XLII

ARJUNA SE FUGA CON SUBHADRA

Arjuna pasó varios días dichosos en los jardines de Subhadra, la cual seguía al pie de la letra el cometido que su hermano Krishna le había encomendado. El amor de Arjuna hacia ella aumentaba día tras día. Ella se sentaba a su lado y atendía todos sus deseos. Le traía la comida e incluso ella misma le daba de comer. Arjuna suspiraba continuamente mirándola. Ella no podía entender por qué parecía tan desdichado y se apartaba de su lado pensando que le. molestaba su compañía, se iba a jugar al jardín con sus amigas. Mientras, Arjuna continuaba mirándola, al igual que Agni, el dios del fuego, hubiera mirado a Swaha. De este modo, a veces felizmente, a veces con pena, fue transcurriendo el tiempo para Arjuna.

En la ciudad de Dwaraka, y en la casa de los Vrishnis, el nombre de Arjuna era una palabra entrañable y se mencionaba para referirse a algo valiente y bello. En la escuela donde se enseñaba el uso del arco, el comentario habitual era: "Debes llegar a ser como Arjuna." Cuando los niños pequeños se peleaban, decían: "No te atrevas a desafiarme, ni siquiera Arjuna puede igualarme." Cuando los ancianos bendecían a los jóvenes decían:

"Que seas un guerrero tan grande como Arjuna." Las bendiciones para una mujer que iba a ser madre eran: " ¡Que seas la madre de un hijo como Arjuna!" Así pues, viviendo en un ambiente empapado de admiración por Arjuna, Subhadra llegó. a estar más interesada en conocer a este héroe. Su hermano Krishna siempre le hablaba de Arjuna, de sus encantadoras cualidades y de su belleza física. Gada también le había hablado mucho de él. Ella, también, como Arjuna, se había enamorado de alguien a quien ni siquiera había visto. Rukmini, la esposa de Krishna, se había enamorado de él sin haberle visto nunca y a Subhadra le ocurría ahora lo mismo. Siempre estaba ansiosa por tener noticias de Arjuna. Siempre que alguien venía de Indraprastha le pedía que le hablara de Arjuna.

Los días transcurrían placenteramente para Arjuna. Subhadra estaba preocupada por el comportamiento del yati. Podía sentir el calor de su mirada observándola continuamente. El la miraba con ojos tan apasionados que se iba corriendo incapaz de sostener su mirada. Poco a poco, un pensamiento comenzó a tomar forma en su mente: aquel yati se parecía mucho a Arjuna. La descripción que ella había oído de Arjuna encajaba con aquel hombre. Sus brazos y su pecho se parecían a los de Arjuna. Un día vio sus hombros cubiertos de cicatrices y recordó que había escuchado decir que Arjuna era ambidextro en el uso del arco y las flechas. Una sospecha estaba tomando forma en su cabeza: "Quizás sea Arjuna", pensaba. Pero el sentido común todavía prevalecía. ¿Cómo puede este yati ser Arjuna? Arjuna no era un sanyasín. Hasta que por fin decidió hablar con él.

Un día Subhadra le dijo:

—He oído decir que has viajado por todo Bharatavarsha. Háblame de los bellos lugares que has visitado.

Arjuna se dispuso a contestarle con mucho gusto. Esto llegó a ser la rutina de cada día. Ella pasaba horas y horas junto a él escuchando su deliciosa voz. Tal y como Krishna había advertido a Balarama su charla era elocuente. Un día, cuando estaban juntos, Subhadra desvió el tema de conversación hacia Indraprastha y dijo:

—En tus andanzas debes haber estado en Indraprastha.

Allí vive mi tía Kunti Devi.

Debes haber visto a nuestro primo Yudishthira, los pandavas como sabes, son primos nuestros.

El yati le dijo que se había encontrado con ellos y que los conocía muy bien.

Entonces Subhadra le dijo:

—Oí que Arjuna ha estado fuera de Indraprastha y que al igual que tú, debe estar errante por el mundo visitando los lugares sagrados. ¿Te has encontrado alguna vez con él durante tus andanzas?

