XXXIII

EL SWAYAMVARA EN KAMPILYA

Los pandavas llegaron a la ciudad de Kampilya y se alojaron en la casa de un alfarero. Su alimento diario aún provenía de las limosnas que recogían mendigando.

Mientras recorrían la ciudad pidiendo limosna escucharon muchos comentarios. La gente decía: "Nuestro rey está seguro de que los pandavas viven aún, un rishi le dijo que Draypadi iba a ser la esposa de Arjuna. Por eso el rey ha puesto un arco pesado en el salón donde se va a celebrar el swayamvara y una diana en forma de pez colgando del techo que continuamente da vueltas. Para ganarse la mano de Draypadi su pretendiente tiene que clavar cinco flechas en la diana proclamándose así vencedor. Esta prueba no puede realizarla un arquero ordinario, sólo Arjuna puede hacerlo." Todo el mundo estaba impaciente esperando el día del swayamvara.

Los reyes de aquella región se habían congregado en aquella ciudad para asistir a la celebración como participantes. Los pandavas estaban allí también disfrazados de bramanes. Las huestes de los kurus, con Duryodhana y Radheya a la cabeza, habían llegado también a la ciudad. Todos los Yadavas, los Bhojas, los Vrishnis y los Andhakas estaban allí. Los jefes de todos ellos eran Balarama, Krishna y sus primos. Se habían construido mansiones para alojar a los invitados provenientes de todas partes del mundo.

Por fin llegó el día del swayamvara. El salón estaba espléndidamente engalanado, parecía el salón de Indra. Aromas de perfumes y flores impregnaban el ambiente. Los invitados estaban saboreando con anticipación el júbilo de las hazañas que iban a contemplar aquel día. Los reyes congregados para participar como rivales en la celebración se paseaban como leones entre los hombres exhibiendo sus fuertes brazos y sus poderosos hombros embelleciendo el ambiente con su presencia. Seres celestiales se agolpaban en el cielo para contemplar el swayamvara. Todos estaban ansiosos por ver la belleza de Draypadi y el hombre que iba a convertirse en su señor. Los bramanes se sentaron en los asientos asignados para ellos, los pandavas se habían metido entre ellos sentándose donde pudieron. Habían llegado uno por uno y pasaron desapercibidos sin que la muchedumbre les prestara atención.

De repente se produjo un profundo silencio y todas las miradas se dirigieron a la puerta de entrada. Dhrishtadyumna entraba en el salón acompañado de su encantadora hermana.

Iba engalanada con un hermoso y costosísimo vestido de seda. Ornamentos de oro realzaban su natural belleza y su grácil figura. En su mano llevaba una guirnalda de flores.

Dhrishtadyumna la condujo al escenario que había sido construido en el centro del salón, un silencio solemne llenaba el ambiente mientras se cantaban mantras sagrados y se hacían las debidas ofrendas y oblaciones en el sacrificio del fuego. Luego Dhrishtadyumna subió al escenario y con voz fuerte y serena se dirigió a los asistentes diciéndoles:

—Por favor prestadme atención. Aquí hay un arco y cinco flechas. Con estas cinco flechas se ha de hacer blanco en la diana derribándola al suelo. La persona que sea capaz de realizar esta difícil proeza se ganará la mano de mi hermana Draypadi. Esta es mi solemne promesa.

Dhrishtadyumna se dirigió a su hermana presentándole por sus nombres a los reyes que se habían congregado allí señalándoles al tiempo con el dedo:

—...Allí está el noble príncipe Duryodhana de la casa de los kurus. Sus hermanos están también con él. Allí está Radheya, el amigo íntimo de Duryodhana. Allí está Sakuni junto con sus amados hijos. Allí puedes ver a Aswatthama, el poderoso hijo de Drona. —Y de este modo Dhrishtadyumna le fue mostrando a su hermana uno por uno a todos los asistentes que participaban en el swayamvara pretendiendo su mano. Allí estaban Jarasandha, Salya, Bhagadatta y muchos otros héroes. Y continuó diciéndole:—...allí está Balarama el hijo de Rohini. A su lado está Krishna el hijo de Devaki. Y también están los grandes héroes de la casa de los Vrishnis: Samba, Sarana, Gada, Satyaki y Kritavarma. —Luego le presentó a Jayadratha, el rey de los Sindhus. Su esposa era Dussala, la hermana de Duryodhana. Sisupala, el rey de los Chedis, también estaba allí.

La competición comenzó y los reyes se fueron acercando al arco uno por uno. El arco era divino, su nombre era Kindhura. Su cerda era de metal y era muy difícil tensarla.

Los reyes se acercaban con grandes esperanzas en sus corazones, pero al verse incapaces de manejar el arco volvían a sus asientos con la cabeza baja. Las huestes de los Yadavas habían decidido no participar en el swayamvara. Los ojos de Krishna recorrían la multitud hasta que finalmente se detuvieron sobre la forma de los pandavas. Con mucho disimulo atrajo la atención de su hermano hacia ellos.

—Mira —le dijo—, ¿ves a aquellos cinco bramanes sentados allí?, pues estoy seguro que son los pandavas ocultando sus nobles normas con las vestiduras serenas de un bramán. Parecen ascuas de carbón cubiertas con cenizas. Los cinco héroes está vivos y están aquí. Esperemos y veamos qué sucede.

La cara de Krishna se iluminó con una dulce sonrisa. Como Krishna ya sabía que los pandavas aún vivían no tuvo inconveniente en acceder a que los Yadavas no participasen en la competición del swayamvara.

