NOTAS, Y DOCUMENTOS JUSTIFICATIVOS.
NOTA 1. [BANDO DEL CAPITÁN GENERAL GUILLELMI DE 5 DE MAYO]
BANDO. Por real orden que se me ha comunicado por el señor don Gonzalo O'Farril, secretario de estado y del despacho universal de la Guerra, con fecha de 3 del corriente, se me ha hecho saber, de orden de la suprema Junta de Gobierno, que preside el serenísimo señor infante don Antonio, que un incidente, provocado por un corto número de personas inobedientes a las leyes, causó el día 2 del corriente en Madrid un alboroto, cuyas resultas podían haber sido funestísimas para todo su honrado y distinguido vecindario, si la prudencia y patriotismo de los Consejos y demás jueces, dirigidos por las providencias de dicha suprema Junta de Gobierno, no hubiesen logrado contenerlas, dejando restablecida la tranquilidad antes de que anocheciese aquel mismo día; cuyos autores y cómplices seducidos y preocupados habrán sido castigados severamente. Desea expresamente la referida suprema Junta que este triste ejemplo sea el último de su especie que los pueblos experimenten; que los encargados de velar sobre su tranquilidad y buen orden activen sus providencias, y se ocupen incesantemente en dirigirlas a tan importante objeto: y en su consecuencia, previene S. A. S. el señor infante don Antonio que todos los empleados y clases distinguidas del estado, fieles y honrados vasallos de S. M., concurran a cuanto conspire a que sea inalterable la buena armonía con las tropas francesas, y a libertar al pueblo bajo de los terrores o celo mal dirigido, capaces uno y otro de acarrearle desgracias, y de envolver en su ruina la parte mas inocente del vecindario; en el seguro y fundado concepto de que consta a dicha Junta que nuestro Soberano no conoce, ni forma voto más vivo y sincero que el de la felicidad común de toda la nación, la integridad de su territorio, los privilegios de sus provincias, la conservación de clases, y el respeto inviolable de las propiedades. En esta inteligencia, yo espero de la acreditada lealtad y obediencia de los Aragoneses a su Soberano que, esperanzados en tan sólidos principios, conservarán la pública tranquilidad, concurriendo a ella todos los habitantes en este reino, conforme a sus respectivas obligaciones, sin que persona alguna se deje seducir de falsas noticias, ni maliciosas o equívocas interpretaciones de las verdaderas, inspiradas por el infundado terror que puedan haber causado las apariencias, o por la malignidad del enemigo común de la feliz alianza y armonía que reina entre España y Francia, en el mismo tiempo en que ambos gobiernos tratan y arreglan los más estrechos vínculos que deben conducir a los dos estados, individual y generalmente, a su más posible y reciproca felicidad, la cual debe conseguirse por la confianza, obediencia y tranquilidad, conteniendo la imaginación en los justos límites que prescribe nuestra santa religión, la sana razón, y las leyes, a que todo buen vasallo debe sujetarla.
Para que llegue a noticia de todos, y observe, cumpla y ejecute cuanto tiene encargado y recomendado S. M. y la referida suprema Junta de Gobierno, se publicará este edicto, fijándolo en los sitios públicos y acostumbrados de todos los pueblos de este reino, por cuya individual felicidad me intereso particularmente; a cuyo efecto va refrendado del infrascripto secretario de gobierno y capitanía general de Aragón en Zaragoza a 5 de mayo de 1808.=Jorge Juan de Guillelmi.—Francisco Vaca2.
NOTA 2. [SOBRE LA VENIDA DE PALAFOX]
Sobre la venida de Palafox se ha dicho por algunos escritores nacionales y extranjeros3 que fue con el objeto de organizar la insurrección, apoderarse de la autoridad; y que se retiró a una casa de campo mientras sus confidentes juntaban un cierto número de agitadores del bajo vulgo; pero lo que puede decirse con imparcialidad sobre este notable acontecimiento es que se le encargó procurase organizar un gobierno en Aragón, creyendo ser el país más apto en aquellas circunstancias. El impulso estaba dado; Guillelmi y Mori tenían contra sí la opinión popular. El destino de Palafox, su fuga de Bayona, su clase, su amabilidad, su ardor juvenil eran un conjunto de cualidades, las más a propósito para reunir los votos de los entusiasmados zaragozanos; de consiguiente, la expresión de que se apoderó de la autoridad, no es delicada, ni exacta; y la posteridad hará justicia a Palafox sobre este y otros particulares, en que se le ha censurado sin la cordura y crítica que exigen estas materias.
NOTA 3. [SOBRE LA ACTITUD INICIAL DE PALAFOX]
El suplemento al diario del 28 de mayo ha dado margen a algunos para suponer que aquel lenguaje fue una política y moderación aparente de Palafox; pero no falta quien afirma que su carácter lo pone a cubierto de esta sospecha4. Si se ha de juzgar de las cosas por lo más natural, sin buscar interioridades, su desconfianza no se ciñó a palabras, sino a hechos. Aunque la violencia tiene sus grados, se debe deducir de aquellos, pues el que, prestándose como se prestó Palafox en sus primeros pasos a reunir las personas más ilustradas y de carácter para que le aconsejasen y auxiliasen, no da indicios de buscar el mando con ahínco en unas circunstancias tan escabrosas, y que lo comprometían extraordinariamente.
NOTA 4. [SOBRE CABARRÚS Y JOVELLANOS]
Cuando Palafox entró en Zaragoza, se hallaba en ella el conde de Cabarrús; y decidido entonces por la gloriosa causa de la independencia, obtuvo su confianza, y se asoció al conde de Sástago y al consejero Hermida. Con este motivo se cree que extendió el exordio y disposiciones de esta proclama para ganar tiempo; pero luego partió, a pretexto de haber hecho preso a un criado suyo, y temiendo que la opinión del pueblo le fuese contraria. El nunca bastantemente celebrado Jovellanos, que llegó a Zaragoza el 27 de mayo, y salió el 28 para continuar su viaje, tuvo una entrevista con Cabarrús, y creyó que iba a sostenerla; pero se equivocó, pues habiendo a poco tiempo recibido, hallándose en Burgos, el nombramiento de ministro de hacienda en medio de los ejércitos franceses, su ligereza, o su ambición, lo arrastraron al partido opuesto. Los zaragozanos oyeron con placer el nombre de Jovellanos; y entre los aplausos que le prodigaron cuando fue a visitar al general Palafox, se oyó a algunos que decían: Éste es de los buenos; éste conviene que se quede con nosotros. Palafox le recibió con su acostumbrada afabilidad, le dispensó pruebas de aprecio, y le instó para que se detuviese, con muy finas y honrosas expresiones; pero no permitiéndole aceptar la oferta el estado de su salud, encargó a su ayudante Butrón le acompañase por la noche a la posada de los Reyes, que está fuera de las puertas, y le dio una escolta de escopeteros mandada por el célebre tío Jorge, de quien se tiene hecha mención5.
NOTA 5. [SOBRE EL MANIFIESTO DE 31 DE MAYO]
Esta singular y extraordinaria producción, que se cree obra del padre Basilio Boggiero, escolapio, y preceptor que fue de los hijos del señor marqués de Lazán, acabó de inflamar el ánimo de los aragoneses. Su lenguaje enérgico, y las disposiciones acaloradas y fuertes que contiene, no pudieron menos de llamar la atención general. Efectivamente, en unos momentos en que no se había salido del primer estupor, y en que todavía se conservaba un simulacro del anterior gobierno, Palafox, sin apoyo, ni medios, suscitó especies, que sólo podía sugerir la efervescencia y el deseo de acrecentar el odio que se había comenzado a desplegar contra la usurpación y la tiranía.
NOTA 6. [DEL ACTA DE LA SESIÓN DE DIPUTADOS DE 9 DE JUNIO]
Aunque se ha inserto literalmente todo lo mas interesante del acta de la primera sesión que celebraron los diputados de voto en cortes, sin embargo, se ha creído oportuno copiar la introducción y el apartado relativo a la propuesta que se hizo de individuos para la suprema junta del reino, que es lo único suprimido, a fin de que pueda verse íntegro este interesante documento.
««Don Lorenzo Calvo de Rozas, intendente general del ejército y reino de Aragón, secretario de la suprema junta de las cortes del mismo, celebrada en la capital de Zaragoza en el día 9 del mes de junio del presente año de 1808: Certifico que, reunidos en la sala consistorial de la ciudad los diputados de las de voto en cortes, y de los cuatro brazos del reino, cuyos nombres se anotan al margen6, habiéndose presentado el excelentísimo señor don José Rebolledo de Palafox y Melci, gobernador y capitán general del mismo, y su presidente, fui llamado, y se me hizo entrar en la asamblea para que ejerciese las funciones de tal secretario; y habiéndolo verificado así, se me entregó el papel de S. E., que original existe en la secretaría. Se leyó, y dice así...7»
A seguida del período que termina diciendo «se acordó unánimemente nombrar una junta suprema compuesta de sólo seis individuos, y de S. E. como presidente, con todas las facultades», sigue el relato en estos términos:
«Se nombró en seguida una comisión compuesta de doce de los señores vocales tomados de los cuatro brazos del reino, que lo fueron: por el eclesiástico, el señor Abad de Monte Aragón, el señor Deán de esta santa iglesia, y el señor Arcipreste de santa Cristina: por el de la nobleza, el excelentísimo señor Conde de Sástago, el señor Marqués de Fuente Olivar, y el señor Marqués de Zafra: en el de hidalgos, el señor Barón de Alcalá, el señor don Joaquín María Palacios, y el señor don Antonio Soldevilla: en el de la ciudad, el señor don Vicente Lissa, el señor Conde de Florida, y el señor don Francisco Pequera, para que propusiesen a la asamblea doce candidatos, entre los cuales pudiese elegir los seis representantes que con S. E. habían de formar la junta suprema: y habiéndose reunido en una pieza separada los doce señores proponentes que quedan expresados, volvieron a entrar en la sala de la junta, e hicieron sus propuestas en la forma siguiente:
»Propusieron para los seis individuos que habían de elegirse, y componer la suprema junta de gobierno del reino, presidida por el señor Capitán general, al ilustrísimo señor Obispo de Huesca, al muy reverendo Prior del sepulcro de Calatayud, a los excelentísimos señores Conde de Sástago y don Antonio Cornel, a los señores: Regente de la real Audiencia, don Valentín Solanot, Abad del monasterio de Veruela, Arcipreste del Salvador, Barón de Alcalá, Marqués de Fuente-Olivar, Barón de Castiel, y don Pedro María Ric. Se procedió en seguida a la votación por escrutinio, y de ella resultó que los propuestos tuvieron los votos siguientes: el señor Obispo de Huesca, treinta y dos; el Prior del sepulcro de Calatayud, once; el señor Conde de Sástago, veinte y siete; el señor don Antonio Cornel, treinta y tres; el señor Regente de la real Audiencia, veinte y nueve; el señor don Valentín Solano, once; el señor Abad de Veruela, dos; el señor Arcipreste del Salvador, doce; el señor Barón de Castiel, diez; y el señor don Pedro María Ric, diez y ocho: resultando electos a pluralidad de votos para individuos de la suprema junta de gobierno de este reino, presidida por S. E., los señores don Antonio Cornel, Obispo de Huesca, Regente de la real Audiencia, Conde de Sástago, don Pedro María Ric, y el señor Marqués de Fuente-Olivar; y por muerte u otra causa legítima que impidiese el ejercicio de su empleo a los electos, lo harían, según uso y costumbre, los que siguen, en votos.»
En la obra del coronel Garciny, titulada Cuadro de la España, se llama la atención más sobre la persona de Palafox que sobre lo interesante de la reunión. «Supone que esta medida la adoptó para consolidar su nombramiento; que introdujo a Calvo, como hechura suya, para que desempeñase las funciones de secretario; que al extender el acta, puso que la soberanía residiría en Palafox, y tendría una junta para que le ayudase en el gobierno; que se resistió por tres veces aquella alteración; y que apurado por último el sufrimiento, se levantaron algunos vocales, cuya firmeza de ánimo no se dejó intimidar de la fuerza que les rodeaba; y acercándose a la mesa, dijeron que extenderían la acta conforme a la voluntad que habían declarado las cortes; que Palafox levantó la sesión a pretexto de ser tarde; y que se extendería y firmaría en la sesión inmediata.» Este hecho, en boca de un escritor que no disimuló hallarse resentido, porque siendo antes intendente de Aragón, se vio desamparado y expuesto a causa de aquellas agitaciones, debe suponerse desfigurado; y su averiguación sería del caso si se tratase solo de las personas sobre que refluye la censura. Entre tanto puede deducirse de la misma narración que hubo contestaciones, como las hay en tales juntas o congresos, nacidas acaso de causas accidentales, que pueden tener algún enlace con las generales; pero se necesita mucho pulso, y datos muy sólidos para producirse sobre acontecimientos de esta clase8. Como luego ocurrió la aproximación de los franceses, no puede criticarse con fundamento el que no se celebrasen más sesiones, y que los nuevos sucesos hiciesen variar de sistema; debiendo conocer cuán arduo es hacer frente en tales épocas a empresas difíciles, y conciliar el poder civil con el militar cuando se dislocan las ruedas de la máquina política.
