XVI
Mientras tanto Arjuna había llegado al árbol Sami. Ya se había dado cuenta que el pobre príncipe era demasiado delicado y estaba demasiado nervioso para luchar. Le miró amablemente y le dijo:
—Quiero que subas a este árbol. Sobre el árbol hay un arco poderoso llamado el gandiva.
El arco que tengo ahora no es suficientemente poderoso. Las armas que has traído son demasiado débiles para la lucha que tengo que emprender. Por lo tanto debes subirte a este árbol y conseguirme las armas de los grandes pandavas que las han guardado ahí. Apresúrate y sube al árbol.
El príncipe miró a la copa del árbol y dijo:
—Sólo puedo ver un cadáver colgando de la rama más alta. Tú sabes que soy un kshatrya, ¿cómo puedo tocar un cadáver? Brihannala, por favor, no me hagas hacer estas cosas. No debo tocar un cadáver. No es bueno para mí.
Arjuna se rió de él y le dijo:
—Ya sé que eres un kshatrya. Perteneces a una gran casa. No insultaré a tu alto nacimiento, no tengas miedo, no es un cadáver. Las armas de los pandavas están escondidas dentro de ese envoltorio que parece un cadáver. Por favor bájalo del árbol.
Uttarakumara trepó al árbol y cortó la soga que ataba el envoltorio a la rama del árbol y luego bajó. Siguiendo las órdenes de Arjuna abrió el envoltorio. Su reacción fue de total asombro cuando vio las armas de los pandavas, parecía que habían mil arcoiris ante sus ojos, así de maravilloso era el brillo que desprendían.
Uttarakumara miró a Arjuna y vio que salían lágrimas de sus ojos. El, sin embargo, no podía compartir los sentimientos que ahogaban a Arjuna. Contemplando aquellas portentosas armas, Uttarakumara se sintió sobrecogido por un temblor y un miedo terrible, incluso le daba miedo mirarlas. Finalmente reunió suficiente coraje como para mirar a Arjuna y poder hablarle. Le dijo:
—Brihannala, ¿es eso un arco o una serpiente viva? Estos arcos brillan como el sol y el fuego. Nunca antes he visto armas como éstas. Son preciosas. ¿Puedes decirme de quién son?
Por favor, cuéntamelo.
Arjuna se había repuesto y le dijo:
—El arco que has tocado primero pertenece a Arjuna y es famoso en todo el mundo con el nombre de gandiva. Es el único arco de este tipo en el mundo. Da fama eterna a la persona que lo posee. Primero perteneció a Brahma durante mil años. Luego lo tuvo Indra durante cinco mil años. Después lo tuvo Varuna, señor de los océanos. Agni, el señor del fuego, se lo pidió a Varuna y se lo dio a Arjuna cuando quemó el bosque de Khandava. Desde entonces ha sido de Arjuna durante todos estos años. Este otro arco decorado con oro y piedras azules pertenece a Bhima. Este es el arco que conquistó a todos sus enemigos en el gran Rajasuya.
Este otro arco de resplandor rojizo por el brillo del oro y los muchos rubíes incrustados en él, pertenece a Nakula, el hijo de Madri. Este arco incrustado de oro y esmeraldas pertenece a Sahadeva. Ese arco tan bello, con pequeñas campanillas que resuenan con la brisa, pertenece a Yudishthira, el mayor de los pandavas. Mira, estas flechas pertenecen a los pandavas. Puedes ver que todas llevan monogramas. Esta aliaba y aquella otra son de Arjuna, se las dieron junto con el gandiva y tienen la cualidad de que nunca se quedan vacías. Estas son las armas de los pandavas. Las dejaron aquí cuando se fueron al treceavo año de su exilio, el año que tenían que pasar escondidos.
Uttarakumara se quedó mirando las armas durante largo rato con los ojos desmesuradamente abiertos y sin poder decir nada, después de cierto tiempo dijo: —¿A dónde han ido los pandavas dejando sus queridas armas? Oímos que abandonaron el Kamyaka y Dwaitavana después de haber pasado allí doce años. Desde entonces no se les ha visto en ninguna parte. Después de eso no se ha sabido nada de ellos. ¿Dónde están? ¿Puedes decirme dónde están ahora?
