¿Lo era?
— Alucino con la facilidad pasmosa que tienen algunas personas para permanecer ajenos al dolor que han causado, y que son capaces de continuar con sus vidas como si nada fuera con ellos.
— ¿Disculpe? —Beth lanzó la pregunta casi sin pensar.
Daniel clavó los ojos en el tipo al ver que el idílico momento que estaba compartiendo con ella quedaba roto por la inoportuna interrupción. En el mismo instante que Beth captó la tensión de Daniel, centró su atención en el hombre y automáticamente lo relacionó con el insolente camarero al que le había preguntado por la ubicación de los baños.
— Buenas noches, Daniel —su sonrisa era tan falsa como amplia—…y compañía.
— Buenas noches —resopló Daniel irguiéndose en su silla.
— Veo que sigues tan bien acompañado como siempre —desvió los ojos de él a ella—. ¿No vas a presentarme a tu encantadora acompañante?
— Claro, faltaría más… —carraspeó para adoptar un tono formal— Beth Dawson, él es Tyler Collins, ex compañero y amigo.
— ¿Ex compañero o ex amigo? —preguntó Beth extendiendo su mano.
— Ambas cosas, me temo —declaró dejando un beso en la piel de su mano a la vez que le guiñaba un ojo— y aunque lo parezca, tampoco soy camarero.
— Oh... —Beth retiró su mano algo incómoda— Ya, siento lo de antes.
— No tienes por qué sentirlo, pero acepto tus disculpas —volvió a sonreírla con descaro—, siempre es un placer recibirlas de una mujer con tanto carácter.
— ¿Me he perdido algo? —Daniel los miraba alternativamente algo descolocado— ¿Ya os conocíais?
— Digamos que no es la primera vez que hablamos, ¿verdad Beth? —su tono presuntuoso hizo que Daniel apretara la mandíbula.
— No, no es la primera vez que hablamos —reconoció ella, nada halagada por el descarado coqueteo del tipo—. Hace un rato le confundí con un camarero engreído —explicó encogiéndose de hombros y mirando a Daniel—. Pero me equivoqué, al menos en lo de camarero.
— Jajajajaja… —aplaudió la puya de Beth viendo la cara de perplejidad de Tyler— Eso ha sido muy bueno querida, ¡vas mejorando!
— ¿Tú crees? —él asintió bebiendo de su copa— Oh, pues muchas gracias.
— No tienes por qué darlas —se acercó unos centímetros más a ella apoyando de nuevo el codo en la barra—. Creo que el mérito es todo tuyo.
— De eso nada, he tenido buenos maestros.
— De nada sirve ser buen maestro si no se tienen buenas alumnas… —pestañeó varias veces con aire seductor.
— Pero hombre. ¿Es que no puedes agradecer el cumplido y ya está? —Beth exageró la sonrisa.
— Claro que puedo —sonrió él abiertamente—. Gracias.
— Las que tú tienes, querido —levantaron sus copas y sonrieron encantados antes de brindar.
— Por la nueva y mejorada Beth.
— Por el sonriente y simpático Daniel.
Tyler miraba con curiosidad a la pareja que se doraba la píldora mutuamente con halagos sin sentido para él. Viéndose totalmente excluido de la conversación, quiso recuperar de nuevo el protagonismo carraspeando e interrumpiendo de nuevo sin ninguna delicadeza.
— ¿Y qué tal van las cosas por el centro, Dany? ¿Sigues haciendo esas cosas tan escabrosas y retorcidas con tus pacientes? —permaneció atento a la reacción de Beth a sus palabras— ¿O ya has pasado de las terapias y te has decantado por perfeccionar El Arte de la Tortura, directamente?
— Que yo sepa aún no he torturado a nadie —contestó sin muchas ganas.
— Jajajajaja —Beth explotó en carcajadas— ¡¡Serás mentiroso!!
