CAPÍTULO XIII.
Ataque obstinado en el centro.—El enemigo toma el convento de Jerusalén.—Descríbense las posiciones de los sitiados y sitiadores.—El general Saint-Marc rechaza a los franceses.—Las baterías enemigas rompen fuego contra los arrabales.
Muy escarmentados quedaron los franceses en la lucha de este día. Apenas podían persuadirse que en el estado y situación deplorable en que estaba Zaragoza, les opusiese una resistencia tan extraordinaria, y esto apuraba su sufrimiento. Llegada la noche, les era preciso, si querían sostener sus reducidas conquistas, emplear una porción de trabajadores para fortificarse en cada casa, convirtiéndola en un pequeño fuerte. Como una gran parte del paisanaje se retiraba, el enemigo aprovechaba el más mínimo descuido, y procuraba alojarse en cuantas podía ganar, bien con amaño, bien por medio de la fuerza.
El día 2 continuaron las escenas del anterior, aunque no con tanto tesón ni empeño. Fatigados al más alto punto nuestros defensores estaban sobre manera comprimidos. Desde el Arco de Suelves hasta la esquina de los graneros de la ciudad, que era nuestra línea, pues todavía conservábamos las calles de Barrio Verde, y manzanas de casas contiguas hasta la puerta del Sol, era continuado el tiroteo, y varios los encuentros y choques parciales por todos los edificios. Deseando afianzarse en los dos extremos de la Puerta Quemada y de la del Sol, que están casi paralelas, avanzaron lo posible por la calle de Pabostre y la de Palomar, y ocuparon algunas casas. En las cercanías de Santa Engracia continuaron las explosiones, y comenzaron los trabajos para ocupar el convento de religiosas Franciscas de Jerusalén.
El general Palafox dejaba obrar el acalorado espíritu de los defensores, pero este decaía sensiblemente con el enorme peso de las enfermedades suscitadas por las penurias y escaseces. Uno de sus primeros cuidados fue el que a los miserables jornaleros no les faltase lo necesario, pero ya no había pan, y escaseaban los demás artículos. El día 4 de febrero, para evitar el que los paisanos abandonasen la calle de San Gil y San Pedro tuvo que suministrarles pan y vino de su cuenta don Vicente Camacho, y otros ejecutaron lo mismo en algunos puntos. En los siguientes días creció la escasez, y fue preciso disponer, como lo propuso y ejecutó el coronel don Manuel de Leyva y de Eguiarreta, el que los oficiales sacasen diariamente ración de etapa como el soldado, y formasen rancho, en el que se incluyó, haciendo lo mismo varios jefes por no tener otro arbitrio para subsistir. A pesar del sufrimiento con que todos sobrellevaban una situación tan lamentosa, no podía menos de oírse quejar al padre de familias, que, viendo expirantes su mujer e hijos, tenía que ir a batirse abrumado del sentimiento, y acaso compelido de una funesta desesperación. A estos males sólo podían aplicarse remedios aparentes y momentáneos. Con este objeto salió a luz el siguiente anuncio:
«Para que todos los vecinos puedan alistarse con sus alcaldes, y asistir a los puntos a que se les destine con más comodidad, se le dará a cada uno cinco reales de vellón diarios, y una ración de vino. Los que estén empleados dispondrán sus comidas de modo que no se separen de sus puntos en las veinte y cuatro horas, ya reuniéndose y poniendo el rancho en sus puntos, o ya guisándolo en sus casas, y llevándoselo sus mujeres. Para ocurrir a estos gastos me ha presentado hoy el doctor don Pedro Linares la cantidad de treinta y dos mil reales de vellón, y don José María Lanza, veinte mil, los Señores de la Audiencia me han ofrecido cuanto tengan, y no dudo que los demás cuerpos y particulares harán lo mismo. Zaragozanos ¡qué os daré yo! Sólo tengo dos relojes, y veinte cubiertos de plata que ya he entregado; pero en vez de las riquezas que ni tengo, ni deseo, os ofrezco mi corazón, que es toda vuestro. Los nombres de los buenos patricios que contribuyan con sus riquezas o servicios a la patria se grabarán en láminas de bronce, y el de la invencible Zaragoza ¿dónde lo colocaremos? La Europa y el universo le darán el justo puesto que merece. Cuartel general de Zaragoza 2 de febrero de 1809.=Palafox.»
