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LOS PANDAVAS LE EXPRESAN SUS SENTIMIENTOS A KRISHNA

Después de la partida de Sanjaya, Yudishthira recordó el ofrecimiento de Krishna de ir a Hastinapura en una misión de paz y convocó una asamblea con todos sus hermanos y amigos.

Se dirigió a Krishna y le dijo:

—Krishna, ha llegado el momento en que se nos forzará a tomar una decisión. Tú eres la única persona a quien podemos recurrir en épocas de apuro. Tú eres el que debe tomar nuestras decisiones. Eres nuestra mismísima vida. Depende de ti hacer lo que sea mejor para nosotros. Por nuestro bien, debes ir a Hastinapura y hablar con nuestro tío y su hijo. Ya oíste el mensaje de nuestro tío. Estaba aderezado con palabras que sonaban muy dulces al principio, pero que se volvieron insoportables más tarde. El rey no distingue entre el bien y el mal. Con su inteligencia nublada por su amor hacia Duryodhana, el anciano rey rehúsa enfrentarse a la verdad. Sabiendo cómo ha sucedido todo, tiene la audacia de achacarme el pecado a mí, dirigiéndome palabras crueles; y su avaricia es incurable. Después del juego de dados fuimos al bosque pensando que el rey mantendría su parte del pacto. Pero ahora rehúsa devolverme mi reino persistiendo en esta injusticia. Debería haberse comportado como un padre con nosotros y en cambio se está portando como un ladrón. ¿Puede haber algo más terrible que eso?

"Yo no quiero la guerra. Siento haber nacido como un kshatrya. Si hubiera sido un sudra hubiera trabajado para vivir; si hubiera sido un vaysa hubiera sido un comprador y vendedor de mercancías; si hubiera sido un brahmán, hubiera pedido limosnas, pero un kshatrya sólo puede dar, nunca debe recibir limosnas. Tengo que luchar y destruir al mundo entero por la avaricia de mi tío. Tendré que presenciar la muerte de todos aquellos que me son cercanos o queridos por culpa de mi tío. Si me niego a luchar, seré marcado con el estigma de la infamia.

Entre dos kshatryas que se odian mutuamente, no es posible la paz. El odio es la única réplica al odio y, sin embargo, Krishna, estoy intentando lo imposible. Espero que tu viaje realice mi sueño imposible: la amistad entre yo y Duryodhana. Debes ir y hacer todo lo que puedas para que acepten mi proposición de paz. Espero que puedas conseguirlo.

Krishna dijo:

—Yudishthira, ciertamente trataré de hacer lo que sea mejor para ambos bandos. Si puedo evitar la guerra, obtendré gloria. Tendré el gozo de haber salvado al mundo de la destrucción.

Trataré de salvar a todos los reyes del mundo del lazo mortal que llevan como guirnaldas alrededor de su cuello. Haré todo lo que pueda.

Yudishthira le dijo:

—Tengo miedo de enviarte a ellos. Tú eres nuestra más preciosa posesión. Sé que el malvado Duryodhana tratará de herirte. Le conozco y si te pierdo, no podré vivir ni un momento más.

Krishna sonrió y le dijo:

—Tienes razón, sé que Duryodhana tratará de herirme. También conozco la malvada naturaleza del tío de Duryodhana. Si me hacen algún agravio, no esperaré a la guerra para destruirles. Les mataré a todos y te quitaré esa molestia. No te preocupes por mí. Pero tengo el sentimiento de que mi embajada no tendrá éxito. Escuchaste las palabras de Sanjaya, e incluso después de haberlas oído estás tratando de ser amistoso con ellos. No creo que beneficie a un kshatrya ser tan gentil y compasivo. Eres un kshatrya. Un kshatrya debe dar la bienvenida a la victoria o a la muerte en el campo de batalla, no te dejes llevar por esta debilidad, Yudishthira. No está bien que pienses en ellos como parientes, no debes sentirte culpable por eso. Un kshatrya no tiene parientes. Tiene amigos o enemigos. No hay una tercera categoría en el léxico de un rey. Ellos ni por un momento han pensado en ti como pariente, primo o hermano, ni tampoco los ancianos de la corte. Se han mostrado totalmente indiferentes ante el destino de una persona tan buena y gentil como tú. Todos ellos merecerían morir por esto.