— Vaya, vaya —Tyler quiso quitarse la curiosidad—. ¿Colega o paciente?
— Paciente, me temo. Aunque lo correcto sería decir ex paciente.
— Oh, fíjate que interesante… —lanzó una mirada cargada de significado a Daniel, que hizo a éste removerse incómodo en su silla— ¿Alternando de nuevo con tus pacientes, Dany?
— Ex paciente, si no te importa —matizó Daniel.
— Oh, es cierto. Ex paciente —asintió varias veces como admitiendo su equivocación. Luego miró a Beth—. ¿Hace mucho que terminaste tu terapia?
— Aun no la he terminado, pero creo que dentro de poco podré volar libre. ¿No es así Daniel?
— Así es… —sabía que Tyler tramaba algo y se puso en guardia inmediatamente— ¿Qué es lo que quieres, Tyler?
— No te pongas nervioso, sólo quiero conocer un poco más a la hija del homenajeado.
— Acabáramos… —bufó Daniel por la clara intención de su ex colega, ganar puntos con el nuevo jefe camelándose a su hija.
— ¿Entonces sabes quién soy? —preguntó Beth con tono suspicaz.
— Te he visto posando para la foto y bueno, después de nuestro desastroso primer encuentro quise saber algo más de ti —la sugerencia de su voz era clara—. No sabía que nuestro nuevo jefe tuviera una hija tan rematadamente hermosa.
— Jum —Daniel tuvo que taparse la boca con la mano.
— Gracias, supongo —el descarado flirteo la descolocó un poco, pero aún no había nacido el hombre que consiguiera dejarla sin palabras—. Tú tampoco estas mal.
— Gracias, supongo —repitió sus palabras, pero añadiendo una sonrisa presuntuosa—, aunque podría ser mejor si aceptaras tomarte una copa conmigo.
— Jejeje —Daniel intento disimular la risa sin mucho éxito. Se le veía el plumero a la legua.
— ¿Me estás invitando a una copa? —preguntó ella con escepticismo.
— Por qué no… veo que la tuya está casi terminada ya… y seguro que prefieres la compañía de alguien que pueda hacerte pasar un buen rato, antes que perder el tiempo con tu aburrido ex terapeuta.
— Esto es increíble… —Daniel resopló negando varias veces con la cabeza.
— ¿Y tú eres quien va a hacerme pasar un buen rato? —le miró de arriba abajo apreciando para su disgusto que tenía muy buena planta.
— Si me permites intentarlo —apoyó intencionadamente una mano en la barra, entre Daniel y ella.
— Vaya, vaya…
— ¿Queréis que os deje solos? —Daniel estaba visiblemente molesto.
— No será necesario, tú quédate aquí sentadito mientras esta preciosidad y yo vamos a bailar un poco.
— ¿¡Qué!? ¿¡Bailar!? —Beth se moría de ganas, pero la cara de Daniel era todo un poema— No, no creo que eso sea buena idea…
— No aceptaré una negativa, preciosa.
Antes de que pudiera volver a negarse Tyler la arrastró del brazo con él. A mitad de camino se giró para dedicarle una triunfal sonrisa a su ex amigo.
Daniel no sabía si estamparle el vaso que apretaba entre sus manos en la cabeza al tipo, o pedirse otra copa y luego otra y luego otra, hasta que su cabeza dejara de darle la tabarra con que se estaba comportando como un completo idiota, por no ir a por ella y darle un buen sopapo al listillo de Tyler en toda la boca.
Desde luego ganas no le faltaban, sobre todo porque Tyler seguía siendo especialista en sacarle de sus casillas sólo con abrir la boca para dar los buenos días. Y eso por no hablar de lo dado que era el tipo a recordarle en cada oportunidad que se le presentaba lo ocurrido años atrás, cuando ambos eran simples terapeutas del centro.
Johannah…
Tuvo que cerrar los ojos un instante y apretar los dientes con fuerza para que el recuerdo no retumbara en su cabeza.
