XII
Pandu pasó varios años en el bosque. A su modo era feliz pues había renunciado a todas aquellas cosas que, aunque atractivas p ara la mente también eran una amenaza, pues en muchas ocasiones se convertían en fuente de infelicidad. Sin embargo con el tiempo, una nueva preocupación entró en su corazón: quería tener hijos. Había oído decir que un hombre sin hijos estaba condenado al infierno y esto le preocupaba mucho. Un día después de comentarlo con Kunti, le pidió que le diera un hijo tomando a un rishi como compañero, tal y como lo hiciera su madre, pues él no podía hacerlo dado que había renunciado al mundo.
Kunti no sólo no estaba dispuesta a hacerlo sino que se enfadó con él y le dijo:
—Tú eres mi señor y mi maestro, hace tiempo que te escogí como esposo, y quiero estar siempre contigo, ya sea en el cielo o en el infierno. Cuando tú mueras, yo moriré también, y después de la muerte esta maldición ya no tendrá más efecto, y así, entonces ya podremos tener hijos. Pero por favor, no intentes coaccionarme a hacer algo que no siento hacer.
Pandu había perdido toda su paz. Pasaba los días y las noches miserablemente pensando sólo en que no tenía hijos. Finalmente Kunti compadeciéndose del rey le dijo:
—Mi señor, yo puedo liberarte de la depresión que aflige tu corazón.
Y a continuación le contó la historia de su encuentro con Durvasa en su tierna juventud y del regalo que él le hizo. El gozo del rey era inmenso, y pensando sobre ello finalmente decidieron que ella podría engendrar un hijo del dios Dharma que sería la manifestación del mismo Dharma.
Y en un día propicio, cuando todas las estrellas y los planetas le eran favorables, allí en el pintoresco bosque de Satasringa, Kunti invocó al Señor del Dharma mediante el poder del mantra mágico. Y de este modo, con el tiempo, Kunti dio a luz un niño nacido de Dharma.
Una voz proveniente de los cielos proclamó que el niño era la perfecta imagen de la rectitud, y que por esa cualidad sería famoso en todo el mundo. Le pusieron por nombre Yudishthira y Pandu se hallaba muy feliz. Un año más tarde pidió a Kunti que le diera otro hijo. Esta vez quería que el padre fuese Vayu, el más poderoso de los Devas.
—Cuando la rectitud está respaldada por la fuerza, nada puede oponerse a tal combinación —dijo el rey.
—Que así sea —dijo Kunti e invocó a Vayu. Y así, con el tiempo, de ella nació un hijo fuerte. Entonces una voz de los cielos proclamó: "Este hijo será el niño más cariñoso y poderoso." A este niño se le llamó Bhimasena.
Pero Pandu aún no se sentía satisfecho. Así que le pidió a Kunti que le diese otro hijo:
—Invoca a Indra —dijo Pandu—, un hijo nacido del señor de los cielos, será en verdad la realización de todos mis sueños. Será muy justo y un gran hombre, un héroe invencible. Serás la madre del mayor de los héroes.
Y de nuevo Kunti dijo: —Que así sea. —E invocó a Indra del cual obtuvo el tercer hijo. Y entonces la voz de los cielos dijo: "Este niño ganará para Pandu fama imperecedera, será el conquistador del mundo entero, no habrá nadie como él." Indra se le acercó a Pandu y le dijo:
"Mi hijo es la otra mitad de Vishnu, es Nara y Krishna el hijo de Vasudeva y Devaki, es Narayana. Por medio de estos dos hombres la tierra se librará de todos los venenos que están haciéndole daño." Y a continuación Indra se fue. Este hijo recibió el nombre de Arjuna.
Pandu era ya el padre de tres hijos. Pero le pidió a Kunti que le diera otro hijo. A lo cual ella se negó diciéndole:
—En estos casos de situación extrema sólo es permitido tener tres hijos, si tengo más se destruirá el Dharma, así pues, no lo intentaré más.