"Cuando se jugó a los dados, cuando Draypadi fue arrastrada a la corte por Dussasana, cuando Radheya y su amigo la insultaron a ella y a ti con las palabras más duras y crueles, cuando los cinco con Draypadi caminabais por las calles de Hastinapura dejando la ciudad, cuando ocurrieron todas estas cosas, los ancianos de la corte de los kurus no hicieron nada para detener las acciones de esos pecadores. No puedo comprender que les ames y que les consideres dignos. Les consideras como tus parientes, tus mayores, y como gente a la que debes respeto, tú, que eres el más digno de respeto. Cuando Draypadi dijo: "No hay sabha donde no hay ancianos. No son ancianos quienes no hablan con justicia. Donde no hay verdad, no hay justicia. Donde se consiente la obstinación no hay verdad." Cuando dijo eso, dijo la verdad. La corte de Hastinapura es la morada del pecado. Es un buen momento para destruirla. Tu abuelo no recuerda que es tu abuelo. El va a ser el primero en luchar contra ti. ¿Por qué sufres aún por este afecto inadecuado? Excepto por el nombre de la casa a la que ambos pertenecéis, no hay nada, absolutamente nada en común entre tú y Duryodhana. ¿Por qué te apenas? Todos ellos tienen que ser aniquilados como un árbol venenoso junto con todas sus raíces y ramas. Es un nido de víboras; destrúyelo. Me voy a Hastinapura. Sé que no habrá paz entre tú y tu primo. Mi propósito de ir a Hastinapura es explicarles a todos los ciudadanos y a los reyes y demás gente que estén allí para ayudar a Duryodhana, la verdad acerca de todos ellos. Les voy a mostrar tu actitud, en contraste con la del rey kuru y la de su padre; que el mundo sepa la verdad, que conozcan la nobleza y la bondad del hombre con el que van a luchar. Haré todo lo que pueda por defender tu causa ante la gente en general y volveré después de hacer lo que pueda por ti. Sé que Duryodhana no se desprenderá del reino.

Durante mi ausencia, por favor, hace los preparativos para la guerra. La guerra comenzará a mi regreso. Bhima habló y dijo:

—Krishna, si puedes conseguir la paz entre el orgulloso Duryodhana y los pandavas, seré muy feliz. No trates de amedrentar a Duryodhana con el poder del ejército de los pandavas, es muy orgulloso y arrogante. Trata de usar dulces palabras mientras hablas con él. Es obstinado y nunca da su brazo a torcer, en un tiempo fuimos compañeros de juego y le conozco. Por favor, no le irrites o causará la muerte de los reyes del mundo. Estoy de acuerdo con mi hermano, de que no hay nada como la paz. Por favor, haz posible que podamos vivir en paz con ellos. Convence a nuestro abuelo de que deben abandonar la idea de la guerra. Lo mejor es evitar la guerra. Estoy seguro de que mi querido Arjuna coincidirá conmigo y entenderá mis sentimientos.

Hubo un momento de silencio y luego Krishna rompió en carcajadas. Se rió durante largo rato al oír las palabras de Bhima, era lo último que esperaba. Este alegato de Bhima por la paz era algo que no podía asimilar, era imposible creérselo. Hubiera creído antes que el fuego había perdido su calor y se había vuelto frío como la nieve. Krishna, queriendo elevar el espíritu de Bhima y avivar la chispa en él, le dijo: —¿Qué es lo que oigo, Bhima? Hasta ayer sólo hacías alabanzas a la guerra. Estabas esperando matar a los hijos de Dhritarashtra. Durante los últimos trece años no has tenido ni una noche de reposo, tu mente no estaba en paz, estabas siempre enfurecido. Parecías una serpiente furiosa y apretabas los puños con furia desesperada contra tu hermano, que te pedía paciencia. Tu mente echaba humo como lo hace el fuego cubierto de cenizas. Te sentabas aparte de todo el mundo como un hombre débil, oprimido por un gran peso. La gente pensaba que estabas loco, cuando te oían hablar en voz alta con las cejas fruncidas y con la frente empapada en sudor. Impulsado por brotes de furia repentina arrancabas árboles de raíz y derramabas lágrimas de ira estando a solas. Te reías como un poseído y gritabas de repente:

