XLI

LOS JARDINES DE SUBHADRA

Cuando los hijos de la casa de los Vrishnis estuvieron en Hastinapura aprendiendo de Drona el uso del arco, Gada, el primo de Krishna, se hizo muy amigo de Arjuna. Gada le había hablado a Arjuna de su prima Subhadra, que era la hermana de Sarana. Arjuna había oído hablar tanto de su belleza que se había enamorado de ella sin ni siquiera haberla visto y ahora se estaba acordando de ella. Así que comenzó a pensar de qué forma podía verla sin ser visto. No quería que nadie le reconociera. Sabía que Subhadra estaba en Dwaraka, por lo que Arjuna se dirigió a Prabhasatirtha, un lugar cercano a Dwaraka. Se había disfrazado cómo un yati con un tridente en la mano, se había puesto ceniza sagrada por todo el cuerpo.

Colgando del cuello se puso collares de rudraksha y enmarañó sus cabellos. Ataviado de esta forma, caminaba por las calles de Prabhasa. Durante la noche se sentaba bajo una higuera dando la apariencia de estar en profunda meditación. Pensamientos de Krishna afloraban continuamente en su mente. Deseaba que viniera y le ayudara. De repente comenzó a llover, caía agua a torrentes y Arjuna todavía permanecía sentado bajo la higuera.

Krishna ya había oído que había llegado un sadhu a Prabhasa y por la descripción supuso que se trataba de Arjuna. No le llevó mucho tiempo adivinar cuál era el secreto que guardaba en su corazón su amigo bien amado. Krishna estaba pasando aquella noche con Satyabhama, su esposa favorita. De repente comenzó a reír a carcajadas, hasta se le salían las lágrimas. Satyabhama quería saber por qué se reía, pero él seguía riéndose sin decir nada. Por fin, después de un rato, Krishna se calmó y enjugándose los ojos le dijo:

—Mi primo Arjuna ha dejado hace unos meses la ciudad de Indraprastha para iniciar un thirtayatra. El yatra está ya a punto de finalizar, solamente le quedan cuatro meses, y ahora ha venido a Prabhasa con el corazón saturado de la imagen de mi hermana Subhadra. Ha venido disfrazado de yati. Y lo que hace que me ría tanto es pensar en Arjuna sentado debajo de una higuera mientras la lluvia cae torrencialmente sobre él. Creo que debo ir y darle la bienvenida a Dwaraka.

Krishna fue a su encuentro bajo la lluvia dirigiéndose hacia el árbol bajo el cual estaba sentado el desdichado Arjuna. El encuentro de ambos amigos fue muy cariñoso.

Krishna le preguntó sobre sus andanzas y Arjuna le contó todo. Krishna sonrió astutamente y le dijo:

—Así que todas estas andanzas tuvieron un efecto tal sobre el gran pandava que éste ha renunciado al mundo y se ha impuesto el Kashaya.

A lo que Arjuna replicó:

—Mi Señor, tú sabes lo que ocurre conmigo. Tú conoces los más recónditos deseos de mi corazón y sabes bien por qué me he puesto este atuendo; debes ayudarme a ganar a la bella Subhadra.

Krishna le aseguró que nada le complacería más que ver a su querida hermana como la esposa de su amigo más amado. Le llevó a la colina llamada Raivataka y le pidió que pasara allí algún tiempo. Luego Krishna regresó a Dwaraka.

Transcurrieron unos pocos días y ocurrió que se iba a celebrar una fiesta en la cima de la colina. Los Vrishnis asistieron con intenciones de pasar allí algún tiempo. Arjuna estaba de incógnito entre ellos. Les veía pasar y los conocía a todos, pero de repente sus ojos fueron arrebatados por la belleza de una mujer que pasaba, iba rodeada de varias doncellas, y Arjuna la miró fijamente a los ojos.

La expresión de los ojos de Arjuna reflejaba los sentimientos de su corazón. De repente oyó a alguien a su lado, era Krishna que se había atravesado la multitud hasta llegar a su lado. Krishna le dijo:

—Amigo mío, tu expresión no corresponde al atuendo que vistes.

Arjuna le respondió:

—Por favor Krishna no te burles de mí, ¿quién es ella? ¿quién es esa bella mujer que acaba de pasar?

Krishna contestó:

—Es Subhadra, la hermana de Sarana. Es mi media hermana. Si estás interesado en ella, puedo decírselo a mi padre. Arjuna estaba muy feliz de saber que la mujer que había estado amando sin haberla visto jamás era en verdad tan bella como se decía. Y dijo:

—Mi Señor, dejo en tus manos este problema, para que seas tú quien dé la solución.

Yo amo a tu hermana; dime cómo puedo hacerla mía. Quiero casarme con esta muchacha.

Tú tienes que hacerlo posible.

Krishna se echó a reír y luego le dijo:

—Mi querido Arjuna, tú sabes que hay matrimonios de muchas clases, pero el más maravilloso es aquel que se realiza entre dos seres que se aman. Si consigues que mi hermana se enamore de ti, entonces, podrás llevártela a Indraprastha y casarte con ella. Este es el método más frecuente entre los kshatryas. Ahora, para lograrlo, debes ir y sentarte en el patio del templo, darás mejor impresión si estás absorto en meditación: esto no te será difícil ya que tienes algo agradable en lo que puedes meditar. El resto vendrá por añadidura. Recuerda, Arjuna: no debes perder la calma.