Conociendo éste lo difícil que era la empresa no viniendo tropas que hiciesen levantar el sitio, hizo que en la noche del 2 se embarcasen por el Ebro personas de su confianza escoltadas, para que fuesen a cerciorar al duque del Infantado que se hallaba entonces en la provincia de Cuenca, de su apurada posición y estado crítico de la ciudad. Con efecto, partieron en una pequeña barca al abrigo de la oscuridad, usando de los remos; pero advertido el enemigo al pasar por el ángulo saliente que hay al fin del olivar de San José, las baterías que tenía en uno y otro lado rompieron el fuego, y dieron muerte a cinco de los seis que iban en ella, salvándose uno, que aunque herido pudo arribar al pueblo de Cadrete y de éste a Villanueva de la Huerva, en donde manifestó lo ocurrido, y falleció igualmente pasados algunos días.
Estas disposiciones son la mejor prueba de la situación crítica y deplorable de la plaza. Es bien arduo por cierto dar idea de semejantes compromisos. La epidemia iba tomando auge; los choques eran continuos, las explosiones terribles; en la noche misma del 2 al 3 volaron una casa inmediata al convento de Jerusalén, desde la que les hacían bastante daño, y era un obstáculo para el asalto que meditaban; el estrépito del cañón y estallido de granadas y bombas se oía sin intermisión; sitiados y sitiadores trabajaban de día y noche para fortificarse con un empeño inconcebible, pero sigamos paso a paso esta defensa sin igual, y que tan justamente ha excitado la admiración de todo el mundo.
El dos fue obstinada la resistencia que se les hizo; y como les interesaba avanzar hacia la plaza de la Magdalena, al día siguiente atacaron de firme las casas de frente al hospital de huérfanos llamada de Suelves, y después de grandes debates ocuparon algunas de más arriba, y otras de las existentes desde la Puerta Quemada hasta la plaza, pues no se explayaban hasta estar bien seguros de que aquel terreno quedaba abandonado, y que formada otra línea podían alojarse con alguna seguridad de no verse acometidos. El principal choque del día 3 se dirigió a apoderarse del convento de religiosas de Jerusalén. El comandante de ingenieros de aquel punto era don Marcos Simonó. Éste dispuso que el capitán de zapadores don Mariano Tabuenca a una con sus hermanos don Matías y don Juan Antonio hiciesen diferentes parapetos y cortaduras en los claustros para defender a palmos el terreno. Los minadores franceses habían formado tres ataques para adelantarse hacia el convento, y abrir la correspondiente brecha; observaron que contraminaban los sitiados para destruir sus galerías, y esto los precisó a cargar con presteza uno de los hornillos antes de que llegaran al convento, para evitar adelantasen sus trabajos, y esta explosión sepultó algunos de los trabajadores entre las ruinas. Verificado, comenzaron al momento a formar nuevas galerías, y en uno de estos encuentros el coronel Rogniat quedó levemente herido.
Estando todo ya dispuesto, los nuestros incendiaron las casas inmediatas al convento, para impedir su aproximación al enemigo, pero a pesar de esto, los zapadores y volteadores del 115 atravesaron por medio de las llamas y atacaron a los defensores bajo la dirección del capitán comandante de ingenieros del centro Prost, antes que pudieran atrincherarse en el convento. De sus resultas lograron entrar en él Mezclados y revueltos, y se trabaron diferentes escaramuzas en los claustros y aposentos, en las que pereció el capitán don Mariano Tabuenca y otro oficial cuyo nombre se ignora, y también algunos de los que atacaron en este combate singular, y el resultado fue que se apoderaron de todo el edificio. El comandante don Marcos Simonó fue herido mortalmente observando desde la casa administración del canal los trabajos del enemigo, y falleció a breve rato, causando la pérdida de este esforzado militar un sentimiento general, y un trastorno muy considerable para los defensores de aquel punto. La batería que el enemigo construía a la izquierda de Trinitarios quedó concluida, y en disposición de jugar seis piezas para acallar los fuegos de las que teníamos en los reductos y en el castillo.