"El loto puede florecer en lo alto de las montañas y el sol puede alterar su curso y salir por el oeste, pero yo no faltaré a mi juramento: ¡romperé el muslo de ese pecador!" Diciendo esto, levantabas tu maza y la arrojabas al aire. ¿Cómo puedo creer que— es el mismo Bhima el que ahora quiere la paz? Estabas ansioso por la guerra, pero ahora que la guerra está cerca, tu corazón desfallece pensando en ella. Estás perdiendo coraje. Veo que la mente de un hombre es susceptible al más ligero cambio. Tu mente se ha nublado, Bhima. La balsa de los pandavas amenaza hundirse y contigo se hundirán todos ellos. Siento ver esta cobardía que te ha sobrevenido.

Las palabras de Krishna tuvieron el efecto deseado. Vio cómo los ojos de Bhima se ponían rojos. Le contuvo diciendo: —Bhima, recuerda tu bravura en el pasado. Recuerda que eres un kshatrya. Recuerda los pecados de tus primos a quienes has jurado matar. Pon tu mente firme, haz frente a esos sentimientos de afecto que tratan de poseerte. Reafirma tu voluntad haciéndola tan dura como el acero. La paz no te encaja, tú no puedes vivir en paz, hasta que los mates a todos. ¡Vamos, haz resurgir tu ser dormido!

Bhima le miró con ojos de enfado y le dijo:

—Krishna, has malinterpretado mis palabras. Sabes demasiado bien la agonía que he estado sufriendo durante los últimos años y aun así me hieres con esas palabras crueles.

Habiéndome conocido durante tantos años, te atreves a llamarme cobarde. No hay nadie que me iguale en valor. Cuando estalle la guerra verás si estoy diciendo la verdad o sólo estoy fanfarroneando. Nadie podrá resistir mi ira. Mataré a todos los enemigos de los pandavas.

Parece que no me conoces. Una vez que los kurus sean atrapados en mis brazos, nadie podrá rescatarlos. Sólo me verás tal cual soy cuando comience la guerra. Pareceré el dios de la muerte cuando irrumpa en las filas enemigas con la maza en alto. No tengo miedo. Mis cejas no están húmedas de sudor por el miedo. Mi cuerpo arde pero no por miedo. Me. sentí lleno de compasión por la humanidad y pensé que el mundo se beneficiaría si se evitaba la guerra.

Esta fue la única razón por la que te hablé de la paz. Por favor, no me llames cobarde, no lo soy.

Krishna cogió su mano con la suya y le sonrió. Le dijo: —No, Bhima, yo sé que eres cualquier cosa menos un cobarde. Sólo quería animaros. Sé que tú eres la persona más fuerte de nuestro lado. Dependemos de ti para ganar esta guerra. Quería saber tus verdaderos sentimientos, por eso te he insultado. Yo conozco el futuro; los kurus no van a aceptar esta proposición de paz. Va a haber una guerra, quería preparar tu mente y alegrar tu corazón, por eso te hablé así. Ahora puedo irme sin miedo.

Bhima se apaciguó. Arjuna dijo:

—Krishna, Yudishthira te lo ha dicho todo; estoy de acuerdo contigo. Tengo el mismo sentimiento que tú. No habrá paz. Debes hablar de tal modo que no se ofenda la dignidad de nuestro rey Yudishthira. Aunque también sé otra cosa; ocurrirá lo que tú quieras que suceda.

