XIX

RADHEYA Y KUNTI

Al día siguiente de que Krishna se fuera hacia Upaplavya, después de su fracaso de intento de paz, Vidura, que se sentía muy infeliz, estaba comentando los acontecimientos de la corte con Kunti y le dijo:

—Estoy muy preocupado por la estúpida obstinación de Duryodhana. El pobre Yudishthira quiere hacer la paz con él, pero Duryodhana se niega. Yudishthira tiene ahora un ejército poderoso y no hay duda de que va a ganar la guerra. Hemos tratado una y otra vez de convencer a Duryodhana de que está equivocado y que es absurdo persistir en esta enemistad, pero él sólo escucha los consejos de Sakuni, Dussasana y Radheya. Me siento tan preocupado pensando en la futura destrucción, que no he podido dormir durante las últimas noches.

Kunti escuchaba en silencio y no podía apartar de su mente los pensamientos de la guerra, sabía que sus hijos eran poderosos, pero tenía miedo del ejército de los kurus, tenía miedo porque Bishma había sido elegido comandante del ejército. Su otra fuente de preocupación era su hijo Radheya. El odio de Duryodhana por los pandavas no era tan terrible como el odio que Radheya sentía por Arjuna. Se dijo a sí misma: "Creo que iré a Radheya y le contaré sobre su nacimiento, le diré que es el hermano de los pandavas y trataré de ganarle para la causa de Yudishthira. Le pediré un don como madre suya, él es un hombre noble, sabiendo que soy su madre no podrá negarme nada.

Decidiendo esto, Kunti se dirigió sola a las orillas del Ganges. Sabía que Radheya estaría allí adorando al sol al mediodía, vio a Radheya con los brazos en alto, con los ojos cerrados, y con su rostro dirigido hacia el sol y se quedó de pie detrás de él. Los rayos del sol eran demasiado ardientes y se protegió con la parte superior del vestido de su hijo, y así esperó hasta que acabó su adoración.

Su meditación había acabado, se dio vuelta y encontró a una extraña mujer cobijada bajo sus vestiduras. Parecía una guirnalda de lotos marchita y Radheya se preocupó por ella.

La hizo sentarse a la sombra y se inclinó ante ella, diciéndole —Soy Radheya, el hijo de Atiratha, ¿qué puedo hacer por tí? Pareces ser una dama que no está acostumbrada a las penalidades. Por favor, dime lo que quieres, usualmente otorgo dones a aquellos que se dirigen a mí en este momento del día. Hazme saber qué debo hacer.

Kunti le miró una y otra vez. Desde aquel día que estuvo observándole por largo rato antes de colocarlo en la caja de madera, no lo había vuelto a ver. Sus ojos estaban llenos de lágrimas y su vestido estaba húmedo por su amargo llanto. Todavía le miraba y él seguía esperando que ella hablara. Finalmente le habló diciéndole:

—Quizá me conozcas o quizá no, pero me he dirigido a ti para pedirte un don.

Radheya la miró durante mucho rato y le dijo:

—No te conozco, pero siento que te conozco, siento como si te hubiera conocido toda mi vida. Tu cuerpo, tus lágrimas, tu triste voz, todo eso me parece muy familiar. Pero no puedo decir cuándo te he visto durante mi vida, estoy tratando de recordar. —Tenía las cejas fruncidas por la confusión en que se encontraba. Ella esperó a que hablara. De repente Radheya gritó:¡Ya lo tengo!, tú eres la mujer de mis sueños, ¡te conozco!

Kunti le sonrió dulcemente y le dijo: —¿Qué estás diciendo?, no comprendo. ¿Podrías decirme lo que quieres decir por la mujer de tus sueños? Me sentaré y te escucharé, no tengo prisa, he venido a pasar un rato contigo.