NOTA 7. [SOBRE LA ASAMBLEA DE BAYONA]
Esta gestión, a la que era imposible oponerse estando bajo el yugo opresor, prueba que el alzamiento del Aragón alarmó a Bonaparte sobremanera, y que su corazón presintió los trastornos que esto podía ocasionarle. El discurso que se pronunció en la apertura del congreso manifiesta le impusieron los términos con que Palafox se había producido, y ya se ha visto que no eran infundados. El lenguaje de la exhortación no debe perjudicar al buen concepto de los que la suscribieron; porque no cabe dudarse de lo ilegal de aquella reunión, «hecha (como dice el señor Canga Argüelles en sus observaciones ya citadas) por un hombre que, a pesar de su omnipotencia, no quería que jamás se atribuyesen sus derechos al trono, a la fuerza irresistible de sus armas, sino que quiso darles un viso de legitimidad por medio de la aquiescencia de las personas reunidas, para tratar luego de rebeldes e insurgentes a los que se le opusieran.» Y más adelante para impugnar al señor Napier, que, hablando de la asamblea de Bayona, dice se compuso de noventa personajes eminentes; queriendo darle con esta expresión una autoridad brillantemente respetable: «¿Porqué (prorrumpe) ocultó que la mayor parte de los individuos que la formaron fueron conducidos por la fuerza al congreso? ¿Porqué no añadió que, más que un cuerpo deliberante, fue una reunión de hombres violentados, a quienes el aspecto aterrador del soldado del siglo y la horrible impresión de la sangre derramada por sus satélites en la corte, sellaba los labios para hablar, y ponían trabas a su voluntad? Hijo de una nación libre, ¿cómo no observó la ridícula estructura de dicha reunión y su radical incompetencia para representar al pueblo a quien se trataba de dar un monarca y unas leyes fundamentales? ¿Cuándo se celebraron en España cortes compuestas como las de Bayona, de once grandes y títulos, de diez y nueve consejeros y magistrados, de siete militares, de ocho clérigos, y de cuarenta y un ciudadanos, para decidir y acordar los negocios de más alta trascendencia? ¿Y cuándo asistieron a las cortes como representantes de la nación los generales de las órdenes monásticas?» El que desee enterarse de las escandalosas escenas que ocurrieron, y de la violencia que padecieron los llamados diputados en aquel congreso, puede ver un folleto que se publicó en Cádiz el año de 1811, sin nombre de autor, con el título de Una parte desconocida de nuestra revolución, y del cual se halla un resumen en las Memorias que formó el coronel Marín para la historia militar de la guerra de la revolución española.
NOTA 8. [LLAMAMIENTO A LAS ZARAGOZANAS DE 13 DE JUNIO]
Aragonesas: Vuestros hijos, vuestros hermanos, vuestros compatriotas, inflamados de un noble entusiasmo, han tomado las armas para conservaros la paz y seguridad: aquellos mismos que esperaban en un tranquilo himeneo disfrutar de las delicias de vuestro amor, con heroica prudencia han desatendido tan halagüeñas ideas, y presentádose a los peligros, para labrar con ellos vuestra perpetua y verdadera felicidad. Todos han corrido con denuedo a vengar las injurias de su Dios, de su Rey y de su Patria en la infame sangre de nuestros enemigos. Habéis enjugado las lágrimas que vertían los ancianos, porque sus débiles fuerzas no correspondían al valor que los animaba. Habéis visto la rabia y la tristeza pintadas en los rostros de aquellos cuyo estado, o sagradas funciones obstaban al manejo de las armas. En este general ardimiento, cuando el patriotismo y las demás virtudes sociales se despliegan con toda su energía, vosotras participasteis también del heroísmo de vuestros paisanos. Bien notorio me es cuánto habéis contribuido a inflamar el valor de los aragoneses, preparándolos de este modo a la victoria. Si aun queréis contribuir a ella, un vasto campo se abre en que podéis manifestar vuestro amor a la patria. Las labores mecánicas a que vuestra aplicación os ha acostumbrado desde la niñez, son muy precisas para sostener los ejércitos. El robusto y valeroso soldado resiste mejor las intemperies de la atmósfera estando bien vestido: el abrigo le preserva de tantas enfermedades que acarrean la humedad y desnudez; y las operaciones militares se ejecutan con mas facilidad en los cuerpos cuyas divisas y trajes son uniformes. La patria necesita, pues, y necesita pronto, un crecido número de uniformes; y espero que, cuando tantos celosos ciudadanos me han ofrecido paños y otros efectos, vosotras contribuiréis a la brevedad con su costura. Estoy muy persuadido que esperabais esta u otra semejante ocasión para manifestar cuánto os interesa el bien de vuestra patria. Con este trabajo adquiriréis un nuevo lustre; y excitadas todas por vuestro ejemplo, no dudarán que la verdadera senda del honor es la constante aplicación. Zaragoza 13 de junio de 1808.
Se puso a continuación que en la calle del Temple, donde estuvo el cuartel de Miñones, se entregarían telas para hacer chaquetas, y sucesivamente camisas.
NOTA 9. [SOBRE LA SALIDA DE PALAFOX EL 15 DE JUNIO]
El señor marqués de Lazán, hablando en su manuscrito, titulado Primera campaña del verano de 1808, sobre la salida de su hermano en la mañana del día 15, se produce así: «El capitán general, hallándose sin tropas, no pudo jamás esperar en la defensa de una ciudad abierta, cuyas fortificaciones eran ningunas, y sus defensores inexpertos en el arte de la guerra (sigue haciendo otras reflexiones y comparaciones, y continúa), de manera que nada, nada podía lisonjear el buen éxito; por lo que el capitán general, considerando que si permanecía en la ciudad se exponía a perderlo todo, y que siendo jefe del reino de Aragón podría hacérsele algún cargo sobre esto, determinó trasladar el cuartel general y estado mayor a la villa de Belchite, con ánimo de reunir allí a la tropa dispersa, y volver a formar el pie de ejército de Aragón.» Añade que él recorrió varios puntos al tiempo que comenzaron a atacar las puertas; que por la variedad de las noticias que recibía no podía conocer si ellos o los defensores llevaban la ventaja; que viendo venía una columna enemiga por la parte del río Huerva, y otra por el lado opuesto, procuró animar a los paisanos del arrabal para que fuesen con él a auxiliar a los que tan bizarramente se defendían en el otro extremo; pero que no pudo persuadirlos, porque estaban poseídos de un terror pánico; que últimamente se dirigió con unos pocos a la puerta del Sol, en donde un pelotón de paisanos, con su jefe o caudillo, se le incorporó, y fueron al puente de san José, por donde decían atacaban los franceses, pero que a poco rato llegó la noticia de que los enemigos estaban dentro de la ciudad; y observando que apenas se sentía fuego, creyéndolo todo enteramente perdido, y que la ciudad estaba tomada, por lo que resolvió retirarse; y pasando el vado por una senda muy oculta a la misma orilla del Ebro, se dirigió con el coronel Obispo y algunos otros oficiales al pueblo del Burgo, y de allí a Mediana, en donde hizo noche, trasladándose a la madrugada del siguiente a Belchite, en donde encontró al capitán general, que había llegado la noche anterior.
NOTA 10. [SOLICITUD DE OFICIALES DE UN BATALLÓN DE MALLORCA]
Excelentísimo señor: El cuerpo de oficiales del segundo batallón de infantería ligera voluntarios de Aragón ha sabido con el mayor gozo que V. E. se halla a la frente de sus amados compatriotas; y llenos los individuos que firman del más noble ardimiento hacia un objeto que tanto excita al patriotismo, desean realizar sus más vivos anhelos de sacrificar sus vidas en defensa de su augusto monarca Fernando VII; de su religión y patria, aspirando al honor de reunirse con los que militan bajo las órdenes de V. E., y tener parte en las gloriosas acciones a que no dudan ser guiados por tan bizarro caudillo. Penetrados de tan loable celo y justa confianza, no pueden sobrellevar el estado de inacción a que se hallan reducidos en esta isla, cuya situación local, agregada a las actuales circunstancias, les privan toda esperanza de venir a las manos con el pérfido enemigo del género humano, y de vengar a la nación de tan inicuos ultrajes, contribuyendo a libertarla del insufrible yugo que le amenaza, y bajo el cual gimen la metrópoli y otros desgraciados pueblos de esa península: en este concepto, imploran la protección de V. E., suplicándole tenga la bondad de reclamar este cuerpo, a fin de que se le permita pasar a incorporarse con el ejército de su mando, respecto a que en esta isla se están formando nuevos batallones, que en breve quedarán organizados, y aptos para cubrir los puntos que éste ocupa; esperando asimismo merecer de V. E. que, cuando esto no fuere asequible, al menos se sirva alcanzar de esta nuestra suprema junta la gracia para pasar a ese reino a continuar sus servicios a las órdenes de V. E. Así lo esperan de la innata piedad de V. E. estos sus súbditos conciudadanos que más le veneran. Palma 15 de junio de 1808.= Excelentísimo señor:=Capitan: Vicente Ricafort.=Ayudante: Pedro Villacampa.=Tenientes: Rafael de Arcas.=Francisco Paúl.=Pedro de Mendieta.=Subtenientes: Gaspar Pelegero.=José Villalba.= Cadetes: Antonio Cornel.=Tomás Villalonga.=Excelentísimo señor capitán general del ejército y reino de Aragón.
NOTA 11. [LA EXPLOSIÓN DEL DEPÓSITO DE PÓLVORA DEL SEMINARIO]
Habiendo causado la explosión cierta inquietud en los ánimos, se publicó este exhorto.= Zaragozanos: «Vuestro celo por la causa de la religión, de la patria y del rey, de que habéis dado pruebas tan repetidas, ha podido exaltarse en los primeros momentos de los incidentes de esta tarde, inseparables de las ocurrencias de la guerra, pero despreciables por sus resultas, supuesta la abundancia de pólvora de que estamos surtidos. La suprema junta, cuanto se complace e interesa en ver los patrióticos sentimientos y tranquilidad pública, otro tanto espera de vuestra sumisión y deferencia a las leyes y autoridades constituidas que, penetrados todos del ardor y vigilancia de estos magistrados, depositarios de vuestra confianza, en cuyas manos habéis puesto la salud de la patria, oiréis dóciles sus voces paternales, entrareis tranquilos en el seno de vuestras familias, acudiréis puntuales a vuestros talleres y ocupaciones diarias, persuadidos de que esta junta ha tornado las mas vivas y enérgicas providencias para que el enemigo, aun cuando atrevido e inhumano quiera aprovecharse de esta catástrofe, no logre el fruto de sus bárbaras tentativas; asegurándoos que en el momento en que sea necesario vuestro valeroso esfuerzo, os llamará a nombre de la patria a que tengáis parte en los laureles que la justicia de nuestra causa, la protección de Dios y de su Madre Santísima, y vuestro valor a toda prueba prepara a los aragoneses en acción tan gloriosa. El orden, la subordinación, la fraternidad, y una unión intima de sentimientos nos ha de producir y proporcionar incalculables ventajas. La posteridad admirará el valor que desplegasteis en las críticas circunstancias del día 15, y contemplará con respeto la serenidad de ánimo que la junta os encarga y exige en las tristes ocurrencias del 27 de junio. Corresponded a tan lisonjeras esperanzas, y no temáis a los enemigos. El ciudadano virtuoso viva tranquilo en medio de su familia, y el culpable tiemble a vista de la espada de la justicia, que sin remedio va a descargarse sobre su cabeza. Zaragoza 27 de junio de 1808.=El marqués de Lazán.»
