XII

LA ASAMBLEA DE HASTINAPURA

Duryodhana había enviado espías a todos los países para que encontraran el escondrijo de los pandavas, mas su búsqueda resultó infructuosa. Uno tras otro fueron regresando a Hastinapura, donde se encontraba Duryodhana rodeado de sus hermanos, Radheya, Drona, Bishma y los hermanos Trigarta. —¡Mi señor! —dijeron los espías—, hemos buscado a los pandavas por todo el mundo y no hemos podido dar con ellos. Los buscamos en todos los bosques y tampoco les pudimos encontrar. También fuimos a Dwaraka y no pudimos localizarlos allí. Además hablamos con las gentes del lugar y nadie parecía saber nada de ellos. Tampoco se encuentran en Panchala.

Tenemos el sentimiento de que han muerto. Puedes disfrutar de este mundo sin que nadie se te oponga como rival. Durante nuestra vuelta por el mundo, llegó a nuestros oídos una noticia que se ha convertido en tema de conversación en todos los lugares; te interesará. Seguro que recuerdas a Kichaka, el jefe del ejército de los matsyas. Como sabes Kichaka había derrotado a los trigartas. Pues bien, Kichaka fue asesinado en mitad de la noche por un desconocido. Se dice que le mataron a causa de una mujer. Sus hermanos los upakichakas también fueron aniquilados por el mismo gandharva quien, según dicen, es el marido de esa mujer. Estas son las únicas noticias que hemos podido obtener. En cuanto a los pandavas, no hay rastro de ellos. No hay ningún signo que evidencie su existencia. Parecen haberse esfumado de la faz de la tierra.

Duryodhana, después de recompensarles por sus esfuerzos, hizo que se retiraran de su presencia y después de recapacitar unos instantes, dijo:

—Debemos intentar otra vez averiguar dónde han ido. Tenemos poco tiempo, pues en unos días finalizará su período de exilio y saldrán a la luz. Tenemos que encontrar su escondrijo. Si no lo logramos vendrán y reclamarán su reino. Enviaremos espías que sean más eficientes. Quizá como nos han dicho éstos, los pandavas hayan muerto. En cuyo caso sería magnífico.

Drona se levantó y dijo:

—Duryodhana, no albergues vanas esperanzas. Gente como Yudishthira y sus hermanos no pueden sucumbir a una muerte temprana, vivirán muchos años. ¿Por qué estás tan empeñado en localizar su escondrijo? Tú les hiciste ir de exilio al bosque con métodos nada limpios. Durante trece años has disfrutado de una riqueza que les pertenece. ¿Por qué no esperas a que acabe el año? Cuando ellos regresen y reclamen su reino, ¿por qué no se lo devuelves? Si lo haces, tu fama no tendrá fin.

Las palabras de Drona fueron seguidas por las de Bishma quien dijo:

—Lo que ha dicho este acharya es cierto. Los pandavas no pueden ser destruidos. No se les puede matar. Sé que mi consejo no os va a complacer ni a ti, ni a tu padre, pero aún así, hablaré. ¿Qué sentido tiene desperdiciar el aliento diciendo mil cosas? Lo resumiré todo en una sola frase: "Donde hay Dharma, hay victoria." Estás quemando tu energía intentando averiguar su paradero. Te daré una pista: dondequiera que viva Yudishthira, ese lugar será más próspero; no habrá lugar para que habite la envidia, ni rudas palabras de ira. La gente será temerosa de Dios, todos serán como Yudishthira y dondequiera que él more serán frecuentes las lluvias y las tierras tendrán excelentes cosechas. En su presencia las flores olerán más dulces y las frutas serán más jugosas y sabrosas. Allí las vacas darán leche más dulce y en esa tierra habrá siempre aires de fiesta. Así que si quieres averiguar donde se esconden los pandavas, envía a tus espías a buscar un país que reúna las glorias que te he mencionado.

