Perro ladrador
Había oído los golpes antes de entrar en el gimnasio y movido por la curiosidad no se lo pensó a la hora de acercarse hasta allí a comprobar la procedencia de esos golpes.
— ¡¡Abre de una vez, maldito!! —Sandy estaba roja de furia— ¡¡Abre la puerta!!
— Eh… ¿Qué pasa aquí? —Kellan miraba con asombro la expresión de la mujer— ¿Sandy?
— ¡¡Abre o te juro que echo la puerta abajo!! —volvió a golpear con fuerza ignorando al terapeuta.
— Eh, eh, tranquila —intentó alejarla de la puerta—, te vas a hacer daño ¿qué pasa?
— Suéltame joder —le empujó para quitárselo de encima— ¡¡Abre!! —Volvió a aporrear— ¡¡que me dejes, joder!! —Kellan la agarró con más fuerza esta vez.
— Tranquila ¿vale? —La inmovilizó entre sus brazos— cálmate y te suelto…
— A la mierda…
Kellan descubrió tarde que no se podía sujetar a Sandy en momentos como ese. Un codazo completamente inesperado en su plexo solar hizo que su respiración se parara radicalmente, haciendo que sus brazos perdieran la fuerza con la que le sujetaba. Antes de ser capaz de volver a coger aire se vio empotrado contra la pared por unas manos que distaban mucho de ser las que correspondían a una mujer frágil y delicada.
— Vuelve a ponerme una mano encima y te corto las pelotas —siseó en su cara.
— Joder… —llevó sus manos a la zona golpeada— me has hecho daño…
— No me jodas, Kellan —le soltó de golpe, pero le mantuvo la mirada—. No soy una de tus chicas, así que si no quieras vértelas conmigo. ojito dónde pones las manos.
— ¿Cálmate, vale? —Dijo molesto por la amenaza— solo intento saber qué demonios está pasando.
— Nada que a ti te importe —se volvió hacia la puerta— ¡¡Daniel, abre la maldita puerta!!
— ¿Está Daniel ahí dentro? —Empezó a comprender— Vale, otra terapia agresiva…
— Otra, si —bufó molesta— pero esta vez se ha pasado.
— ¿Quién es la chica? —se acercó a su lado. Sandy le fulminó con los ojos— Tranquila joder, solo he preguntado.
— Es Beth Dawson —bufó resignada.
— ¿La de la ducha?
— Sí, ella.
— ¿Y la de la…? —dijo refiriéndose a la escenita del cuarto de aislamiento.
— Sí, también —Sandy empezó a perder la poca paciencia que le quedaba— Mira, si no vas a ayudarme a abrir por lo menos deja de molestar con absurdas preguntitas ¿vale?
— ¿Te han dicho alguna vez que eres insoportable? —empezó a cansarse de aguantar borderías.
— Muchas veces, corazón —le miró con arrogancia—. Así que guarda tus halagos para alguien a quien le hagan algún efecto.
— Insoportable y orgullosa —sentenció.
— Y también experta en borrar sonrisas de autosuficiencia, ¿quieres comprobarlo?
— Más quisieras —se cuadró orgulloso frente a ella.
— Más quisieras tú… —golpeó su pecho con un dedo acusador.
La puerta de la piscina se abrió interrumpiendo la discusión que se fraguaba fuera. Sandy miró con los ojos como platos como Daniel llevaba en brazos a una temblorosa Beth, que seguía negándose a soltar su cuello.
— Kellan, por favor, ¿puedes avisar a alguna enfermera que venga para ocuparse de Beth?
— Claro Daniel —miró con cautela como Sandy taladraba con la mirada a su jefe—. Doris, al gimnasio, por favor —reclamó por el walkie—, enseguida estará aquí.
— Perfecto —le devolvió la mirada a Sandy
— ¿Quieres que la lleve yo? —se ofreció.
— Claro —los pasos apresurados de la enfermera llegaron desde el gimnasio.
— ¿Señor? —La enfermera se cuadró al ver a la chica— ¿Qué quiere que…?
— Llevadla a su cuarto —resopló pasándola a los brazos de Kellan cuando consiguió soltar el agarre de Beth— Sandy subirá enseguida.
— De acuerdo. Vamos, Doris —ambos se encaminaron a la salida.