El intendente publicó también un bando, que decía así: «Hago saber a todos los vecinos y habitantes de Zaragoza que aunque el enemigo nunca ha estado más imposibilitado que ahora para invadir esta ciudad, siendo conveniente se les instruya el modo con que debe evitarse toda desgracia, por pequeña que sea, y ocurrir a todo inconveniente y accidente que pueda haber, aun en el caso muy remoto de que algún soldado enemigo llegue a penetrar dentro de ella, deberán, para lograr su exterminio sin el menor perjuicio por nuestra parte, observar las disposiciones siguientes: 1º Que todas las mujeres, ancianos y niños se retiren a sus casas cuando hubiese fuego, o se toque la generala, y no se presenten por las calles; en inteligencia de que si, por no hacerlo así, resultare el menor daño, serán responsables de él los padres de familia, y los amos, que están en su lugar.—2° Que en caso de entrar un solo soldado francés (lo que no harán), los vecinos cuiden de tener abiertos los zaguanes de sus casas para refugiarse en ellos los que transiten por las calles; debiendo tener la puerta defendida con armas, con lo que se asegura la defensa sin perjuicio de sus habitantes; pues si se cerrasen las puertas, quedarían expuestos a sufrir daños, por no poder entrar en sus casas.—3º Que desde las ventanas ofendan al enemigo con armas de fuego, piedras o cualquiera otra defensa, por cuyo medio se logrará su total exterminio, que son los deseos de S. E. y de todo español.— 4º Habiendo entendido que algunos, tal vez con el fin de intimidar, han esparcido la voz de que los franceses en Madrid señalaron las casas que hicieron fuego contra ellos desde los balcones; debo declarar que no es cierto, y que para una operación semejante en esta capital, que trata de defenderse, no serían bastantes todas las tropas francesas que hay en España.—5º Mediante que van a llegar por momentos a esta capital un crecido número de tropas españolas para escarmiento del ejército francés, cuidarán los vecinos todos de guardar entre tanto el mayor orden; contribuyendo por este medio a que se verifique el buen servicio en las puertas y puntos de defensa; y darán parte de cualquiera que, estando de guardia en el momento de un ataque o salida, abandone su puesto, o se retire a su casa.—Y para que lleguen a noticia de todos estas prevenciones, dirigidas a la defensa de sus personas y bienes, y a la mayor ofensa del enemigo, he mandado fijar este edicto. Zaragoza 29 de junio de 1808.=Lorenzo Calvo de Rozas.»
Estas disposiciones sirven para formar concepto del estado de la población y del compromiso de los que mandaban. La ocurrencia acaloró los ánimos, en términos que habiendo oído hablar a uno que se dijo ser el tramoyista del teatro del Príncipe de Madrid en términos favorables a los franceses, y censurando la resistencia, fue condenado por la junta a las seis horas de ocurrido el lance a la pena de horca.
NOTA 12. [EL ABANDONO DEL MONTE TORRERO]
En el segundo sitio se guarneció el punto del monte Torrero con cerca de seis mil hombres, a las órdenes del general don Felipe Saint-Marc, y se vio precisado a abandonarlo; y al teniente coronel don Vicente Falcó, que no tenía sino un oficial, un sargento, dos cabos, sesenta soldados del primero de voluntarios de Aragón, y como unos doscientos paisanos, se le puso preso; y levantado el sitio, se le formó consejo de guerra. La rivalidad de algunos acalorados fue causa de que se le fusilase el 22 de agosto a las cinco de la mañana junto a un árbol corpulento que había delante de la entrada al hospital de Convalecientes.
NOTA 13. [INFORME DE RENOVALES DE 4 DE JULIO]
Excelentísimo señor:=Don Mariano de Renovales, sargento mayor de caballería, y comandante de la puerta de Sancho, a V. E. expone: Que en vista de la gacetilla extraordinaria de ayer, y que V. E. desea tener una noticia individual de los comandantes de las puertas, expresando los ataques que han sufrido, oficialidad y soldados de su mando que se hayan distinguido, caería en la nota de omiso, y faltaría a los deberes de mi obligación si no relacionase a V. E. el por menor de las ocurrencias que ha habido en las puertas de mi mando desde el día 15 del pasado, en que sufrimos el primer ataque.—Día 15 de junio. Hallándose los enemigos en la puerta del Carmen y cuartel de caballería, salí por la puerta del Ángel, di la vuelta al puente de san José, tomé de de ella como ciento y cincuenta hombres, paisanos, que voluntariamente me quisieron seguir; di la vuelta por detrás del olivar a pasar el puente de la Huerva; gané las esquinas de la torre del Pino, y otra que está contigua; se me reunieron otros tantos paisanos de la puerta de santa Engracia; les rompí un fuego violento por su derecha, hasta que, atropellados por su caballería y artillería, nos hicieron retroceder hasta la puerta de santa Engracia, desde donde los rechazamos al momento con nuestra artillería, y les cargamos en su retirada con dos cañones; haciéndoles dejar desde aquel distrito al de Capuchinos tres banderitas, o guías de línea, un tambor de guerra, cuatro piezas de artillería y cinco prisioneros. En el mismo momento traté de preparar la puerta del Carmen, y ponerla en punto de defensa. A la media noche me relevó un capitán por orden del señor teniente de rey; y presentado a dicho señor en aquella misma hora, me mandó fuese de comandante a la de santa Engracia: me mantuve hasta el día 19 que me mandó a ésta de Sancho el señor inspector. Estos dos señores saben lo que en aquellas trabajé, y de consiguiente en ésta.—Día 24. A las tres de la mañana fue atacada una descubierta de cincuenta hombres, al mando del sargento primero de fusileros del reino Mariano Bellido, después de una vigorosa defensa: a las diez de dicho día fui reforzado por noventa fusileros, al mando de don José Laviña y don Pedro Gambra, quienes los contuvieron y desalojaron de la torre de santo Domingo; pero viendo el enemigo retroceder su gente, cargó en más número sobre éstos, durante cuyo tiempo reuní cien hombres del tercio de Tauste, al mando del capitán don Juan Mediavilla, y con un violento salí a la cabeza de los nuestros; les sostuve el fuego desde las diez hasta la una, que cargando por la izquierda un escuadrón de granaderos enemigos con ánimo de cortarme la retirada, tuve por conveniente usar de ella; habiéndole muerto al enemigo veinte y tantos hombres y porción de heridos; siendo de nuestra parte la pérdida de cuatro hombres muertos y once heridos.—El 26 a la una del día atacó el enemigo por este punto, y fue rechazado vigorosamente con los dos cuerpos que guarnecen esta puerta, de fusileros y tercio de Tauste, al mando de sus respectivos oficiales.—La mañana del 1 del corriente, con la fuerza del bombardeo se vio en el mayor apuro y abandono la puerta del Portillo: me vi precisado a emprender a tiros con los que la guarnecían, para contenerlos y hacerlos volver a su destino: vi quemarse las municiones; acudí a su socorro al momento; llegué a tiempo que iban a clavar la artillería, lo evité con mis artilleros: la proveí de municiones; las dejaron quemar segunda vez, y volvieron a quedar faltos de uno y otro: los volví a proveer de artilleros y municiones que ya yo había reunido de los dispersos personalmente, y conducido, usando ambas veces de todo el rigor: cuando llegaron los oficiales de Barcelona, ya estaba en orden la batería, y mitigado el fuego del enemigo.—Día 2. A las dos y media de la mañana fui atacado por el enemigo intrépidamente por el frente e izquierda, hasta tiro de pistola de nuestra batería, por la oscuridad de la hora; pero el fuego violento de artillería y fusilería de nuestras trincheras los hizo retroceder con la mayor precipitación, y pérdida considerable de muertos y heridos: sin embargo de la inmensidad de balas, granadas y bombas que el enemigo repartía a esta batería, no causaron mas estrago que herir a dos hombres levemente9.—Día 3. Se presentaron los enemigos a tiro de bala de fusil haciendo señas de que querían hablar; y a la hora de que insistían en ello salí al frente, hice señas saliese otro de ellos, como en efecto lo verificó un oficial, y me dijo quería pasarse una división entera a nosotros; que a su consecuencia me atraje siete con sus armas, y remití a disposición de V. E.—Es muy raro el día que pasa sin que tenga la gente de mi mando su guerrilla, a causa de la inmediación de sus emboscadas: se les ha desalojado de varios puestos que ocupaban; los he mandado quemar y arrasar para mayor seguridad y defensa de esta puerta, y si el enemigo quisiese atacar, que sea a cuerpo raso.—Los dos cuerpos, el de fusileros del reino y del tercio de Tauste han trabajado y velado con el mayor celo y entusiasmo, cumpliendo y desempeñando cuantas fatigas se les han confiado.—Los sujetos que se han distinguido con particularidad en los ataques arriba dichos, y no puedo menos de recomendar a V. E. para descargo de mi conciencia, son los siguientes: el subteniente de fusileros don José Laviña, sobremanera en las acciones y celo; los sargentos primeros del mismo cuerpo Mariano Bellido, sobremanera en acciones y celo; Nicolás Villacampa y Mariano González; el cabo José Monclús, idem, sobremanera en acciones y celo; y los soldados Paulo Anglada, Bautista Cubils y Francisco Amores: idem del tercio de Tauste: los sargentos Mariano Larrodé y José las Heras; el cabo primero Vicente Ibáñez, y el soldado Manuel Estaregui: el procurador fray Antonio Securum, del convento de Agustinos descalzos, ha servido y socorrido con mucho celo esta puerta. Dios guarde a V. E. muchos años. Puerta de Sancho 4 de julio de 1808.= Excelentísimo señor.=Mariano de Renovales.=Al excelentísimo señor capitán general del reino.
NOTA 14. [MEDIDAS DISCIPLINARIAS DEL 17 Y 18 DE JULIO]
Habiendo visto que un paisano pedía limosna, encarando el fusil a los que no se la daban, sufrió el 17 de julio la pena de doscientos azotes. Al día siguiente amanecieron dos paisanos en la horca, a quienes se había agarrotado en la cárcel por haber cometido, según se propaló, dos asesinatos, uno en Torrero, y otro en la plaza de san Miguel.
NOTA 15. [INVENTIVA ARMAMENTÍSTICA]
Entre las varias singularidades que ocurrieron en aquella época, no puede omitirse la de haber formado en el partido de Calatayud una red extraordinaria, y de bastante peso, para colocarla en los desfiladeros o sitios por donde se dirigiese la caballería francesa, y construido en otras partes cañones de madera, y tablones con clavos. Esto sólo puede compararse con lo que se anunció en un boletín francés, hablando de las disposiciones que había tomado el conde Rastopchin, gobernador de Moscú, apenas supo la pérdida por los rusos de la batalla de Borodino, y de las voces que circulaban por el pueblo; siendo una de ellas la de que un polvorista inglés trabajaba secretamente en su quinta de Voronova en hacer cohetes y preparar materias combustibles; y que también se estaba construyendo un globo de nueva invención, con el que se lograría exterminar a todos los jefes del ejército francés10. El entusiasmo era tal, que el padre fray Joaquín Fandos, carmelita descalzo, y arquitecto, inventó una lanza que, además de la punta o pica de cada extremo, tenía dos pistolas, que se disparaba cada una al dar el golpe por su respectivo lado, pero no se adoptó, porque su manejo era difícil. Él mismo presentó una máquina con veinte ruedas de a tres morteros cada una, para fabricar pólvora, movida por el agua. Más natural se presenta lo que con fecha 23 de junio decía a la junta de Vich desde Lérida su comisionado don José Casimiro Lavall, participándole que los franceses habían tenido en San Poli una pérdida considerable, especialmente en su caballería, por los ardides de que se valieron aquellos naturales, haciendo barrenos, desplomando los peñascos, y tirando las colmenas, cuyas abejas molestaron tanto al ejército, que muchos caballos se tiraron por un derrumbadero, y no pararon hasta el mar.
NOTA 16. [COMPOSICIÓN DE LA JUNTA MILITAR CREADA EL 10 DE JULIO]
El 10 de julio se creó la junta de comisión militar y fortificación de la plaza, compuesta del excelentísimo señor Capitán general, presidente; del teniente general don Antonio Cornel, decano; del excelentísimo señor Marqués de Lazán, gobernador de la plaza; del brigadier don Raimundo Andrés y del capitán don josé Butrón, inspectores generales de infantería y caballería; de los coroneles don José Mateo y don José Obispo, mayores generales de ambos cuerpos; del coronel don Antonio Sangenís, comandante de artillería; del coronel don Narciso Codina, comandante de ingenieros; del alcalde de la sala del crimen don Diego María Vadillos, y del abogado don Juan Miguel Serrano, auditores de guerra; del capitán don José Pascual de Céspedes, fiscal militar; y de los capitanes don Joaquín García y don Justo San Martín, secretarios.