Solamente me queda ahora una cosa por decir. Hasta ahora he hablado como un cortesano en presencia de su rey, mas ahora hablaré como abuelo del joven rey: Duryodhana, siempre has sido querido para mí. He estado de tu lado incluso cuando sabía que estabas equivocado. Pero ahora escúchame. Los pandavas ya han sufrido suficiente. Tú eres un príncipe y tienes naturaleza real. Si lo deseas puedes ser magnánimo con ellos. ¿Por qué no decides devolverles su reino? Al igual que ellos, tú ya no eres un joven. Ya pasaron los días de tu vigorosa juventud. ¿Por qué no dejas que transcurran en paz los últimos años que queden? Dicen que la edad suaviza las mentes de la gente. ¿No puedes acaso hacer que al finalizar estos trece años, finalice también esta disputa? ¿por qué te destruyes a ti mismo?

A Duryodhana no le agradaron sus palabras y frunciendo el ceño dijo:

—No, abuelo, ¡eso jamás! No puedo desistir en mi lucha contra los pandavas. Ellos son mis enemigos. No les devolveré su reino. Removeré cielos y tierra para averiguar dónde se esconden y los enviaré de nuevo al bosque por otros doce años.

Tras esto Kripa dijo:

—Duryodhana, resulta evidente para todos nosotros que has decidido suicidarte. Se acerca el tiempo en que los pandavas saldrán de su eclipse y dices que has decidido no devolverles su reino. Evidentemente, esto implica haber decidido la guerra, en cuyo caso, lo único que hay que hacer es empezar a reunir tu ejército desde este momento. Averiguar quiénes son tus amigos y quién te apoyaría en esta guerra que es inminente. Los iracundos pandavas serán como terribles serpientes venenosas. No tendrán miramientos contigo. Así que debes comenzar tus preparativos desde ahora mismo. Queda poco tiempo; debes reunirte personalmente con los reyes y pedirles que se pongan de tu lado. Debes conseguir que cada uno de tus amigos prometa estar junto a ti cuando lo necesites. Necesitarás toda su ayuda y más, pues ya conoces a los pandavas.

Duryodhana vio que eran muy sensatos los argumentos de Kripa y se sentó en silencio durante largo tiempo; luego, de repente, se levantó y mandó llamar a los espías que habían venido antes. Les hizo que volvieran a relatar con todo detalle la muerte de Kichaka. Duryodhana, cuando acabaron de contar toda la historia, les dijo que se retiraran y después de pensar durante unos momentos, dijo:

—Sí, debe ser eso. En todo el mundo se sabe que únicamente hay cuatro personas que son más grandes que el mismo Indra, en fuerza, bravura, valentía y poder físico. Os diré quiénes son: Balarama, Bhima, Salya y Kichaka. No hay nadie más. Estos cuatro son competidores que ostentan estas cualidades, están igualados en todo. De aquí se deduce que los pandavas están vivos, porque Bhima está vivo. Y sabemos que Bhima está vivo, porque es fácil deducir que Kichaka fue aniquilado por Bhima. Ninguna otra persona podría haber matado a Kichaka.

