Adoro a esa mujer
Toc, toc, toc.
Abrió los ojos y divisó el despertador de la mesita, los números digitales marcaban las diez, levantó la almohada y metió la cabeza debajo.
Toc, toc, toc.
— Mmmmm —se desperezó molesta.
— ¡Sandy despierta! Ábreme la puerta.
— ¡Joder! —sacó la cabeza de entre las almohadas y le increpó—. Vete al carajo, es sábado y son las diez de la mañana —volvió a esconderse.
Toc, toc, toc.
— Vamos princesa, abre. No querrás que este caballero tire la puerta abajo.
Resopló mientras se levantaba tirando de la sábana para cubrir su cuerpo. Se acercó a la puerta, giró la llave y abrió un palmo dejando ver sólo parte de su somnolienta cara.
— ¿Se puede saber qué haces? —su mirada era acusatoria.
— ¡Buenos diaaaas! —Le regalo una sonrisa resplandeciente— quedé en recogerte a las diez y eso hago.
— ¡¿A las diez de la mañana?! Esto… —sacudió la cabeza— creí que serían de la noche.
— Vas lista si piensas que voy a desperdiciar mi cita contigo yendo solamente a cenar —empujo la puerta sin fuerza y traspaso el umbral.
Sandy se quedó perpleja viéndole pasar y dirigirse a la cama “¡oh dios mío se va a meter en mi cama!” pensó, soltó el aire de golpe cuando lo vio sentarse en el borde. Le dio tiempo de hacer un escaneo, camiseta negra de manga corta con cuello de pico, vaqueros desgastados y zapatillas de deporte, todo ello ocultando el perfecto cuerpo por el que ella suspiraba.
— ¿Dónde has dejado la armadura y el corcel? —ironizó.
— Vamos pequeña, el tiempo es oro —miró su exclusivo reloj de pulsera—, tienes diez minutos para cambiarte, aquí te espero —palmeó la cama.
Observó divertido como ella iba dando saltitos para no tropezarse, agarrando la sabana y murmurando por lo bajo palabras que no podía entender. La vio abrir el armario y sacar algo de ropa haciendo verdaderas virguerías para que la tela que la cubría no resbalara. La perdió de vista cuando entró al baño y cerró la puerta con más fuerza de la necesaria. Cada día adoraba más a esa malhumorada y carismática mujer.
Gracias al escaneo previo al que le había sometido pudo suponer el tipo de ropa adecuada para esa inesperada y temprana cita. Después de asearse, se vistió con unos vaqueros, un polo rosa y unas deportivas. Acorde a la vestimenta que él llevaba. Recogió sus rizos con una pinza y terminó poniéndose un poco de maquillaje suave y brillo de labios. Unas gotas de fresca colonia cerraron los preparativos. Salió siendo una nueva y menos malhumorada Sandy.
— ¡Perfecta! —Dio el visto bueno a lo que veía— ¿Nos vamos?
— Espera —cogió su bolso bandolera del perchero y unas gafas de sol del cajón de la cómoda—, ahora sí, estoy lista.
Bajaron directamente al garaje donde un Infiniti G35 Coupé plateado les esperaba. Sandy por fin puso cara al dueño de ese cochazo que días atrás había llamado su atención. Sonrió satisfecha, tanto por el coche como por el flamante propietario.
— Vaya, parece que Daniel no es tan tacaño como pensaba —acarició con un dedo la carrocería del coche— menudo corcel…
— Solo es un capricho —Sandy le miró incrédula—, no tengo muchos gastos.
— ¿Estás de coña? ¡¡Este coche cuesta sesenta mil pavos!! —bufó envidiando los caprichos que ella nunca podría permitirse—. Me da miedo subirme por si lo mancho...
Sandy no pudo evitar mirar su modesto utilitario de diez años que estaba aparcado tres plazas más allá.
— Anda sube —dijo sacándola de sus pensamientos—, me muero de hambre y el desayuno nos espera.
Fueron a la ciudad y aparcaron en la puerta de un Starbucks. Ambos pidieron lo mismo, dos Hot Chocolate y cuatro Walnut Muffin para llevar. Salieron del establecimiento y se sentaron en el césped de un parque cercano disfrutando del soleado día. Entre sorbos al cacao y bocados a las deliciosas magdalenas, Sandy rompió el silencio.