NOTA 17. [ESCRITO DE LORENZO CALVO DE 22 DE JULIO]
«Excelentísimo señor:=Con fecha 17 del presente trasladé a V. E. el oficio que pasé a la junta, y que comprendía varios puntos de gravedad, y dignos en mi entender de que V. E. los tomase en consideración. La respuesta que se me dio por el vicesecretario de ella, sin fecha alguna, de que incluyo copia, sobre contener equivocaciones notorias, dice que se me ha nombrado por individuo de dicha junta suprema. Esta junta, señor excelentísimo, a tiempo de exponer a V. E. por escrito sus atribuciones y origen, por si la gravedad de sus ocupaciones no le han permitido acordarse de ellas, no es mÁs que la agregación de algunos de sus individuos a la junta militar, hecha a propuesta, o por indicación mía, y con aprobación del excelentísimo señor marqués de Lazán en la junta general que S. E. tuvo a bien celebrar el día 25 de junio. Sus encargos se redujeron a lo que indica el acuerdo mismo de aquella junta general, y no se extienden, ni deben extenderse a mas. Esto, sobre resultar del nombramiento que se hizo de las personas, se puede comprobar por todos los concurrentes a la junta, que fueron buenos testigos de ello. La junta, pues, contestando a mi oficio del 17, dice me ha nombrado por individuo de ella; y ciertamente me admira el que no sepa que yo lo soy, por el artículo 143 de la Ordenanza de Intendentes, nato de las juntas y consejos de guerra, y a quien, después de V. E., corresponde el primer lugar; que he sido secretario en la junta de las Cortes, y que no puedo, ni debo admitir títulos de quien no puede legalmente dármelos. La junta además dispone y manda sobre la tesorería, contraviniendo a las ordenanzas; ha entendido en causas de dependientes de real hacienda, siendo privativo mio, con inhibición de todo tribunal, aun cuando sean causas civiles y criminales, con arreglo al articulo 64 de las Ordenanzas de Intendentes; ha entrometídose a confiscar bienes, olvidando que, según los artículos 52 y 53 de las mismas Ordenanzas, ningún tribunal, ni consejo puede entender en las causas de rentas, intereses, derechos feudales, imposiciones, productos, fisco, formado ya o futuro, y finalmente, en cuanto corresponde a regalías o derechos a favor de la real hacienda, sino los intendentes y corregidores. Conozco, excelentísimo señor, que los individuos agregados para fines determinados a la junta militar están llenos de buen deseo, mas la complicación de órdenes que dan, sin tener facultades para ello, entorpeciendo la expedición de los negocios, y no acordándose, ni teniendo a la vista los antecedentes de ellos, me ponen en la dura necesidad de representar a V. E. que no me es posible coordinar los ramos que están a mi cargo. Yo no reconozco otra autoridad legítima que la de V. E., y así, no puedo obedecer otras órdenes: por amor a V. E. me constituí en la obligación de servir la intendencia y corregimiento, y he procurado hacer lo que está de mi parte para el desempeño. Veo cuánto importa al bien de la patria y conservación de este país mantener el orden, y que cada jefe de un ramo sea responsable del buen manejo de todo lo que está bajo su inspección y cuidado. El mío tiene ordenanzas y disposiciones sabias establecidas, a las que me he conformado; mas no pudiendo conseguir que se efectúen, sí otras, a quienes no pertenece, se entrometen en ello, cesa mi responsabilidad; y para que en ningún tiempo pueda, ni aun remotamente, llegar el caso de decirse que cometí desórdenes, y el quebrantamiento de las leyes, conociéndolo, por evitar además otras consecuencias, hago en manos de V. E. formal dimisión del destino de intendente y corregidor; y ruego a V. E. que en el día de hoy nombre persona que substituya, y a quien yo dé cuenta y razón de todo lo que ha estado a mi cuidado, para retirarme al descanso, de que necesito. Zaragoza 22 de julio de 1808.=Excelentísimo señor:=Lorenzo Calvo.=Excelentísimo señor don José Palafox y Melci.»
Copia del oficio que acompañó a esta exposición. «La junta suprema ha visto el oficio de V. S. de 17 de los corrientes; y meditado su contenido, debe poner en su noticia que el encargo que hizo a uno de sus individuos de reconocer las valijas que deberían conducirse a la administración de correos incluía las precauciones para la entrega de cartas que exigen las actuales circunstancias, en virtud de las cuales solo se han distribuido gacetas a S. E. y a V. S., y que motivó esta providencia la queja de retraso, debiendo S. E. reconocerlas, o dar encargo a sujetos que no eran conocidos de la junta: ésta no entendió que Y. S. tuviese este encargo, ni era de creer fuese suyo, implicado con los del cargo que desempeña. La junta tratará, si conviene, absolutamente cortar la correspondencia de Madrid, o limitarla a un rigoroso registro, y tendrá en consideración lo que contiene el oficio de V. S.: y si V. S., para evitar contestaciones de esta clase, y adelantar el servicio de S. M., gusta de acudir a junta, queda nombrado individuo de ella. Dios, &c.=De orden de la junta suprema,= Liborio Miralles, vicesecretario.—Señor intendente de este ejército y reino.»
NOTA 18. [LOS SUCESOS DEL 4 DE AGOSTO]
El señor marqués de Lazán refiere los sucesos del 4 de agosto hasta su salida en estos términos11: «Delante de la puerta de santa Engracia había una batería de sacos con un pequeño foso, y en ella, de cuatro a cinco .piezas de corto calibre; y en los dos flancos, otras del mismo, colocadas detrás de las tapias de la huerta llamada torre del Pino. En la de santa Engracia había un mortero. Así que tuve aviso del ataque, me trasladé inmediatamente a la calle de santa Engracia, y desde allí empecé a dar las órdenes convenientes, según lo que iba ocurriendo. Los enemigos batían en brecha el convento y puerta de santa Engracia, con tal furia y tal empeño, como si se tratase de batir una fortificación de primer orden. Pronto destruyeron todo un lienzo de la fachada del convento, y echaron abajo las tapias de tierra que tenía delante, al mismo tiempo que disparaban contra nuestra batería, y contra la puerta de santa Engracia, toda clase de armas arrojadizas, balas, piedras, granadas, en tal conformidad que parecía una lluvia; y consiguieron por precisión, acallar nuestros fuegos, matándonos mucha gente, pues ni artilleros, ni soldados podían parar en la batería, cuyos parapetos quedaron deshechos prontamente. Nuestros fuegos de los flancos, especialmente los de la derecha de la torre del Pino, continuaban sin cesar causando mucho daño a los enemigos, y deteniendo el ímpetu de su ataque; pero éste se formalizaba cada vez mas, y debía temerse el asalto. Por lo mismo, dispuse que se retirasen nuestros cañones de la batería dentro de la plaza de santa Engracia, que se cerrase enteramente dicha puerta, y que se duplicasen en cuanto fuese posible los fuegos de los flancos. Así se ejecutó, no con pequeño trabajo, y con alguna pérdida de nuestra parte; pero al fin, se consiguió completamente la idea; y los más de dichos cañones se colocaron en las tapias de la torre del Picio. Se retiró igualmente el repuesto de municiones a la calle de santa Engracia, y se colocó en un portal grande, detrás de la batería que habíamos formado de antemano en el embocadero de la misma calle, que sale a la plaza, y hace frente a la portada de la iglesia de santa Engracia; con lo cual se reconcentró nuestra línea a lo interior de la ciudad, quedando sin embargo los flancos haciendo fuego.—En tanto que esto sucedía por aquella parte, no dejaban de ser atacados otros puntos de la ciudad, si bien no con tanta furia, ni con tanto empeño, pues éste todo se había cargado en la puerta de santa Engracia. Pero el bombardeo continuaba siempre por todas partes, de manera que era realmente un día de juicio para la ciudad, la que sufría un fuego infernal, y padecía diferentes quemas en sus edificios, a las que no se podía atender, ni sus defensores sabían adonde acudir, ni acertaban lo que convenía hacer. La puerta de santa Engracia se defendía con todo tesón; pero fue tanto el estrago que hicieron en ella los enemigos, y la pérdida de nuestra parte, así como el cansancio de nuestra tropa, que a eso del medio día aflojó ésta algún tanto por la parte de la huerta de los padres Jerónimos, en cuyas tapias habían hecho los enemigos horror de brechas. Por estas mismas, sin dificultad, pasando el vado del río la Huerva, que traía muy poca agua, se metieron detrás de los paisanos, y mezclados casi con estos, se entraron en la plaza de santa Engracia. Igual operación hicieron por la torre del Pino, habiendo derribado también sus tapias, y atropellado a sus defensores. Puestos dentro de la plaza, empezó a jugar sobre ellos nuestra batería de la calle de santa Engracia; la que, protegida de los fuegos de fusilería que disparaba nuestra tropa desde los balcones de derecha e izquierda de la calle, y las infinitas granadas de mano que se les tiraban, hizo una mortandad terrible, y un estrago en los enemigos; los que, sin embargo, no desistiendo de su empeño, y adelantando por medio de sus mismos cadáveres, consiguieron tomar la pared de las casas contiguas a nuestra batería, y en éstas el portal por el que teníamos la comunicación de la calle con la plaza de santa Engracia, estando cerrada con la batería la desembocadura de aquella. Los paisanos y soldados, aturdidos algún tanto con la intrepidez y tenacidad del ataque, no tuvieron la serenidad necesaria para cerrar prontamente, y con toda seguridad, la puerta del portal de nuestra comunicación; y habiéndose los enemigos agolpado a ella cuando la estaban cerrando los paisanos, la forzaron, y se metieron en la calle; tomando de este modo la espalda de nuestra batería, e inutilizándola por consiguiente. En medio de aquellos tan denodados ataques acabó su vida gloriosamente el coronel don Antonio de Cuadros, corregidor de Teruel, comandante que era del punto de santa Engracia. Con motivo de la toma de nuestra batería, me retiré yo con la tropa y algunos oficiales a la calle del Coso, con objeto de hacer nueva defensa desde allí por medio de otra batería que a toda prisa se había formado en la calle del Hospital con un parapeto de sacas de lana. Mi hermano don Francisco de Palafox estuvo a mi lado desde el principio del ataque; pero habiendo venido noticia de los temores que había de otro ataque de los enemigos por el arrabal, situado en la orilla del Ebro, combinado con el que hacían en la puerta de santa Engracia, se fue a cuidar de aquel punto, que le estaba encargado, en tanto que yo seguía haciendo todos los esfuerzos imaginables para animar a la tropa, y hacer que defendiese la calle y plaza de santa Engracia. Estos no bastaron, por las razones ya dichas; y al fin, a cosa de la una nos retiramos todos a la calle del Coso. Nos quedaba por último recurso la batería de la calle del Hospital, la que por espacio de mas de media hora estuvo haciendo un fuego infernal sobre los enemigos, ayudándole la infantería, con cuyas armas seguramente se contuvo a aquellos; y se les hubiera contenido aun mucho mas si no hubiéramos tenido la desgracia de habérsenos volado el pequeño repuesto de municiones que estaba al lado de la batería; con cuyo accidente, nuestra tropa y paisanaje se acobardaron, y desampararon la batería. Por lo mismo les fue fácil a los franceses tomarla, y aparecer en la calle del Coso. Al mismo tiempo que penetraban éstos en la ciudad por la calle recta de santa Engracia al Coso, otras columnas enemigas se habían extendido desde la huerta de los padres Jerónimos al jardín Botánico y cementerio de la parroquia de san Miguel, por donde se introdujeron a la ciudad ; y entrando por la calle llamada las Piedras del Coso, llegaron hasta la plaza de la Magdalena, en donde fueron detenidos por los paisanos. Por el lado opuesto atacaron la puerta del Carmen; y aunque no pudieron tomarla enteramente hasta la madrugada del día siguiente, se introdujeron desde la plaza de santa Engracia por la calle del juego de Pelota hasta la plaza del Carmen; de modo que cogían la ciudad por el frente y los dos ángulos.—Hallábame yo en el Coso esperando el resultado de la defensa de nuestra batería, cuando, desamparada ésta, y dueños de ella los enemigos, retirándose toda la tropa acobardada por la calle de san Gil, con dirección a la puerta del Ángel y puente del Ebro, llamado de Piedra, que era la única retirada que teníamos, tuve yo que hacer lo mismo; y me trasladé por el pronto al arrabal, dejando dueños a los enemigos cuando menos de la tercera parte de la ciudad, y sin ninguna defensa interior contra estos; de manera que no se podía dudar que dentro de media hora serían dueños absolutos de toda ella. Era tal la confusión de tropa y de gente que pasaba el Ebro huyendo de la ciudad; sin saber a dónde, que nada absolutamente podía dar la mas remota esperanza de libertarla, pues ni quedaba quien la defendiese; de manera que era preciso salir de ella por no exponerse a ser presa de los enemigos. Por aquellos días tuvo noticia el capitán general de la llegada de las tropas, que, según se dijo, venían de refuerzo de Cataluña, a la villa de Pina; y en cuyo pueblo harían algún descanso con motivo de la falta de municiones y de algunos carruajes que esperaban. Desde luego que el capitán general vio perdida la ciudad, poco antes que yo me retirase del Coso, dejando el mando de las armas al coronel don Antonio Torres, se dirigió con su estado mayor a Pina: lo mismo hizo don Francisco de Palafox; y yo seguí el mismo camino, según las órdenes que había dejado dicho capitán general, quien desde luego conoció el partido que debíamos tomar, que era el buscar el apoyo de la tropa de Pina para cualquiera lance que pudiera ocurrir.
NOTA 19. [REMISIÓN DE LOS MENSAJES FRANCESES]
Acabo de recibir el adjunto pliego que un soldado del ejército francés ha arrojado al foso; y lo remito a V. S. para su inteligencia. Dios guarde a V. S. muchos años. Castillo de la Aljafería 5 de agosto de 1808.=Lucas de Velasco.=Señor gobernador de esta plaza.