Arjuna sonrió dulcemente y le dijo:
—Escúchame, Uttarakumara, todos los pandavas están en Virara. —Arjuna sonrió de nuevo provocando que el completo asombro volviese a reflejarse en la expresión de la cara de Uttarakumara. Le dijo:— Yo soy Arjuna. Kanka, el compañero de tu padre, es Yudishthira. Tu cocinero Valala, es Bhima. Damagranthi, el que está a cargo de tus caballos, es Nakula; y Tantripala, el jefe de los vaqueros, es Sahadeva. Sairandhri, quien fue la causa de la muerte de Kichaka, es Draypadi.
A Uttarakumara le llevó algún tiempo salir de su asombro, luego dijo:
—Dime tus diez nombres y cómo los conseguiste. Arjuna le dijo:
—Mis diez nombres son: Arjuna, Phalguna, Jishnu, Kiriti, Swetavahana, Bhibhatsu, Vijaya, Partha, Savyasachi y Dhananjaya. Me pusieron el nombre de Dhananjaya cuando conquisté a todos los reyes durante el Rajasuya, recolectando riquezas de todos ellos.
Siempre lucho hasta el final y nunca vuelvo sin haber logrado la victoria, por eso me llaman Vijaya. Los caballos que me regaló Agni son blancos y por eso me llaman Swetavahana.
Indra, mi padre, me dio una hermosa corona cuando estuve con él, es por eso por lo que me llaman Kiriti. Nunca asusto a mis enemigos por maldad, nunca he luchado valiéndome de medios deshonestos para ganar ninguna batalla, por eso me llaman Bhibhatsu. Puedo usar igualmente las dos manos para lanzar mis flechas, y por eso me llaman Savyasachi. Mi complexión es fuerte y esbelta como la del árbol Arjuna y soy un hombre sin tacha, por eso se me llama Arjuna. Nací en una pradera a los pies de las colinas de los Himalayas, en un lugar llamado Satasringa y aquel día la estrella Uttara Phalguna estaba en evolución ascendente, por eso me dieron el nombre de Phalguna. Se me llama Jishnu porque no tengo miedo y soy terrible cuando me enfado. He hecho el juramento de que destruiré a la persona que hiera a mi hermano Yudishthira y derrame su sangre. Le destruiré a él y también a sus hombres. Nadie me puede vencer. Mi madre se llama Pritha, y, como hijo suyo, soy Partha. Ya has oído mis nombres. Estoy aquí para lugar por ti y rescatar las vacas. Ven y contempla cómo lucho. No tienes porqué tener miedo a los kurus ahora que yo me he unido a tu causa.
El joven príncipe casi se desmayó a causa del miedo que se había apoderado de su corazón. Pensó en los muchos menosprecios que habían sufrido los pandavas en Virata y se sintió terriblemente dolido y avergonzado de sí mismo y de su padre. Se arrojó a los pies de Arjuna y le dijo:
—Me presento ante ti; soy Bhuminjaya o Uttarakumara. Soy el hijo del rey de Virata y me siento afortunado de ser la primera persona en reconocer al gran Arjuna después del ajnatavasa de los pandavas. Siento mucho que vosotros, siendo héroes, tuviérais que hacer servicios menores en nuestra ciudad. Os hemos debido ofender en muchísimos detalles. En nombre de mi padre y de toda la gente de la corte, te pido que nos perdones por todos los insultos que habéis tenido que sufrir. Sois nobles; debéis ser buenos con nosotros y protegernos. Por favor, portaos bien con nosotros.
De sus ojos fluían lágrimas incesantemente. Arjuna le levantó del suelo y le abrazo.
Secó las lágrimas del joven muchacho y le confortó diciéndole:
—Ven, se está haciendo tarde. No te sientas mal; hemos sido muy felices en Virata y no estamos enfadados en lo más mínimo contigo, ni con tu padre. Pero ahora no hay tiempo para hablar. Apresurémonos a ir al encuentro del ejército enemigo. Sé mi conductor, Uttarakumara. Yo lucharé contra ellos. Mis manos me hormiguean de tan sólo tocar este arco, el gandiva. Vas a ver algo que te gustará. Ya no has de tener miedo nunca más.
Uttarakumara sonrió con bravura y dijo:
—Desde hoy, nunca, nunca más me amedrentaré. Mi miedo se ha desvanecido como la nieve se derrite bajo el sol. Uttarakumara se sentó en el carro después de ayudar a Arjuna a entrar en él. Arjuna saludó al arco gandiva y lo levantó con sus poderosas manos. El carro giró de nuevo hacia el campo enemigo, listo para adentrarse en él.