VIII
La mente de Arjuna se encontraba en un estado de extraña alegría; había visto al Señor Sankara y no podía reponerse, todavía estaba bajo su hechizo. De repente vio un brillo blanco a su alrededor. Parecía como si mil ópalos, corales y perlas estuvieran destelleando al unísono muy suavemente. Arjuna tuvo una extraña visión: todos los dioses de los cielos se dirigían a la cima de Indrakila. Vio a Varuna, el señor de los océanos; Kubera, el señor de las riquezas;
Yama, el señor de la muerte; e Indra, el señor de los cielos. Varuna, Kubera, Indra y Yama eran los señores de los cuatro cuartos: oeste, norte, este y sur. Y aproximándose a él, le dieron sus bendiciones. Yama dijo:
—Arjuna, has visto la forma de Sankara y ahora nos complace a todos revelarnos a ti.
Podrás conquistar a todos tus enemigos en la guerra y tu fama será eterna. Yo soy Yama y me alegra entregarte mi astra. Con Krishna de vuestro lado, tú y tus hermanos seréis los señores de la tierra.
Y Varuna dijo:
—Soy Varuna, el señor del oeste. Soy el señor de los océanos, y he venido a verte complacido con tu valor. Recibe mi astra, el poderoso Varunastra, que te será de inmensa ayuda en la guerra que se avecina. Úsalo con discreción, es tan poderoso como el astra de Yama.
Y Kubera dijo:
—Vengo del norte que es mi dominio. Soy Kubera, el señor de las riquezas de la tierra y de los cielos. Ganarás toda la riqueza de la tierra después de destruir a tus enemigos. Te daré mi astra. Eres suficientemente apto para usarlo. Indra abrazó a su hijo y le dijo:
—Me siento muy feliz, y estoy muy orgulloso de tí. Has alcanzado lo que ningún mortal ha podido hacer hasta ahora. Tengo una tarea para tí en mi reino. Te mandaré mi carro y te daré todos mis astras.
Viendo a todos los dioses de los cielos que se habían reunido en la cima de la montaña Indrakila, Arjuna estaba sumido en un profundo sentimiento de humildad. No podía hablar debido a que las lágrimas le ahogaban. Cayó a sus pies, honrándoles como merecían, y luego dijo:
—Yo soy un humilde mortal y vosotros sois dioses que por vuestro gran amor a los pandavas, me habéis favorecido y he tenido la buena fortuna de veros con estos ojos terrenales. No sé cómo pagaros por vuestra bondad.
Los dioses estaban complacidos con él y con su humildad, y bendiciéndole desaparecieron.
Arjuna aún estaba pensando en los maravillosos acontecimientos del día, sentía que no iba a poder levantarse, por el gran trastorno emocional que experimentaba. Se sentía deliciosamente débil, cuando de repente, vio que el carro de Indra estaba sobre la montaña. El conductor de Indra, de nombre Matali, fue hacia Arjuna y le dijo:
—Ahora debes ir a los cielos, tu padre te necesita allí, debes ir inmediatamente.
Arjuna contestó:
—Sí, debo apresurarme. Es mi buena fortuna el que pueda ver con estos ojos terrenales los cielos que sólo se alcanzan después de realizar yagas como el Rajasuya y el Aswamedha.
El fin y propósito de todos los kshatryas es alcanzar la morada de Indra, después de esta vida terrenal. Buscando este fin, vivimos en el Dharma mientras caminamos por la tierra. ¡Iré!