— Si es que Dios le da jamón al que no tiene dientes, joder… —acompañó sus palabras con negaciones de su cabeza.
— ¿Qué? —La miro atónito— ¿A qué viene eso ahora?
— Pues eso, que fíjate el coche que puedes permitirte y conduces como una nenaza...
— Eso no es cierto —se hizo el ofendido.
— Sí, sí que es cierto, ese coche pasa de cero a cien en cinco coma seis segundos y tú has tardado dos minutos en meter tercera, ¡¡debe tener más telarañas el pobre que la mansión del terror!!
— Después de pagar algunas multas te relajas, créeme —aseveró con firmeza.
— Ya, pero eso no cambia el hecho de que conduces como una niña —su risa contagió.
— ¡Retira eso! —se abalanzó sobre ella y le torturó a cosquillas.
— No pienso retirarlo. ¡Para! ¡Para! —él aumento la intensidad de las cosquillas mientras ella se revolvía— Jajajajajajaa, ¡Vale!, ¡Vale!, lo retiro, lo retiro.
Después del rato de bromas desecharon los restos del desayuno en una papelera y dieron un paseo por el parque. Estaba lleno de gente, niños jugando, mamás conversando, jóvenes en bici, abuelitos en los bancos. El día incitaba a salir al aire libre y ellos, como si fueran una pareja más, caminaban juntos. Él con el brazo sobre los hombros de ella y ella con el suyo agarrando la cintura de él, ambos conversando de cosas banales para desconectar. Sandy sacó su cámara e hizo fotos de alguna fuente a su paso. Y de él, sobre todo de él. Kellan, cansado de salir siempre sólo en las instantáneas distrajo a un chico que leía en un banco para que les tomara una foto a ambos.
Después del paseo caminaron hacia el centro e hicieron algunas compras en la ciudad. Entraron en una librería, en una tienda de electrónica y alguna de ropa. El tiempo volaba y cuando se dieron cuenta ya casi se les había pasado la hora de comer por lo que decidieron degustar unos sabrosos Hot Dog de camino al coche.
— ¿Dónde vamos ahora?— Le preguntó mientras pasaba las canciones del CD.
— Ya lo verás cuando lleguemos, aún falta un poco. No he encontrado ninguna más cerca —quería darle una sorpresa, y no sabía por qué, pero creía que iba a encantarle su próximo destino.
I gotta feelin' That tonight's gonna be a good night That tonight's gonna be a good night That tonight's gonna be a good good night Tonight's the night Let's live it up I got my money Let's spend it up |
Tengo un presentimiento que esta noche va a ser una buena noche que esta noche va a ser una buena noche que esta noche va a ser una buena buena noche Esta noche es la noche Vamos a vivir a tope Tengo mi dinero Vamos a gastarlo todo |
— ¡Oh, me encanta esta canción! —Subió el volumen— Go out and smash… it like Oh My god… Jump off that sofa… Let’s get… ¡¡OFF!!
La estaba gritando, los dos lo hacían.
— Jajajaja, es buenísima sí —la miró con malicia— pero eso dejémoslo para esta noche…—le guiño un ojo y ella sonrió encantada—. Ya hemos llegado.
Bajaron del coche y Sandy quedo paralizada. Hacía años, muchos, que no pisaba una feria. A lo lejos una gran Noria presidía una estampa maravillosa, un barco pirata, las camas elásticas, los coches de choque, el pulpo, el tren de la bruja y un montón de atracciones más, rodeadas todas ellas por las tómbolas, casetas de comida y juegos donde si ganabas te llevabas un peluche.
Kellan no le quitaba el ojo de encima a Sandy. Si solo la hubiera mirado a los ojos habría pensado que estaba aterrada, sus ojos abiertos al máximo daban la impresión de que se fueran a salir de su sitio, pero la sonrisa que decoraba su boca aceleró los latidos de su corazón al máximo. Había acertado.
