XIV

EL VATICINIO DE VYASA

Los cinco príncipes Pandavas junto con su madre, escoltados por los rishis de Satasringa, llegaron a Hastinapura. La gente se sorprendía mucho al verlos. La noticia llegó a oídos de Bishma y Dhritarashtra, los cuales se acercaron a las puertas de la ciudad para recibirlos.

Hacia allí se dirigieron Dhritarashtra, Bishma, Bahlika, la hermana de Santanu, su hijo Somadatta, el sabio Vidura, Satyavati, Ambalika, Ambika, Gandhari, y otros familiares, acompañados de un enorme séquito. Y en las puertas de la ciudad se encontraron con Kunti y los cinco príncipes Pandavas acompañados por los rishis, a quienes honraron con reverencias.

Los rishis contaron la historia del nacimiento de los pandavas a todo el cortejo de los kurus que había venido a recibirles. También les contaron su educación en el bosque hasta la reciente muerte de su padre Pandu junto con Madri. Después añadieron:

—Os hemos traído a estos jóvenes que son la esperanza de la casa de los kurus y junto a ellos su madre. Depende de vosotros, Bishma y Dhritarashtra, el cuidar de estos niños que se han quedado sin padre. —Y después de decir esto los rishis se fueron.

Bishma se quedó apenado y mudo en cuanto supo que ya no podría ver de nuevo a su joven sobrino Pandu, mientras que Dhritarashtra estaba triste por la pérdida de su hermano y compañero, recordando con nostalgia aquellos días de su niñez en los que Pandu le hacía olvidar su ceguera con su cariño y amor, le brotaron lágrimas de sus ojos. Ambalika, la madre de Pandu, lloraba inconsolablemente por la pérdida de su hijo.

Luego todos regresaron al palacio. Dhritarashtra le encargó a Vidura que hiciera los preparativos para el funeral real por la muerte de Pandu. Vyasa vino a presidir la ceremonia.

Cuando hubo acabado todo, Vyasa se acercó a su madre Satyavati y le dijo:

—Madre, los días felices se han acabado. A la casa de los kurus le esperan días espantosos y terribles. Día a día se irán acumulando pecados. El mundo ya ha pasado la época de su juventud. Dentro de unos pocos años, el pecado morará en la mente de tu querido nieto Dhritarashtra y en la de sus hijos. Habrá una gran aniquilación. Madre, tú no tienes suficiente fuerza como para soportar el espectáculo de ver a tus biznietos destruirse unos a otros; ¡sí! destruyéndose en una gran guerra. ¿Por qué permanecer aquí?; retírate al bosque y abandona este mundo.

—Que así sea —dijo Satyavati. Le contó su decisión a Ambika y a Ambalika y les preguntó si querían venirse con ella. La verdad era que el destino había sido un poco duro con estas tres mujeres. Ya no tenían ningún deseo de permanecer por más tiempo en aquella horrenda ciudad que les había deparado tanto sufrimiento. Por ello le estaban muy agradecidas a Vyasa por hacerles saber la terrible profecía que pesaba sobre la dinastía de los kurus. Habían perdido ya todo interés por los acontecimientos del mundo, por lo cual las tres mujeres acordaron marcharse al bosque, en busca de una paz que pudiera hacerles olvidar las amarguras del pasado y cicatrizar las heridas de sus corazones.

Antes de partir para el bosque las tres reinas se despidieron de todos los miembros de la casa real. A Bishma no le alegró la noticia y dirigiéndose a su madrastra le preguntó porqué le abandonaba. Satyavati le respondió:

—Hijo mío, Vyasa me ha dicho que la casa de los kurus va hacia la aniquilación, y yo que me creía fuerte, ahora sé que no lo soy, por eso no quiero quedarme para contemplar la destrucción de mi familia. Me aislaré en el bosque, estoy decidida. —¿Aniquilación? —dijo Bishma—, cuéntame más acerca de esta profecía de Vyasa.

Satyavati le contó todo.

La cara de Bishma palideció de horror y dijo:

—Yo también tengo el sentimiento de abandonarlo todo. Mi padre me otorgó un don por el cual podría morirme cuando quisiese y ya no hay nada por lo que quiera seguir viviendo.

Llamaré a la muerte y me iré de vuelta a los brazos de mi madre.

—No, no lo harás —dijo Satyavati—, depende de ti que la casa de los kurus se establezca firmemente en este mundo. No debes pensar en retirarte de este mundo antes de que hayas cumplido con esa tarea. Una vez te pedí que hicieses algo y te negaste, esta vez no puedes hacerlo. Te ordeno que cuides a estos niños.

Bishma inclinó la cabeza asintiendo en silencio.

Luego, Satyavati junto con las otras dos mujeres partió hacia el bosque dejando nuevamente sobre Bishma el peso de velar por el trono de la Casa de los Kurus.

El Mahabharata - Tomo I
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