Los ojos de Radheya adoptaron una extraña expresión, luego dijo:

—Es muy extraño, nunca le he hablado a nadie sobre esta mujer de mis sueños, excepto a mi madre Radha. Sin embargo, mirándote siento deseos de contarte todo. Siento que comprenderás los sentimientos de mi corazón. Te lo diré. Quizá lo sepas y quizá no, pero mi nombre es Radheya y el nombre de mi madre es Radha, pero, sin embargo, ella no es mi madre. No fue ella quien me dio a luz. Mi padre Atiratha me encontró flotando sobre el río Ganges. Fue este río el que me llevó hacia mis padres. Mi padre me llevó a su esposa Radha y fui entregado a ella como un regalo. Por eso me llamó Radheya. Mi verdadera madre, siento decirlo, me abandonó al nacer. Así que siempre he sido Radheya. Pero siempre me intrigó cuál era mi verdadero origen, siempre que me iba a dormir, me acosaba un mismo sueño: veía a una mujer que iba vestida con costosos vestidos, iba vestida como una princesa y su rostro estaba siempre oculto por un velo. Yo estaba tendido y ella se inclinaba sobre mí y las cálidas lágrimas de sus ojos me quemaban. Yo me levantaba y le preguntaba: ¿Quién eres?, ¿por qué lloras así sobre mí? Y ella con una voz entrecortada por las lágrimas me decía: "Lloro por la injusticia que te he hecho. Anhelo tenerte, pero tú nunca serás mío, por eso lloro. Sólo puedo hablarte en mis sueños, sólo en tus sueños y en los míos. Esta es la única forma en que puedo calmar el pulso de mi corazón." Ella trataba de irse y yo la perseguía; trataba de levantar su velo y le gritaba: "¿Quién eres?, muéstrame tu rostro, quiero verte. No te vayas sin responder mi pregunta, ¿quién eres?" Pero esta mujer de mis sueños se desvanecía como un fantasma asustado. Esa es la mujer de mis sueños. Según pasaron los años, la mujer de mis sueños sólo me frecuentaba de vez en cuando. No se me aparecía tan a menudo y tan vívidamente. Y gradualmente dejó de visitarme.'Esta mujer dejó mis sueños hace mucho tiempo, creo que era mi madre la que a mí venía. Al principio pensaba en mí muy a menudo, y según pasaron los años sus pensamientos sobre mí decrecieron; y cuando tuvo más hijos, ya no pensaba o no quería pensar en mí. Así es como me he explicado esos extraños sueños, pero tú te pareces mucho a esa madre de mis sueños. ¿Quién eres?, ¿qué es lo que quieres?

Kunti tenía su cabeza inclinada y no podía mirar a este hijo que nunca pudo ser su hijo.

No sabía cómo decirle quién era, reflexionó por un momento y le dijo:

—Tienes razón, yo soy la mujer de tus sueños, yo soy tu madre. —Se detuvo, pero antes de que Radheya pudiera decir una sola palabra continuó:— Soy Kunti, la madre de los cinco pandavas, tú eres mi primer hijo.

Radheya dijo: —¡Kunti Devi, la madre de los grandes pandavas ha venido a ver a su hijo Radheya para pedirle un don! ¿Estoy despierto o estoy dormido? ¡Quizás estoy soñando de nuevoy la mujer de mis sueños ha venido de nuevo a mí! —El la miraba a ella y ella le miraba a él. Un momento después estaban abrazados el uno al otro. Las lágrimas de Kunti empaparon a Radheya, él la miró y le dijo:— Después de todo has venido, ¡si supieras cuánto he anhelado este momento!, ¡si supieras cuánto he soñado este momento! ¡si supieras cuántas veces he vivido en mi mente este momento! He pensado en ti mucho más a menudo de lo que tú has pensado en mí. He estado anhelando una mirada de tus ojos ocultos por ese velo tuyo que tanto me intrigaba; ¡madre!, ¡mi madre!, ¡la madre que me trajo a este mundo!, ¡la madre que me hizo ver por primera vez a mi amado señor, el sol! Madre, ¿por qué has estado alejada de mí durante tanto tiempo?, ¿por qué me has hecho infeliz durante todos estos años? Después de todo, no pedía demasiado, sólo quería verte. Pero has venido ahora y te has atrevido a aceptarme como tu hijo.