En este día apareció a los ojos del público un espectáculo sobremanera triste. La noche anterior cayó una bomba en la casa utensilios, sita junto a la plazuela de la Cebada, y habiéndose incendiado, entraron varios paisanos, los cuales hallaron una porción de camas de las correspondientes a dicho ramo, y como los enfermos se iban multiplicando extraordinariamente y había tantos hospitales comenzaron a declamar. No fue necesario mas para proceder contra el guarda-almacén don Fernando Estallo. Todos lo apellidaron traidor, lo condujeron en seguida a la cárcel y en ella sufrió la pena de garrote. Por la mañana apareció suspendido en una horca colocada en la calle del Coso frente a la subida del Trenque, con un cartel al pecho que decía: por asesino del género humano, a causa de haber ocultado veinte mil camas. Este honrado ciudadano fue víctima de una efervescencia, que tal vez no pudo comprimirse.
La ocupación de los conventos de san Agustín y de las Mónicas en el ataque de su derecha, el de santa Engracia, las Descalzas y Jerusalén en el centro, y los trabajos ejecutados en el arrabal del otro lado del puente, unido a la epidemia; todo presentaba un porvenir aciago y lúgubre. Palafox tenía que luchar con elementos muy heterogéneos, y su posición era la más tremenda que puede concebirse. En momentos tan críticos, ya tenía que manifestar rigor y entereza, ya templanza y blandura. Ora se quejaba, ora aplaudía. Todo era estrago y desolación; se hacían proezas, y el mal no se atajaba. De aquí las repetidas alocuciones en tan diferente sentido y lenguaje, y la singularidad de algunos pensamientos como el que se suscitó por medio de la siguiente producción.
«Zaragozanos: entre los muchos y apreciables premios que tengo ideados para los valientes defensores de la ciudad, he resuelto armar Caballeros a los doce paisanos que más se distingan en esta memorable empresa. Zaragozanos, éste fue el principio y origen de los Infanzones, nobles títulos y Grandes de España. Los doce que obtengáis esta distinción andaréis llenos de honor y de gloria, que pasará a vuestros hijos y descendientes, pues quedarán para siempre en la clase de Infanzones, con todas las honras y preeminencias. Como éstas son tantas, es preciso que hagáis servicios muy señalados y distinguidos; y así mando a los jefes del ejército, comandantes de los puntos, y alcaldes de barrio, que diariamente me den parte de los paisanos que hagan acciones heroicas, para examinarlas y pesarlas con equidad y justicia, y conferir el grado y cíngulo ecuestre a los que le hayan merecido. Yo mismo los armaré en nombre de nuestro Augusto Soberano Fernando 7º Caballeros de la santa capilla, donde pienso pasar la mayor parte del día en que demos gracias a nuestra señora del Pilar por la victoria que esperamos, y ésta será una de las demostraciones de mi gratitud. Valerosos paisanos, acordaos de vuestros hijos y descendientes, y de las bendiciones que os echarán, si los sacáis del estado general y los colocáis en la clase de nobleza, habilitándolos para los más brillantes empleos y dignidades; y no deis oídos a la seducción que visiblemente fomenta el oro de la Francia, haciéndoos contra vuestro carácter cobardes, intimidándoos para lograr su triunfo y haceros víctimas de sus cuchillos. Un cuarto de hora sobra a las veces para llegar a la cumbre del honor. El día que os pongáis de veras a perseguir al enemigo, lo arrojaréis de nuestro suelo. Pocas horas de combate lo hubieran obligado el otro día a huir de la ciudad y aun de su línea, y hubiera perecido menos gente. Ánimo, paisanos; valor, unión y constancia, confiando siempre en Dios y en nuestra señora del Pilar, y con esto estar seguros de una pronta victoria. Cuartel general de Zaragoza, 4 de febrero de 1809.=Palafox.»
Asignaciones pecuniarias, amenazas, promesas, todo se apuraba, y de todo había que echar mano para reanimar el espíritu del paisanaje, y sostener una defensa que ya excedía los límites regulares, y parecía sobrenatural; pero sigamos el hilo de la narración.'