— Otro whisky, por favor…
Cambió un vaso por otro y lo apuró ante la atónita mirada del camarero, que no dudó ni un segundo en volver a escanciar en el vaso otro lingotazo del brebaje.
Sabía que no debía hacerlo, sabía que tenía que tener la mirada en su vaso y no desplazarla hasta la pista, donde una más que sonriente Beth estaba dando vueltas en brazos del tío más odioso del mundo mundial… Sabía que no debía, pero lo hizo.
Y escoció.
Escoció verla bailar con él, escoció verla sonreír… ¿Por qué había accedido a bailar con semejante espécimen? ¿Por qué se había dejado arrastrar por ese completo desconocido? ¿Por qué no le había pedido bailar a él? Lo hubiera hecho encantado…
— Jodido embustero —se recriminó a sí mismo.
Ahí estaba ella, preciosa y sonriente, divirtiéndose y pasándolo en grande, y él… él estaba sujetándose las manos para no ir allí y romper uno a uno los dedos del cerdo que estaba toqueteando a su… a Beth. Y allí estaba Tyler… pasándole el brazo por la cintura, dirigiendo sus manos donde él quería, acercando peligrosamente la boca a su oído, apretándola contra su cuerpo…
¿Pero qué narices hacía Beth? ¿Por qué no ponía en su sitio al tipo como haría en cualquier otra situación? Ella nunca dejaba que nadie la tomara por la típica chica guapa y estúpida, ni se dejaba impresionar por cumplidos baratos, ni por sonrisas falsas… ¿Por qué le seguía la corriente? ¿Quizá para ponerlo celoso? ¿Eso pretendía? Pues que se jodiera… que se jodiera ella y que se jodieran todos. No iba a montar ninguna escenita absurda. Si quería frotarse con el baboso, que lo hiciera. No iba a ser él el que le fastidiara la diversión.
— Uyuyuy... Esa mirada me suena —Sandy y Kellan llegaban jadeantes y acalorados después de bailar, y recalaron en la barra junto a Daniel para pedirse otro par de copas—. ¿Pasa algo, compañero?
— Nada en absoluto —juntó su vaso al que ya preparaba el camarero para sus amigos—. Uno más para mí, por favor.
— Ay Dios… —Sandy vio de donde retornaban los ojos de Daniel y comprendió al instante el porqué de la cara de Daniel— ¿Qué hace él aquí?
— ¿Básicamente? Tocarme los cojones.
— No me digas que… —Sandy alzó una ceja con preocupación— ¿Habéis discutido?
— No. Venía con otras intenciones —señaló a la parejita que bailaba—. Como puedes observar es a Beth a quien le ha caído el mochuelo.
— Joder… —Sandy se llevó una mano a la cabeza— Hay que hacer algo.
— A mí no me mires —Daniel volvió a ponerse de espaldas a la pista y a centrarse en su bebida.
— Kellan, tienes que traerte a Beth aquí ahora mismo.
— ¿¡Q… qué!? —Casi se atragantó con la bebida al oír la orden de Sandy— ¿Quién, yo? —Sandy asintió sin quitar los ojos de Beth— ¿Por qué? ¿Qué hay de malo en que baile con el tipo ese?
— Hazme caso, por favor —su ceño se arrugó con preocupación—. Vas o vas… ¡¡pero ya!!
Kellan dejó de mirar con perplejidad a su chica cuando miró a Beth y vio el rictus tenso que cruzaba su cara. Apretaba la mandíbula intentando forzar la sonrisa, pero en sus ojos se reflejaba perfectamente que la paciencia se le estaba agotando.
— Joder, está bien —dejó el vaso en la barra con un golpe seco—. Pero luego vosotros dos vais a explicarme qué coño está pasando aquí.
— Hecho —accedió Sandy—. Pero mueve el culo de una jodida vez, por Dios.