Kunti, sobresaltada, volvió sus ojos hacia Radheya; él sonrió y le dijo:

—Sí, madre, sé quién soy. Sé que tú y el sol sois mis padres, sé que tenías miedo de conservarme y me arrojaste al río.

Kunti estaba sorprendida y le dijo: —¡Pero yo ni soñaba que lo supieras! ¿Cómo lo supiste? ¿Cuándo lo supiste? Y sabiéndolo, ¿por qué no viniste a mí? ¿Por qué esperaste a que yo viniera a ti?

Radheya la miró resueltamente y le dijo:

—Madre, lo supe ayer, Krishna me contó la historia de mi vida, pero no hablemos de eso ahora. Ven, madre; sentémonos y estemos juntos, esta felicidad no durará mucho, déjame apurar la copa de la dicha hasta la última gota. Me siento feliz de tener a mi madre a mi lado, déjame apoyar mi cabeza en tu regazo, déjame estar así durante algún tiempo, por favor, no disturbes estos dichosos momentos con palabras: las palabras, madre, llaman al dolor, quiero estar en silencio.

Colocó la cabeza en el regazo de su madre y cerró los ojos. Así se estuvieron quizá durante unos momentos, o quizá durante horas. Ella había encontrado a su hijo perdido durante largo tiempo y él había encontrado a su madre. Era un momento sagrado y durante esos escasos momentos, fueron muy felices.

De repente Radheya se levantó y le dijo:

—Te agradezco tu bondad, madre, he sido muy feliz durante estos últimos momentos, pero ahora tengo que levantarme de este sueño de paz, ¿dime, por qué has venido a mí? ¿Cuál es el don que querías pedirme? Radheya espera tus órdenes.

Kunti le miró y le dijo: —¡No te llames Radheya nunca más! ¡por favor no te llames a ti mismo Radheya, estando yo aquí! tú eres Kaunteya, el primer hijo de Kunti, estoy orgullosa de llamarte hijo mío. Ahora tengo seis hijos y no cinco, me siento muy feliz. Radheya la miró con sus ojos llenos de lágrimas y le dijo: —Madre, oh madre, ¿por qué has venido a mí ahora para decirme esto? ¿No te das cuenta que estoy anhelando que me llamen por el nombre de Kaunteya? Soy el hijo de Kunti y Surya y estaría orgulloso de ser conocido por el nombre de Kaunteya. Estoy orgulloso de mis padres y, sin embargo, tendré que seguir llamándome Radheya hasta que muera. ¿Madre, no te das cuenta de lo infeliz que soy? Pero no importa, hablemos del presente, querías pedirme un don; dime lo que es, si está en mi poder otorgártelo y si no va contra mi buen nombre en este mundo, me sentiré feliz de tener el privilegio de otorgar un don a mi madre.

Kunti permaneció en silencio durante largo tiempo, se quitó las lágrimas de sus ojos y le dijo:

—Hijo mío, has estado sufriendo muchas ignominias durante todos estos años y eso ocurrió porque el mundo no sabía que tú eres el hijo de Turya y Kunti, ahora se han acabado tus malos tiempos. Sin saber que son tus hermanos, has estado odiando a los pandavas lo mismo que Duryodhana, pero ahora sabes quién eres, no es justo que luches contra tus hermanos, debes venir conmigo, yo te llevaré junto a los pandavas. Tú serás el rey del mundo y tus hermanos te adorarán, hallarás la paz y la felicidad en la compañía de Yudishthira. No debes quedarte más tiempo con Duryodhana, ven conmigo y alegra mi corazón, éste es el don que te pido.

Los ojos de Radheya brillaban por las lágrimas contenidas, miró a Kunti y le dijo: —¡En dos días dos nobles personas me han ofrecido el mundo, viniendo a mí y tentándome con la aseveración de que el noble Yudishthira me serviría! ¡Los caminos del destino son en verdad muy extraños! Pero no tengo tiempo de pensar ahora en todo eso.