No será fuera de propósito describir cuales eran nuestras, posiciones para formar idea de los pocos progresos que hicieron ya los franceses hasta que se rindió Zaragoza. Por lo respectivo al ataque principal teníamos en las piedras del Coso un gran parapeto y cortadura, por el que manteníamos las comunicaciones con la calle de la Cadena, que va a salir a la Puerta Quemada, pues todavía ocupaban los sitiados la manzana de casas que termina en el Arco de la Nao, y varias de la calle de en medio, y por esta otra parte el Seminario Sacerdotal y toda la línea hasta el Arco Puerta de Valencia, casa inmediata al Arco de las casas de Suelves y las calles de Barrio Verde y de los frailes, con las manzanas que están a espaldas de aquella dirección, sin contar con que fuera de estas líneas había en lo interior ocupadas casas avanzadas que les costó el conquistarlas repetidos choques y pérdidas de consideración. En el ataque de la Puerta de Santa Engracia conservábamos el hospital e hilera de casas inmediatas que dan al Coso. Es de advertir que los franceses en este punto cargaban toda la fuerza y conato hacia su derecha, pues vencida les era más fácil comunicarse con las tropas que habían avanzado hasta la Puerta Quemada y estaban más próximas a salir al Coso. Posesionados de esta calle hubiesen estrechado sobre manera la ciudad; pero conociendo el general Saint-Marc el empeño, procuró impedir realizasen tales miras, y así defendieron los patriotas obstinadamente todos los puntos.
Con motivo de la grande explosión ocurrida el 27 de junio de 1808, quedaron arruinadas todas las casas paralelas a la calle de en medio, y como ésta viene a estarlo con la de la Puerta Quemada, el enemigo proyectó pasar por debajo de tierra para aproximarse y hacer alguna tentativa sobre el Seminario. Arregladas tres galerías para salvar la calle infernal de la Puerta Quemada, cuando iban a tratar de poner fuego a los hornillos, vieron que una de ellas terminaba en una bodega que no estaba ocupada. Posesionados de aquella casa atravesaron la calle de en medio por un tránsito resguardado con sacos a tierra, e intentaron alojarse en la porción de casas arruinadas. Desde allí quisieron atacar el Seminario, pero inútilmente, pues dominados del edificio que sosteníamos con vigor, quedaron víctimas del terrible fuego con que de todas partes les resistían.
Viendo que no podían alojarse en las casas de la calle de Palomar, por la metralla que despedía el cañón colocado en la embocadura de la misma, y una pieza de a cuatro puesta sobre el antiguo muro inmediato al Arco de Valencia; para contrarrestar especialmente al cañón del baluarte, colocaron dos piezas de campaña delante de Santa Mónica, con los que hicieron callar nuestros fuegos y y desmoronaron el torreón. Al mismo tiempo colocaron un obús a la extremidad de la Puerta Quemada para sostener la calle que va hasta la Puerta del Sol; y con algunos pequeños morteros de seis pulgadas que transportaban a una parte y otra, continuaban despidiendo granadas incesantemente.
Puesto el convento de Trinitarios en estado de defensa, y satisfechos de que no les incomodarían, retiraron los franceses de este punto la tropa de zapadores, minadores, y oficiales ingenieros, dejando la competente guarnición; y los destinaron al ataque del centro para adelantar hacia el Coso, tomando los edificios del hospital y convento de San Francisco. No ignoraban que la Puerta del Carmen, y línea que sosteníamos por el convento de las Descalzas estaba débil, y que podían a pocos esfuerzos haber avanzando por aquella parte; pero como les cogía muy distante del ataque principal, no podían debilitar sus fuerzas, ni explayarse demasiado, pues la experiencia les había dado a conocer lo mucho que arriesgaban en esto. La línea efectivamente era extensa, y según sus narraciones tenían distribuidas sus tropas en esta forma. La división Morlot de cinco mil hombres, formaba el bloqueo desde el castillo, o más bien desde la derecha del Ebro hasta el convento de Trinitarios, la cual ocupaba un punto considerable, y no podía proporcionar tropa para otro servicio. La de Gazan de ocho mil, lo ejecutaba en toda la ribera izquierda del mismo río. Suchet estaba con un cuerpo de observación para tener expeditas ciertas comunicaciones y destruir las guerrillas; de modo que, para llevar adelante sus ataques contra la ciudad, no tenían sino nueve mil hombres de las divisiones Musnier y Grand-jean. Las tropas hacían el servicio en la ciudad por mitad, y así sólo podían disponer de cuatro mil y quinientos hombres para los trabajos interiores, conservación de las casas que conquistaban, y continuos ataques de todos los puntos.