Arjuna pensó que éste era el momento oportuno. Le sonrió y dijo:

—Oh sí, me he encontrado con él. De hecho, sé dónde está en este preciso momento. —¿Dónde? —preguntó Subhadra, emocionada al oír que él sabía algo de Arjuna.

Entonces Arjuna, dirigiéndose a ella en un tono muy gentil y afectuoso le dijo:

—Arjuna se ha enamorado de la mujer más bella de este mundo y para conseguirla se ha vestido con el atuendo de un yati. Ha estado aquí contigo todo el tiempo. ¿Cómo es que hasta ahora no me habías reconocido?

El rostro de Subhadra se puso rojo de rubor y bajó la vista sin atreverse a mirarle a los ojos. Arjuna le habló del amor que sentía y con voz suplicante le dijo que no podía vivir sin ella. Ella escuchó sin decir una sola palabra, y luego se retiró a su aposento.

Subhadra se puso enferma a causa de su amor por Arjuna. Krishna sabía en qué punto estaban las cosas y sintió que sería conveniente que los dos jóvenes no se vieran durante un tiempo, así que encargó a Rukmini que atendiera las necesidades del yati.

Cuando vio el descontento en el rostro de Arjuna, Rukmini no pudo contenerse:

—Lamento que no te agrade mi presencia —le dijo con una sonrisa traviesa.

Arjuna tenía ojos de enamorado. Ella le contó que Subhadra no se encontraba bien y que el motivo de su enfermedad escapaba a los conocimientos de los médicos. La enfermedad de Subhadra era causa de preocupación para Devaki y los demás, así que Devaki se dirigió a Balarama y a Krishna y les contó lo que ocurría. Krishna le sugirió que se fuesen a la isla cercana a adorar al Señor Rudra durante quince días. El se encargaría de arreglar este asunto. Balarama creyó ingenuamente que esto funcionaría.

Todos se fueron a la isla a hacer sus adoraciones, dejando a Subhadra sola. Krishna se las arregló para estar a solas unos instantes con su querida hermana y le dijo:

—Subhadra, escúchame atentamente. Nos vamos a ir todos durante quince días. Tú te quedarás aquí. Ahora voy a hablar con el yati. El duodécimo día contando a partir de hoy será un día propicio. Creo que será el más adecuado para vuestra boda. —Después de decir esto, Krishna se marchó junto con los demás.

Doce días después, Arjuna se dirigió a Subhadra y le dijo: —Tu hermano Krishna debe haberte dicho que entre todos los días, hoy es aquel en que se hará realidad el deseo más querido de mi corazón. Tú sabes cuánto te quiero. He pasado noches en vela pensando en ti y en este feliz acontecimiento. A nosotros los kshatryas se nos permite casarnos al estilo de los gandharvas. Supongo que estarás de acuerdo con esto.

Subhadra permanecía en silencio, las lágrimas surcaban sus mejillas. Arjuna la consolaba diciendo:

—No tengas miedo, no te preocupes. Te llevaré conmigo a Indraprastha.

Le pidió que consiguiera una carroza tirada por caballos veloces para llevarles allí.

La carroza tenía que ir equipada con todas las armas. Ella hizo todo lo que le había dicho.

La carroza resultó ser la de Krishna, el cual la había dejado con el expreso propósito de ayudar a Arjuna. Iba equipada con los caballos favoritos de Krishna:

Saibya, Sugriva, Valeahaka y Meghapushpa. Subhadra vino donde estaba Arjuna y le dijo que todo estaba listo.

Arjuna ya sabía que Subhadra era muy eficiente en el arte de conducir carrozas, por lo que le pidió que tomara las riendas. Arjuna, tras despojarse de las ropas de yati se puso los atuendos de un príncipe y subió a la carroza. Ahora ya parecía lo que siempre fue. Los amantes estaban preparados para irse y tras un chasquido del látigo de Subhadra los caballos emprendieron la marcha. La carroza avanzaba rápidamente en dirección hacia su destino.

El Mahabharata - Tomo I
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