— ¡Es genial! ¡No me lo puedo creer! —rodeó el coche y se lanzó a por él. Saltó quedando sentada en sus caderas, enrollándole las piernas en la cintura y apretando el abrazo en su cuello— ¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias! —le besó en las mejillas, en la frente, en la nariz.
Puso los pies en la tierra, acercó con sus manos el rostro de él y le plantó un beso en la boca. Fue fuerte, cerrado, pero él no se cortó en abrir paso con su lengua y ella lo recibió gustosa. Atrajo su cuerpo sin dejar que ni una partícula de aire le separara de ella, afianzando su agarre. Más arriba, en su boca, una batalla se libraba, sus lenguas se acariciaban y retorcían sin piedad. Ambos tenían los ojos cerrados, abandonados a los estímulos que ese beso producía en sus cuerpos.
Excitados y dándose cuenta del estado en que se encontraban decidieron separarse. Y tras una profunda mirada, cortaron la momentánea conexión establecida.
— Uff, parece que hace calor aquí —bufó mirando al cielo e intentó controlar la respiración, y lo que no era la respiración también.
— Si eso parece —ella miró hacia abajo en un intento de serenarse, pero cuando vio el hinchazón de sus pantalones decidió subir la vista al cielo también. Hizo un amago de contener la risa, pero no lo pudo evitar— ¡¡Jajajajajajaa!!
— Eres mala ¿Lo sabes, verdad? —Hizo como que se acomodaba el cinturón— A ti no se te nota pero estas igual que yo —inspiró intentando relajarse, lo estaba consiguiendo.
— Sí, algo de eso me han dicho alguna vez —pudo contener la risa— si te gustan las niñas buenas te has equivocado de chica…
— Anda vamos, la feria nos espera.
Los gritos de la gente subida a las máquinas se mezclaban con la música. El canturreo de los bingueros se mezclaba con las risas y vítores de la gente que ganaba algo. Las luces brillaban, parpadeaban y se difuminaban regalando así una maravillosa visión de todo el conjunto. Se montaron en todo, incluso repitieron en el tren de la bruja porque daban globos y Sandy exigía el suyo. Kellan intentó ganarse uno, pero la bruja se empeñaba en dárselo sólo a los niños. Iban a completar el tercer viaje cuando Kellan, cansado de las negativas de la bruja, le arrebato uno a la fuerza y se lo entregó a Sandy. Lo que le valió un buen escobazo por parte de la bruja, pero compensaba el esfuerzo con la enorme sonrisa que Sandy le regaló. Al segundo escobazo que le propinó, ni corta ni perezosa, Sandy la increpó con el globo con forma de perro.
Ya de vuelta al coche y apurando sus algodones de azúcar Sandy divisó una vaquita de peluche con un cencerrito y se le abrieron los ojos como platos.
— Oh, una vaca… —los ojos le echaban chiribitas— Kellan, Kellan…
— Está bien, vale —la agarró del brazo arrastrándola— ven…
Se acercaron a la caseta y Kellan pago una tirada. El juego consistía en lanzar una bola y tirar tres latas. Tres bolas para tres torres de latas, si tirabas todas ganabas, si alguna quedaba en pie se acababa.
Él lanzó y tiro la primera de las torres, lanzo a la segunda y falló, con lo cual se terminó. Se acercó al feriante y pago otra tirada.
— ¡Bien! —Sandy aplaudía en cada acierto.
— ¡Guau! Esa la he dado de lleno —segundo intento perfecto.
— Ohhh… —en la tercera no había tirado ni una lata.
— Espera, la última.
— Si cielito, pero esta vez lanzo yo —le hizo apartarse a un lado— paga y aprende.
— Vale —sentencio incrédulo.
Primera, segunda y tercera. Todas cayeron y ella brincaba entusiasmada mientras él le pedía explicaciones de cómo lo había conseguido, de camino al coche, él amenazando con el globo de perro y ella haciendo burla con la vaquita.
— ¡Ehh! No te pongas así. Tú ganas globos y yo vaquitas, estamos empatados —sonrió con picardía— ¡¡El primero que llegue al coche gana!!