Dime, mi queridísima madre, ¿qué ocurriría si ahora me fuera contigo?

—No temas —dijo Kunti—, te unirías con Arjuna, al que has estado odiando durante todos estos años. Los pandavas le ganarán el mundo entero a Duryodhana y tú lo gobernarás, ya que eres el mayor de los pandavas. Que los kurus vean el gran encuentro entre Arjuna y su hermano, perdido durante tanto tiempo. Ambos seréis como Krishna y Balarama, si estáis unidos, ¿quién puede venceros? Tú serás el señor de este mundo, ya no serás nunca más un sutaputra.

Radheya oyó una voz desde los cielos, era la voz de su padre Surya que le decía:

—Escucha a tu madre, hijo mío, es por tu bien, haz lo que te dice y ten una larga vida, te suplico que hagas lo que ella te dice.

Radheya oyó todo esto y, sin embargo, permaneció inmutable. Miró larga y detenidamente a su madre y finalmente le dijo:

—Madre, ¡si supieras lo enfadado que he estado contigo durante todos estos años!; he estado cobijando ira contra mi desconocida madre que me hizo tanta injusticia en el momento en que nací. Por esta injusticia, fue arruinado mi nombre, mi reputación, mi vida y mi todo.

He estado deseando hacerte mil preguntas y derramar así toda mi amargura, pero ahora, mirándote, toda mi ira ha desaparecido, desvaneciéndose como la nieve en la arena del desierto. Madre, mi corazón está lleno de una tristeza infinita, ahora está lleno de anhelo por tu amor y por tu dulce voz. He amado a mi madre Radha más que a ninguna otra persona, pero incluso ese amor amenaza con languidecer frente a este nuevo amor que me desborda.

Mi corazón está inundado de amor por mis hermanos a los que no conocía hasta ahora.

Madre, ¿puede ser el amor de una madre tan maravilloso como para todo eso? Mi corazón está a punto de estallar con el amor encendido que ha nacido nuevamente en mí.

Kunti y Radheya se abrazaron el uno al otro una y otra vez y el sol sonrió contemplando este encuentro entre madre e hijo.

Kunti dijo:

—Ven, hijo mío, ven conmigo y únete a tus hermanos, ven.

Radheya estaba sollozando de angustia y dijo: —No, madre, no puedo ir, no debo ir.

Kunti estaba sorprendida por el tono de las palabras de Radheya y le dijo: —¿Por qué dices eso, hijo mío, ahora que sabes que los pandavas son tus hermanos no querrás quedarte con Duryodhana?

Radheya dijo:

—Sí, madre, me quedaré al lado de Duryodhana. El ha sido mi amigo durante todos estos años, durante todos estos años en los que no has pensado en el hijo al que abandonaste en el río, Duryodhana ha sido mi único amigo. Fui marcado para siempre con el estigma de sutaputra, nadie me ha tratado con afecto o respeto por ser lo que era. He estado solo en el mundo y he sido tratado como un perro bajo el nombre de "Radheya el sutaputra". Mi nacimiento ha sido mi ruina. Dondequiera que iba, mi nombre iba delante de mí y no se me daba la bienvenida en ningún lugar. Drona no me enseñó a usar el arco por ser un sutaputra, fui a Bhargava y él me enseñó, pero sólo porque le dije que era un brahmán. Cuando supo que era un sutaputra, me maldijo. Herido por todo esto, fui a Hastinapura. Llegué el día del torneo. —Radheya miró a Kunti y vio su cuerpo temblando de agitación como si recordara algo doloroso. De sus ojos salían lágrimas frescas. Radheya le dijo:— Madre, ¿no me reconociste entonces? El día del torneo, cuando entré en la arena, debiste verme y reconocerme. No hay madre que no pueda reconocer a su hijo, entonces tenía el kavacha y los kundalas. Debiste haberme reconocido entonces, pero por razones que tú conocerás, no le hablaste a nadie de mí, no te preguntaré porqué, te he encontrado después de todos estos años y no dejaré que mis palabras te hieran; te quiero, madre mía, y te agradezco que me digas que me amas. Pero me estoy desviando de lo que te estaba diciendo. El día del torneo, mientras Bhima y Arjuna me estaban insultando por ser un sutaputra, Duryodhana vino a mi rescate. El me proclamó como su amigo y me hizo rey de Anga. Quería mi corazón a cambio de lo que hizo y mi corazón ha sido suyo desde entonces. Una vez le prometí que haría por él cualquier cosa, aunque fuera la cosa más imposible, he amado a Duryodhana y él me ha amado como nadie más lo haya hecho hasta ahora.

