El beso

 

 

 

Mark no esperó a que Sandy fuera a buscarles. Quince minutos antes de la hora tope, y después de satisfacer su “hambre” masturbándose un par de veces mientras le hacía sexo oral a Beth, la dejó allí sabiendo que el viajecito que se estaba dando su amiga aún le duraría unas cuantas horas.

Salió tranquilamente cerrando la puerta y caminó sin prisa de camino a la puerta principal. Cuando pasó por la rotonda le dijo a la enfermera que ya se marchaba y que Beth estaba vistiéndose, por lo que la mujer le dejó salir, alegrándose de perder de vista a semejante espécimen.

Quince minutos después Sandy la distrajo de sus papeles.

— ¿Aún siguen dentro? —sonrió a la seca enfermera.

— Ella sí, él se marchó hace un rato.

— ¿¡Cómo!? —Los ojos de Sandy casi se le salieron de las órbitas—  ¿¡Beth no ha salido aún!?

— El chico dijo que se estaba vistiendo —miró nerviosa su reloj ante el tono alarmado de Sandy— de eso hace… unos diez minutos más o menos…

— ¡¡Joder, Agnes!! ¡¡Tendrías que haberme avisado!! —Corrió hasta la puerta y la golpeó con los nudillos—  ¿¡Beth!? —No se oyó respuesta y la enfermera empezó a palidecer visiblemente— Beth, voy a entrar —lo hizo sin perder un segundo—  ¡¡Mierda!!

— ¿¿¡¡Que ha ocurrido!!?? —la enfermera rodeó el mostrador y corrió hasta la puerta de la habitación.

Lo que vio casi la hizo soltar un grito. Beth estaba desnuda de cintura para abajo y yacía completamente desmadejada en los brazos de Sandy, que intentaba a base de bofetones hacerle volver a la tierra. Tenía los ojos abiertos pero no veía lo que le rodeaba y la respiración era tan acelerada que sus pulmones silbaban con cada entrada de aire.

— ¿¿¡¡Beth, me escuchas!!?? —Volvió a golpearle las mejillas— joder, joder, joder… ¡¡JODER!!

— ¡¡Dios santo pero que ha pasado!! —La enfermera estrujaba compulsivamente su blanco delantal—  ¿¡Qué hago, Sandy!? ¿¡Cómo te ayudo!?

— ¡¡Ve a buscar a Daniel!! —La dejó recostada sobre la cama y empezó a vestir su desnudez—   ¡¡Vamos coño, muévete!! —la increpó.

La enfermera salió rauda hacia La Rotonda y tuvo que marcar dos veces a causa del temblor de manos que tenía. Cuando Sandy hubo terminado de vestirla la cogió en brazos y salió como pudo por la puerta del dormitorio de aislamiento rumbo a la enfermería.

— ¡¡Ya he avisado al doctor!! —Gritó impotente desde la recepción—  ¿¿Dónde le digo que acuda??

— Le esperamos en el bar. ¡¡No te jode!! —gritó enfurecida— A LA PUTA ENFERMERÍA, AGNES… ¿¡DÓNDE COÑO QUIERES QUE VAYAMOS!?

El grito de Sandy llegó perfectamente a los oídos de Daniel que en ese instante salía como alma que lleva el diablo por la puerta de la zona restringida. La mirada con la que al pasar taladró a la enfermera, hizo que literalmente le temblaran las piernas. Viéndole alejarse por el pasillo tras los pasos de Sandy comenzó a recoger sus cosas. Iba a volver a la lista de desempleados.

— ¡¡Sandy!! —Llamó cuando estuvo a su altura—  ¡¡Dámela, vamos!! —pasó el cuerpo a sus brazos.

Sandy salió a la carrera abriendo las puertas de la enfermería y descorrió las cortinas de un box causando casi un paro cardiaco a una tranquila Karen, que en ese momento leía tranquilamente una revista detrás de su mesa.

— ¡¡Dios santo!! —Pegó un bote de la silla y se puso rápidamente en marcha—  ¿Qué ha pasado?

— ¿Sandy? —Daniel redirigió la pregunta a su ayudante.

— Ingesta en cantidad desconocida de algún tipo de droga —ayudó a Daniel a colocarla en la camilla—  posiblemente cocaína o algo similar.

— ¿Cuánto tiempo lleva en este estado?

