Nos vamos de excursión

 

 

 

Imposible.

La enfermera la miraba perpleja esperando que la orden comunicada despejara los efectos del sueño que aún mantenían a su mente medio desconectada de la realidad. Daniel había sido claro y conciso en su petición e intentó ser igual de eficiente al trasmitirle a Beth el mensaje, pero por la inmutabilidad de la cara de la chica, parecía que no se había dado por enterada.

— Pero, pero…  —parpadeó con rapidez varias veces para sacudirse la impresión de encima—  ¿Dices que Daniel… quiere verme a las diez en la rotonda?

— Eso es, sí —suspiró contenta al ver que por fin reaccionaba—, y apenas falta media hora para eso, así que más vale que te des prisa.

— Pero, pero… ¡espera Norma! —Frenó su salida por la puerta— ¿Pa… para qué?, ¿qué te ha dicho?

— ¿Te acuerdas que ayer te comenté que había salido a una exhibición de natación? —Beth asintió mientras su corazón se desbocaba—, pues va a llevarte allí hoy.

— Joder… —su corazón dio tal vuelco que hasta la cama tembló. Afortunadamente las sábanas tapaban los apretados puños que eran en ese instante sus manos— Joder, joder…

— Tranquila mujer —Norma apreció el cambio de coloración de su cara—, supongo que querrá que veas lo que puede llegar a conseguirse con un poco de práctica y constancia —la sonrió animándola—. Seguro que lo pasas mejor que en una de esas sesiones en la piscina, de las que tanto huyes…

— Seguro… —mantuvo el tipo mientras la enfermera se dirigía a la puerta.

— Media hora, Beth —la apremió antes de cerrar al salir—. Ponte ropa cómoda y no llegues tarde.

— No.

Dos segundos después de que esa puerta se cerrara salió de la cama dando un brinco como si las sábanas le quemasen la piel. Corrió al baño y después de vomitar lo que su estómago aún retenía de la cena, se metió en la ducha y se enjabonó concienzudamente el cuerpo. Dos veces.

Bufó y se maldijo interiormente por no haberse unido ayer a las chicas, en esa sesión de manicura y puesta a punto, que habían organizado en el cuarto de Victoria. Si lo hubiera hecho ahora tendría unas uñas perfectas y no todas desarregladas y sosas. Afortunadamente, agradeció al cielo que Victoria la convenciera dos días atrás para que se dejara hacer una depilación completa.

No sabía cómo se las habría apañado para no morir desangrada, si tenía que usar una cuchilla sobre su cuerpo, con semejante temblor de manos.

Cuando salió de la ducha se enrolló el pelo en una toalla y se fue secando el cuerpo como pudo mientras se cepillaba los dientes. Se enjuagó la boca y salió corriendo al armario, tocaba elegir modelito.

— Ropa cómoda, quiere ropa cómoda… —se susurró a sí misma paseando los ojos por las prendas que permanecían a la espera de su elección— ¿pero cómoda para qué? —En ese instante echó de menos el consejo de Sandy—. Vale, tranquila… a ver. Vaqueros y camisa… si eso será cómodo —cogió las prendas y se quedó un segundo mirando el cajón de la ropa interior que se había propuesto no usar jamás—. Vale… es por una buena causa, Beth.

Abrió el cajón y de pronto le dio flojera de piernas. Rosa, celeste, violeta, negro… Encajes, puntillas, organzas… Madre del amor hermoso, definitivamente su madre pensaba que era un jodido Ángel de Victoria´s Secret.  Maldijo cerrando los ojos y metió la mano en el cajón revolviendo las prendas y eligiendo uno al azar. Cuando los abrió y contempló el conjunto, no quedó decepcionada del todo. Azul intenso, poco encaje, discretamente brillante… y como diría Sandy “Sencillo a la par que elegante”. Perfecto.

Tiró la toalla que la envolvía sobre la cama y se colocó la lencería sin querer pararse a comprobar si le quedaba bien o no. Acto seguido se cubrió con los vaqueros y la camisa, en un tono también azul pero más claro, aunque no se la abotonó. Tenía que ponerse desodorante primero.

Volvió corriendo de nuevo al baño, pulverizó el spray en sus axilas, se quitó el turbante que llevaba en el pelo mientras se cepillaba los dientes por segunda vez y se pegaba tirones con el cepillo intentando deshacer los enredos.

¿Qué hora sería? Muy tarde.

¿Llegaba con retraso? Seguro.

No se paró ni a usar el secador de pelo, alborotó los mechones dándoles un aire casual, se abotonó la camisa, cogió su bandolera y metió el tabaco, una goma para el pelo, gafas de sol, chicles, el brillo de labios que le robó a Sarah, más tabaco, un par de mecheros, pañuelos de papel… ¿se dejaba algo?

¿Condones? Joder, pues no tenía.

Tuvo que reprimir las ganas de ir a lavarse los dientes por tercera vez. No quedaba tiempo y sabiendo donde guardaba Sarah los suyos, abrió su cajón y cogió tres o cuatro que vio sueltos por el fondo, echándolos al interior de su bandolera junto al resto de las cosas y haciendo una nota mental para reponerlos antes de que su compañera regresara de sus vacaciones.

¿Perfume? No, ni de coña.

¿Piensas ir descalza? Ups, buen detalle.

Se calzó unas cómodas sandalias veraniegas y salió por la puerta no queriendo ver el desbarajuste de habitación que había dejado. Y si la sancionaban por ello pensaba poner a Daniel como excusa, la culpa era suya por haberla avisado con tan poco tiempo.

