AL REY NUESTRO SEÑOR.
SEÑOR:
Napoleón proyectó extinguir la Augusta Familia de V. M., pero la constancia españolea, vertiendo raudales de sangre, consiguió restituirla a los tronos de España, Francia y las Dos Sicilias, con asombro de todo el universo. Aquel poder colosal exigía inmensos sacrificios, y los españoles, viéndose burlados de un modo pérfido, desplegaron su encono y energía. Nada los contuvo. La península fue el campo de batalla. Todos guerreros, todos valientes, le retaron, le despreciaron, le vencieron.
Los zaragozanos, amantes de su Rey, fueron los primeros en acreditar su lealtad llevándola al extremo; y V. M., al feliz regreso de Valencey, contempló con pasmo y ternura aquel hacinamiento de ruinas.
Grandes sinsabores ha hecho experimentar a V. M. un astro azaroso; pero tampoco ningún Soberano ha recibido demostraciones más sublimes del acrisolado amor de sus pueblos.
Esta historia será un monumento eterno que lo acreditará en todas las edadesw; y cuando V. M. recorra los sucesos extraordinarios de aquella desastrosa época, y enlace los acontecimientos posteriores de la guerra peninsular, hallará que aquella extraordinaria y tenaz resistencia, fue uno de los principales resortes que rompieron el yugo tiránico que oprimía a casi toda Europa.
Hubiera sido mengua del nombre español dejar tales hazañas sepultadas en vergonzoso olvido, y la buena acogida que V. M. ha dado a esta obra dignándose ponerla bajo su Real protección, demuestra el aprecio que hace de las tareas literarias; y de que jamás olvidará ni las lides de los zaragozanos, ni los heroicos esfuerzos de la nación española.
SEÑOR:
A. L. R. P. de V. M.
Agustín Alcayde Ybieca