No hay nada imposible para ti. Puedes hacer que la gente haga lo que tú quieras que hagan. Se hará tu voluntad, no me preocupa el futuro. Si crees que debe evitarse la guerra con toda seguridad puedes hacerles pensar lo mismo a ellos, incluso a Duryodhana. Si crees que merecen morir para limpiar así la tierra, también lo lograrás. Tú sabes lo que es mejor para el mundo y para los pandavas. El futuro de los pandavas está en tus benditas manos. Haz lo que quieras con nosotros. Nos sentimos felices de sólo pensar que estás con nosotros. Krishna le contestó:

—Arjuna, no tienes razón. Sé que el destino es más poderoso que todo el trabajo de un hombre. Sólo puedo tratar de convencerles de que sean justos. Estás equivocado al pensar que puedo hacer que hagan cualquier cosa; ellos no son como barro en mis manos. ¿Cómo puedes esperar algo bueno de esa gente? Duryodhana ha elegido deliberadamente el camino del mal que conduce a la condenación. No puedo hacerle entrar en razón, Duryodhana y sus aliados están condenados. No puedo hacer un milagro para salvarles, está más allá de mi poder. Voy porque no quiero que el mundo culpe a Yudishthira que es el más justo de todos los hombres.

—Los ojos de Krishna estaban rojos y húmedos por la emoción de su corazón.

Nakula dio su opinión, diciendo:

—Ya has oído las palabras de mis hermanos. Te diré lo que siento. Te pido que hagas lo que creas adecuado. Los pensamientos del hombre cambian de acuerdo a las circunstancias.

Teníamos ciertas ideas y pensamientos cuando estábamos en el bosque. Allí vivíamos como rishis y no pensábamos mucho en el reino que habíamos perdido. Entonces no significaba mucho para nosotros. Cuando estábamos en Virata, nuestros pensamientos sólo cambiaron al final del exilio, al final del año, y al final de nuestras penurias. Pero ahora que ha acabado todo, los pensamientos del reino que perdimos predominan en nuestras mentes. Hemos decidido que debería devolvérsenos nuestro reino y con tu ayuda hemos reunido siete akshauhinis. Ahora estamos preparados para luchar por nuestros derechos. Dile a Duryodhana, primero gentilmente y luego con términos duros, cuáles son nuestras condiciones. Amedréntalo con el tamaño y poder del ejército que hemos reunidos. Hazle oír los nombres de los héroes que se han reunido para ayudarnos. Seguramente se amedrentará. ¿Quién se atrevería a enfrentarse a todos ellos en la guerra? Yendo tú, estoy seguro que conseguirás lo que es mejor para nosotros y para nuestro querido hermano y rey Yudishthira.

Sahadeva les había estado escuchando a todos y se levantó de su asiento diciendo:

—Krishna, quiero que vayas y les hables de modo que la guerra y sólo la guerra sea el resultado. Incluso si los kurus piden la paz, ¡que haya guerra! Habiendo visto a nuestra querida reina en Hastinapura en la corte de esos pecadores, ¿cómo puede alguien desear la paz con los hijos de Dhritarashtra? Sólo la muerte puede ser la respuesta para Duryodhana. Si mis hermanos Yudishthira, Bhima, Nakula y Arjuna quieren la paz, que se queden con la paz. Yo mismo lucharé contra Duryodhana y le mataré. Dile las palabras que he dicho aquí. Dile que no puede escapar a la muerte.

Satyaki dijo:

—Sahadeva dice la verdad. La muerte es lo único que merece Duryodhana. Krishna, tú viste a los pandavas en el bosque de Kamyaka vestidos con cortezas de árboles y pieles de ciervo. Habiéndoles visto así, ¿cómo puedes descansar en paz a menos que se vengue esta injusticia? Todos los kurus tienen que ser aniquilados. —Satyaki aún permanecía de pie, cuando todos lanzaron vítores de alegría al escuchar sus palabras llenas de afecto por los pandavas. Le gritaban " ¡Bien dicho!", "¡Excelente!", produciendo un estruendo ensordecedor en la tienda de los pandavas.

Krishna miró a Draypadi que había estado escuchando todo lo que se decía, ella levantándose con los ojos llenos de lágrimas dijo:

—Gloria a Sahadeva y Satyaki que son los dos únicos kshatryas que veo aquí. —Se volvió a Krishna y le dijo:—Tú lo sabes todo, mi señor, no tengo que refrescarte la memoria.

