CAPÍTULO VI.
Toma el mando del ejército el duque de Abrantes.—Correrías del ejército sitiador por las inmediaciones.—Trabajos para formalizar el sitio.— Salida de los del fuerte de San José para entorpecerlos.—Proclama para difundirla entre las tropas enemigas.
El 1 de enero se establecieron los serenos, que en aquellas circunstancias fueron sobremanera útiles. La disposición de ánimo de los habitantes y de la tropa era la mas apta para cualquiera empresa, por ardua que pareciese; sin embargo, temiéndose la superioridad del enemigo, apenas repitieron las salidas, y jamás llegaron a desbaratar los trabajos de fortificación, que de cada día iban perfeccionando los franceses. El 2, una porción del segundo de voluntarios, de walonas, Guardias españolas y murcianos, apoyados de una parte de la caballería de Numancia, fueron al paso del río Gállego. El de voluntarios de Perena por la Torre del Arzobispo situó un canon en el ángulo del camino que va al puente, e hizo fuego a las tropas francesas que lo ocupaban, y tenían los caseríos inmediatos; y con este motivo hubo diferentes escaramuzas. Los que tomaron el camino bajo por Jesús, llegaron al Gállego, lo pasaron a vado, e internándose por aquel terreno quebrado, y poblado de árboles, hostigaron a las guerrillas que allí había. También salieron tropas del fortín de San José a perturbar los trabajos. Renovales tomó sus medidas; y aunque los soldados estaban llenos de ardimiento, fue tan densa la niebla, que no quiso exponerlos, pero hicieron un fuego que incomodó mucho al enemigo. El parte que dio al general es el siguiente:
«Excelentísimo señor: En cumplimiento de la orden de V. E., fecha 1 del corriente, dispuse, de acuerdo con el comandante de voluntarios del primer batallón de Aragón don Pedro Gasea, la combinación de operaciones para el ataque que se debía dar a los enemigos en la madrugada del 2, dejando a su mando el punto de la izquierda, el del centro al de don Alberto Sagastibelza, y el de la derecha al del barón de Erruz, ambos mis segundos; pero habiendo cargado antes de amanecer una niebla sumamente densa, impidió la salida; y a más, valiéndose de ella los enemigos, se arrimaron sumamente cerca de esta fortaleza, y rompieron el fuego contra ella con bastante actividad; pero con el nuestro de artillería y de fusilería se les rechazó hasta los caminos cubiertos que tiene en esta circunferencia; dejando en su retirada cinco mochilas, algunos fusiles, morriones, y dos hachas de mano: el destrozo en sus tropas debe haber sido grande, cuando solo a veinte pasos cayeron cinco, y vístose varios regadíos de sangre; sin embargo, sostuvieron a toda costa sus trabajos, manteniéndonos desde ellos el fuego por todo el día. La pérdida de nuestra parte, entre muertos y heridos,, llega al número de veinte, de los cuerpos del primer batallón de voluntarios de Aragón, primero de voluntarios cazadores de Cataluña, cazadores de Orihuela, cazadores de Valencia y artilleros. Dichos cuerpos, excelentísimo señor, me molestaban continuamente a fin de que los dejase salir a batirse fuera de este reducto; pero no me pareció prudencia el sacrificarlos, atendiendo a las ventajas y trincheras que el enemigo poseía. Recomiendo con particularidad a Manuela Sancho, que, tanto en el ataque del día último del año pasado, como en el de ayer, sirvió la artillería y mortero como pudiera haberlo hecho el mejor artillero, conduciendo cartuchos para los unos, y piedras para el otro; sin haberle notado la menor mutación, a pesar de haber caído algunos a su lado; dio fuego a algunos cañones, y lo hizo de fusil en la trinchera como uno de tantos: y pareciéndome una heroína, digna del distintivo que V. E. concedió por las acciones del último del año pasado, por hallarse comprendida en ellas, y para que sirva de estímulo, he tenido a bien hacerlo presente. También recomiendo a V. E. muy particularmente, para que recaiga en ellos dicha gracia, a mis ayudantes don Luis de Alcalá, capitán primero del batallón de tiradores de Doyle, y al subteniente don Juan Manuel de la Fuente, quienes en ambas funciones han trabajado con el mayor esmero; y se me olvidó hacerlo presente a V. E. en el parte del 1 del corriente. También recomiendo en general a todos los oficiales de los cuerpos referidos, en quienes he observado el mayor celo y vigilancia, para que V. E. los distinga como deseo. Dios guarde a V. E. muchos años. San José 3 de enero de 1809.=Excelentísimo señor.=Mariano de Renovales.=Excelentísimo señor capitán general de este ejército y reino.»
