IX

EL SABNA DE JAYANTA

Sakuni no podía dejar que las cosas continuaran así durante mucho tiempo y trató de hablar con Duryodhana una y otra vez y finalmente lo consiguió. Duryodhana le contó todo lo que había ocurrido en Indraprastha y luego añadió:

—Hasta que no contemple la destrucción de los pandavas no podré ser feliz. Tengo que conseguir quitarles todo lo que tienen... Tío, dices que me amas; si de verdad me amas, entonces piensa en un plan que me haga el dueño del mundo. Sakuni dijo:

—Mi querido hijo, has visto por ti mismo cuán poderosos se han vuelto. Nunca serán derrotados si luchamos con ellos en una guerra, pero yo tengo un arma que es más poderosa que el mismo hierro. Yo puedo hacer tuya toda esa riqueza, sin derramar una sola gota de sangre y sin que se te achaque ninguna culpa. Sal de esa depresión y escúchame.

Duryodhana no podía creer lo que oía, escuchando a su tío revelarle su astuto complot.

Sakuni, con su macabra sonrisa jugueteando en sus delgados labios, le dijo a su sobrino:

—El gran Yudishthira tiene una debilidad terrible: el juego.

Duryodhana no sabía lo que estaba tratando de decir y esperó que su tío continuara.

Sakuni siguió diciendo: —Yudishthira, como te dije antes, tiene una terrible debilidad. Le gusta el juego, pero no sabe jugar. Utilizaré esto para que sirva a nuestros fines, pues yo soy extremadamente hábil arrojando los dados. No hay nadie en este mundo que pueda jugar contra mí y ganarme. Haré lo que tú quieres usando mi habilidad. Debes invitar a Yudishthira a un juego de dados. Yo haré que se juegue todo su reino. Debes decírselo a tu padre y conseguir su permiso. El resto será tan fácil como quitar un juguete de las manos de un niño.

Lo haré por ti: obtén el permiso de tu padre.

Duryodhana dijo:

—Tú podrás convencer a mi padre mejor que yo de la seguridad de esta estrategia, la seguridad es el lema de mi padre, siempre tiene miedo de Vidura. Tío, debes dirigirte a mi padre y convencerle de que éste es un plan seguro.

Sakuni consintió en hacerlo. Este perverso consejero del príncipe fue al rey y le contó que Duryodhana estaba muy infeliz desde que volvió de Indraprastha. Le dijo:

—Debes llamarle y confortarle. No está bien que tu hijo mayor sea tan infeliz.

El rey mandó llamar a su hijo y le dijo:

—Duryodhana, ¿qué es lo que oigo?, ¿qué es lo que te ha hecho tan infeliz? Te quiero más que a mi propia vida. Dime la causa de tu depresión y, si puedo, trataré de solucionarlo.

Duryodhana le dijo:

—Te contaré la causa de mi depresión. —Y le contó a su padre todo lo que había ocurrido en Indraprastha. Le habló de la envidia que estaba consumiendo su corazón. Le dijo:

Mientras la estrella de los pandavas está en su ascenso, ¿qué hay de sorprendente en que me sienta infeliz? ¿Esperas acaso que cante las glorias de esos "buenos muchachos", para usar tus palabras? Parece que vosotros no hacéis más que alabarles. Les odio y quiero sus riquezas; quiero que su gloria se extinga, los quiero ver destruidos. No puedo ser feliz hasta que esto se consiga.

Sakuni pensó que había llegado el momento apropiado y sacó a relucir el tema del juego, diciéndole al rey lo fácil que le sería ganar todo lo que Duryodhana quería tan ansiosamente. Dijo:

—Hazles venir a nuestra Hastinapura. Yudishthira se jugará toda su fortuna, estoy seguro de ello.

Duryodhana intervino después de esta sugerencia. Dijo: —Debes permitirlo, padre, debes hacerlo.

Dhritarashtra tenía miedo y dijo:

—No sé si mis ministros lo permitirán, debo consultarles.

Duryodhana estaba impaciente y añadió:

—Padre, ú sabes demasiado bien que tus ministros, conducidos por el tío Vidura, nunca lo aprobarán. Si les consultas y ratas de mantenerme alejado de estos "pensamientos pecaminosos", como te encanta decir, puedes estar seguro que m mataré. Lo haré. —Permaneció callado durante un momento y luego añadió:— Entonces podrás ser feliz con tu amado Yudishthira, la imagen del Dharma. Y tu amado Vidura, la otra imagen del Dharma.

No necesitas pensar en mí.

Dhritarashtra tuvo que consentir. Dijo:

—De acuerdo, no le preguntaré a nadie. Sakuni, ve y consigue a unos arquitectos que construyan un hermoso salón en Jayanta, el suburbio de Hastinapura. Cuando esté acabado, puedes invitar a los hijos de Pandu a ver ese nuevo sabha. Allí podrás celebrar tu juego de dados. Lo dejo todo en vuestras manos.

Eso era lo que ellos querían. Sakuni y Duryodhana se fueron con sus corazones cantando de alegría.

La construcción del sabha comenzó y las noticias llegaron a Vidura, el cual se dirigió al rey y le dijo: —¿Qué es lo que oigo acerca de que se está construyendo un sabha en ayanta? He oído que los pandavas van a ser invitados. ¿Cuál es la razón que hay detrás de esta repentina hospitalidad. También he oído que se va a jugar una partida de dados. ¿Qué es lo que te propones, hermano mío? Los pandavas so felices en su lejana ciudad. Tú y tu hijo Duryodhana os habéis liberado de ellos. ¿No puedes ser feliz ahora? ¿No estás satisfecho? ¿Por qué eres tan despiadado con los hijos de tu hermano? ¡Eres realmente cruel! —A Dhritarashtra no le gustaban las palabras de Vidura. Vidura continuó con sus argumentos. Le dijo:— Esta empresa no es buena para ti. Este juego de dados será el causante de nuevas disputas. Por favor, detén los preparativos.

Dhritarashtra, con voz quejumbrosa, le dijo:

—Nada d eso ocurrirá. Después de todo, los dados son un juego de príncipes. Sólo será un pasatiempo para pasar un buen rato. En mi presencia y en la de Bishma, no pasará nada.

Incluso si al o ocurriera, no será demasiado malo: digas lo que digas, o pase lo que pase, este juego de dados tiene mi beneplácito y mi total aprobación.

Vidura estaba extremadamente disgustado con las palabras de su hermano y con su conducta, pero tenía que callarse. El rey parecía inclinado a destruirse a sí mismo y también a su hijo.

La construcción del sabha había finalizado y Dhritarashtra estaba incluso más emocionado que Duryodhana. Mandó llamar a Vidura y le dijo:

—Quiero que vayas a Khandavaprastha. Debes decir a mi hijo Yudishthira estas palabras, que expresan mi deseo: "He construido un hermoso sabha y he oído que también Maya ha construido un hermoso sabha para ti. Ven a ver mi sabha. Quiero que vengas y pases algunos días conmigo. Puedes pasar momentos muy felices jugando a los dados que tanto te gustan." Yudishthira no me desobedecerá. El vendrá. Tráele aquí tan pronto como puedas.

El pobre Vidura hizo otro intento infructuoso para evitar la calamidad. Pero el anciano rey estaba decidido.

Con el corazón apesadumbrado, Vidura dejó Hastinapura.

El Mahabharata - Tomo I
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