Pandu respondió:
—Tienes razón, pero Madri no ha tenido aún ningún hijo, tú puedes enseñarle el mantra mágico y ayudarla a tener hijos.
Kunti aceptó con agrado la idea y le enseñó el mantra a Madri. Madri invocó a los Aswini Kumaras: Los mellizos celestiales. Y por consiguiente dio a luz dos hijos. Los hijos de Madri eran aún más bellos que los otros tres, y la voz de los cielos habló una vez más y dijo: "Estos dos serán los hombres más bellos del mundo, serán famosos por sus buenas cualidades, su devoción, su bravura y su sabiduría. Y los hijos de Madri recibieron los nombres de Nakula y Sahadeva.
Los rishis del valle de Satasringa fueron los sacerdotes que oficiaron la ceremonia de imposición de los nombres y también fueron los responsables de su educación en los primeros años de los jóvenes príncipes. Eran casi los hijos de los rishis del valle. Años antes cuando la maldición recayó sobre Pandu, y este se retiró al bosque, los Vrishnis, los primos y hermanos de Kunti, se pusieron muy tristes. Mas ahora, cuando les llegó la noticia de que Pandu era padre de cinco hijos, se sintieron profundamente complacidos. Vasudeva, el hermano de Kunti les envió costosos regalos y vestidos por medio de Kasyapa, el sacerdote de la familia y se le pidió que realizara los ritos debidos, para los jóvenes kshatryas. Así pues, se quedó con ellos y recitó sus upanayanas.
En aquel bosque vivía Suka, el hijo de Sayati. No había arquero que se le pudiera comparar. Estaba haciendo austeridades en el valle de Satasringa y se ofreció voluntario para enseñar a los jovenzuelos el uso de las armas. Con tanto ahínco enseñó el rishi a los jóvenes príncipes que llegaron a ser maestros en el uso de las armas. Bhima era muy bueno con la maza, Yudishthira con la jabalina, los dos mellizos con la espada, Arjuna se convirtió en un maestro del arco, disparaba con las dos manos con igual facilidad. Suka, complacido con la habilidad de sus discípulos dijo que habían llegado a ser ya tan buenos como su maestro. Y en su alegría le regaló a Arjuna su propio arco como un signo de aprecio.
El mismo día en que nació Bhima nació también el hijo mayor de Gandhari. Nació durante la noche y recibió el nombre de Duryodhana. Dhritarashtra estaba muy contento, mandó llamar a Vidura y le dijo:
—He oído que Pandu ya ha tenido un hijo y que es un año mayor que este hijo mío, por eso tengo miedo de que siendo el mayor se convierta en el legítimo heredero al trono de los Pauravas. ¿Crees que sucederá así? Además hay otra cosa que me inquieta y es que en el momento en que nació mi hijo, había algunos presagios de malos augurios y no entiendo por qué razón.
Vidura le miró con expresión consternada y le dijo:
—Hermano mío, estos malos augurios profetizan que tu hijo será la causa de la destrucción del mundo entero.
El rey se estremeció al escuchar estas palabras y dijo:
—¿Cómo podré evitar tal calamidad?
Vidura añadió:
—Sólo hay una forma; que sacrifiques a este niño para el bien de la humanidad, eso impedirá la catástrofe. Debes matarle. Los sabios dicen que alguien puede ser abandonado por el bien de una familia, que una familia puede ser abandonada por el bien de un pueblo, que un pueblo puede ser abandonado por el bien de una comunidad, y así sucesivamente; incluso el mundo puede ser abandonado por el bien de salvar el alma. Mi consejo es que abandones a este niño cuyos hechizos destruirán el mundo.
El pobre Dhritarashtra no podía hacerlo, era su primogénito. No pudo aceptar el consejo de Vidura.
Con el tiempo el rey ciego llegó a ser padre de ciento un hijos y de una hija llamada Dussala. El rey estaba muy feliz y todas sus preocupaciones quedaron sepultadas por el gozo de ser padre.