El torno continuó. Rey tras rey intentaron pasar la prueba fracasando en su intento aunque algunos de ellos casi lo consiguieron. A Sisupala, por ejemplo, le faltó tan sólo el tamaño de un grano de sésamo para cubrir con éxito la prueba, pero se le resbaló el arco y tuvo que regresar a su asiento con el sabor del fracaso amargándoles las entrañas. Otro que estuvo a punto de conseguirlo fue Jarasandha, le faltó también el tamaño de un grano de mostaza. Duryodhana se levantó de su asiento dirigiéndose hacia el arco con paso majestuoso pero tampoco consiguió hacer diana perfecta en el pez. A Salya le faltó el ancho de una judía para que su intento fuera coronado por el éxito. Ya todos los demás reyes estaban perdiendo la esperanza al ver que los mejores arqueros no habían podido superar con éxito la prueba, pero Radheya se levantó y se dirigió hacia el escenario. Su aspecto era grandioso mientras caminaba como una pantera a través del salón en dirección al arco. Krishna le observaba con total concentración viendo cómo Radheya cogía el arco y tensaba la cuerda. Mientras Radheya trataba de apuntar con precisión todos los reyes se sumaban a su intento con gran emoción, Krishna no se atrevía a respirar. Todos estaban seguros de que lo conseguiría. Ahora que Arjuna había muerto, creían que no habría nadie que pudiera igualar a Radheya, el discípulo de Bhargava. Era todo un espectáculo verle doblar el arco tensando la cuerda casi sin hacer esfuerzo. Sus disparos fueron tan certeros que tan sólo le faltó el ancho de un pelo para hacer diana perfecta. En la cara de Krishna se reflejó una expresión de alivio. El silencio se había apoderado del salón entero. Ya nadie se atrevía a coger el arco después de que Radheya hubo fallado también en su intento.

El Mahabharata - Tomo I
titlepage.xhtml
sec_0001.xhtml
sec_0002.xhtml
sec_0003.xhtml
sec_0004.xhtml
sec_0005.xhtml
sec_0006.xhtml
sec_0007.xhtml
sec_0008.xhtml
sec_0009.xhtml
sec_0010.xhtml
sec_0011.xhtml
sec_0012.xhtml
sec_0013.xhtml
sec_0014.xhtml
sec_0015.xhtml
sec_0016.xhtml
sec_0017.xhtml
sec_0018.xhtml
sec_0019.xhtml
sec_0020.xhtml
sec_0021.xhtml
sec_0022.xhtml
sec_0023.xhtml
sec_0024.xhtml
sec_0025.xhtml
sec_0026.xhtml
sec_0027.xhtml
sec_0028.xhtml
sec_0029.xhtml
sec_0030.xhtml
sec_0031.xhtml
sec_0032.xhtml
sec_0033.xhtml
sec_0034.xhtml
sec_0035.xhtml
sec_0036.xhtml
sec_0037.xhtml
sec_0038.xhtml
sec_0039.xhtml
sec_0040.xhtml
sec_0041.xhtml
sec_0042.xhtml
sec_0043.xhtml
sec_0044.xhtml
sec_0045.xhtml
sec_0046.xhtml
sec_0047.xhtml
sec_0048.xhtml
sec_0049.xhtml
sec_0050.xhtml
sec_0051.xhtml
sec_0052.xhtml
sec_0053.xhtml
sec_0054.xhtml
sec_0055.xhtml
sec_0056.xhtml
sec_0057.xhtml
sec_0058.xhtml
sec_0059.xhtml
sec_0060.xhtml
sec_0061.xhtml
sec_0062.xhtml
sec_0063.xhtml
sec_0064.xhtml
sec_0065.xhtml
sec_0066.xhtml
sec_0067.xhtml
sec_0068.xhtml
sec_0069.xhtml
sec_0070.xhtml
sec_0071.xhtml
sec_0072.xhtml
sec_0073.xhtml
sec_0074.xhtml
sec_0075.xhtml
sec_0076.xhtml
sec_0077.xhtml
sec_0078.xhtml
sec_0079.xhtml
sec_0080.xhtml
sec_0081.xhtml
sec_0082.xhtml
sec_0083.xhtml
sec_0084.xhtml
sec_0085.xhtml
sec_0086.xhtml
sec_0087.xhtml
sec_0088.xhtml
sec_0089.xhtml
sec_0090.xhtml
sec_0091.xhtml
sec_0092.xhtml
sec_0093.xhtml
sec_0094.xhtml
sec_0095.xhtml
sec_0096.xhtml
sec_0097.xhtml
sec_0098.xhtml
sec_0099.xhtml
sec_0100.xhtml
sec_0101.xhtml
sec_0102.xhtml
sec_0103.xhtml
sec_0104.xhtml
sec_0105.xhtml
sec_0106.xhtml
sec_0107.xhtml
sec_0108.xhtml
sec_0109.xhtml
sec_0110.xhtml
sec_0111.xhtml
sec_0112.xhtml
sec_0113.xhtml
sec_0114.xhtml
sec_0115.xhtml
sec_0116.xhtml
sec_0117.xhtml
sec_0118.xhtml
sec_0119.xhtml
sec_0120.xhtml
sec_0121.xhtml
sec_0122.xhtml
sec_0123.xhtml
sec_0124.xhtml
sec_0125.xhtml
sec_0126.xhtml
sec_0127.xhtml
sec_0128.xhtml
sec_0129.xhtml
sec_0130.xhtml
sec_0131.xhtml
sec_0132.xhtml
sec_0133.xhtml
sec_0134.xhtml
sec_0135.xhtml
sec_0136.xhtml
sec_0137.xhtml
sec_0138.xhtml