La visita

 

 

 

Daniel caminaba alegremente de camino a La Rotonda, seguido por una asombrada Beth, que aún intentaba encajar eso de que tenía una visita. Caminó en silencio tras él mientras en su cabeza se formaron miles de conjeturas con respecto a su misteriosa visita.

— ¿Quién… quién…? —no sabía cómo terminar de formular la pregunta. Rezó para que no fueran sus padres.

— Me tomé la libertad de volver a llamar al número que usaste para que trajeran tus “verdaderas” cosas ¿recuerdas? —Beth abrió los ojos como platos. Él sonrió con picardía— creo que acaban de llegar.

— Oh, dios ¿Mark está aquí? —su corazón empezó a galopar.

Cuando llegaron al mostrador de la recepción, Beth vio a Sandy hablando con un desgarbado pero alto muchacho que parecía un delincuente juvenil. Definitivamente su pregunta quedó respondida cuando vio el petate que descansaba a sus pies.

— Joder… —el muchacho se giró al escuchar la conocida voz. Beth se colgó de su cuello— estás aquí…

— Hola, princesa —sonrió devolviéndole el abrazo— estás hecha un desastre, flaca ¿Qué coño te hacen aquí?

— No preguntes —le agarró del pelo pegándose a su cuerpo— me alegro de verte…

— Disculpad —intervino Daniel antes de que Beth se lanzase sobre la boca de su visita— Soy Daniel Smith, el terapeuta de Beth —ofreció su mano al visitante, la estrechó sin soltar por ello a Beth— gracias por venir.

— Lo que sea por este bombón —acarició el cuello con un dedo y lo dejó descender por la curva de su pecho— lo que sea…

— Bien, tenemos que registrar tus cosas antes de dártelas, Beth —la miró inexpresivo. Ella asintió un poco cohibida— ya sabes, pura rutina.

— Sí. Lo entiendo —carraspeó intentando que el dedo de Mark dejara de recorrerla en presencia de Daniel— esperaremos aquí si no hay inconveniente…

— Ninguno —Daniel agarró el petate y se lo cargó al hombro— Sandy os acompañará a uno de los dormitorios de aislamiento —a Beth se le desencajó la mandíbula— tenéis una hora.

Y sin decir nada más se giró y emprendió el camino hacia su despacho, con el petate de Beth a cuestas. Beth clavó la mirada en su espalda aún incapaz de cerrar la boca. Fue Mark el que la sacó de su estado de perplejidad cuando se dirigió a Sandy.

— ¿Y bien, hermosura? —la miró de arriba abajo sin ocultar lo mucho que le gustaba lo que veía—  ¿Dónde están esos dormitorios?

— Beth sabe dónde están —le tendió una llave que ella se apresuró a coger— tenéis una hora. Si después de ese tiempo no habéis salido, entraré yo a buscaros.

— Tranquila cielito —se relamió los labios— me comeré a este bombón en menos de quince minutos —apretó a Beth contra su cuerpo haciéndola jadear— quizá veinte si está muy necesitada —Sandy le miró con asco—  así que si quieres pasar un buen rato, tengo tiempo de sobra para ti también.

— No pierdo mi tiempo con mocosos —sonrió tranquilamente— y estás perdiendo tu tiempo…

— Ya te he dicho que me sobra…

— Vamos, Mark —Beth tiró de él— deja a Sandy tranquila, es buena gente.

— Eso no lo dudo —volvió a recorrerla con los ojos—  buena no, está buenísima ¿seguro que no quieres pensártelo mejor, preciosa?

— No, no quiere —los tres se quedaron pasmados cuando Kellan apareció de repente—  ¿Vas a ser un chico bueno y aprovechar bien tu tiempo, o prefieres que saque tu culo a patadas de aquí? —Sandy casi flotó del gusto cuando escuchó ese tono amenazador.

— Tranquilo tronco, estaba bromeando —se dejó convenientemente arrastrar por Beth— encantado de conocerte Sandy.

— No puedo decir lo mismo, Mark —sonrió orgullosa colgándose del brazo de Kellan, mientras el chico la miraba arrogante antes de entrar en la habitación— ¡cincuenta minutos! Ni uno más… —les dijo adiós con la mano.

— ¿Por qué será que cada vez que me encuentro contigo estás metida en algún lío?

— Oh, vamos, Kellan —golpeó coquetamente su brazo— ¿Qué sería de las damiselas en apuros como yo, sin los caballeros de fuerte armadura como tú? —sonrió con ganas.

— Ha sido muy grosero.

— No me ha molestado en absoluto, tranquilo.

— Es el tono lo que “a mí” me ha molestado. No culpo al muchacho por tener ojos en la cara —la observó con atención.

— Kellan, Kellan, Kellan… Si pretendes que me ruborice lo tienes difícil tesoro, estoy demasiado acostumbrada a deslumbrar con mi sola presencia.

— ¿En serio?

— Sí. Y añadiré que “a mí” me resultó muy fácil sacarte a ti los colores…

— Eso no se volverá a repetir. También yo suelo deslumbrar cuando me lo propongo.