— Menos de una hora —Respondió Sandy. La agitada respiración de Beth no disminuía—  Está taquicárdica Daniel.

— Lo sé —Daniel comprobaba con frialdad médica todas y cada una de las constantes de Beth— Karen, quiero tres mililitros de Buprex intravenoso ¡¡YA!!

Voló para proporciónaselo. Mientras Sandy descubría su brazo para hacerle el torniquete y Daniel comprobaba la dilatación de sus pupilas, Karen cargó con maestría una jeringuilla y se la pasó a Daniel. Buscó la vena con dedos expertos y no perdió ni un segundo en inyectar la solución en su brazo.

— Prepara otra dosis —pidió secamente— Si en cinco minutos no ha remitido le volveremos a inyectar.

— De acuerdo —Karen volvió repetir el proceso— aquí tienes Daniel.

— Gracias —colocó la nueva jeringuilla en una bandeja— y ahora vete. Sandy y yo nos encargamos de ésto.

Karen salió sin hacer preguntas y sin poner objeciones. Sabía que cuando Daniel estaba es ese estado y ordenaba algo había que cumplirlo y cerrar la boca. Se dirigió a La Rotonda y observó como una compungida Agnes se retorcía las manos al lado de una caja de cartón en la que estaban sus cosas. Lloró desconsoladamente en los brazos de su compañera.

Daniel y Sandy permanecieron en silencio observando atentamente como Beth respiraba. A Sandy el corazón quería salírsele del pecho, pero hizo esfuerzos sobrehumanos por calmarse. Miraba a Beth y después a Daniel, que prácticamente no pestañeaba por no perderla ni un micro segundo de vista.

Respiraba tranquilo, acompasado, pero la tensión que atenazaba su cuerpo se le desbordaba por los ojos. Y la mortalmente seria expresión de su cara hizo a Sandy pensarse muy mucho el abrir la boca para decir nada.

Dos minutos después de la inyección Daniel empezó a notar el cambio casi imperceptible en el ritmo respiratorio de Beth. Cuatro minutos después casi respiraba con normalidad, por lo que se dejó caer encima de una silla y exhaló el aire de sus pulmones relajando la tensión. Sandy también respiró aliviada.

— Joder… —iba a añadir algo, pero se quedó callada al ver como Daniel la miraba.

— ¿Hiciste tú el registro? —Sandy sintió lástima por la enfermera.

— No.

— Quédate con ella y que no entre nadie hasta que yo vuelva.

— De acuerdo.

Salió de la enfermería y avanzó hacia el mostrador de La Rotonda. Karen tuvo que mirar al suelo al ver la que estaba a punto de caerle a su compañera.

— Agnes, a mi despacho —la aludida asintió aterrorizada— Karen, quédate en recepción hasta que llegue el relevo para Agnes. Le diré a Rachel que avise a alguna enfermera que pueda venir lo antes posible.

— Claro, doctor. Ningún problema.

Enfiló hacia su despacho mientras una compungida Agnes, que hubiera preferido cien latigazos a tener que entrar en ese despacho, le seguía silenciosa y sumisa.

Cuando entró en su despacho Rachel estaba ordenando unos papeles en su fichero. Sólo ver la cara que traía su jefe ya la hizo ver que el demonio andaba suelto, por lo que no esperó ni a que se lo pidiese. Dejó los papeles tal como estaban y se encaminó hacia la puerta sin hacer el menor gesto ante la aterrada mirada que la enfermera le lanzó suplicante.

— Rachel —la voz era tan fría que se le pusieron los pelos de punta.

— Dime Daniel —sonó tranquila.

— Busca a alguien que pueda relevar a Karen, se ha quedado en recepción cubriendo el puesto de Agnes. Rápido, por favor.

— Ahora mismo —dijo mientras salía— en diez minutos estará cubierto.

— Gracias.

Otras veces, en las que las enfermeras se habían equivocado en alguna insignificancia o se habían sobrepasado en sus competencias con respecto a alguna de las internas, Rachel había podido quedarse y apoyar en la medida de lo posible a sus asustadizas compañeras. Pero no en esta ocasión. No, ante el demonio lo mejor era quitarse rápidamente de en medio. 

Se fue presurosa hasta La Rotonda y haciendo una hábil llamada consiguió convencer a la enfermera que estaba de turno por la tarde para que adelantara su hora de entrada. Y como apenas faltaban un par de horas decidió cubrir ella misma el hueco hasta que llegara la chica. Una vez solucionado se atrevió a preguntar por lo ocurrido.