Sin embargo de las dificultades que les salían sin cesar al encuentro, y tenían ya fatigadas estas divisiones, intentaron el 8, 9 y 10 por la noche pasar por medio de una doble caponera desde la calle de en medio, y por las casas arruinadas frente al Seminario conciliar a la del Coso. Sostenía este paso un puesto que habían establecido en una casa, arruinada al otro lado de la calle; pero conociendo Saint-Marc que si lograban su intento trastornaban toda la línea de;defensa, dispuso un pequeño ataque en el que a un tiempo los acometiesen de frente, y por el costado, avanzando por la calle de en medio. Combinada la operación, y animados los defensores con la presencia de sus comandantes Saint-Marc y el conde de Roure, dada la señal, cargaron con un denuedo extraordinario sobre el enemigo, dando muerte a cuantos hubieron a las manos, siendo una de las víctimas el capitán de ingenieros Joffrenot y otros valientes, según ellos mismos lo han reconocido. No sólo tuvieron que retirarse los franceses de las casas arruinadas, sino de otras de la indicada calle, y en un momento les desbarataron las caponeras, y los patriotas dieron fuego a los urones de sarmientos que habían colocado en aquel trecho. Sin embargo, no dejaron de volver a atacar las casas que habían perdido, y que recobraron después de una tenaz resistencia, apoderándose de algunas manzanas con el auxilio de la zapa, de los petardos y de las minas. Los sitiados incendiaban algunos edificios, y como su construcción era sólida rasinaban las maderas de los techos y aplicaban otras materias combustibles. Estas gestiones paralizaban los progresos del enemigo. A vista de la pérdida sensible que experimentaron en esta aciaga tentativa, resolvieron no insistir en avanzar por su izquierda, y sí por la derecha en que estaban bastante atrasados, con el objeto de llegar a la Puerta del Sol, y ocupadas las tenerías, venir a darse la mano con las tropas situadas a la izquierda del Ebro para conquistar los arrabales, en donde habían hecho algunos progresos.
Efectivamente, en la noche del 30 de enero se presentó a las diez en la línea un batallón mandado por el ingeniero Larcher para abrir la primera paralela a la izquierda del Ebro, bajo la dirección del coronel de ingenieros Dodé junto al parque de artillería. En las siguientes hasta el seis de Febrero activaron los trabajos, en los que sé distinguió el regimiento 103 por su actividad y sufrimiento, haciendo sus soldados dos y tres noches seguidas el servicio, ya de guardia ya de trinchera, de modo que rápidamente abrieron la segunda y tercera paralela, y construyeron las baterías números 1, 2, 3, 4, 5 y 6, con lo que lograron ponerse casi a un tiro de piedra del convento de Jesús; y esta fue acaso la primera vez, como dice Daudebard, en que se vio abrir una paralela bajo las ventanas de los sitiados. Sin embargo de esto permanecieron algunos religiosos en el convento hasta el punto de ser asaltado, y desde una galería que tenían observaban los trabajos del enemigo.
El 7 por la mañana se pusieron en batería veinte bocas de fuego contra este edificio aislado, y por la noche abrieron un caminó oblicuo desde la segunda paralela hasta unas treinta toesas cerca del edificio. Pocas horas de fuego bastaron para abrir una brecha considerable, y el día 8, dispuestos los movimientos por el general Gazan, al medio día dieron el asalto. El coronel Prefk del regimiento 28 se dirigió por el camino oblicuo a ocupar la brecha, y a pesar del fuego de metralla que se les dirigió desde el reducto que teníamos en el camino de Barcelona, lograron montarla. Sembrada la confusión, no pudieron evitar el que después de algunos ligeros choques ocupasen el edificio, tomando dos piezas de artillería, .algunos pertrechos, y haciéndonos bastantes prisioneros. Deseando los franceses intentar alguna sorpresa, salieron al camino que da a los edificios de los arrabales, pero la fusilería desbarató a unos doscientos,y no trataron sino de pertrecharse. Así lo ejecutaron, aprovechándose de las obras hechas por las tropas que guarnecían aquel punto. Casi al mismo tiempo intentaron atacar el reducto de las tenerías; pero como hallaron oposición, desistieron inmediatamente. El 9 comenzaron a obrar las baterías de morteros núm. 5 y 6, dirigiendo las bombas y granadas sin intermisión sobre el Palacio del Arzobispo, y más especialmente sobre el suntuoso templo de nuestra Señora del Pilar. Comenzaron a desgajarse trozos de bóveda de aquel sólido y grandioso edificio, que esparcidos por las naves auguraban mayor desolación. Esto contristó en tales términos a las almas piadosas, que muchas al ver semejante escena no podían contener las lágrimas, y prorrumpían en profundos ayes y suspiros. El asilo de la religión, en donde el hombre encuentra recursos contra todas las miserias, se vio en aquel día hecho el blanco de la perfidia enemiga, que parecía complacerse en privar a los zaragozanos del único consuelo que les quedaba en medio de unos desastres tan terribles.
