XII

BHIMA Y HANUMAN

La naturaleza había sido pródiga en regalos en los alrededores de Badarikashrama. Las flores que brotaban allí no podían encontrarse en ninguna otra parte. Era un lugar maravilloso.

Aquel paraje no podía ser descrito con simples palabras. No existía ninguna lengua adecuada para describir el ashram y sus alrededores. Un día Draypadi estaba admirando la belleza que se extendía ante ella, cuando de repente una flor llegó hasta ella, impulsada por el aire. Era preciosa y tenía un perfume encantador. La cogió entre sus manos y la observó durante mucho tiempo. Cuando llegó Bhima, Draypadi le llamó a su lado y le dijo:

—Mira, Bhima. Fíjate en esta flor, ¡huélela! ¡qué perfume tan maravilloso! Me gusta mucho. Bhima, ¿puedes conseguirme más flores como ésta?

Bhima se puso muy feliz de poder hacer algo para agradar a Draypadi y partió inmediatamente en busca de la flor, siguió su perfume, como un sabueso sigue el rastro de su presa. Bhima iba de un lado para otro en busca del origen del olor, sin darse cuenta que se había alejado. Su mente divagaba en mil pensamientos y sus pies corrían mecánicamente. De pronto, se dio cuenta que se había ido muy lejos, hizo sonar su caracola 'y siguió adelante. El sonido de su caracola despertó a todos los leones que estaban durmiendo en sus madrigueras.

Bhima siguió adelante.

En aquel bosque moraba el gran Hanuman, que estaba dormido. El sonido de la caracola de Bhima le despertó de su sueño profundo y meneando la cola la estrelló contra el suelo.

Aquel ruido resonó entre las cuevas de las montañas y Bhima lo oyó. Aquello le sonó como un desafío y se dirigió rápidamente hacia el lugar de donde venía el sonido. Al poco tiempo se encontró con un mono enorme, sentado sobre una— inmensa losa. Bhima estaba sorprendido ante aquella estampa porque nunca antes había visto a un mono como aquel. El mono estaba sentado allí tranquilamente, bloqueando su camino. Bhima se le acercó y el sonido de sus pisadas hizo que el mono entreabriera los ojos. Este dijo:

—Joven, ¿por qué haces tanto ruido? Tu caracola me despertó de mi sueño. Todos los seres humanos de estos parajes son amables con los animales. Parece que eres extranjero, pues no eres considerado con los habitantes de este lugar. ¿De dónde vienes? ¿Quién eres? A partir de aquí el bosque se torna impenetrable. Te lo digo por el afecto que siento hacia el ser humano y estoy seguro que me escucharás. Aquí hay algunos frutos. Cómelos, descansa un rato y regresa al lugar de donde vienes. No puedes seguir adelante, te digo la verdad.

Bhima contestó a aquel extraño mono que podía hablar como un ser humano, diciéndole: —¿Puedo saber quién eres? No eres un mono ordinario. Debes ser algún semidios que ha asumido la forma de mono. En cuanto a mí, soy el hijo de Vayu, mi madre es Kunti y mi nombre es Bhimasena. Soy uno de los pandavas y estamos en el exilio.

Le contó la historia de los pandavas y le habló de Arjuna al que iban a recibir dentro de poco. El mono sonrió oyendo las palabras de Bhima y le dijo:

—Estoy en tu camino y no puedo moverme. Si aceptas mi consejo debes volver por donde viniste.

Bhima sintió que se le estaba agotando su paciencia. Ya empezaba a incordiarle aquello y le dijo:

—No quiero tu consejo. Quiero seguir, y tengo prisa. ¡Quítate de mi camino!, si no lo haces te pesará.

El mono le dijo:

—Como te dije antes, soy demasiado viejo para moverme. Si insistes en seguir, incluso en contra de mi consejo, puedes hacerlo saltando por encima de mi cuerpo.

Bhima se estaba disgustando con lo que pasaba. Arrugó el ceño y dijo:

—Eres más viejo que yo y estás sentado en mi camino, no es correcto que salte sobre tu cuerpo, eso es irrespetuoso hacia un anciano. Pero si insistes tendré que saltar sobre ti como hizo el gran Hanuman cuando tuvo que cruzar el mar.

El mono preguntó: —¿Quién es ese Hanuman del que hablas? Pareces respetarle, lo noto por el tono en que pronuncias su nombre, tu voz sonaba suave y gentil cuando lo has mencionado. Dime, ¿quién es ese Hanuman?

El mono giró su mirada hacia Bhima, en sus ojos había una expresión jocosa, lo cual irritó aún más a Bhima, quien le contestó —¿Eres un mono y no sabes quién es Hanuman? —Y mirándole con una sonrisa despectiva añadió:— Hanuman es el más grande de todos los monos. Es mi hermano. Es un gran sabio. Es famoso por las grandes hazañas que realizó en servicio a Shri Rama. Cuando Rama perdió a Sita, su esposa, este hermano mío cruzó el océano de un salto y llevó el mensaje de Rama a Sita para consolarla. Yo no soy nada en comparación con él en cuanto a bravura y fuerza. Pero soy lo suficientemente tuerte para luchar contigo si tengo que hacerio.

Tengo que penetrar en el corazón de este bosque, así que, por favor, ábreme paso. Si no lo haces, me temo que tendré que exhibir mi poder y atacarte. Tendré que matarte aunque no quiero hacerlo.

Hanuman sonrió para sí mismo contemplando la impaciencia de Bhima y le dijo:

—Por favor, no te enfades conmigo, ya te he dicho que soy muy viejo para moverme. Por favor, ten compasión de mis años. Mi cola está en tu camino, si la empujas a un lado el camino quedará libre y podrás proseguir.