NOTA 20. [EL BATALLÓN DE VOLUNTARIOS EN VILLAMAYOR]
Señor gobernador de esta plaza:=He llegado a esta altura de Villamayor, donde descansa un poco la tropa, que viene unida, aunque con tal disposición de matar franceses, que no los puedo sujetar. Ahora entro yo en mis operaciones: la primera debe ser franquear el paso y comunicación de la ciudad. Para esto, habiéndose dado a mi hermano el Marqués los Guardias españolas y walonas, gente bizarra, me he quedado con los voluntarios, los catalanes y somatenes, que hoy mismo han sorprendido a mi presencia una partida; de diez hombres lanceros, que ahuyentaron, dejando uno muerto, al que quitaron la lanza y botas; y se les escapó el caballo, que fue una lástima. Con esto están locos los catalanes, que andan por esos campos con sus gorros colorados, sin poderlos reunir. El batallón de voluntarios que he escogido, si no acierto a salir, de esa ayer, no se mueve; pero yo les mandé venir, y me los he traído por delante. Lo mismo he hecho con mil y quinientos hombres que tengo a dos leguas de aquí, y trato de reunirlos esta noche. Tengo cuatro violentos y competentes artilleros. Además, en cierto punto, que no fío al papel, he dejado dos de a ocho y un obús, que hubieran hecho mi marcha tarda y penosa. Voy procurando víveres, que hacen falta, y encontraré, a pesar de que los pueblos se hallan desiertos. Espero esta noche cerca de aquí un tren bonito de artillería. Todo va bien; y me lisonjeo que ahora obraremos con utilidad. Lo que necesito es que estén prontas y corrientes como unas cuatrocientas tiendas de campaña por si las pido. También he dispuesto se ponga, corriente el agua de los molinos; y veré si puedo limpiar a Ranillas12. He mandado conducir algunas cargas de polvos de aquellos que V. S. me cita para los trabajos; y es regular los tenga V. S. ahí hoy mismo. Haga V. S. no se pierda. Éste era mi cuidado único. Yo estaba ya que no sabía qué hacerme, cuando por el oficio de V. S. veo cuántos prodigios se habían hecho. Bendito sea Dios, que pronto, tal vez, saldremos de ellos. Si ocurre algo, avise V. S. sin término lo que se ofrezca. Dios guarde a su importante vida muchos años. Villamayor 5 de agosto de 1808.=Palafox.=Trato de ir muy pronto a esa, tomando las posiciones comunes. Dígame V. S. qué hay de nuevo, y cómo está esa gente.=Señor don Antonio.
NOTA 21. [INFORMES DE SANGENÍS Y DE LANGLÉS]
«Relación de méritos de los oficiales que se han distinguido en el día 4 de agosto en el ataque de la puerta de santa Engracia, que por muerte del comandante de dicha puerta el coronel don Antonio Cuadros da el coronel del real cuerpo de ingenieros don Antonio de Sangenis, sucesor en el mando de dicho punto.=El capitán del primero de voluntarios de Aragón, reserva de S. E., don Fernando Yagües, que habiéndose hallado en dicho punto por espacio de muchos días, sufriendo ataques y el continuo fuego del enemigo, se halló en este día con su tropa de refuerzo en el monasterio de santa Engracia, donde, después de haber contenido cuanto estuvo de su parte al enemigo, y perdido porción de gente, se retiró con los demás que defendían dicho punto.—El subteniente del mismo cuerpo don Antonio Arruc, que hacía muchos días estaba fijo en dicha puerta, se halló constantemente- en la batería desde que principió el fuego del enemigo hasta que, habiendo sido herido por una bala de fusil, le fue indispensable retirarse, mostrando en todo este tiempo grande ánimo, mucha serenidad en medio de la multitud de balas, bombas y granadas que el enemiga arrojaba dentro de la batería, y continuas ruinas que éstas hacían caer de los edificios contiguos; y sobre todo, animando la tropa, que de ver no podía resistir a tanto fuego, parecía que desmayaba.—El capitán don Bartolomé la Vega, comandante de la huerta de santa Engracia, se mantuvo en el punto de su mando, sufriendo el fuego de las baterías; y la defendió con valor hasta después de abierta brecha, que habiendo sido atacada por una multitud de enemigos, le precisaron a retirarse, con pérdida de mucha gente, hasta la entrada de la calle de santa Engracia, en cuyo punto se resistió hasta que fue imposible el sostenerlo.—El teniente coronel del real cuerpo de artillería don Salvador de Orta, que se hallaba de comandante de la misma, se mantuvo dirigiendo ésta, con el posible acierto y serenidad en medio del peligro, hasta que fue herido, y obligado a retirarse.—El capitán de ejército, y del real cuerpo de ingenieros, don Manuel de Tena, que se hallaba días hacía de comandante del ramo de fortificaciones de dicha puerta, estaba igualmente en la batería desde que rompió el fuego del enemigo, donde con sus trabajadores, tapó por diferentes ocasiones las brechas que abría continuamente, mostrando la serenidad de ánimo que exigía para tales operaciones; y así es que, permaneciendo constantemente entre el espantoso fuego, se confundió varias veces entre las enronas de las baterías y edificios contiguos: y habiendo faltado los comandantes de artillería y tropa que la dirigía, defendió uno y otro haciendo las funciones de ambos; hasta que por fin, siendo imposible sostener la puerta, por estar la batería enteramente arruinada, por orden del comandante del punto el coronel don Antonio de Cuadros, retiró todas las piezas de artillería a cuerpo descubierto, colocándolas, parte en la torre del Pino, y parte en la calle de santa Engracia, donde se mantuvo, después de haber entrado los enemigos, hasta que se apoderaron de dicho punto.—Nota. Recomiendo igualmente al soldado de gastadores Ramón Perdiguer, que con la mayor serenidad se halló cerrando las brechas de la batería bajo el espantoso fuego del enemigo, y fue uno de los que ayudaron a retirar la artillería.—Se advierte que en el mismo día se halló en la expresada puerta el capitán del real cuerpo de ingenieros don Juan Miguel de Quiroga dirigiendo en la plaza de santa Engracia una cortadura, y manifestando mucho espíritu y valor en este trabajo. Cuartel general de Zaragoza 12 de noviembre de 1808.=Antonio de Sangenís.»
«Don Alberto Langles, capitán y comandante de la puerta del Sol de esta capital de Zaragoza.=Certifico que a las dos y media del día 4 de agosto último se presentó en la referida puerta don Marcos María Simonó, capitán comandante de las baterías de la del Sol en lo relativo a ingenieros, en cuyo acto la artillería y fusilería del punto hacía fuego contra algunos granaderos franceses que se presentaron en el arco de Suelves, que hace frente a la puerta del Sol, los cuales hacían un fuego bastante vivo; pero como al cabo de un buen rato no se advertía ventaja por una ni otra parte, particularmente porque la posición del enemigo dominaba aquel punto, recelándonos que pudieran los franceses dirigirse por los costados, y sorprender la puerta, subió con acuerdo mio sobre el banco que servía de parapeto al cañón, a pesar de una lluvia de balas que le tiraban, por verle solo en medio de la calle con una bayoneta en mano. Que en seguida, habiéndose suspendido nuestro fuego, el expresado Simonó echó en cara a los paisanos su cobardía porque se escondían en las callejuelas y zaguanes en circunstancias que era preciso acometer con vigor, y de frente, al enemigo, si querían defender a sus mujeres, familias, y salvar la patria. Les propuso que sacaría a los franceses de la ciudad si le querían seguir; pero viéndoles indecisos, se aprovechó de la ocasión en que vio salir a varios franceses de una casa cerca del arco, y les gritó: Que huyen los enemigos; en cuyo momento, acudieron algunos vecinos, a quienes luego siguieron otros; y habiendo cobrado todos valor, se presentaron en medio de la calle, y prometieron seguir a Simonó y cumplir sus órdenes; también, con mi permiso, varios fusileros, mandados por el teniente don Ambrosio Ruste, y una partida de extranjeros: y un grito de viva el Rey fue la señal de correr a la plaza de la Magdalena, a donde llegaron inmediatamente; haciendo Simonó tocará degüello. Se encontraron con una división de granaderos y cazadores franceses, y dio principio el ataque, que duró cerca de hora y media, en, que fue rechazado el enemigo en fuerza del fuego, verdaderamente espantoso, que les hicieron. Y últimamente, aunque no pude observar mas, por no abandonar el punto, supe que Simonó atacó segunda vez al enemigo, protegido en las ruinas del Seminario, y los rechazó después de una valerosa defensa hasta acorralarlos en san Francisco. Y para que conste el singular y extraordinario servicio de este oficial en aquel día, que tan claramente contribuyó a la defensa de esta capital, doy la presente a su instancia en ella a 20 de agosto del año de 1808.=Alberto Langles.
NOTA 22. [NOMBRAMIENTO DEL BRIGADIER TORRES]
El brigadier Torres desempeñaba el 5 de agosto el destino de gobernador de la plaza, de que se había hecho cargo el día anterior con la autorización del general, a virtud del siguiente oficio. «Por gobernador de la ciudad de Zaragoza, ínterin regrese el marqués de Lazán, nombro al brigadier don Antonio de Torres; en defecto de éste, al coronel don Francisco Marcó del Pont; en seguida, al teniente coronel comandante del punto y batería del rastro de los Clérigos don Joaquín Urrutia; y finalmente, por imposibilidad de estos tres lo será el teniente coronel don Celedonio de Barredo, sargento mayor de dicha capital. Cuartel general de Zaragoza 4 de agosto de 1808.=José de Palafox y Melci.=A los comandantes de las tropas que guarnecen la capital.»13
NOTA 23. PARTES DE LOS DÍAS 4 Y 5 DE AGOSTO QUE HAN PODIDO CONSERVARSE
Los enemigos tan entrado por la torre de Montemar a las dos de la tarde, ocupando toda la huerta del Carmen y casa que servía de cuerpo de guardia para los oficiales; por cuyo motivo, y el tener solo dos artilleros en la batería, nos hemos visto en, la precisión de retirar la artillería, a excepción de dos violentos y un obús que han quedado clavados. En este momento ocupamos la huerta de la derecha, y una avanzada entre la puerta,, y solo fue ocupando el convento del Carmen con unos cien hombres. Si se manda refuerzo y municiones de boca y guerra, podré tal vez recobrar la batería; para esto necesito a lo menos trescientos hombres. El cañón de a veinte y cuatro lo he mandado a la plaza del Mercado. Dios guarde a V. S. muchos años. Zaragoza 4 de agosto de 1:808.=Pedro Hernández
Francisco Zapater, teniente de la compañía de fusileros, a V. S.. expone, que en el ataque de hoy ha sufrido en la avanzada de san José (que hace dos días permanece sin otros comestibles que pan y vino) bastante estrago la tropa, que ascendía a cuarenta hombres, y han quedado en veinte y nueve, y de estos algunos, aunque no heridos, golpeados de las ruinas de la casa que ocupan, y está ya inhabitable en cuanto a su defensa; y por tanto, V. S. determinará lo que juzgue más conveniente; en inteligencia de que si el enemigo me ataca, por corto número que sea, me veré quizás precisado, por mis cortas fuerzas, a abandonar este punto. Dios guarde a V. S. muchos años. Zaragoza 4 de agosto de 1808.=FranciscoZapater.= Señor don Antonio Torres, brigadier.
Señor don Antonio Torres: Me hallo sin cartuchos en este punto; y concluido el bombardeo, sabe Dios lo que puede esperarse: V. S. determinará, pues de ninguna parte se me quieren dar. Dios guarde a V. S. muchos años. Zaragoza 5 de agosto de 1808.—Alberto Langles.
En otra se decía:=Señor don Antonio Torres:=Excelentísimo señor: Estamos con dos cajones de cartuchos, y sin víveres: los enemigos dentro de la plaza, y si V. E. no nos auxilia con tropa, dentro de seis horas no respondo del éxito, que no será feliz. Dios guarde a V. E. muchos años, &c.
NOTA 24. [EL 5 DE AGOSTO]
Excelentísimo señor:=Es la una, y los enemigos atacan por cuatro puntos; y quieren, por papeles dirigidos al gobernador de Zaragoza, falsos y perversos, entrar en parlamento, manifestando con bandera blanca su rendimiento, los que presentaré a V. E. a su arribo; y entre tanto, he mandado que las baterías que son nuestras hagan sus deberes; pues al mismo tiempo que recibo sus papeles, estoy también recibiendo un sin número de granadas y bombas, que nos abrasan, e incendian las casas. Esta es su buena fe; y el parte adjunto enterará a V. E. de sus disposiciones, y de la necesidad que hay de que V. E. acelere su marcha coa las tropas. Dios guarde a V. E. muchos años. Zaragoza 5 de agosto de 1808.=Excelentísimo Señor:=Antonio de Torres.=Excelentísimo señor capitán general de Aragón.