Antes de que la puerta se cerrara dejándoles a solas, Sandy lanzó su mano estampando un sonoro bofetón en la cara de su jefe. Daniel acusó el golpe llevándose una mano al enrojecido labio, pero no pareció sorprendido en absoluto.
— Auch…
— ¡¡Eres un gilipollas!! —tuvo que ponerse de puntillas para encararle.
— Sandy…
— ¡¡Jamás vuelvas a hacer algo así conmigo delante!!
— Sandy…
— Ni Sandy ni leches —bufó indignada— Podrías haberla matado, ¿entiendes? Esto no es ningún juego Daniel.
— Cálmate ¿quieres? Está bien, no le ha pasado nada.
— ¡¡Pero podría haberle pasado!! —Espetó en su cara— tiene pánico al agua ¡No sabe nadar!
— Nos ocuparemos de eso, tranquila.
— Como vuelvas a decirme que me tranquilice… —levantó una mano amenazante— Y qué pasa si su fobia hubiera sido el fuego… ¿la hubieras hecho arrojarse a una pira en llamas? ¿O quemarse a lo bonzo?
— No saques las cosas de quicio, ¿quieres? —Estaba perdiendo la poca paciencia que le quedaba— ella está bien y ahora es cuando empezarán a ir bien las cosas.
— Has jugado con su vida Daniel, eso creo que queda fuera de toda discusión.
— No he jugado con nada Sandy, sé perfectamente lo que hago.
— ¡¡La has tirado a una piscina!!
— Se tiró voluntariamente.
— ¡¡Si no la hubieras obligado no se habría tirado!!
— Si no la hubiera obligado habría vuelto a las andadas —resopló cansino.
— ¡Casi se ahoga, por el amor de Dios! ¿Qué hubiera pasado si no llegas a tiempo?
— Si no te hubieras entrometido la hubiera sacado antes —sentenció arrogante.
— Vete a la mierda, Daniel Smith —cruzó sus brazos delante del pecho— no quieras cargarme una culpa que solo a ti te corresponde.
— Vale Sandy, la culpa es toda mía, ¿contenta? Ahora si no te importa, ve a ver como se encuentra.
— De eso nada, te dije que los pedazos los ibas a recomponer tu solito.
— Sandy no me hagas enfadar… —la advertencia de su tono era fulminante— vas y punto.
— Escucha lo que voy a decirte —apretó la mandíbula poniéndose de puntillas de nuevo para estar a su altura—. Voy a ir a ver cómo se encuentra, porque ella no tiene la culpa de que tú seas un hijo de la grandísima puta sin escrúpulos, pero tus enfados y tus humos me los paso yo por el arco del triunfo, ¿estamos?
— Estamos…
— Bien.
Cuando Sandy abandonó el gimnasio dando el consabido portazo, Daniel no pudo evitar sonreír por el mal carácter que se gastaba su ayudante en los momentos más inesperados. Vale que él había forzado la situación y que quizá se había pasado un poco, pero estaba totalmente convencido de que las cosas iban a mejorar considerablemente después de ésto.
Recogió su camiseta y su bata y se encaminó hacia su estudio para cambiarse de ropa. Cuando llegó a La Rotonda vio a Kellan que bajaba de la zona de los dormitorios de las chicas, después de dejar a Beth.
— ¿Cómo está? —preguntó pasándose una mano por el mojado pelo.
— En shock, tío. ¿Cómo quieres que esté? —Kellan le miraba con asombro.
— Lo más difícil ya está hecho, ahora solo hay que esperar.
— ¡Dime como coño lo haces! —aún le costaba comprenderlo— es decir… ¿de dónde sacas las ideas para ese tipo de terapias?
— La mayoría surgen sobre la marcha, sólo hay que saber escuchar y ver en el momento adecuado. Voy a cambiarme —señaló el ala de los estudios.
— Te acompaño —caminó a su lado— ¿Qué ha pasado con Sandy? —traspasaron la zona de seguridad.
— Le he tocado un poquito la moral —se señaló el labio que ahora llevaba un poco hinchado.