Te daré mi mensaje. No debes usar dulces palabras, ni ruegos para hablarle a Duryodhana. Con gentileza sólo podemos ganarnos el corazón de la buena gente. A él debes castigarle. Arroja el báculo de la destrucción en la dirección de esa multitud de pecadores.

Arréglatelas para que haya guerra. No soy partidaria de estos inútiles discursos de paz; quiero la guerra. Quiero que toda la familia de los kurus sea destruida.

"Los ancianos que observaron indiferentes cómo estaba siendo insultada deben morir todos y cada uno de ellos. No quiero que hagas entrar en razón a Duryodhana. No me sorprende la petición de paz de Yudishthira, lo que daña mi corazón son los discursos de Bhima, Arjuna y Nakula. Tú eres mi único refugio, mi Krishna, por favor sálvame de la indignidad de ser amiga de los kurus. Tengo que verles muertos. Si alguna vez me has apreciado en tu corazón, si alguna vez te has sentido apenado por mí y por mi dolor, te encargo por ese amor que me tienes que hagas que esta guerra sea inevitable. Debes insultar a Duryodhana, mofarte de él e irritarle. Haz lo que sea para conseguir mi propósito. Debe haber guerra. —Draypadi dejó de hablar. Las lágrimas la ahogaban. Sus cálidas lágrimas humedecían sus vestidos.

Levantó su trenza larga y perfumada, que parecía una enorme serpiente y sosteniéndola con su mano izquierda dijo:

—Mira este pelo, Krishna, no lo he adornado desde el día en que fue mancillado por la mano de Dussasana. Que todos aquellos que quieren la paz miren a este eterno recuerdo de mi vergüenza. En el bosque, mi señor Yudishthira dijo que deberíamos ser pacientes durante trece años y que al final de los trece años se enfadaría tanto como yo quisiera. Ya veo cuál es su ira, he estado viviendo de esperanzas. Creí que se comportarían como hombres, al menos al final de los trece años; pero no, son los mismos. Creo que debo estar de acuerdo con Duryodhana, cuando les llamó cobardes. Lo son, incluso Bhima.

"Krishna, este insulto ha estado quemándome el corazón durante demasiado tiempo.

Sólo he tenido un deseo durante todos estos años. Quiero ver la mano ensortijada de Dussasana yaciendo en el suelo, separada de su cuerpo. Hasta que no vea esa mano que agarró mi pelo tirada en el suelo, mi mente no podrá descansar. Este es el deseo que ha morado en mi corazón durante todos estos años y me está quemando como el fuego. Sólo tú puedes ayudarme a realizar mi venganza. No quiero verte volver de Hastinapura sin declarar la guerra.

Krishna miró su rostro desfigurado por las lágrimas y dijo:

—No llores, Draypadi, no llores. Pronto, muy pronto, verás a las reinas de todos los reyes de este mundo llorar, porque habrán perdido su todo. Todos los reyes morirán, lo sé. ¿Recuerdas la promesa que te hice en el bosque de Kamyaka? De nuevo en Upaplavya, cuando nos encontramos después de que acabara tu exilio, me adoraste con leche y miel silvestre. ¿No recuerdas mis palabras de entonces? No he olvidado la promesa que te hice. Ha llegado el momento en que el pecador Duryodhana y sus aliados tienen que morir. Con la ayuda de Nakula, Sahadeva, Bhima y Arjuna destruiré el mundo. Mis palabras no son en vano. Me encargaré de que todos mueran. Vamos, Draypadi, limpia tus ojos y sonríe; comienza a sonreír. Los días de llanto se han acabado.

Al día siguiente, poco después de que el sol se hubiera elevado por el este, comenzaron los preparativos para el viaje de Krishna a Hastinapura. Su carro fue equipado con todas sus armas. Yudishthira le ayudó a entrar en su carro e hizo que Satyaki le acompañara. Los pandavas, como era costumbre en ellos, llevaron el carro hasta cierta distancia acompañándole y luego se despidieron de Krishna y Satyaki.

El Mahabharata - Tomo I
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