A continuación escribió el señor margues de Lazán a su hermano lo siguiente:
Zaragoza 5 de agosto de 1808.=Es la una, y acabo de llegar con felicidad. En el camino, más acá de Pastriz, divisamos ocho o diez de caballería francesa, que no se han resuelto a atacarnos, y han echado a correr; y pasado el río, se han ido a Torrero seguramente a dar la noticia, pues cuando hemos llegado al vado del Gállego, ya los hemos vuelto a ver, y pasar el río para atacarnos; pero hemos tenido tal felicidad, que todos pasamos el vado, y los carros de municiones. También, antes que ellos llegasen, dejé a los Guardias españolas en el vado, porque era urgentísima la necesidad, respecto a que los que había allí de Teruel no podían hacer frente como aquellos; de manera, que estoy persuadido que no pasarán. Me he encontrado a Torres en el arrabal, y lo he hecho ir allá; y no hay cuidado, a mi parecer. Pero es una felicidad el que yo haya llegado; y parece un socorro enviado del Cielo. La gente está contentísima, y muy animosa; y los vecinos de Pastriz sobremanera obsequiosos. Por lo demás, de la ciudad parece que no hay novedad particular; y se van pasando, y haciéndose prisioneros, entre otros a un coronel polaco. Deseo saber cómo te va en tu viaje; y no temas atacar las alturas de san Gregorio y demás, pues toda la fuerza del enemigo de caballería carga por este lado del vado del arrabal. No dejes de escribirme, y a Dios.=Lazán.
NOTA 25. [BANDO DISCIPLINARIO DEL 8 DE AGOSTO]
El marqués de Lazán dispuso el 7 de agosto en la orden del día se pusiesen aparatos de cirugía, con los correspondientes facultativos, en las plazas de san Pedro Nolasco, san Felipe, en las Piedras del Coso, y frente al colegio de las Vírgenes y de la iglesia de san Pedro en la calle de san Gil; y el 8 publicó el siguiente bando:—«Sobre lidiar con un enemigo que no conoce el más pequeño sentimiento de honor; que ha asesinado a hombres, mujeres y niños, que clamaban por la misericordia; que les daban el caudal y cuanto en su casa tenían (testigos de esta verdad cuantos por felicidad se han escapado de sufrir lo que no se lee de ninguna nación bárbara), lo que más aflige mi corazón, y el de todos los vecinos de carácter y honradez de esta valerosa e inmortal ciudad, es el abuso que ha hecho la tropa y algunos paisanos mal intencionados, que, habiendo dispuesto los jefes entrasen en varias casas del Coso para ofender al enemigo, se han dedicado algunos individuos perversos a robar y destrozar sus efectos; de modo que, siéndoles de poca utilidad, se han llenado de infamia; y siendo preciso castigar delitos tan enormes: Mando: 1º Que a todo individuo que se le aprehenda encima cosa alguna robada, por pequeña que sea, y que se justifique no por de su uso, sufrirá la pena de ser pasado por las armas, irremediablemente, dentro de seis horas de aprehendido.—2º Todo oficial, sargento y cabo que esté de comandante de puesto, y no vigile a la tropa de su mando, a fin de evitar los desórdenes, será castigado según las circunstancias del delito. Encargo a los vecinos honrados, oficiales, sargentos y cabos que vigilen y observen a todo soldado y paisano que lleve bulto, o cosa que les haga sospechosos, y registrándolos, acudan a la guardia más inmediata, a fin de asegurar al malhechor. Dado en el cuartel general de Zaragoza, y mandado publicar este bando a 8 de agosto de 1808.=Lazán.
NOTA 26. [MÁS MEDIDAS DISCIPLINARIAS]
Observando los paisanos que disparaban cohetes de dentro de la ciudad, y que en seguida los franceses dirigían las granadas y bombas por aquellas inmediaciones, de que resultó que una de ellas mató en la plaza del Pilar a un artillero, dieron aviso a Palafox, el cual hizo publicar un bando por el pregonero, imponiendo la pena de muerte a los que los tirasen y alarmasen al pueblo; y también dio permiso para que incendiaran las casas que ocupaban ya las tropas francesas, concediendo gratificaciones pecuniarias a los que se distinguiesen en estos servicios. Uno de los delatados fue el ayudante de cocina de Guillelmi; y el 12 de agosto apareció ahorcado.
NOTA 27. [ESCARAMUZA EN EL HOSPITAL]
Estando ardiendo el edificio del hospital y el convento de san Francisco, colocaron los franceses el 12 de agosto un cañón en la capilla de la virgen de los Ángeles, y los paisanos armaron una escaramuza, de la que resultó ocuparles cinco fusiles.
NOTA 28. [CARTA DEL CONDE DE MONTIJO]
Las tropas enviadas por la junta suprema de Valencia a las órdenes del señor conde de Montijo, sufrieron en su marcha algunos entorpecimientos, según la carta que el mismo dirigió a Palafox, y que para vindicarse pidió se publicase, concebida en estos términos: «Querido amigo: Sabes cuántos, y cuán sagrados vínculos nos unen, y cuán ardientemente te amo desde antes que hubieses dado tantas pruebas de héroe. Pero la intriga, o la casualidad, ha puesto tantos obstáculos a la venida del ejército de Valencia que he traído a tu socorro, que, a pesar de mis esfuerzos, y de los del digno don Felipe Saint-Marc, su general, se ha retardado. Soy deudor a la opinión pública de mi conducta; y son demasiado apreciables los zaragozanos para que yo no desee tengan de mí la que procuro merecer. Así te ruego hagas saber a los habitantes de esa ciudad que no sólo no he tenido parte en la demora del ejército, sino que, a no haber sido el patriotismo de Saint-Marc, y mi resolución y actividad, aun no estaría aquí el ejército; y finalmente, hemos sido detenidos doce días. Todo lo que te haré ver por los documentos originales en permitiéndolo las circunstancias, esto es, antes de cuatro días, si Dios y la Virgen bendicen nuestros proyectos. Paniza 9 de agosto de 1808.= Tu Eugenio.»
NOTA 29. [GACETA DE 16 DE AGOSTO]
Los extraordinarios sucesos del memorable día 4 de agosto, y sucesivos, se anunciaron en la gaceta de 16 del mismo en estos términos: «Después de haber apurado los franceses los medios de apoderarse de Zaragoza con la guerra de la fuerza, y con la de la cobardía, es decir, con la flor de sus tropas, y con las mentiras de sus papeles y proclamas; dejando caer en el campo ejemplares de la soñada constitución de España y reino de no sé qué José Napoleón, parece que volvieron en sí, y trataron de dar el último golpe, y vengarse de la afrenta que recibían cada día que se dilataba la rendición de esta capital. Su despecho era el mayor: por espacio de cincuenta días se habían estado estrellando contra las tapias de esta ciudad, rodeada de cadáveres y sangre francesa. Abierta, indefensa, desarmada, llena de una población grande, descansaba en medio de quince ataques furiosos, y ofrecía a los que la contemplaban de lejos la vista de sus hermosos edificios y torres intactas.
»La ignominia que resultaba contra el ejército francés era patente. Tres mil bombas y granadas que arrojaron, principalmente los primeros días del mes de julio; quince ataques que dieron en el discurso de este sitio; una lluvia incesante de balas de cañón y fusil, con la que tenían en alarma continua a sus habitantes; las amenazas que vomitaban en las cartas que escribían, en lugar de debilitar a los de Zaragoza, les servían de estímulo para doblar su vigilancia y esfuerzo. No sabiendo a qué partido aplicarse; y no atreviéndose a contradecir al que desde Bayona mandaba fuese tomada Zaragoza, se determinaron a salir de una vez de tan larga suspensión, y poner fin a este conflicto. Ya anunciaban hacía días que bajaban de las provincias y reino de Navarra, regimientos de caballería y de infantería, trenes espantosos de artillería, centenares de carros de municiones, bombas y granadas, que habían de reducir a cenizas esta capital. Ya estaba su general Verdier, que juntando al ímpetu del mozo Lefebvre, su atrocidad y sangre fría, había de dar fin a esta empresa: ya los pueblos a donde llegaban sus avanzadas y partidas de descubierta resonaban con las amenazas mas horrendas, y parece que no había escape.
»Llegó el día 4 de agosto, destinado por los generales franceses para la conquista de Zaragoza, y para hacer en ella su entrada en triunfo. Dieron principio con un bombardeo tan espantoso, que los anteriores, comparados con él, parecían cosa leve: para que el horror que causaba el bombardeo, y la multitud de granadas que le acompañaban, fuese el mayor, las dirigían a los edificios y barrios en que causasen mayor consternación; y, contra las leyes de la guerra y de la humanidad, se asestaban al hospital general de esta ciudad, almacén de todas las miserias humanas. Una muchedumbre de heridos y enfermos andaban por las calles medio desnudos huyendo de esta nueva aflicción. Con este aparato de terror avanzaron, amenazando con cuatro ataques, dos falsos, y dos verdaderos. Primeramente hicieron una descarga de la batería que tenían oculta en frente de la puerta de santa Engracia; y fue tal el estrago que causaron sus nueve piezas de artillería, que, quedando muertos, o medio enterrados los artilleros y defensores de la batería, saltaron los franceses sobre ella, obligando a los nuestros a llegar a las manos, y a hacer una resistencia que excedía sus fuerzas. Era imposible en aquel rebato y confusión de cosas suplir la falta de los asistentes a la batería: así, habiéndose dado la mano los que entraron por santa Engracia con los que rompieron por las tapias del cementerio de san Miguel, formaron como un torrente arrebatado, que empezó a tenderse por la calle del Hospital hasta el Coso, y por san Diego a la puerta del Carmen. Muchos de los franceses mas arrojados tuvieron la osadía de adelantarse por el Coso hasta el seminario conciliar; otros por otras calles, tan trasportados de gozo y llenos de orgullo, que gritaban: Sarragosse est nostre: Zaragoza es nuestra.
»Cuando vio la capital los enemigos dentro de sus muros, y muertos, o heridos, los comandantes encargados de su defensa, resuelta a morir o vencer, reuniendo a sus habitantes y a las tropas que la irrupción había rechazado, empezó de nuevo el combate mas heroico. Recogió a los extraviados, cerró sus bocacalles, quebrantó el orgullo de los sitiadores, y les cortó los pasos en mitad de su supuesta victoria. El general, que con sus hermanos había asistido a los puntos del mayor peligro, viendo que el remedio de tantos males dependía de la llegada de las tropas detenidas en Pina, con una marcha, la mas osada y expuesta, fue a buscarlas en persona. Llegó a Osera al oscurecer: a las diez de la noche juntó todas las fuerzas de Guardias españolas, voluntarios de Aragón, voluntarios de Cataluña, Artillería, y cañones; y aquella misma noche vino al socorro de la capital, en la cual entró el marqués de Lazán con el batallón de Guardias españolas, muchas municiones, y otros efectos. El general se quedó en Villamayor, en donde se juntaron como unos seis mil hombres, que, después de haber batido a los franceses, condujo a esta ciudad, en la que entró en medio de las mas vivas aclamaciones.
»Desde este día, que fue el 9 del presente, no hicieron los franceses mas que dar indicios de su flaqueza. Mantuvieron los puntos de santa Engracia, puerta del Carmen, san Diego, san Francisco y Hospital. Encarcelados en aquellas casas y calles, iban muriendo a manos de los nuestros, que les hacían fuego incesante. Las tropas de Cataluña se arrojaron el día 10 a las baterías con arma blanca, y las despojaron de un cañón; lo mismo hicieron los voluntarios de Aragón con un obús. Estas pérdidas, y las órdenes que cada día recibían, les obligaban a desistir de la empresa: no obstante, sus amenazas eran de cada día mayores. Como deseaban con tanta impaciencia domar la constancia de esta ciudad, usaban los generales y la oficialidad de los mayores obsequios con los prisioneros, y con las religiosas de santa Rosa y Recogidas, que tenían cautivas en el convento de las Descalzas de san José. Lefebvre estaba alojado en Torrero; Verdier en los barrios del Carmen, que ocupaba.
»El día 12 y 13 los emplearon en esparcir especies de un ataque el mas atroz, al mismo tiempo que hacían llegar a los oídos del general las proposiciones más lisonjeras de capitulación; ofreciendo que sería la más ventajosa; contentándose con que Zaragoza admitiese a la tropa francesa. Es bien notorio el fin a que se dirigían todas estas lisonjas, de las que se hizo el aprecio merecido, respondiendo a todas ellas con el cañón. Desengañados los franceses de que ni la fuerza, ni la falsedad reducirían a Zaragoza, llamados por los movimientos de Francia, desanimados con los golpes de Andalucía y Castilla, saciaron su rabia revolviendo sus furias contra los edificios del Torrero, contra el convento del Carmen, y contra el de santa Engracia, tumba de los Mártires cesaraugustanos. La noche del 12 al 13 se vieron los incendios del Torrero, y de los barrios de Zaragoza, ardían aquellos monumentos augustos de la antigüedad cristiana, el Hospital general, y el incomparable convento de san Francisco. Para disimular su fuga continuaron su fuego; y a las doce de la noche del 13 dispararon varios cañonazos, y la última de sus granadas.