Bajó atropelladamente los escalones, sin paciencia para esperar al ascensor y rogando para que la regañina que le echara, en caso de llegar con demasiado retraso, no fuera muy contundente. Respiró profundamente y se obligó a tranquilizarse antes de enfilar el último tramo de escalones. Los descendió despacio y sonriente.

— ¿Ya estás aquí? —Norma le devolvió la sonrisa.

— Dime que no llego muy tarde —se apoyó exhausta en el mostrador.

— No, estás en tiempo. Daniel acaba de ir a sacar el coche.

— Uff, gracias a Dios —también las daba por no tener que mirarle delante de la enfermera.

— Relájate mujer —le palmeó el brazo—, quita esa cara de susto. Seguro que lo pasáis estupendamente bien.

— Seguro… —desde luego ese era su objetivo del día.

El estridente sonido de un claxon la hizo sobresaltarse abruptamente a la vez que ahogaba un gritito. La enfermera rió a carcajada limpia.

— Yo no le veo la gracia, Norma —le lanzó una furibunda mirada—. Cualquier día me matará, estoy segura. Si no es ahogada en la piscina, será a causa de un puto infarto.

— Anda ve, no le hagas esperar —la despidió con la mano—  ¡¡Pásatelo bien!!

— Ahá… —no pudo ni despedirse en condiciones.

Ya no tenía ni ojos ni oídos para otra cosa que no fuera ese gran BMW X5 blanco que la esperaba fuera. O más concretamente, para su dueño. Antes de salir por la puerta se colocó las gafas de sol que llevaba, escondiéndose tras ellas e intentando así, camuflar un poco la expresividad de sus ojos. Descendió los escalones y abrió la puerta del coche armándose de valor para enfrentar a su terapeuta.

— Buenos días —sonrió arrebatador tras sus gafas oscuras.

— Buenos días —se subió apresuradamente, evadiendo los abrasadores rayos de sol mañaneros.

Madre del Amor Hermoso, ¿por qué tenía que estar tan bueno?. Agradeció que la ráfaga de aire frío que salió por el difusor del salpicadero refrescara sus acaloradas mejillas.

— Nos vamos de excursión —la informó ladeando la sonrisa. Como si no lo supiera ya.

— Po… podrías haberme avisado con algo más de tiempo —se colocó tras la oreja unos húmedos mechones de pelo—. He estado a punto de morir esta mañana por la impresión.

— Lo siento —se encogió de hombros por toda respuesta—, surgió así. ¿Estás lista?

— Creo que sí —se recolocó en el asiento poniendo su bolsa sobre las piernas—  ¿Dónde vamos?

— A la ciudad —puso el coche en movimiento lentamente rumbo a las puertas del recinto—, un amigo organiza una exhibición acuática y me gustaría que la vieras. Ayuda a chavales con problemas y es realmente impresionante lo que consigue con ellos.

— Ah, qué bien —intentó ocultar la decepción con una sonrisa.

— Ya verás cómo te gusta —paró el coche mientras se abría la verja—, ponte el cinturón.

— Seguro que será estupendo —tiró de la cosa, pero no se movió.

— ¿A qué viene ese tono? —preguntó divertido viendo como luchaba por desbloquear el dispositivo a tirones sin ningún éxito.

— Bueno, es que pensaba que… —volvió a tirar— ¿No ibas a…? ¿No ibas a dejar al terapeuta en casa? —Hizo un último intento y se desesperó—, ¡Joder!, no puedo ponérmelo.

— Lo estás bloqueando, como la última vez —alzó una ceja con arrogancia—, déjame a mí, ¿quieres?

— Todo tuyo —bufó soltando las manos—, tu coche me odia.

Alargó la mano para alcanzarlo, inclinándose sobre ella, a la vez que dejaba adrede la piel de su mentón al alcance de su boca. La oyó inspirar con fuerza por la nariz y mientras desbloqueaba el mecanismo del rebelde cinturón, sintió el cálido aliento exhalado en el hueco de su cuello. Se le erizó la piel en el acto.

Daniel tuvo que cerrar un instante los ojos y no detuvo el impulso de girar levemente la cabeza para acariciar con la nariz la suave piel de su mejilla. Desde su oreja hasta su propia naricilla, mientras cruzaba lentamente el cinturón por su cuerpo, rozándola con el dorso de la mano levemente al pasar y sintiendo la dureza de sus pechos bajo la camisa.

— Eres demasiado brusca… —susurró quedando a centímetros de su boca—. Tienes que ser más suave con él…

Toda ella olía tan bien, sin ningún tipo de perfume artificial que a Daniel la boca se le hizo agua y no pudo evitar rozarle los labios con los suyos, en una caricia que le hizo desesperarse por tenerla entre sus brazos en ese mismo instante. Beth se limitó a dejar que la rozara, que la acariciara y que la sintiera. Le dejó un fugaz beso tan liviano que apenas pudo notarlo.

— ¿Responde esto a tu pregunta? —susurró tan ronco que casi le provoca un colapso.

— ¿Qué… qué pregunta? —notó que se humedecía entre las piernas.

— La de dónde se ha quedado el terapeuta —sonrió alejándose un poco y anclando por fin el cinturón en su ranura.

— Perfectamente, sí —intentó controlar su de pronto acelerada respiración.

— Pues entonces no nos entretengamos más de la cuenta.

Volvió a su asiento y aceleró a fondo, saliendo del recinto. Tuvo el detalle de encender la radio y poner algo de música que llenara el tenso silencio que se había instalado entre ellos, después del delicado momento por el que la había hecho pasar y dándola tiempo a que se recompusiera antes de ser capaz de volver a hablar.

Les quedaba por delante toda una hora de viaje, de camino a su destino.

Flor de agua
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