— Conmigo has pinchado en hueso, morenazo —soltó su brazo.

— Eso ya lo veremos. Tus truquitos ya no van a funcionar conmigo.

— ¿Mis truquitos? —Sandy se indignaba por momentos— Y cuáles son mis truquitos si puede saberse.

— No creo que seas una damisela en apuros —alzó una ceja arrogante—  sabes arreglártelas muy bien según me han dicho.

— Vaya, vaya ¿Recabando información sobre mí, Kellan?

— Sólo me informo de con quién hablo, nada más.

— Te dije que si querías saber algo me lo preguntaras a mí.

— Prefiero recurrir a mis propias fuentes, gracias.

— Espero entonces que te informes en las fuentes adecuadas —le miró con dureza— se dicen muchas cosas sobre mí y la mayoría son peores de lo que cuentan.

— ¿Acaso tienes miedo de que me entere de algo que preferirías que no supiera?

— Kellan, querido —Sandy le miró despreocupada— si quiero que algo no se sepa, no lo cuento. Suerte en tus pesquisas.

La miró alejarse por el pasillo, caminando orgullosa. Sonrió mientras se rascaba la cabeza preguntándose si habría encontrado, en esa peculiar y hermosa mujer, la horma de su zapato.

 

… . …

 

Ni siquiera se habían desnudado. Mark se limitó a dejar caer sus pantalones hasta las rodillas y a dejar que ella se quitara los suyos mientras se ponía un condón. La sentó en el borde de la elevada cama y no perdió tiempo ni en quitarle las bragas, la abrió de piernas y las apartó a un lado buscando con urgencia la húmeda cavidad que sabía que le esperaba. Sin caricias, sin preludio y sin cuidado la penetró de una sola vez hasta el fondo.

Beth las separó todo lo que pudo y se dejó invadir gimiendo por el tan deseado encuentro. Irguió el cuerpo pegándose a su pecho y le ayudó a incrementar el ritmo bajando sus manos hasta sus caderas e impulsando sus movimientos. 

— Oh, princesa… —jadeó en su oído mientras se movía entre sus piernas— cuanto te he echado de menos…

— Calla, joder —afianzó las manos en los glúteos desnudos de Mark— calla y no pares…

— Dime que me has echado de menos —mordisqueó su clavícula— dímelo…

— Sabes que no lo he hecho… —jadeó en su oído.

— Pues dime que has echado de menos como te follo… —dijo clavándola más fuerte.

—Tampoco lo he… —gimió clavando las uñas en su carne mientras le mordía el lóbulo de la oreja—  echado de menos…

—Oh, Dios… princesa —disfrutó del dolor que sus manos le causaban— dime que te gusta… dime al menos que te gusta…

—Me gusta cielo, me gussssta —notó que se acercaba su momento— sigue Mark, sigue…  —elevó la mirada al techo— más fuerte Mark, más… más… maaaass… —y su momento llegó— siiiiiiiiiiiiiii…

Se dejó caer sobre la cama respirando trabajosamente. Mark aún no había terminado por lo que esperó pacientemente con las piernas abiertas hasta que por fin él consiguió terminar. Se dejó caer sobre ella jadeando por el esfuerzo, pero tuvo que rodar y hacerse a un lado cuando Beth le empujó para que se apartara.

— Ha sido increíble —se deshizo del condón arrojándolo a una papelera cercana— tenía muchas ganas de verte.

— ¿Las mismas que en perderme de vista? —Beth miraba al techo completamente inexpresiva.

— ¿Por qué dices eso princesa? —se giró para mirarla.  

— Me dejaste tirada, Mark —apartó su mano cuando quiso acariciarle la cara— me dejaste allí y no hiciste nada por evitar que me llevaran.

— Oh, vamos, nena… —se subió los pantalones—  iba hasta el culo de coca y aquello estaba lleno de policías…

— Yo también iba hasta el culo, Mark, no estuviste solo en esa fiesterita, ¿recuerdas? Si no hubieses salido por patas y me hubieses esperado ahora yo no estaría en este odioso lugar.

— No puedo permitirme otro arresto, Beth. Si me pillan otra vez con droga encima doy con mis huesos en la cárcel y no sería por poco tiempo. No pude arriesgarme.

— Ya, claro —su tono seguía sin expresión alguna—, mejor que cojan a Beth que ella tiene un papá que la saca del apuro, ¿no?

— Tu padre se lo ha currado esta vez —cambió de tema echando una ojeada por primera vez a la habitación— éste parece un sitio de los buenos, no hay suciedad, las enfermeras están buenas, los médicos son todos guapos… no deberías quejarte.

— Mi padre me ha jodido pero bien —se incorporó y dejó caer la cabeza en sus manos— ésto es una pesadilla.

— No exageres, has estado en sitios peores —pasó una mano por su espalda—  Seguro que la comida es buena.

— Esto es el puto infierno —se levantó bruscamente apartándose de él—  ¿Me has traído algo?