— ¿Qué demonios ha ocurrido Karen?

— No tengo ni idea —no quiso revelar más de la cuenta—, pero ha sido gordo, Rachel. Jamás he visto a Daniel en ese estado.

— Es el demonio —Karen la miró con asombro a los ojos—, me refiero a que cuando está en ese estado es porque deja suelto el demonio que lleva dentro.

— Había oído hablar de ello. Del carácter difícil que tiene y eso —levantó las cejas impresionada—  pero verlo…

— Lo sé. Impone, ¿verdad?

— Acojona cielo, la palabra es acojona.

Ambas se sobresaltaron cuando la puerta de la zona restringida se abrió y salió por ella el imperturbable director del centro. Las miró a las dos y tranquilamente habló como si nada hubiera pasado.

— ¿Has encontrado relevo?

— Sí, la enfermera de la tarde adelantará su entrada, estará aquí en unas horas. Yo me quedo aquí mientras tanto.

— De acuerdo —asintió satisfecho. Miró a la otra enfermera— Karen, ve a mi despacho y ayuda a Agnes a abandonar el recinto… cuando le sea posible, claro. Te enviaré a Sandy con un tranquilizante.

— Claro, Daniel.

— Gracias chicas —dijo sonriente.

A las dos se les erizaron los pelos del cuerpo viéndole alejarse tan tranquilo. Desde luego había sido rápido, eso nadie podía discutírselo, pero ambas se miraron sabiendo que a la desgraciada que estaba en su despacho iba a costarle mucho, pero mucho tiempo, olvidar ese día.

 

... . ...

 

Cuando entró en la enfermería Sandy le recibió con una sonrisa.

— ¿Cómo está?— se acercó silencioso.

— Aún colocada, pero por lo menos respira normalmente —suspiró— va y viene, balbucea… pero se le pasará en un rato.

— Bien, yo me quedo con ella —señaló la puerta— llévale un par de tranquilizantes a Agnes, creo que los necesita.

— ¿Se han desatado los infiernos? —se acercó al armario de las medicinas.

— Un poco —reconoció tranquilamente— Anda ve y después manda a los de la limpieza al dormitorio de aislamiento. Si te necesito te llamo.

— De acuerdo, luego te veo.

Salió cerrando la puerta. Se acercó a la camilla y observó las pequeñas sacudidas que aún dominaban el cuerpo de Beth, pero efectivamente comprobó que su respiración era normal y que sus pupilas volvían poco a poco a su tamaño original.

Buscó una sábana con la que cubrirla, pues a pesar de que no hacía calor su cuerpo estaba empapado en sudores fríos. Cuando pasaba la tela por encima de ella oyó que casi imperceptiblemente susurraba algo.

— Beth… —se acercó y afinó el oído— tranquila, estás bien.

— Bbssss…

— ¿Qué? —Se acercó un poco más intentando captar sus palabras—  ¿Qué dices?

— Bbbsss… —se removió bajo la sabana apartándosela del cuerpo— bessss…

— No te entiendo, Beth —se acercó hasta casi rozar su piel—  ¿Qué quieres?

— Bessssammeee…

Notó como sus manos rodearon torpemente su cuello y como sus labios rozaron los suyos casi sin fuerza. Se mantuvo estático por lo inesperado del gesto, no supo qué hacer en ese instante y simplemente se quedó quieto esperando acontecimientos.

Con un poco más de fuerza Beth consiguió acercarle totalmente a su boca y le besó sin saber realmente a quien estaba besando. Separó los labios e invadió con su lengua la cavidad que se resistía a abrirse ante ella. Notó que se alejaba, pero ella aún no quería dejarle. Presionó los labios con más fuerza y apremió a su lengua a terminar de conquistar el territorio inexplorado.

Daniel intentó pensar en que le estaba besando una adicta a la cocaína, que además tenía problemas para retener sentimientos afectivos hacia alguien. Intentó pensar en que la chica que estaba recorriendo su boca con la lengua era una paciente a la que apenas hacia unos días que conocía. Daniel intentó pensar en que era un profesional que no debía dejarse llevar por absurdos momentos en los que después de que a ella se le pasara el cuelgue, seguramente ni recordaría. No funcionó.

Daniel intentó no pensar en nada y en ese instante dejó de resistirse.

 

Flor de agua
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