»Se conocía lo mismo que constaba por los avisos que iban llegando, que los franceses iban a desertar el sitio; pero cuando vino la mañana, quedó descubierta la retirada de los enemigos. Después de dos meses de la mayor opresión, se vio libre Zaragoza: salió a ver por sus ojos la fuga de sus sitiadores: las puertas de santa Engracia, del Carmen y la Quemada, el Torrero, la casa Blanca, las baterías de toda la circunferencia abandonadas, sin descubrirse un francés en toda la comarca. La huida de estos hombres mas es una derrota que una separación, pues todos sus campamentos han quedado cubiertos de víveres, municiones, armas, cañones y obuses; muchas alhajas y ropas del pillaje de los pueblos saqueados; bombas y granadas, y todo género de repuestos. El día 14 de agosto ha sido un día de victoria y de alegría, en que hemos roto las cadenas que quiso echarnos al cuello la tiranía francesa. Los incendios y siete mil bombas han dejado destrozada la séptima parte de la ciudad, y llena de ruinas; pero sus ciudadanos la miran ahora mucho mas hermosa con el grande nombre y eterna fama que éstas le han procurado.»
Esta relación oficial fue la única que circuló por todos los ángulos de la Península; y ya se ve por la que acaba de leerse cuan distante estaba de dar una idea de los sucesos ocurridos en los días mas críticos y apurados, como lo fueron los trascurridos desde el 4 hasta el 13. Esta brevedad, efecto de la escasez de datos, que no era posible reunir en aquellas circunstancias, la suplió la fama aligera, que con cien lenguas iba publicando lo grande e inconcebible de aquellos acontecimientos14. Éntre las víctimas que sacrificaron en su entrada el día 4, lo fueron el ex-provincial fray José Moya, y ocho religiosos franciscanos; la ministra del convento de Altabás sor Engracia Campos; el coronel de dragones del Rey don Pedro del Castillo; el abogado don. Dionisio Trallero, y los relojeros Chatel y Perrina.
NOTA 30. [SOBRE LA JUNTA SUPREMA]
Este suceso es memorable en la gloriosa insurrección española. Apenas se instaló la junta suprema Central, cuando, conociendo el usurpador su importancia e influencia, procuró usar de los ardides que le eran familiares para destruirla. Su táctica, bien conocida, se desplegó de un modo original y asombroso. Comenzaron sus agentes a hacerla la guerra con la pluma, poniendo tachas y defectos a los poderes, criticando la conducta de las juntas provinciales, apoyándose de los actos mas indiferentes, e invocando las leyes para sobrecoger a los incautos. La imprenta, que tantas ventajas ha producido, es un arma que, puesta en ciertas manos, causa estragos en las épocas turbulentas. Los mismos progresos de las luces sirven a las veces para ocultar bajo una hipocresía y política miras atroces y destructoras; y ahora que han trascurrido ya veinte años, podrán conocer los españoles cuál pudo ser el móvil de los escritos que entonces se publicaron, de las tropelías que se cometieron, y de la debilidad de algunos hombres que, por su posición y luces, no debían haberse dejado alucinar tanto, y más sabiendo que la salvación de la patria es la suprema ley; pero el tiempo, calmando las pasiones, descubre por fin la verdad, y hace justicia a los que aquellas denigraron. Lo sensible es que algunos, inclinados a ver las cosas a su manera, hayan coincidido últimamente en iguales extravíos. Los escritores ingleses Southey y Napier, después de aplicarse indebidamente la gloria que fue exclusiva de las juntas particulares y provinciales, las imputan que no querían se estableciese una autoridad suprema que, acallando las tumultuarias pasiones del momento, pudiera, bajo la influencia británica; sostenerse con vigor, por no abandonar el mando: que, recelosas del Consejo, cuyo poder temían, trataron de destruirle: que en los poderes que algunas dieron, prevenían que sus comitentes no habían de votar sino con arreglo a lo que ellas les sugirieran; y cuando las de Sevilla y Valencia se vieron precisadas a reformarlos, les dieron instrucciones reservadas, concebidas bajo la primera idea; y últimamente, que los diputados en la Central no tenían más conocimientos que los de sus provincias; que para darse tono hablaban con exageración, con otras especies ridículas, y solo propias de quien no mira en asuntos de esta clase sino el flanco mas débil, sin tomarse la pena de examinar lo mucho que se ha escrito en el particular. Don José Canga Argüelles en su obra, que ha impreso en Londres en 1829 titulada: Observaciones sobre la historia de la guerra de España, que escribieron los señores Clarke, Southey, Londonderry y Napier, tomo 1º, párrafo 5 y 12, página 151 y 204, refuta victoriosamente semejantes imputaciones: y si los ingleses antes de escribir, hubiesen leído la Exposición que hicieron a las Cortes generales y extraordinarias los individuos de la suprema Junta Central, las Memorias del señor Jovellanos, publicadas en 1811, y otras producciones; si cuando estuvieron en España hubieran conferenciado con personas ilustradas, es regular que fuese su lenguaje el que exige una crítica ajustada, y que no habrían incurrido en semejantes incongruencias.
NOTA 31. [LOS PODERES DE PALAFOX]
Palafox conoció bien que era preciso reconcentrar la autoridad; pero el asunto, como arduo y nuevo, ofrecía graves dificultades, no sólo con respecto a la elección de personas, sino sobre el modo de conferir los poderes. Con este motivo ocurrió lo que queda referido, y como los poderes de Aragón y Navarra contenían la cláusula de darse para el establecimiento de una Regencia; visto en la junta, se devolvieron y se mandaron es esta forma:
«Aragón. In nomine Dei. Amen. Sea a todos manifiesto que yo don José Rebolledo de Palafox y Meci, Bermúdez de Castro, Borja, Gurrea de Aragón, Urrea, Moncayo, Bardají, Moncada, Figueroa de Velasco, Osorio, Evil, Urriés, &c.; oficial mayor de reales Guardias de Corps; brigadier de los reales ejércitos; caballero de la ínclita orden de San Juan de Jerusalén; comendador de Montanchuelos en la de Calatrava; capitán general y gobernador político y militar del reino de Aragón por elección del pueblo; reconocido por aclamación en la junta de cortes celebrada en esta ciudad en 9 de junio último pasado. Digo:
»Que estando próximas a abrirse las sesiones de la Junta Central, compuesta de diputados de todas las provincias de la Península no sojuzgadas por el enemigo, había nombrado en el mío, y para representar a este reino, a los señores don Francisco Rebolledo Palafox y Melci, brigadier de los reales ejércitos, y don Lorenzo Calvo, intendente general del mismo; dándoles las instrucciones que estimé más convenientes para el logro de los fines comunes, y a las que debían conformarse; pero siendo sin tal restricción, ni semejante limitación los poderes que habían presentado la mayor parte de los diputados, se hace necesario que a los ya nombrados de este reino se les deje la misma ampliación en los que les debiera.
»En consecuencia, declaro que doy mi representación, y las facultades más amplias e ilimitadas a los señores expresados don Francisco Rebolledo de Palafox y Melci, y don Lorenzo Calvo, para que con la misma libertad que los que más de los señores diputados en la Junta Central puedan proponer, deliberar, aprobar, reponer, reformar, y hacer todo lo que les pareciere y creyesen en su conciencia ser más útil y provechoso a la patria en general, y a este reino en particular, mas conducente a redimir la persona de nuestro soberano Fernando VII y restablecerle en su trono, y más conforme a los verdaderos intereses, defensa y felicidad de la España y sus Indias. Pues el poder que para todo ella, cada cosa y parte necesitan, les confiero por el presente, el mas amplio, cumplido y bastante que puedo y debo, sin limitación ni restricción; y prometo haber por firme y válido cuanto en virtud de él hicieren y otorgaren; y no revocar en tiempo, ni por ningún motivo, bajo la obligación que a ello hago de mis bienes y rentas, habidas y por haber.
»Hecho fue lo sobredicho en la ciudad de Zaragoza, capital del reino de Aragón, a 26 días del mes de septiembre del año, contado del nacimiento de nuestro señor Jesucristo, 1808; siendo presentes por testigos el coronel don Fernando Butrón, y el teniente coronel don Joaquín García, ambos residentes en la expresada ciudad. Queda firmado este poder en papel del sello cuarto en su nota original, según fuero de Aragón y reales órdenes.»
El día siguiente al otorgamiento de este poder convocó el excelentísimo señor don José Palafox, gobernador, jefe político y militar de este reino, una junta general, compuesta de los individuos que fueron elegidos para la junta suprema establecida en las cortes que se celebraron el mes de junio anterior, de los ministros del real Acuerdo, del teniente corregidor e individuos del ilustre Ayuntamiento, con asistencia de los diputados y síndico procurador general, de una diputación del Cabildo eclesiástico, de los lumineros de las parroquias, y del capitán don Mariano Cerezo: en ella presentó el citado poder, «y expuso las razones que motivaban esta nueva disposición, para que, enterada la junta, le propusiese y deliberase lo que estimase más conveniente: y después de una madura y detenida reflexión, manifestaron todos los señores vocales unánimemente no tenían que proponer cosa alguna en contrario, antes bien estaban prontos a aprobar y ratificar dicho poder; como en efecto, ante mí el escribano y testigos dijeron lo aprobaban y ratificaban en todo y por todo, en la mejor y más cumplida forma que podían y debían hacerlo; prometiendo estar a su observancia y cumplimiento, y no contravenir, ni revocarlo en manera alguna, bajo la obligación de sus bienes y rentas, muebles y raíces, habidos y por haber. Hecho fue lo sobredicho en la ciudad de Zaragoza a 27 días del mes de septiembre de 1808; siendo testigos el coronel don Manuel de Ena, y el teniente coronel don Joaquín García, ambos residentes en esta ciudad. Está firmada la adición con iguales formalidades que el poder; y todo autorizado por don Francisco López, escribano real de S. M., del número del corregimiento y juzgados ordinario y provincia de la ciudad de Zaragoza, y principal de guerra del ejército y reino de Aragón, y comprobado con la legalización de tres escribanos del Colegio de la referida ciudad de Zaragoza.»15
NOTA 32. [ALOCUCIÓN DEL GOBERNADOR DE MOSCÚ]
Alocución que el conde de Rastopchin, gobernador de' Moscú, dirigió a las personas más ilustradas y ricas para enterarles de la aproximación de los franceses.16
«¡Valerosos moscovitas! Nuestro enemigo se acerca, y ya oís rugir su artillería no lejos de nuestros arrabales: El perverso quiere derribar un trono cuyo esplendor ofusca el suyo. Hemos cedido el terreno, pero no hemos sido vencidos. Bien sabéis que nuestro imperio, a imitación de nuestros antepasados, reside en nuestro campo. Nuestros ejércitos están casi intactos, y cada día se refuerzan con nueva gente, mientras que los del pérfido, por el contrario, vienen exhaustos y aniquilados: el insensato pensaba que su águila victoriosa, después de andar errante desde las orillas del Tajo hasta las del Volga, podría despedazar a la que, criada en el seno del Kremlin, ha alzado su rápido vuelo, y cerniéndose sobre nuestras cabezas, extiende una de sus alas hasta el polo, y la otra hasta más allá del Bósforo. Tengamos perseverancia, y me atrevo a aseguraros que la patria saldrá del seno de sus ruinas mas grande y majestuosa. Para conseguir tan grandes efectos, pensad, amigos, que es preciso hacer grandes sacrificios, y renunciar a lo más amado. Dad hoy pruebas de que sois los dignos émulos de los Pojarskis, de los Palitsires y de los Minines, quienes, en tiempos todavía más desgraciados, establecieron a fuerza de valor la creencia de que el Kremlin era sagrado. Mantened esta piadosa tradición; y para defenderla, arme cada uno su brazo contra el cruel enemigo, que quiere destruir nuestro imperio y saquear nuestros altares. Para alcanzar la victoria, todo se ha de sacrificar, pues sin ella, perderéis vuestro honor, vuestros bienes, y vuestra independencia. Pero si, por efecto de la ira celestial, permite Dios por un instante que el crimen triunfe, acordaos que el deber mas sagrado vuestro es huir a los desiertos, y abandonar una tierra, que no será vuestra patria desde el punto en que la mancillen vuestros opresores. Los moradores de Zaragoza, teniendo siempre ante sus ojos el valor inmortal de sus abuelos, quienes, por no sujetarse al yugo de los romanos, encendieron una hoguera y sepultaron en ella sus bienes, sus familias, y ellos mismos, han preferido morir entre las ruinas de su ciudad antes que doblarse a la injusticia. Hoy la misma tiranía nos amenaza con sus horrores. Haced, pues, ver al universo que el ejemplo memorable de la España no ha sido perdido para la Rusia.»
A este discurso se siguió la más violenta agitación: todos los senadores lo aplaudieron; y, a excepción de siete, votaron que se quemase Moscú. Luego que el pueblo supo esta resolución, corrió por las calles principales gritando, instigado de la nobleza, que era mejor perecer que vivir sin patria y sin religión. Aquellos a quienes naturaleza había negado el valor, se metían en sus casas para librar del peligro a sus familias: unos huían, yéndose a los montes, sin miedo al hambre y a la muerte; otros, al contrario, juraban defender la ciudad, o se iban con el ejército, que se retiraba. Los demás acudían a las armas, y se refugiaron en el Kremlin, mientras que otros, más exasperados, fueron con hachas a pegar fuego a la Bolsa, que encerraba riquezas inmensas, y podría el ejército francés hallar en ella con que subsistir todo el invierno.