Kellan obedeció y fue donde Beth y el moreno guapo bailaban despreocupadamente. Sandy observó cómo Tyler le daba una y otra vez negativas a sus peticiones de cederle a su pareja de baile, pero Beth medió convenientemente y se colgó del brazo de Kellan, dando calabazas a Tyler de manera evidente.
— Mi chico se acaba de ganar un aumento de sueldo —Sandy respiró aliviada al ver a Tyler alejarse ceñudo.
— Meeec. Error…
— ¿Se puede saber por qué has permitido que se fuera con él? —bufó más indignada que otra cosa.
— Solo están bailando, no saques las cosas de quicio.
— ¿Qué no saque yo las cosas de quicio? ¿Tengo que recordarte que fue él quien…?
— No tienes que recordarme nada, gracias —cortó tajantemente la pregunta.
— ¿Y si le llega a sonsacar “información”, Daniel? —Sus dedos también entrecomillaron la palabra— ¿Quieres volver a pasar por todo aquéllo, otra vez?
— No habría “sonsacado” nada.
— ¿Estás seguro? —Preguntó ella inquisitiva— ¿Estás completamente seguro de eso?
— ¡Sí, joder! Estoy seguro —bufó por lo bajo intentando calmarse—. Beth no es como… Beth no es…
— No es Johannah —esperó respuesta pero sólo se movía el silencio—. Es eso lo que ibas a decir, ¿verdad? Beth no es Johannah.
— Exacto —dejó su vaso vacío sobre la barra y se levantó—. Beth no es Johannah. Eso es exactamente lo que iba a decir.
— ¿Te vas a algún lado? —pregunto viendo cómo tiraba unos cuantos dólares de propina encima de la barra.
— Vuelvo al centro —se giró hacia la puerta sin mirarla a la cara—. Pasadlo bien.
— Daniel, espera.
Pero ya se había puesto en marcha. No miró atrás, no aminoró sus pasos, no se giró ni para comprobar donde estaban Beth o Kellan.
Abrió la puerta y salió cerrando a su espalda.
Cuando el frío viento nocturno le impactó en la cara, parpadeó varias veces agradeciendo que su embotada mente se despejara con la gélida caricia. Subió las solapas de su chaqueta para resguardarse de la aparentemente ligera brisa y comenzó a descender a paso vivo los peldaños de la escalinata que desembocaba en el aparcamiento habilitado para la ocasión.
Volver al centro y a su rutina, lejos de toda esta vorágine de relaciones laborales, es lo que necesitaba para volver a sentirse quien era. Él era el doctor Daniel Smith, director del centro de terapia más prestigioso del país, y no un estudiante inexperto, recién salido de la facultad y con más sueños utópicos que proyectos reales en la cabeza. Era un hombre cabal, meticuloso, profesional…
¿Lo era?
Lo correcto sería decir: lo había sido… o al menos eso creía. Ahora no estaba seguro de nada. Esa condenada muchacha lo había fastidiado todo. Le había hecho cometer imprudencias, saltarse normas, arriesgar su carrera. Le había hecho dudar de varios principios fundamentales que él mismo se había marcado y que hasta el momento habían sido como pilares en su vida:
Si estaba sólo, no tendría que preocuparse por nadie más que por él mismo.
Si no volvía a amar, nadie podría hacerle daño.
Nadie sufriría si no dejaba que nadie se enamorara de él.
Jodido iluso.
Si Beth quería follarse a todo bicho viviente que tuviera pene estaba en su pleno derecho de hacerlo. Era una mujer libre, sana e independiente… Exactamente igual que él se había tirado a cuanta tía se le había puesto por delante, sin importarle si alguna de ellas albergaba el deseo de perdurar en el tiempo con él.
¿Quién coño era él para molestarse porque ella flirteara con Ty… otros?
— Hijo de la gran puta.
— ¡Daniel, espera!
Sus pies se clavaron entre un escalón y otro, cuando oyó su voz llamarle.