Considerar los hechos. Apenas hace un año llega al palacio de la reina de los matsyas una extraña mujer que habla de sus cinco maridos gandharvas. Cualquiera que tenga dos dedos de frente habría adivinado que esta mujer, esta Sairandhri, era Draypadi y ninguna otra. Ciertamente Draypadi es una bella mujer, eso no se puede negar. Y todos conocemos a Kichaka: nunca pudo resistirse a una mujer hermosa. Debió intentar hacer el amor con esta serpiente en forma humana que es Draypadi, y ella instigó a Bhima para que, disfrazándose de gandharva, asesinara a Kichaka. Nada puede explicar si no, la muerte del gran Kichaka. ¿Quién podría matarle en combate cuerpo a cuerpo sin ni siquiera utilizar armas? Solo puede haber sido Bhima. Además, fijaos en la forma en que le mataron; le aplastaron los brazos, las piernas y la barbilla contra el pecho. ¿No reconocéis en esto la técnica de nuestro amado primo? Es la forma de Bhima, es muy dado a esta técnica. El encuentro a medianoche en el salón de baile y el sigiloso asesinato demuestran que el secreto era su consigna, era esencial. La mujer y Bhima tenían mucho miedo de ser reconocidos. He aquí la descripción del cobarde asesinato de un hombre ingenuo enamorado de un monstruo. ¡Pobre desgraciado Kichaka! —Duryodhana continuó diciendo:— Ahora que lo pienso, todas esas descripciones que hacía nuestro amado abuelo cuando hablaba de cómo sería el país donde habitara Yudishthira, encajan con este reino de Matsya. Lo he podido deducir de lo que contaban estos ineptos espías. Ya hemos encontrado el escondrijo de nuestros queridos primos: Virata. Los pandavas están viviendo allí disfrazados. Vayamos inmediatamente al país de los matsyas e invadámoslo. Cogeremos todos sus rebaños, cuando el rey se encuentre en peligro seguro que los pandavas lucharán para ayudarle. Haremos salir a los pandavas como si fueran ratas; echando humo en sus ratoneras. Una vez hayan sido descubiertos antes de acabar su exilio de trece años, podremos enviarles al bosque por doce años más. Nuestro plan ya está elaborado. Por favor, haced todos los preparativos para atacar Matsya. Esta es nuestra sugerencia. Si hay alguna proposición mejor que ésta, nuestros oídos están ansiosos de escucharla.

Susarma, el rey de los trigartas, que había estado haciendo comentarios con Radheya y Dussasana, tomó la palabra y dijo:

—Mi señor, siempre he sentido animadversión hacia este reino de Matsya, pero con la ayuda de Kichaka, el rey de los matsyas me ha derrotado una y otra vez. Ahora que Kichaka ha muerto me será fácil invadir el reino y capturar todos los ganados del rey. Su reino es ciertamente rico. Ahora el rey de Virata está completamente indefenso, ya que Kichaka, el jefe de su ejército, ha muerto. Quiero unirme a ti en tu expedición contra el reino de los matsyas. Te seré de una ayuda inmensa en este ataque contra Virata.

Radheya dijo:

—Susarma tiene razón. Si se me permite hacer una sugerencia, dividamos en dos nuestro ejército combinado e invadamos el país de nuestros enemigos desde dos direcciones diferentes. Así podremos estar seguros de nuestra victoria. Duryodhana escuchó a ambos y dijo:

—Dussasana, reúne nuestro ejército, queda muy poco tiempo. Deja que nuestro honorable abuelo, Kripa, Drona y Aswatthama dirijan nuestro ejército. Yo mismo y Radheya, junto con Sakuni, estaremos allí sin falta y también tú con tus hermanos. Dejad que Susarma vaya allí mañana con su ejército y les ataque llevándose todos sus rebaños. El atacará el lado sur de Virata. El rey, por supuesto, defenderá sus rebaños y los pandavas vendrán en su ayuda.

Nosotros, los kurus, llegaremos a las afueras de la ciudad y al día siguiente del ataque de los trigartas, iremos y nos apoderaremos de los rebaños de la parte norte de la ciudad. Así podremos tener éxito en todas nuestras empresas: la conquista del reino de los matsyas, la obtención de todos sus ganados y el desenmascaramiento de los pandavas. Así pues, queda decidido que Susarma ataque Virata el octavo día después de la luna nueva y nosotros lo haremos el noveno día. Disolvamos ahora la asamblea.

La sala de consejo quedó vacía y con una celeridad febril comenzaron los preparativos para la invasión de Virata. Susarma se dirigió a su ciudad a reunir a su ejército. El corazón de todos estaba lleno de emoción.

El Mahabharata - Tomo I
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