XXII
La educación y adiestramiento de los príncipes ya había finalizado. Era el momento por el que Drona había esperado para ver realizado su sueño de venganza. Reunió a sus discípulos en torno suyo y les dijo:
—Ha llegado el momento en el que debéis tributarme vuestro dakshina.
Los príncipes estaban enormemente emocionados y deseosos de saber cuál iba a ser su dakshina.
—Yo no quiero riquezas —dijo Drona—. Quiero que vayáis al reino de los panchalas y derrotéis a Drupada trayéndomelo cautivo. Lo quiero vivo.
Los príncipes se sintieron tremendamente emocionados al saber que por fin iba a poder luchar, e inmediatamente comenzaron los preparativos para la batalla. Para un kshatrya la idea de poder luchar supone un gran aliciente, cuanto más no lo sería para los vástagos de la casa de los kurus, que iban a tener la primera oportunidad de demostrar sus habilidades como guerreros. Una vez finalizados los preparativos emprendieron la marcha hacia Panchala.
Drona estaba más emocionado que ninguno.
En cuanto Drupada supo la noticia de que los príncipes kurus se dirigían a su ciudad con intenciones de guerra, aunque no entendía qué motivo les movía a hacerlo, también hizo sus preparativos para la lucha. Y, apoyado por sus hermanos, Drupada salió al encuentro de sus adversarios.
La lucha comenzó, pero los pandavas permanecieron apartados como esperando, descansando debajo de un árbol cercano al campo de batalla. Ellos sabían que a los kurus les sería imposible derrotar a Drupada, por lo cual decidieron intervenir una vez que ellos hubiesen fracasado en el intento. El terrible Drupada peleaba tan bien que derrotó a todos los kurus dispersándolos en desbandada. Los pandavas contemplaban la escena sonrientes. Y a continuación entraron en acción. Arjuna le pidió a Yudishthira que se quedase detrás.
—Nosotros cuatro capturaremos a Drupada —le dijo.
La carroza de Arjuna avanzaba veloz escoltada de un lado por Nakula y del otro por Sahadeva, protegiendo las ruedas de su carro. Bhima, con su maza en la mano parecía el Señor de la Muerte. Rompieron la línea de vanguardia de los Panchalas haciendo caer los soldados a un lado y a otro, y a continuación fueron directos hacia la carroza de Drupada. El rey de los panchalas se defendía furiosamente, pero la estrategia de los cuatro pandavas le sorprendía continuamente. No querían hacerle daño, tan sólo le acosaban para capturarle. Y de un salto Arjuna pasó de su carro al de Drupada, tomándole totalmente por sorpresa. Arjuna le capturó y le hizo subir a su carro en el cual partió inmediatamente en dirección al lugar en el que esperaba Drona.
Había llegado el momento por el que Drona había estado esperando' desde hacía muchos años. Por fin su sueño de venganza se había hecho realidad. Y allí en frente de Drupada, Drona rememoró todos los hechos del pasado que habían sido origen de aquel acto de venganza; Drupada le escuchó humillado mirando al suelo, pues era un rey orgulloso, borracho de poder. Pero ahora las posiciones se habían invertido, y Drona le tenía cautivo y a su merced. Le reprochó con insultos todo lo que le había hecho vengándose así de la humillación que un día sufrió. Ahora era Drona el que estaba borracho de poder. Le dijo: —¿Te acuerdas que una vez me dijiste que la amistad solamente podía producirse entre dos personas del mismo rango, pues fíjate ahora; ya no tienes nada que puedas reclamar como tuyo; ni tu reino, ni siquiera tu misma vida. Pero no temas, no te mataré, quiero ser tu amigo, y dado que la amistad sólo es posible entre dos personas del mismo rango, te voy a devolver la mitad de tu reino, de esta forma estaremos al mismo nivel. Tu reino comenzará desde las orillas del río Ganges hacia abajo, mientras que yo me quedaré con toda la tierra que queda al norte del río. Dejémoslo así y quedemos como amigos.
Drona, con la falta de perspectiva típica de un bramán, no podía imaginarse qué consecuencias iba a traer esta repartición amistosa. Fue capaz de guardar en su corazón el dolor causado por un insulto durante anos y dedicarse enteramente a la consumación de su venganza. Pero el odio sólo duró mientras duraba su sed de venganza; una vez tomada la revancha su mente quedó en paz y olvidó todo lo sucedido. Sin embargo, Drupada no era un brahmán sino un kshatrya, y a pesar de que Drona le abrazó con afecto en el momento de la despedida, él no dijo ni palabra, pues en su corazón se estaba fraguando un odio a muerte por su agresor. Drupada se hizo la siguiente proposición: "Debo de conseguir un hijo para matar a este hombre a quien tanto odio. Me recluiré para practicar austeridades y mortificaciones pues sé que un hijo ordinario no podría acabar con este hombre, que es un maestro de todos los astras. Pediré que me sea concedido un hijo poderoso, capaz de matar a Drona." Por otra parte Drupada como todo buen kshatrya, estaba admirado por el valor del joven príncipe Arjuna: "¡Qué arquero más formidable! ¡qué guerrero más caballeroso!" —pensaba Drupada—. "Si fuera posible me gustaría tener una hija para entregársela a este joven como una muestra de mi aprecio. Tendré dos hijos: una hija para entregársela a Arjuna y un hijo para matar a Drona."
Y con estos pensamientos dando vueltas en su cabeza, Drupada regresó lentamente sobre sus propios pasos a la ciudad de Kampilya, como un rey derrotado al que le habían robado la mitad de su reino.