Los franceses salieron el 1 de enero de las paralelas de su derecha y centro para avanzar los trabajos; redujeron el número de operarios a quinientos para el ataque de la derecha, y a trescientos para la del centro. El 2 se aprovecharon en el ataque de la derecha de un foso para preparar la segunda paralela, cuyos trabajos interrumpieron los defensores, ocasionándoles alguna pérdida. En este día partió el mariscal Moncey, y tomó el mando el duque de Abrantes, quien dispuso saliese el mariscal Mortier a Calatayud con la división Suchet, y tuvo que ocupar su lugar la de Morlot. El ejército quedó disminuido en nueve mil hombres; y esto, unido a los destacamentos que despedían a buscar víveres, lo redujo y debilitó en términos, que a poca costa se les hubiera hecho levantar el sitio. Para suplir la falta de atrincheramientos, el general de ingenieros Lacoste hizo construir tres reductos de contravalación delante del frente de dicha división, y una parte de la de Musnier se situó sobre la izquierda del río Huerva. A pesar de que nuestros fuegos eran continuados, el 6 quedó concluida la segunda paralela del ataque de la derecha, a cuarenta toesas del fuerte de San José, y también las comunicaciones con la primera; cuyo trabajo ejecutaron a la zapa volante. En el centro formaron una semiplaza de armas para sostener el camino, sobre la cabeza del puente, pues por esta parte formaron nuestros trabajadores una línea de contra-ataque en la orilla izquierda del Huerva para enfilar sus sicsaques en la ribera derecha, lo quejes obligó a cargar a los nuestros para impedir continuasen unos trabajos que podían serles perjudiciales. El general Dedon recibió treinta cañones con las municiones correspondientes; y desde luego comenzaron los franceses a construir contra San José el 7 y 8 en la primera paralela las baterías a rebote nos 1º y 2º de 8 cañones u obuses, que indica el plano; la primera en la torre olivar de Maroellan, y la de brecha número 4º en la segunda paralela de cuatro piezas de a veinte y cuatro, y la de cuatro morteros número 3º; al todo diez y seis bocas de fuego. Contra la cabeza del puente, o reducto del Pilar, formaron la batería de brecha número 5º,.de cuatro piezas de a veinte y cuatro; la del número 6º, de cuatro morteros, y las de los números 7º y 8º de cañones y obuses; al todo diez y seis bocas de fuego. Todas estas quedaron concluidas y armadas, y en disposición de obrar, el 9 de enero por la tarde.
En todos estos días fue grande el fuego contra el enemigo, y de consideración el daño que experimentó, ya con las morteradas de piedras, ya con la artillería y fusilería; como que han confesado perdían diariamente mas de treinta hombres: también molestaban a nuestros artilleros, que viendo desmoronadas las troneras, tenían que cubrirlas con sacas de lana para guarecerse de sus tiros. El día 4 salieron del fuerte de san José tropas y paisanos, que, parapetados a lo largo del terreno por su izquierda; se tirotearon sin ningún fruto.
Uno de los cuidados era no perder de vista las ideas que circulaban. Los franceses introdujeron papeles que anunciaban la ocupación de la corte; y para contrarrestar el influjo que podían tener semejantes noticias circuló Palafox la siguiente alocución:
«Mi suerte me tiene siempre entre el estruendo del cañón y las bayonetas del enemigo: no me dan más tiempo estos perros que para limpiar mi espada, teñida siempre en sangre; pero esta ciudad de Zarargoza es, y será su sepulcro: estos invencibles muros son el escollo donde se estrellan, y el testimonio del amor, a nuestro Fernando. Sí, valientes carpetanos; sí, héroes; sí, hermanos míos; aquí no nos rendimos; no podemos morir; no acertamos con las miserias ni reflexiones de los guerreros; nacer, para la posteridad es lo que sabemos; y cuando el Cielo, ayudando mis deseos, aleje de nuestra vista enemigos tan infames, volaremos, sí, volaré yo mismo en vuestro auxilio. Moncey me escribió que Madrid había capitulado; a pesar de ignorar vuestra suerte, no supe contener mi ira; pero sí supe no creerlo, y manifestárselo, asegurándole el poco aprecio que hago de las amenazas de su emperador y de sus ejércitos; le he destrozado tres columnas: mi caballería dejó caer las espadas sobre sus soberbios cuellos, y la infantería los clavó en sus bayonetas; siempre que los ataco, los venzo: si me atacan, van escarmentados. Ánimo, valientes madrileños: la campaña sólo se bate con sangre; y en la victoria cantemos todos juntos himnos a nuestro idolatrado Fernando. Cuartel general de Zaragoza 4 de enero de 1809.=Palafox.»