Lo dijo y salió corriendo. Él, que a paso lento avanzaba, la miraba incrédulo alucinando aún por la forma de ser tan arrolladora que tenía y junto a la cual había pasado uno de los días más felices de su vida.
— Uff, estoy hecha polvo —se acomodó en el asiento.
— Que pasa ¿No puedes seguirme el ritmo? —la picó.
— Sigue soñando guapo —le palmeó en el muslo y dejo allí apoyada su mano—, dame un receso para cargar pilas y verás lo que es bueno.
— Vale, volvamos.
Llegaron al aparcamiento del centro y subieron en el ascensor, en la puerta del cuarto de Sandy…
— A ver… son las ocho y media ¿Te parece que te recoja a las nueve y media?
— Perfecto, en una hora nos vemos entonces.
— Vale… pues… hasta luego —le robó un corto beso y salió corriendo.
Sandy entró en su cuarto y se lanzó sobre la cama. Estaba molida, rendida, cansada, los pies le dolían horrores, pero no iba a darle ese gustazo. No en la primera cita. Con gusto le habría dicho que se quedaba, que ya se verían mañana, pero no. Ella le había reprochado que no fuera a poder seguirla el ritmo y ahora tenía que aguantar.
En la otra parte del pasillo, en el mismo momento, un Kellan ponía el despertador a las nueve y veinte. Iba a intentar recuperar fuerzas, también estaba hecho polvo, pero tampoco quería darle el gusto de rajarse a media cita. Le iba a seguir el ritmo hasta que ella le pusiera el punto final al día.
Abrió los ojos y volvió a cerrarlos pensando que le quedaría poco tiempo. Esperó. No se pudo volver a dormir. Esperó. El despertador no sonaba ¿Qué hora seria?, miró el reloj.
— ¡Oh, joder! —Se levantó como un resorte al armario para cambiarse— ¡Mierda! ¡Mierda! Y ¡Mierda! Pero espera… ¡Joder! ¿Dónde vas? —Se paró en seco y dio media vuelta— ¡Es la puta una de la madrugada! ¿Aún crees que te estará esperando para salir a cenar? ¡Si es que soy gilipollas joder! ya te estás olvidando de otra cita ¡Te va a cortar las pelotas! —se gritaba a sí mismo mientras corría en dirección al cuarto de Sandy.
Toc, toc, toc.
Fue suave, como si eso le fuera a servir de algo. Nadie contestó.
— Mierda, mierda, mierda —se estiraba del pelo pensando en la excusa. Giró el pomo despacio y noto un clic en la puerta, no estaba cerrada— ¿Sandy? —asomó sólo media cabeza, dispuesto a salir corriendo de ser necesario.
La habitación estaba en semipenumbra, pero entró lentamente esperando a que sus ojos se acostumbraran a la oscuridad. Cuando llegó a los pies de la cama y la vio, allí tirada, sin haberse cambiado de ropa y tal y como supuso que había caído sobre ella, algo dentro del pecho se le movió.
Se sentó a su lado y la observó dormir. Estaba preciosa, estaba perfecta. Los rizos, suaves, sedosos e increíblemente olorosos se desparramaban sobre la almohada en un amplio abanico que no pudo evitar acariciar. Al estar tumbada de costado, dándole la espalda, tuvo que inclinarse para poder ver parte de su cara. La oyó respirar tranquila y acompasada, dormía profundamente.
No pudo resistir la tentación de tumbarse junto a ella, de pegar su pecho a su espalda y enterrar la cara en sus rizos, llenándose de la esencia de esa mujer que había conseguido lo que ninguna otra antes, que pensara seriamente en sentar la cabeza de una vez para siempre. Pasó un brazo por su cintura y se pegó más a su cuerpo, pensando en que se podía tirar así el resto de la vida.
La sonrisa apareció en su cara cuando ella, dormida como estaba, dejó parte de su peso apoyado en su pecho y se acomodó a su contorno como si hiciera años que se hubieran acoplado en la postura, como hacían las parejas que llevaban años compartiendo cama. El suspiro que ella exhaló cuando por fin volvió a quedarse quieta hizo que a él se le erizara toda la piel. Adoraba a esa mujer y con ese pensamiento rondando por su mente, se dejó vencer por el sueño.