XXIV
Después de unos días el rey mandó llamar a Yudishthira y le dijo:
—He oído decir que la ciudad de Varanavata es muy hermosa. ¿Por qué no os vais todos los hermanos a pasar una temporada allí en compañía de vuestra madre? Divertíos allí durante un año y después si queréis podéis volver a Hastinapura. ¿Qué te parece?
Dhritarashtra pensaba que el príncipe en su inocencia no vería la razón que le motivaba a hacerle aquella sugerencia tan desusual. Yudishthira sin embargo notó que algo había detrás de aquello. Pero a pesar de su desconfianza también se daba cuenta que no podía hacer nada y le contestó:
—Complaceré tu deseo. —Más tarde comentó el hecho con Bishma, Drona, Vidura y otros, les dijo:
—Mi tío me ha pedido que me vaya junto con mis hermanos y mi madre a la ciudad de Varanavata a pasar allí unos meses. Por favor bendecidnos y rogad por nuestro bien. —Luego, dirigiéndose a Bishma, le dijo:— Tú, siendo nuestro abuelo, conoces bien el afecto que nuestro tío siente por nosotros. Quiere que pasemos una temporada den Varanavata, el lugar consagrado al gran Sankara. Somos muy afortunados de que nuestro tío se preocupe tanto por nuestro bienestar.
Estas palabras llenas de sarcasmo pretendían llegar al corazón de Bishma, que era muy hábil en el uso del sarcasmo. Pero tal y como dijo Duryodhana, él se mostraba completamente indiferente. Fácilmente podía haber intervenido impidiendo el exilio de los pandavas, pero no lo hizo, pues no podía imaginarse la malvada intención de Dhritarashtra. No podía imaginarse que pudiese llegar a aquel extremo. El pobre Yudishthira se sintió desamparado al ver que Bishma no reaccionaba frente al sarcasmo de sus palabras.
Así pues, Yudishthira, sus hermanos y su madre, comenzaron los preparativos para abandonar el reino cambiando su residencia a Varanavata.
En cuanto Duryodhana supo la noticia de que los pandavas habían accedido a la sugerencia de Shritarashtra, con la ayuda de su tío Sakuni, puso en marcha el complot.
Inmediatamente mandó llamar a Purochana, uno de los ministros de la corte de su padre y cuando estuvo a solas con él, asegurándose de que nadie le iba a oír, le tomó la mano derecha y le dijo:
—El mundo entero y todas sus riquezas me pertenecen a mí. Para mí eres un ser tan querido y cercano como mi padre. Ahora tienes la oportunidad de compartir conmigo este reino y no quiero guardarte ningún secreto. Si quieres puedes ayudarme ahora que te necesito.
Sabes que mi padre les ha pedido a los pandavas que se vayan a Varanavata. Pues bien, quiero que partas inmediatamente en dirección a Varanavata en una carroza tirada por los caballos más veloces y allí construyas un palacio para los pandavas. Tienes que decorarlo con los ornamentos más exquisitos: ha de ser una morada adecuada para albergar a los príncipes. Pero escucha, la casa tienes que construirla con materiales fácilmente inflamables; tales como paja y cera. Tienes que ocultar en las diferentes habitaciones vasijas conteniendo aceite y mantequilla. La casa tiene que estar acabada para el momento en que lleguen a Varanavata.
Tienes que perfumarla para que no se note que la casa ha sido construida con tales materiales.
Luego, humildemente, te acercarás a los pandavas y les pedirás que moren en ella, diciéndoles que el rey ha mandado construir la mansión especialmente para ellos, deseándoles una estancia confortable en la ciudad. Tienes que inspirarles confianza. Una vez que hayan estado residiendo en la casa por algún tiempo, sin ninguna sospecha ni recelo al respecto, tienes que prenderle fuego. Que parezca que el incendio se ha provocado accidentalmente, nadie tiene que sospechar del atentado. Quiero que este plan tenga éxito. Esta es la única oportunidad de librarme de estos odiosos primos sin que nadie sospeche que he intervenido en ello. Ahora dependo completamente de ti.
Purochana le aseguró que cumpliría sus deseos al pie de la letra, e inmediatamente se puso en camino de Varanavata para comenzar la construcción de la casa. La edificaron de una forma muy elaborada sin que pudiera prestarse a sospecha por su aspecto exterior.
La noticia de que Dhritarashtra le había pedido a los pandavas que se fueran a Varanavata por un año se extendió como el fuego. La gente estaba muy triste, incluso algunos se acercaron a Yudishthira pidiéndole que se quedara. Le decían: "Este rey ciego no tiene buenas intenciones; no le hagas caso, quiere hacerte daño." Yurishthira les tranquilizó diciendo:
—Siempre ha sido mi norma obedecer cualquier cosa que me pidieran mis mayores.
Dado que somos huérfanos, Dhritarashtra es nuestro padre, y es mi deber obedecerle. Por favor, deseadnos fortuna y dejadnos ir a Varanavata.
Con lágrimas en los ojos, los habitantes de la ciudad les acompañaron un trecho del camino y luego se despidieron de ellos.
Vidura sin embargo les acompañó hasta cierta distancia pues quería poner en sobreaviso a Yudishthira. Le dijo:
—Yudishthira, tú eres justo e inteligente, por lo cual debes aprender a protegerte del peligro. Hay armas que son más mortíferas y peligrosas que las espadas y las flechas. Incluso durante los terribles días del invierno la rata sabe cómo protegerse cavando un hoyo en la tierra. Un hombre inteligente debe saber cómo protegerse del fuego incluso aunque aparentemente no haya forma de hacerlo. En eso, el hombre debe aprender de la rata. Después de eso el camino será claro. Las estrellas estarán siempre ahí para mostrarte el camino. Si estás alerta nada podrá hacerte daño. —Vidura le habló en dialecto Mleccha Blasha que muy pocos conocían. El desdichado príncipe Yudishthira inclinó la cabeza en reconocimiento por tales palabras, tras lo cual emprendió camino hacia Varanavata. Vidura sentía que se había quitado de su mente una tremenda carga y haciéndoles una señal de despedida regresó de nuevo a Hastinapura.
Ya una vez en camino, Kunti le preguntó a Yudishthira: —¿Qué te dijo Vidura? Supongo que si te habló en ese extraño lenguaje era porque no quería que la gente supiese lo que te estaba diciendo, pero si no es un secreto, por favor, dime qué te dijo.
Yudishthira le contestó:
—Me estaba previniendo contra el fuego y me dijo que luego mi camino estaría claro con la ayuda de las estrellas. En sus palabras se podía adivinar que algún peligro nos espera en Varanavata. Parece que nuestros nobles primos e igualmente nuestro noble padre, no se atreven a luchar contra nosotros a campo abierto, por lo que supongo que estarán tramando alguna trampa en contra de nosotros. Ya veremos qué ocurre, en cualquier caso nuestro tío siempre nos protegerá.
Después de viajar durante ocho días, por fin llegaron a la ciudad de Varanavata, conocida como la ciudad del señor Sankara.