Bhima sonrió condescendientemente y, con su mano izquierda, trató de apartar a un lado la cola, pero no pudo hacerlo. La cola no se movía. Sorprendido, usó las dos manos para apartarla, pero no pudo. Frunció el ceño ante su inesperado fracaso y lo intentó otra vez. Pero la cola no se movía del sitio.

El mono todavía seguía sentado, observándole con una tenue expresión jocosa en sus ojos.

Bhima tuvo que admitir la derrota y bajó su cabeza avergonzado.

Fue ante el mono y postrándose ante él le dijo:

—Por favor, perdona mis duras palabras. En mi arrogancia sobrepasé las normas de la buena conducta. Tú eres mayor y yo soy más joven que tú. Debes tolerar los errores de alguien que es como tu hijo. Siento haberte hablado de una forma tan ruda, por favor, perdóname. —Y con ojos lagrimosos Bhima le dijo:— Debes decirme quién eres. Eres un rey entre los monos y quiero conocerte.

El mono le sonrió y le dijo:

—Yo también estoy ansioso de decirte quién soy. Soy el hijo de Vayu y mi nombre es Hanuman.

En cuanto estas palabras salieron de sus labios, extendió sus brazos hacia Bhima, el cual le abrazó cálidamente. Las lágrimas recorrían sus mejillas. Una y otra vez Bhima decía:

"Hermano mío" y lágrimas frescas brotaban de sus ojos. Así pasaron largo tiempo hablando entre ellos. Bhima estaba muy emocionado sólo de pensar que había encontrado a su hermano.

Era un extraño caso de buena fortuna el haberse encontrado con Hanuman, el cual le dijo:

—Quiero concederte un don como símbolo de apreciación de tu fuerza y en conmemoración de estos maravillosos momentos.

A Bhima no se le ocurría nada y le dijo:

—Sabiendo que estás con nosotros no hay duda que morirán los kurus.

Y Hanuman contestó:

—Me sentaré en el asta de la bandera del carro de Arjuna cuando comience la guerra.

Daré fuerza a tu ejército con mis gritos de aliento y amedrentaré a tus enemigos. Siempre estaré contigo, pero ahora continúa tu camino. El camino es difícil y peligroso, debes tener mucho cuidado.

Los hermanos se abrazaron de nuevo y partieron. Rememorando continuamente la escena del encuentro con su hermano, Bhima siguió hacia el norte, siguiendo aún el rastro del perfume que ahora era más fuerte. Siguió ansiosamente el olor hasta que de repente llegó a un río. La superficie del río estaba cubierta con miles de flores de las que quería Draypadi. El aire estaba cargado con el enloquecedor perfume de las flores.

Era el jardín de Kubera y habían muchos rakshasas protegiendo aquella zona. Bhima entró al jardín. Los rakshasas avistaron al intruso y aproximándosele le dijeron: —¿Quién eres para atreverte a entrar en este jardín? Esto pertenece a Kubera y no se le permite entrar a nadie.

Bhima estaba impaciente y les dijo:

—Soy Bhima, el pandava. Mi esposa Draypadi encontró una de estas flores maravillosas y quiere algunas más, así que he venido a recoger algunas para ella.

Los rakshasas no le permitieron hacerlo. Le dijeron:

—Estas flores pertenecen al rey. No se le permite tocarlas a nadie. Si las quieres, puedes ir al rey y pedirle permiso. Bhima contestó:

—No, ¿por qué tengo que mendigar? ¿por qué tengo que pedirle permiso al rey? Soy un kshatrya y no puedo pedir favores a otros. Estas flores están en la superficie del río, el río no pertenece a nadie ni tampoco las flores que crecen en la superficie. Recogeré las flores Sangandhika para mi Draypadi. Nadie puede detenerme. —Bhima se dirigió hacia las orillas del río.

Los rakshasas le atacaron y Bhima mató a la mayoría con sus manos y con su maza.

Cogió tantas flores como quiso y nadie pudo detenerle. Kubera se enteró de que un ser humano había entrado en el río como si fuera un elefante salvaje y sonriendo dijo:

—Ese debe de ser Bhima. Dejadle que coja las flores Sangandhika, no luchéis contra él.

Es un amigo.

. Los rakshasas volvieron a las orillas del río y le comunicaron a Bhima el mensaje del rey, y éste se sintió complacido por el cariño con que Kubera le acogía.

En aquel momento, Yudishthira y Draypadi comenzaban a preocuparse por la prolongada ausencia de Bhima y partieron con Ghatotkacha en la dirección que había seguido Bhima.

Ghatotkacha viajaba rápidamente y pronto llegaron al jardín de Kubera, donde vieron a los muchos rakshasas que había matado Bhima.

También le encontraron a él, sentado a la orilla del río con sus brazos llenos de flores.

Yudishthira corrió hacia él y le abrazó con cariño. Kubera fue hacia ellos y los recibió con gran honor, pidiéndoles que pasaran algunos días con él. Y así lo hicieron.

Yudishthira quería seguir hacia el norte y lo estaba comentando con Bhima cuando se oyó una voz de los cielos que decía: "No sigáis más adelante, debéis regresar a Badari, y encontraréis a Arjuna muy pronto."

Siguiendo esta orden de la voz de las alturas, regresaron a Badari, donde vivieron felizmente pero con impaciencia contando los días que tenían que pasar antes de que se encontraran de nuevo con Arjuna.

El Mahabharata - Tomo I
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