ESTADO DE LOS HERIDOS EN LA ACCIÓN DEL 15 DE JUNIO DE 1808, CONOCIDA POR LA BATALLA DE LAS ERAS.
La H denota herido, la Q quemado, la C contuso.
El teniente coronel de dragones del Rey don Pedro del Castillo, fracturadas dos costillas.
E1 teniente de idem don Jacinto Irrisarri H.
E1 teniente de paisanos don Mariano Palacio C.
El ayudante del tercero de fusileros don Joaquín Montalván C.
E1 alférez retirado don Esteban Retamar H.
El oficial de paisanos don Juan Sandoval C.
Artilleros.
Juan Araujo Q.
Francisco Valles Q.
Felipe Campo H.
José Alauste Q.
Manuel Sierra C.
Tomás Arribas Q.
Eusebio de la Fuente Q.
Miguel Ciria Q.
Alejandro Ruiz H.
Martín Muñoz Q.
Toribio Lostao H.
José Jiménez Q.
Manuel del Rio Q.
Nicolás García Q.
Ildefonso Burgos H.
Fausto Ramírez Q.
Pascual Marco H.
Dragones del Rey
Vicente Forner G.
Juan Arias H.
José Conde H.
Francisco Amian H.
Voluntarios.
Prudencio Vela H.
Íñigo Casao H.
Antonio Espinosa H.
Mariano Fraile H.
Antonio Embi H.
Regimiento de Tarragona
Ramón Omení H.
Pedro Cruel H.
Walonas y Suizos.
Alejandro Piedrafita H.
Luis Dispe H.
Alejandro Crusc H.
Miguel Gullet H.
José Riche H.
Francisco Galiot H.
Antonio Virac H.
Regimiento de Borbón.
Laureano Grajal H.
Religiosos
Dos frailes franciscos H.
Uno agustino Q.
Paisanos
Salvador Pintre H.
Francisco Esteban H.
José González H.
Atanasio Martínez H.
Manuel Fuste H.
Joaquín Bailo H.
Manuel Trillas H.
Ignacio Aramburo H.
Domingo Ubeño H.
Tomás Serrano H.
Mauricio Jiménez H.
Miguel Tallero H.
Pedro Lerin H.
Manuel Maurillo H.
Manuel Cortés H.
Francisco Miguel H.
Mariano Lamarca H.
Lorenzo Arroyo H.
Nicasio Chueca H.
Sebastian Lezcano H.
Miguel Martín H.
Miguel Grao H.
Antonio Buendía H.
Antonio Andia H.
Rafael Felipe H.
Rafael Herrero C.
Pedro la Bastida H.
Juan Estella H.
Francisco Bailo C.
José Almenara H.
José Morcate H.
Mariano Viana H.
Antonio Jirez H.
Pablo Lobateda H.
Benito Lazuña H.
Manuel Amuel H.
Bernardo .Calvete H.
José Sierra H.
Antonio Jiménez Q.
Agustín López Q.
Tomás Domínguez. .
Antonio Belio H.
Francisco Plot H.
Blas Gálvez Q.
Fermín Villagrasa H.
Juan Arren H.
Francisco Lastarras H.
Juan de Gracia H.
Pedro Roy H.
Francisco Pascual H.
Felipe Villar H.
Mariano la Fuente H.
Diego Mencio H.
Juan Matías H.
Pedro Robles H.
Juan de Gracia H.
José Lorens H.
Luis la Lana H.
Manuel Valls H.
Pascual Gracia H.
Miguel Andrés H.
Antonio Royo H.
Manuel Llorens H.
Melchor Layus H.
Jerónimo Brase H.
Pedro Poyo C.
Bruno Vio H.
Miguel Castillo H.
Miguel Fatuarle H.
Valero Alaber H.
Joaquín Félix H.
Pedro Cervera H.
Agustín Salaifran H.
Mariano Castellon H.
Pablo Juna H.
Matías Ribera H.
Manuel Beria H.
Antonio Tomás H.
Juan Corolla C.
Dionisio García Q.
Silvestre Lerete H.
Blas Cortés H.
Manuel Uson H.
Pablo Mañero H.
José Esteban H.
Miguel Gálvez H.
Joaquín Vielsun H.
Serafín González H.
Gabriel Ruiz H.
Ramón Loscos H.
Mariano Ibáñez H.
Joaquín Marco H.
Antonio Satulana Q.
Francisco Be H.
Camilo Alonso H.
Pedro Fortane H.
Joaquín la Sala H.
Juan Ejea H.
Mariano Sancho H.
Antonio Mora H.
Manuel Causa H.
Manuel Serrano H.
Antonio Oliete C.
Joaquín de Gracia H.
Juan Ibáñez H.
Francisco Casa-mediana H.
Joaquín Gros H.
Matías Buñon H.
Antonio Fistago H.
Domingo Muñoz H.
Bernardo Martínez H.
Manuel Ardid H.
Antonio Calvo H.
José Giiiés H.
Lucas Ciría H.
José Mijeljona H.
Esteban Melus H.
Valero Miguel H.
Jose Baquero H.
Mariano Ramírez H.
José Sauz H.
Carlos Ordoñez H.
Manuel Soria H.
Juan Martín H.
Mateo Valero H.
Tomás de Gracia H.
Manuel Gil H.
Celestino Jamundi H.
Ambrosio Sabio H.
Baltasar López H.
Dos paisanos Q.
Dos prisioneros H.
Asciende el número de heridos a ciento setenta y siete. Zaragoza 24 de junio de 1808.= Serafín Rincón.
ESTADO DE LAS FUERZAS FRANCESAS QUE, SEGÚN EL GENERAL FOY, HABÍA EN ESPAÑA EN EL MES DE MAYO DE 1808
Al mando de Junot — 24.978 hombres — 1.771 caballos
Al de Dupont — 24.428 hombres — 4.050 caballos
Al de Moncey — 29.341 hombres — 3.860 caballos
Al de Bessieres — 19.036 hombres — 1.881 caballos
Al de Duhesme — 12.724 hombres — 2.033 caballos
Guardia imperial — 6.412 hombres — 3.300 caballos
Total — 116.919 hombres — 16.895 caballos
Estos ejércitos constaban en abril de 1808 de las siguientes divisiones:
——Batallones——Escuadrones——Compañías——
1º—25 infantería—11 caballería—11½ artillería—2 equipaje
2º—18 id. 3comp.—11 caballería—3¾ artillería
3º—27 infantería———————2 artillería
4º—51 infantería—10 caballería—5 artillería
5º—10 infantería—8 caballería—2 artillería
RESUMEN GENERAL DEL ESTADO QUE DESCRIBE LA ORGANIZACIÓN Y FUERZA DEL EJÉRCITO PERMANENTE ESPAÑOL, Y LA DE LOS CUERPOS DE MILICIAS PROVINCIALES EN MAYO DE 1808
ESTADO DE LAS FUERZAS QUE HABÍA EN ZARAGOZA A PRINCIPIOS DE JUNIO DE 1808, POCOS DÍAS DESPUÉS DE HABERSE PRONUNCIADO POR LA JUSTA CAUSA, Y POCO ANTES DE SER ATACADA POR EL GENERAL LEFEBVRE
De cuerpos veteranos o del ejército
Voluntarios de Aragón que se hallaban de bandera de los dos batallones—300 de tropa.
Id. que estaban de partida de varios cuerpos—456.
Reclutas de los cuerpos de voluntarios de Aragón—157.
Dragones del Rey—300—90 caballos.
Artilleros y zapadores—250.
Del nuevo alistamiento
Cinco tercios de paisanos reglamentados, a mil hombres cada uno—5.000.
Dos tercios de fusileros, de a mil hombres—2.000.
Compañías de Obispo—400.
Total—8.863 de tropa—90 caballos.
Nota. Había en la plaza a principios de mayo en clase de agregados 6 coroneles, 12 graduados de coronel, 7 tenientes coroneles, 33 capitanes, 46 tenientes, y 11 subtenientes. La compañía de fusileros de Aragón constaba de 5 oficiales, 11 sargentos, 21 cabos, y 168 soldados. Las partidas de recluta, y en comisiones, se componían de 5 capitanes, 23 subalternos, 41 sargentos, tres tambores, 70 cabos, 383 soldados, y 157 reclutas. Con este pie, y los que empezaron a llegar de otras provincias, se formó el ejército de Aragón.
Plana mayor
Capitán general de la provincia, y general en jefe: don José Palafox y Melci.
Segundo: el teniente general marqués de Lazán.
Mayor general de infantería: el brigadier don José Obispo.
ESTADO DE LA FUERZA Y ARMAMENTO QUE TENÍA EL EJÉRCITO DEL REINO DE ARAGÓN EN 13 DE AGOSTO DE 1808
DOCUMENTOS PUBLICADOS E INÉDITOS QUE SE HAN TENIDO PRESENTES PARA ESCRIBIR LA HISTORIA DE LOS DOS SITIOS.
Los diarios. gacetas, bandos, proclamas. y manifiestos que se dieron a luz desde el 1º de mayo de 1808 hasta el 26 de febrero de 1809 inclusive.
Los números 28, 29 y 30 de los días 3,10 y 17 de agosto de 1809 del Semanaria patriótico, en los que se halla una relación de lo ocurrido en el segundo sitio; por el señor don Pedro María Ric, barón de Valdeolivos, regente de la audiencia de Aragón.
Un impreso sin título, fechada en Murcia a 20 de agosto de 1809, con una adición, o notas;. firmado en Palma a 20 de octubre de 1811 por el general don Luis. Gonzaga de Villaba, comandante de artillería.
El Apéndice al cuadro de la España, que en 1812 dio a luz el coronel don Ignacio Garciny, intendente del ejército y reino de Aragón,
Defensa de Zaragoza, o relación de los dos sitios que sostuvo en 1808 y 1809; por don Manuel Caballero, teniente coronel de ingenieros, y empleado en dicha plaza; y la traducción que hizo en francés M. L. V. Angliviel de la Beaumelle.
Memorias para la formación de la historia militar de la guerra de España. y resumen de lo que ocurrió en el segundo sitio; por el coronel de los reales ejércitos don Fernando García de Marín.
El Manifiesto del general don Francisco Javier Castaños, fecho en san Jerónimo de Buenavista a 6 de enero de 1809.
Observaciones sobre la historia de la guerra de España, que escribieron los señores Clarke, Southey, Londonderry y Napier; por don José Canga Argüelles.
Historia del asedio de Zaragoza; por el doctor don Ignacio de Asso. Comenzó a imprimirse, pero la venida. de los. franceses impidió llevarse adelante. y quedó inédita.
Sucinta relación de las obras ofensivas y defensivas que se han ejecutado durante el sitio de la ciudad de Zaragoza en el año 1808, escrita de orden del comandante del real cuerpo de ingenieros de la misma plaza por un oficial del expresado real cuerpo; dedicada a la memoria del general Urrutia. Este manuscrito lo proporcionó el señor don Antonio Cornel. ministro que fue de la Guerra, con fecha en Palma 15 de abril de 1814.
Campaña de verano del año de 1808 en los reinos de Aragón y Navarra; por el teniente general marqués de Lazán: inédito.
Excesos de valor y patriotismo. o relación de lo ocurrido en los dos sitios de Zaragoza, para que sirva de comentario a la historia general; por el doctor don Miguel Pérez y Otal, beneficiado de la Magdalena: inédito.
Relación de los sitios de Zaragoza y Tortosa, en francés; por el señor barón Rogniat, teniente general del ejército francés, e inspector de las fortificaciones.
La traducción con notas que hizo de esta obra don Pedro Ferrer Casaus.
La Gaceta de Francia de 28 de septiembre de 1814, en que se anunció la referida obra. La traducción que hizo del artículo el coronel don José Herrera Dávila. y las notas de don Fernando García de Marín, que todo lo incluyen las citadas Memorias.
Diario histórico del segundo sitio de Zaragoza, en francés; por el señor Daudebard de Ferusac, comandante de batallón. y del estado mayor.
Memorias del Mariscal Suchet sobre sus campañas en España desde 1808 a 1814, escritas por el mismo en francés.
NOTA.
Sobre los sitios de Zaragoza se han publicado el poema épico, titulado: La Iberiada; por el padre fray Ramón Valvidares y Longo, monje jerónimo del monasterio de Bornos; y el que compuso el señor don Francisco Martínez de la Rosa para disputar el premio que ofreció la suprema Junta Central poco después de acaecida su rendición. Se cree fue éste elegido para que recayese en él por los señores don Melchor Gaspar de Jovellanos y don Manuel José Quintana, que disfrutan de una justa nombradía; pero se retardó la adjudicación, y las desgracias sobrevenidas hicieron que su autor lo imprimiese en Londres por el año de 1811. Se halla inserto en el tomo 3º de sus obras. impresas en París año de 1827.