"Madre, ojalá pudieras mirar dentro de mi corazón, podrías ver qué horrible tumulto está surgiendo ahí. Nunca pensé que podría encontrar ningún otro amor que el de mi querido amigo Duryodhana. Pero hoy mi corazón está anhelando ir hacia Yudishthira y proclamarle como mi hermano. Arjuna, a quien he estado odiando durante todos estos años, mi más amargo enemigo, ahora se me aparece ante el ojo de mi mente como un niño cariñoso tendiéndome sus manos con afecto. Madre, mi corazón está estallando de cariño por mis nuevos hermanos a los que he encontrado y por mi madre a la que perdí hace tanto tiempo, daría cualquier cosa por estar con todos vosotros, pero no puede ser.

Kunti miró su rostro turbado por el dolor, mientras sus lágrimas la ahogaban, y le dijo: —¿Por qué dices que no puede ser? Siempre te he querido, siempre que Arjuna hablaba de ti como Radheya el sutaputra mi corazón se rompía de infelicidad y dolor por la injusticia que te había hecho, pero ahora no me importa lo que diga la gente, tengo coraje suficiente como para enfrentarme a los ojos burlones del mundo. Mi corazón ha estado vacío durante todos estos años, a pesar de que soy la madre de cinco hijos, cinco héroes. Ven conmigo y llena este vacío.

Radheya tomó su cara entre sus manos y secó sus lágrimas, diciéndole:

—Madre, no puedo ir, le debo algo a Duryodhana. La deuda del amor y la gratitud es la deuda más difícil de pagar, lo sabía, pero nunca imaginé que fuera tan difícil. Estoy atado a él por mil ataduras y no puedo olvidar mi deber por la visita de mi madre. Siempre he sido muy celoso de mi honor. Sólo me ha preocupado una cosa en este mundo y eso ha sido un buen nombre. Lo perderé todo si abandono a mi amigo ahora. Yo amo a Duryodhana y él me ama a mí. Mi amigo se ha lanzado a esta guerra dependiendo de mí y de mi odio a Arjuna. Se me conoce en todo el mundo como Radheya el sutaputra, el mejor amigo del rey. Ese es el buen nombre que me he labrado para mí y no puedo permitirme perderlo. Tendré que olvidar tu visita, nunca tuve un hermano; mi hermano es Duryodhana. El es la única persona que ha compartido todo conmigo, ha sido para mí más que un hermano. Siempre hemos compartido el mismo asiento y siempre hemos estado juntos. El desea compartir el trono conmigo y ha centrado en mí todas sus esperanzas. No puedo destrozar sus sueños por culpa de un fantasma del pasado que tira de las cuerdas de mi corazón. Mi corazón no es mío, para que pueda entregártelo; pertenece al rey, mi dueño y amigo Duryodhana.

"Madre, sé que ha llegado el fin. Duryodhana y todos aquellos que le aman están condenados y yo también lo estoy. Nada les ocurrirá a los pandavas, Krishna ha tomado la causa de los pandavas sobre sí, responsabilizándose de ellos. Ellos están a salvo como un niño en el vientre de su madre. Tú y Krishna, entre los dos, habéis arruinado mi firmeza y sé que perderé en la batalla ante Arjuna. Arjuna vencerá.