En este estado, corrían voces de que iban a llegar tropas para hacer levantar el sitio. El día 5, a las ocho de la noche, formó el batallón de Huesca en el paseo de Santa Engracia, por la puerta Quemada el de Valencia, y así los demás cuerpos, los que estuvieron sobre las armas. En la Torre Nueva cebaron fuegos artificiales, y por la parte del arrabal otros; dando a entender que había en esto alguna inteligencia con los auxiliares; pero pasó la noche sin que sobreviniese novedad alguna. Nuestras avanzadas distribuyeron una proclama impresa en español, francés, italiano, latín, alemán y polaco para excitarlos a que desertasen, y decía así:
«Ya es tiempo que conozcáis vuestra verdadera situación. Las victorias que conseguisteis en el norte fueron empezadas por la desolación de las familias, la pérdida de vuestros bienes y acrecentamiento de cuantiosas rentas que se han apropiado los que nada tenían, y acabaron por el engaño y la perfidia: estas victorias os habrán alucinado, hasta que el inaudito arrojo de vuestro emperador, viendo perdidas ya en España mas de setenta mil almas en los últimos meses de este año pasado, os quitó del norte, donde erais más precisos para conservar sus decantadas victorias y sostener los tratados de Tilsit; pero en España tenéis la escuela de la verdad: aquí venís a costa de grandes sacrificios a ver rasgado el velo de la iniquidad con que os tiranizan: aquí, donde el oro no hace fuerza, donde la intriga no es apoyada por los verdaderos españoles, todo lo tenéis que esperar de vuestro esfuerzo. Considerad, pues, que para once millones de combatientes no vale la táctica, ni el valor mas acreditado para resistir a la imponderable fuerza que os oponemos. Ninguna acción en España os ha sido ventajosa: la menor victoria os ha costado arroyos de sangre: y al cabo ¿qué habéis conseguido? desolar los pueblos, matar impunemente los desgraciados indefensos, robar los templos y aterrar las mujeres; excesos que envilecen el nombre francés, crímenes que hacen ignominioso vuestro honor, y con los que os hacéis aborrecibles a todo el continente. La heroica defensa de Zaragoza, las acciones de Bailén, el memorable día dos de mayo, la defensa de Valencia, los progresos del ejército de reserva en Navarra, y lo caro que os costó la función de Tudela, en donde no pudo la intriga hacer mas en favor vuestro; el escarmiento que os han dado los pueblos de la ribera del Jalón, y el último suceso que a los muros de Zaragoza habéis experimentado el día 21 de diciembre, os hace conocer cuan fallidos han,sida los cálculos de vuestro emperador, y que su capricho acabará con todos vosotros antes de lograr su desatinado empeño. Franceses: ésta es vuestra verdadera situación: internados en una provincia enemiga del emperador, y no de vosotros, os veis sacrificados al capricho y a la ambición; pudiendo ser tan felices como ella si abandonaseis una causa tan injusta como la que seguís, empleando vuestro bizarro valor en defender vuestras propiedades, adquiriendo nuevas glorias y lauros mas distinguidos en otro objeto de guerra mas noble que el que seguís. Italianos, polacos, alemanes: vuestra patria os llama, vuestras familias os esperan; venid, que, abandonando una guerra que es vuestro oprobio, este gobierno noble y generoso os conducirá a vuestros hogares, si con una noble confianza os acogéis bajo su alta protección: seréis recibidos como amigos, socorridos y auxiliados como permite el carácter de esta valiente nación, tan grande en castigar como en perdonar a los que la ofenden. Desechad de vosotros el necio error en que os tienen de que vuestros prisioneros son maltratados, cuando ya; algunos de ellos están disfrutando -en sos casas de sus comodidades; y vosotros, si os pasáis como ellos, lograreis beneficios: abrid los ojos; ya sabéis que en España no hay cobardes; elegid lo que queráis.»
Los franceses no perdían un instante, ya en expediciones, ya en perfeccionar sus trabajos: nosotros nos alimentábamos con esperanzas halagüeñas. La estación, aunque no tan cruda como en otros inviernos, empezó a afectar a las tropas valencianas y murcianas. Esta novedad produjo complicaciones y trastornos. Cada cuerpo tenía un hospital; y siendo éstos por lo menos cincuenta, fue preciso destinar otras tantas casas de las más crecidas. Arreglados los sitios por los comisionados, principiaron la obra; y esto produjo un espectáculo lastimoso: a unos los trasladaban en camillas, otros caminaban con pena, manifestando en su semblante y languidez que eran víctimas destinadas a la muerte.