— ¿Te ha pegado? —Daniel asintió con la cabeza a la vez que abría la puerta de su estudio— Dios, esa mujer me pone…
— ¿Pero qué estás diciendo, Kellan? —Miró con asombro a su compañero— ¿Te va ese rollo a lo “Grey” de que te peguen y te azoten?
— No joder, no lo digo por eso —se sentó en la cama mientras Daniel revolvía en su armario— es que no termino de pillarle el punto. No sé si va de dura o es que realmente lo es, parece un angelito pero tiene más mala leche que el diablo. Parece frágil y cándida, pero por lo visto no tiene miramientos a la hora de levantarle la mano a su propio jefe…
— Te tiene loco… —afirmó mientras se cambiaba de camiseta— reconócelo.
— No, no es eso… bueno, sí… —se rascó la cabeza confundido— ¡no sé, joder! Es que es tan… es tan…
— ¿Diferente a otras? —Terminó de abrocharse los pantalones— ¿diferente al resto?
— Diferente, sí —reconoció— pero eso no quiere decir que sea mejor…
— No, claro… —ironizó el comentario.
— Ni quiere decir que me interese más por ello…
— No, tampoco… —ironizó un poco más.
— No me mires así, Dany —aparentó seriedad—. Lo digo en serio.
— Sí, si… lo dices muy en serio, pero te tiene loco.
— Joder, sí —reconoció entre frustrado y derrotado— y encima está buena…
— Si tú lo dices… —Daniel giró los ojos mientas cogía una bata limpia.
— Está buena Daniel, reconócelo.
— Yo no la miro con esos ojos, compañero. Ya sabes que mi vida privada y el trabajo no son compatibles.
— Pues ya te lo digo yo. Está buena y ella lo sabe. Lo sabe y lo explota. Lo sabe, lo explota y juega con ello a su favor…
— Resume, colega —se paró al lado de la puerta— no tengo todo el día.
— ¿Te hago un resumen? —Daniel asintió mientras abría la puerta invitándole a salir— Estoy jodido.
— Estáis jodidos los dos —pasó un brazo por sus hombros—, tú tampoco eres el sumun de la docilidad.
— Pero ella es una tía… a ver, ellas siempre terminan ganado, siempre terminan consiguiendo lo que quieren, tienen más aguante que nosotros. Y eso sin contar con que ya ha conseguido sacarme los colores…
— Tranquilo Kellan —dijo antes de salir de la zona restringida— Sandy ladra mucho pero luego…
— ¿Luego qué? —le miró escéptico.
— Vale, reconozco que ladra igual que muerde. Pero créeme cuando te digo, que tienes mucho terreno ya abonado con ella.
— ¿En serio? ¿Te ha dicho algo? ¿Te ha preguntado por mí? ¿Crees que le intereso?
— No sé nada ¡nada! —Intentó calmar el entusiasmo de su amigo—, no me gusta meterme en asuntos ajenos.
— Ya, Daniel Smith y su discreción, son un único ente.
— Único e indivisible, sí.
— Ten amigos para ésto… —salió por la puerta que Daniel mantenía abierta— Dime al menos que le gusto… no sé, que me ha echado un poco el ojo o algo así…
— Kellan…
— Que te ha dicho lo tremendamente atractivo que le parezco…
— Kellan, que no somos críos.
— Dime algo, tío. No me ayudas nada —se quejó molesto— tú las sueltas y los demás tenemos que pillarlas al vuelo.
— Dios que tortura tengo con vosotros —resopló cansino.
— Define “terreno ya abonado” vamos. Si no, no haber dicho nada.
— No voy a decirte nada. Lo que quieras saber sobre ella se lo preguntas directamente. No voy a contestar más preguntas, por ninguna de las dos partes.
— O sea, reconoces que te ha preguntado por mí…
— Tú me preguntas por ella, ella me pregunta por ti y aquí el único que no pinta nada soy yo —se despidió dándole una amistosa palmada en el hombro—. Tengo trabajo, luego te veo.
Realmente no tenía nada que hacer después de su sesión con Beth, pero prefería pasar el tiempo encerrado en su despacho, sacando conclusiones y pautas a seguir con ella, a tener que hacer de Cupido con dos de sus empleados.
Una vez más se sintió aliviado de ser de los pocos capaces de separar su vida personal de la profesional. Mezclarlas sólo era una fuente de problemas y quebraderos de cabeza.