; y por lo interior la que principia desde la puerta de Santa Engracia por la izquierda de dicha calle hasta el convento inclusive de San Francisco, y desde éste por la derecha bajando la calle del Coso hasta la puerta del Sol, excepto el indicado punto del jardín botánico, y en los últimos días ocuparon además la Universidad, colegio de Trinitarios, arrabal de las Tenerías, convento del Sepulcro hasta el torreón donde estaba el puente de tablas. En este distrito se hallaban el monasterio y huerta de Santa Engracia, convento y huerta de Capuchinos, id. id. de Jerusalén, San Diego y San Francisco, Hospital general, convento y huerta de Santa Catalina, id. id. de las Mónicas, id. id. de San Agustín, y además todas las manzanas de casas que designa el plano dentro del recinto de la línea exterior e interior demarcada.
Nombres de las calles que a derecha e izquierda desembocan en la del Coso desde la Cruz hasta la Puerta del Sol.
Acera de la derecha: La de Santa Engracia; Zurradores; Santa Catalina; Urreas; Rufas; de la Agua; Imprenta; de la Parra; de la Cadena; de la Puerta Quemada; de Palomar; de San Agustín; de Alcover; de Aljeceros; y de las Arcadas.
De la izquierda: Arco de la Puerta Cineja; calle de San Gil; del Refugio; de San Cristóbal; de la Verónica; de la Yedra; Graneros o Piedras del Coso; Arco de la Compañía; de San Lorenzo; Arco de la Puerta de Valencia; subida de la Trinidad.
Nombres de las calles que desembocan en la de la Puerta Quemada, entrando por ella hasta la Plaza de la Magdalena.
Acera de la derecha: La de Pabostre; de los Clavos; de los Viejos; y la de Añón.
De la izquierda: La de San Miguel; del Rincón; la de Enmedio.
El de las que desembocan en la calle recta de San Miguel, que principia desde Santa Catalina hasta la Puerta Quemada.
Acera de la izquierda: La de Zurradores; de Santa Catalina; de las Urreas; de Rufas; del Agua; de la Imprenta; de la Parra; de San Miguel; bajada de Laston; de la Cadena.
Explicación de los parajes que se señalan con letras mayúsculas en el plano grande topográfico que acompaña a la Historia de los dos sitios de Zaragoza.
A. Convento de religiosas Fecetas Carmelitas Descalzas.
B. Casa a donde se trasladó a Palafox desde el palacio del Arzobispo en los últimos días del segundo sitio.
C. Postigo o salida a la ribera del Ebro llamado de Aguadores.
D. Casas de la ciudad en cuya sala consistorial celebra el Excmo. Ayuntamiento sus sesiones y tiene todas las oficinas de su dependencia, una gran armería, un espacioso archivo para sus papeles, y otro para los protocolos de los notarios, oratorio y Sala de Justicia.
E. La lonja de la ciudad, edificio suntuoso que tiene 192 palmos de longitud, 120 de latitud y 160 de altura. Consta de tres naves que las dividen 8 columnas de piedra sillería de 76 palmos de altura, que a sus tercios se adornan de arquitrabes, frisos entallados y cornisas, y a la parte superior tienen sus collarines frisos y capiteles adornados de cuatro muchachos de encarnación que sostienen un escudo cada uno de las armas de la ciudad, que figuran un león de oro coronado en campo de gules, desde que se las dio el señor Rey don Alonso de Castilla que se decía Emperador de León, cuando la invadió en el reinado del señor Rey don Ramiro el Monje, aunque Luis López58 dice que se las concedió Augusto cuando la reedificó; y desde que dejó por ellas sus antiguas armas, que eran unos muros almenados en campo de plata surmontados de una doble cruz sable, y la bordadura también de plata, cargada con las palabras escritas de letras sables, Benedictus::Dominus::Deus:: Israel59. En el friso de la cornisa hay una inscripción, que marca el tiempo y reinado de su construcción, que fue en el año del nacimiento de J.C. 1551, y bajo el mando de la Reyna doña Juana y don Carlos su hijo, y el nombre de los jurados. Se principió en 1541 a instancias del Arzobispo de Zaragoza don Fernando de Aragón, nieto del señor Rey Católico, y se concluyó en el referido año de 1551.
F. Frente a la lonja, y entrando por la puerta del Ángel a la izquierda, se hallaba el palacio de la Real Audiencia, antigua casa de la Diputación del reino, que se comenzó a construir en 1437, Y se concluyó en 1460. Era edificio muy capaz con dos grandes corredores, uno al piso y otro elevado, sostenidos de columnas con una gran cúpula. Constaba de salas suntuosas con techumbres de madera de exquisito labrado, y en una de ellas se veían los retratos de cuerpo entero de los Reyes de Aragón, que últimamente servía de oratorio con el título de sala de San Jorge. Tenía también departamentos para las escribanías de los notarios de la Corte del Justicia de Aragón, y un precioso archivo, pues en ella residían los tribunales y se reunían las cortes generales del reino. Este edificio se convirtió en ruinas a causa del incendio de que se habla en el cap. X de la Historia.