"Debes haber oído hablar de mi vida. Aprendí a manejar el arco del mismo Bhagaván Bhargava, pero él me maldijo, dijo que cuando estuviera luchando con mi peor enemigo olvidaría las palabras sagradas de invocación de los divinos astras; y tengo, además, otra maldición: un brahmán me maldijo diciéndome que la rueda de mi carro quedaría atrapada en el lodo en un momento crucial y que me matarían cuando menos lo esperara.

"Indra me quitó el kavacha y los kundalas que me colocó mi padre y que me hubieran protegido de la muerte si no los hubiera perdido. Y ahora, tú y Krishna, me habéis robado mi armadura interior. Yo odiaba a Arjuna y le hubiera matado felizmente, pero ahora no puedo hacerlo, mi mente está llena de amor por él. ¿Cómo puedo cumplir mi promesa?

Radheya cubrió su rostro con sus manos y sollozó como si su corazón se fuera a romper.

Kunti no podía hacer nada, excepto llorar con él. Tomó su cabeza sobre su regazo y la acarició con sus manos amorosas. Así estuvieron sentados durante un tiempo. Radheya se levantó y le dijo:

—Madre, tu llanto no es bueno para mí, una madre no debería llorar sobre su hijo mientras esté vivo. Madre, por favor, bendíceme y haz que mi sueño se vuelva realidad. Un hijo necesita las bendiciones amorosas de su madre si quiere alcanzar los cielos. Dí que mi nombre vivirá, mientras viva el mundo de los hombres. —Radheya cayó a sus pies y Kunti le bendijo con lágrimas en sus ojos. Radheya le dijo:— Siempre ha sido mi norma conceder dones a aquellos que vienen a mí durante la adoración a mi padre. Hoy tú viniste hacia mí pidiéndome un don y no pude concedértelo; pero, madre, no debes irte con las manos vacías.

Te concederé un don según mi propio criterio: prometo respetar a tus hijos, mis hermanos, no les mataré. Yudishthira, Bhima, Nakula y Sahadeva no morirán en mis manos. Pero Arjuna sí, debo luchar contra Arjuna, no puedo faltar a mi promesa con el rey. Mi duelo con Arjuna ha de ocurrir. Dos cosas son posibles, que yo le mate a él, o que yo encuentre la muerte en sus manos. De cualquier modo, mi fama será inmortal, tendré una muerte noble. Madre, no sufras, de cualquier modo tendrás cinco hijos: o bien tendrás a Radheya quedándote sin Arjuna o tendrás a Arjuna quedándote sin Radheya. Todavía seguirás siendo la madre de cinco hijos.

Vuelve a casa, madre querida.

El cuerpo de Kunti se agitaba con sus sollozos, había encontrado a su hijo y lo había perdido al mismo tiempo. Su corazón, que había estado vacío, se quedó todavía más vacío.

Como el relámpago, que deja al mundo aún más oscuro, estos escasos momentos con su noble hijo dejaron su vida aún más desolada.

Radheya sintió su infelicidad, la abrazó y le dijo:

—Madre, lo que los dioses han escrito no puede cambiarse, ni tus lágrimas ni mis oraciones pueden alterar los designios del Creador. Estas cosas fueron determinadas hace mucho tiempo, antes de qué tú y yo naciéramos, no trates de cambiar el curso del destino.

Ruega por mí, ruega que alcance los cielos destinados a los héroes, por favor, lava mi infelicidad con tus lágrimas. Siento que he recibido el baño de la coronación, tus lágrimas son más santas y más valiosas que las aguas del Ganges. Madre, se está haciendo tarde, debes irte antes de que sepan que tú y yo nos hemos encontrado. Deja que esto sólo sea otro sueño.

Radheya tuvo que levantarla y ponerla en pie, así de débil estaba por la angustia. Madre e hijo se estrecharon en un fuerte abrazo. Kunti se mantuvo cerca de él, y le abrazó una y otra vez como si nunca fuera a dejar que se fuese. De repente, le soltó y se alejó de él con pasos lentos y vacilantes. Radheya se quedó allí, sin moverse del sitio durante largo tiempo, hasta que perdió a su madre de vista.

El Mahabharata - Tomo I
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