Para formar idea del trastorno que comenzaba a experimentarse en la población, y que no faltaban quejas y desconfianzas, inscribiremos el bando que se publicó.
«La indiferencia y abandono con que algunos vecinos miran la suerte de su patria, es causa de que los enemigos ocupen hoy con afrenta nuestra la parte de ciudad que conservan a pesar de su debilidad y cobardía. Los honrados, los verdaderos patricios se cansan inútilmente sin poder cortar este mal, indigno del nombre aragonés: muchos soldados, siguiendo este ejemplo se separan de sus cuerpos, y se ocultan en las casas de los cobardes, uniéndose a ellos para disimular su cobardía: para evitar estos males, y las consecuencias que de ellos pueden seguirse, mando: que todos los soldados dispersos, o separados de sus cuerpos y jefes naturales, se reúnan en el día de hoy a ellos y bajo la pena de dos carreras de baquetas por doscientos hombres, y seis años de presidio con destino a los trabajos públicos; la misma pena sufrirán los que con pretexto de enfermedad se encuentren en casas particulares u hospitales, y los que los ocultaren serán destinados por seis meses a los trabajos públicos de la ciudad. El soldado que se separe, aunque sea por momentos, del punto en donde esté empleado sin permiso de el que le esté mandando, sufrirá todo el rigor de la pena señalada por ordenanza en tales casos. Los comandantes de los puestos particulares serán responsables con sus empleos de la permanencia en los puntos de los que están a sus órdenes, y de dar parte al señor Inspector general de su arma para que se les castigue según lo merecieren, a cuyo fin pasarán lista con frecuencia a sus tropas. Conozco el castigo de que se hacen dignos los vecinos que no contribuyen con todas sus fuerzas a la defensa de la plaza, como también que muchos están tibios porque hay entre nosotros malvados que los desaniman; pero nada me sería más doloroso que hacer un castigo ejemplar, que por equivocación recayese en un buen patricio; por lo que, y a fin de que cada uno tenga el premio o castigo según sus obras, prevengo a los señores curas de cada parroquia que con el mayor sigilo nombren tres vecinos en la suya respectiva, de conocido crédito, probidad y honradez, para que con toda reserva examinen la conducta de los individuos de su parroquia, llevando apuntación de los que cumplan con su deber, de los que se distingan, y de los que repugnan servir a la patria, celando igualmente la conducta de los señores alcaldes, para que en tiempo oportuno pueda yo recompensar el verdadero mérito, y dar el castigo debido ya sea a los cobardes, ya a los mal intencionados que perturban el buen orden. Sin embargo de que se han nombrado comandantes particulares y a gusto de los vecinos, se nota que muchos no se han presentado a ellos, y que se excusan cuando los llaman sus alcaldes, diciendo que tienen sus comandantes; con cuya excusa, ni sirven con uno ni con otro: por lo que se previene, que los alcaldes tienen la misma autoridad que siempre en sus barrios; que los comandantes se han nombrado para que manden a los vecinos en las acciones de guerra, pero los alcaldes deben reunidos para entregarlos a los comandantes o acudir con los que no estén alistados a los puntos que se les señale, pues el alistado y el que no lo esté deben concurrir igualmente a la defensa de la ciudad. Los alcaldes cuidarán con la mayor escrupulosidad de pagar a los empleados, y si hubiere alguno que se descuide en este punto tan importante, se le quitará de alcalde, y castigará con el mayor rigor. Cuartel general de Zaragoza 9 de febrero de 1809.=Palafox.»