G. Palacio del señor Arzobispo, que principió a mejorar el señor Velarde, y reedificó completamente el memorable don Agustín de Lezo y Palomeque por los años de 1784, siendo Arzobispo de aquella metrópoli; y además de la buena distribución de sus estancias y oficinas, tiene una escalera suntuosa y un salón magnífico con vistas a la ribera del río Ebro, de modo que los Sres. Reyes don Carlos IV y María Luisa le ocuparon en su tránsito a Barcelona en el año de 1802, y posteriormente en abril de 1828 el señor don Fernando VII cuando regresó de su viaje a Cataluña.
H. Frente a la plazuela de la Aduana se halla el palacio de los Marqueses de Lazán, en donde nació el general Palafox de distinguida alcurnia, tomando origen de don Rodrigo de Rebolledo, camarero y gran valido de don Juan II, a quien libertó la vida en la batalla de Pavía siendo Infante de Aragón. También hizo prisionero en la jornada de Gomera al general Castellano a quien condujo a Zaragoza, obligándole a jurar en el Tribunal de Justicia que no movería más guerra contra Aragón.
I. La Aduana.
J. Casa de la Diputación del Reino. Ambas constituyen un edificio, habiéndose dado la entrada a la primera por la plazuela titulada del Reyno.
K. Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis. Este edificio había sido Seminario Clerical de- San Carlos Borromeo. Lo cedió a la Sociedad Aragonesa el señor don Carlos III, y con los auxilios generosos del celoso patricio el señor don Martín de Goicoechea se mejoró el edificio, se plantificó la enseñanza, y consiguió se le dispensase el título de Real Academia.
L. Colegio de Trinitarios Calzados contiguo al edificio de la Universidad: se fundó en el año de 1570. Los estudios los hacían antes los religiosos en el de San Lamberto, extramuros, a corta distancia de la puerta de Sancho, camino del lugar de Monzalbarba. La Universidad se reputó tal en el año de 1583. El Illmo. señor don Pedro Cerbuna, prior de la Metropolitana de Zaragoza y después Obispo de Tarazona, fue su fundador, no solo porque superó las dificultades que ocurrieron en la ejecución de los privilegios obtenidos anteriormente, sino porque contribuyó para la fábrica con la mayor generosidad, hasta dejarla concluida y dotada con rentas para los catedráticos.
M. Hospitalito de huérfanos de ambos sexos; establecimiento útil, donde se les enseña las letras, dedicándolos a ciertos trabajos industriales.
N. Terreno que ocupaba la porción de casas, que quedaron arruinadas con la explosión del almacén de pólvora, ocurrida el 27 de junio.
O. Puerta de Cineja. Una de las antiguas en el muro de la ciudad, cuya denominación la tomó, según unos del Pretor Cinegio, que vivía por sus inmediaciones y era prefecto de los judíos que había en Zaragoza, y según otros es adulterado de la palabra ciniciaria, con que se la llamó por haberse quemado delante de ella los cuerpos de los mártires que sacrificó Daciano, y para cuya memoria se construyó el monumento de la Cruz del Coso que era de piedra, formando un templete con su gradería, columnas y capitel, y en el interior una gran Cruz de piedra dorada sobre otra columna, el cual quedó derruido en el segundo sitio, así como el arco antiguo de la puerta; pero la piedad de los zaragozanos ha conseguido reedificar el monumento, aunque no con la suntuosidad que anteriormente.
P. Plazuela de la Virgen del Rosario, punto divisorio de las dos calles principales que cruzan la ciudad antigua, a saber: la que desde el Coso, llamada de San Gil, pasa recta por dicho punto a la de la Cuchillería y puerta del Ángel, y la mayor que desde la puerta de Valencia sita en la plaza de la Magdalena, va recta hasta la de Toledo, que está en la gran plaza del Mercado.
Q. Manzana en donde existe la casa nativa del Cronista.
R. Casa llamada de Sardaña, compuesta de cómodas habitaciones y un jardín, donde se alojó después del 4 de agosto el general Verdier, y el general Lebfevre lo ejecutó en el monasterio de Santa Engracia.
S. Palacio de los condes de Aranda.
T. Casa de don Jacinto Lloret, donde estaba la tesorería.
U. Casa del procurador don Manuel Aguilar, que fue asesinado por un polaco en la tarde del 4 de agosto.
X. Plazuela de las Estrévedes, punto de confluencia de la calle del Coso, y la del Azoque desde la plaza del Carmen.
Y. Palacio llamado de los Gigantes. Este edificio era del conde de Peralada, y lo dejó en el testamento, que otorgó el año de 1725, al Rey Felipe V, en señal de gratitud y por serle sobremanera adicto, para que lo habitasen él y sus sucesores cuando fuesen a Zaragoza. La portada es antigua, tiene a los costados dos figuras agigantadas con una maza en aptitud de descargar un golpe; en la parte superior hay un bajo relieve, que representa una de las entradas triunfales del tiempo de los romanos. Antes servía de morada a los capitanes generales, y en la actualidad se hallan los tribunales y oficinas de la Real Audiencia.
Z. Arco de Toledo, que es donde estaba la puerta de la ciudad antigua murada, cuyo nombre se le dio, según unos porque mira a la parte de Castilla, y según otros porque cuando los castellanos fueron en favor del Rey don Alfonso I de Aragón para ayudarle a la conquista de Zaragoza, tuvieron aquella parte a su cargo.