— Me he traído a mí mismo —se tocó la entrepierna—  ¿no te parece suficiente?

— No me jodas.

— Tranquila princesa —se puso de pie acercándose a ella— claro que te he traído un regalito, pero tienes que dejarme hacer algo si quieres que te diga dónde encontrarlo.

— ¿No habrás sido tan estúpido de esconderlo entre mis cosas?

— No —negó con una gran sonrisa— lo llevo encima.

— ¿Lo tienes aquí? —La sorpresa se vio en su cara cuando él asintió—  ¿no te han registrado?

— Claro que lo han hecho pero la enfermera no ha cumplido su labor muy a conciencia, ya sabes que cuando quiero resulto de lo más asqueroso…

— No hace falta que lo jures —le miró con interés—  ¿Dónde lo tienes?

— Túmbate y te lo digo.

Ella obedeció y se fue hasta la cama tumbándose mientras él sacaba de la descosida cinturilla de su pantalón, un pequeño tubito de cristal con un polvo blanco en su interior. Los ojos de Beth brillaron perceptiblemente. Estiró la mano para cogerlo, pero él lo elevó fuera de su alcance.

— Dámelo —demandó.

— No es mucho, pero suficiente para evadirte un rato —lo balanceó ante sus ojos.

— Dámelo —volvió a pedir.

— Quítate las bragas —ordenó él.

Ella se las quitó mientras él se acercaba hasta su lado. Rodeó la cama y se colocó a los pies extendiendo el brazo para que Beth pudiera ver el tubito.

— Dámelo —volvió a demandar— vamos.

— Ábrete de piernas, deja que haga lo que quiero hacer y será todo tuyo.

— Dámelo primero y dejaré que lo hagas —la ansiedad empezaba a hacerle temblar.

— De acuerdo —tiró en tubito que cayó entre sus pechos— ahora cumple tu parte.

Beth ya no tenía ojos para otra cosa que no fuera ese tesoro que tenía entre las manos, así que abrió las piernas mecánicamente y dejó que él se sumergiera entre sus piernas mientras ella intentaba abrir el tubo.

Mark recorrió con la lengua toda la longitud de su muslo derecho de camino a su objetivo, cubrió sin delicadeza su sexo con la boca y elevó la mirada hacia ella justo cuando Beth consiguió por fin quitarle la tapa.

— ¿Vas a metértelo ahora?

— No puedo llevármelo —se acercó el tubo a la nariz— Sandy me lo encontraría.

— Pues vaya festival que vas a darte —mordisqueó sus pliegues con deleite— joder, que rica estás princesa…

— Aaaahhhhh —soltó en un jadeo el aire después de esnifar la sustancia— dios, ésto sí que está rico… —se dejó ir.

— Que tengas buen viaje, princesa —sonrió con malicia mientras volvía a perderse en el húmedo y caliente sexo de Beth.

Flor de agua
titlepage.xhtml
part0000_split_000.html
part0000_split_001.html
part0000_split_002.html
part0000_split_003.html
part0000_split_004.html
part0000_split_005.html
part0000_split_006.html
part0000_split_007.html
part0000_split_008.html
part0000_split_009.html
part0000_split_010.html
part0000_split_011.html
part0000_split_012.html
part0000_split_013.html
part0000_split_014.html
part0000_split_015.html
part0000_split_016.html
part0000_split_017.html
part0000_split_018.html
part0000_split_019.html
part0000_split_020.html
part0000_split_021.html
part0000_split_022.html
part0000_split_023.html
part0000_split_024.html
part0000_split_025.html
part0000_split_026.html
part0000_split_027.html
part0000_split_028.html
part0000_split_029.html
part0000_split_030.html
part0000_split_031.html
part0000_split_032.html
part0000_split_033.html
part0000_split_034.html
part0000_split_035.html
part0000_split_036.html
part0000_split_037.html
part0000_split_038.html
part0000_split_039.html
part0000_split_040.html
part0000_split_041.html
part0000_split_042.html
part0000_split_043.html
part0000_split_044.html
part0000_split_045.html
part0000_split_046.html
part0000_split_047.html
part0000_split_048.html
part0000_split_049.html
part0000_split_050.html
part0000_split_051.html
part0000_split_052.html
part0000_split_053.html
part0000_split_054.html
part0000_split_055.html
part0000_split_056.html
part0000_split_057.html
part0000_split_058.html
part0000_split_059.html
part0000_split_060.html
part0000_split_061.html
part0000_split_062.html
part0000_split_063.html
part0000_split_064.html
part0000_split_065.html
part0000_split_066.html
part0000_split_067.html
part0000_split_068.html
part0000_split_069.html
part0000_split_070.html
part0000_split_071.html
part0000_split_072.html
part0000_split_073.html
part0000_split_074.html
part0000_split_075.html
part0000_split_076.html
part0000_split_077.html
part0000_split_078.html
part0000_split_079.html
part0000_split_080.html
part0000_split_081.html
part0000_split_082.html