Arjuna hizo exactamente lo que le había dicho Krishna. Fue y se metió en medio de la muchedumbre de los héroes Vrishnis. Ya habían acabado las adoraciones en el templo y Subhadra junto con sus doncellas se había ido. Balarama, Kritavarma, Samba, Sarana, Pradyumna y Gada, junto con otros que caminaban alrededor del templo, vieron al yati sentado en el patio bajo un árbol sumergido en profunda meditación. Sus ojos estaban cerrados, y Balarama quedó grandemente impresionado por la personalidad de aquel joven yati de aspecto tan puro y sobrenatural, con su bello rostro y el cuerpo cubierto de cenizas sagradas. Sus ojos cerrados daban un toque de misterio a toda aquella imagen. Sin embargo, Arjuna estaba muy nervioso y temía que en cualquier momento le descubrieran y le desenmascararan, pero no fue así. Krishna le había dicho que no perdiera la calma. Así pues, poco a poco abrió sus ojos y se encontró a Balarama de pie, delante de él con las manos juntas en actitud de adoración. ¡Había ocurrido el milagro! ¡No le habían reconocido! Balarama se postró ante el yati, le dio la bienvenida a Dwaraka y le dijo: —¿Qué piensa hacer vuestra santidad? ¿De dónde ha venido? ¿Qué podemos hacer para que os sintáis cómodo? Arjuna exhaló un profundo suspiro de alivio y dijo:

—He viajado por todo el mundo, he visto muchos lugares. Nunca pasé más de tres noches en un mismo sitio. Pero ahora, la época de las lluvias ha llegado con toda su fuerza.

El cielo está cubierto por nubes oscuras y densas ansiosas por derramar su lluvia.

Debo pasar estos cuatro meses en algún lugar, y pensé que esta pintoresca colina de Raivataka sería un lugar cómodo para mí. Aprovechando el silencio que la envuelve podré concentrarme en la meditación.

Balarama estaba muy impresionado con aquel joven yati que hablaba palabras tan bellas y decidió ser su anfitrión. Parecía joven en edad pero viejo en sabiduría. Era una suerte que la ciudad de Dwaraka hubiera tenido la buena fortuna de haber sido elegida por el yati para su estancia de cuatro meses.

Krishna se presentó justamente en ese momento, Balarama le dijo que venerara al gran yati. Krishna ocultando su sonrisa burlona se postró a sus pies y recibió con humildad manifiesta las cenizas sagradas. Balarama le contó todo sobre el yati, cómo había viajado por todo el mundo y cómo había honrado con su presencia la colina de Raivataka con la intención de pasar allí la época de las lluvias. Luego le pidió a Krishna que sugiriera un lugar propicio para que se alojara el yati. A lo que Krishna respondió:

—Siendo tú mayor que yo, no es correcto que sea yo quien decida. Sería una impertinencia.

Balarama, complacido con su humildad, dijo:

—Siento que el mejor lugar serían los jardines al lado de los aposentos de Subhadra.

Yo haré que ella atienda a todas las necesidades de este gran hombre.

Era costumbre que las muchachas jóvenes atendieran a los hombres ilustres y, además, se decía que las bendiciones de los rishis y de los hombres santos, aseguraban una feliz vida futura para las muchachas jóvenes. Según era costumbre, Balarama sugirió que Subhadra atendiera las necesidades del yati. Krishna quería que sucediese así, y así sucedió. Pero, sin embargo, su apariencia externa no reflejaba su contento, parecía dudoso, y dijo:

—No creo que sea aconsejable dejarle estar tan cerca de Subhadra. No sabemos nada de este hombre. Hermano, este yati parece ser joven, es guapo, tiene un cuerpo bello; demasiado bello para haber estado sometido a austeridades durante tanto tiempo, y es también muy elocuente. Todas estas cosas son muy atractivas para una muchacha joven e impresionable. Este hombre posee las cualidades y encantos capaces de atraer a una muchacha tan joven y encantadora como nuestra Subhadra. Yo no lo aconsejo. Es más, difiero totalmente de tu sugerencia. Pero naturalmente, tú eres sabio y tienes una visión más amplia. Seguro que has debido reconsiderar todo esto antes de llegar a esta decisión.

Balarama estaba furioso con Krishna por haber hablado del yati en términos tan disparatados. Le dijo:

—Pareces ignorar la grandeza de este yati. Ha viajado por todo el mundo. Es un bhramacharín que tiene todos sus sentidos bajo control. Así que lo correcto y adecuado sería que le pidieses perdón por decir cosas tan absurdas acerca de él.

Le pidió a Krishna que llevara al yati a los aposentos de Subhadra. Ella tenía que realizar todos los preparativos para hacer que la estancia del yati fuera confortable.

Krishna estaba muy contento por la forma en que se iba desarrollando todo y llevó a Arjuna a los jardines del palacio. Tomó a Arjuna de la mano, le condujo a donde estaban Rukmini y Satyabhama, a las cuales les reveló quién era él realmente. Ambas le dieron la bienvenida con una sonrisa y dijeron:

—Krishna y todos los Vrishnis nos han hablado mucho de ti. Hemos estado deseando conocerte desde hace mucho tiempo.

Luego Krishna llevó a Arjuna ante Subhadra, a la cual le comunicó las instrucciones de Balarama, dejando a Arjuna. a su cuidado. Krishna se despidió esbozando una sonrisa entre burlona y divertida.

El Mahabharata - Tomo I
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