Pesadilla

 

 

<<< ¡Déjame entrar! —el chico forcejeaba con los barrotes intentando abrirse hueco.

¡NO! —Daniel apretaba los puños controlando las ganas de dejarle entrar solo para partirle la cara.

¡Déjame entrar, te digo! —Ejerció más fuerza sobre el metal—  ¡No eres nadie para prohibirme verla!

¡Soy su terapeuta, pedazo de gilipollas! —Bramó furioso— ¡Y tú no eres más que una mierda en su vida, así que largo de aquí!

¡No eres su dueño, no eres nadie para ella! —El esfuerzo por vencer a los barrotes inyectó sus ojos en sangre—  ¡No le importas, le das asco, te odia!

¡Eso es mentira! —Unas inhumanas ganas de arrancarle la lengua se apoderaron de él—  Es mentira, es mentira, es mentira…

No te quiere —su feroz expresión cambió radicalmente a una sonrisa dañina—, no está enamorada de ti.

¿Y tú qué coño sabes? —La furia dejó paso a una agobiante tristeza— Ella me quiere a mí, me lo ha dicho.

Pensaba en mi cuando te lo decía… —relamió sus labios con lascivia— Ella es y siempre será mía, no tuya.

No, no, no, no… —cerró sus ojos con fuerza—  Me ha dicho que me quiere... a mí —se llevó las manos a la cabeza temiendo que le explotara—  Es mía… es solo mía… mía, mía…

¿Y por eso la has despreciado, Daniel? —La dulce y doliente voz femenina que habló le heló la sangre en las venas—  ¿Te deshaces de ella igual que lo hiciste de mí?

¿¡Trish!? —tuvo que abrir los ojos para cerciorarse. El espantajo famélico que tenía delante no podía ser ella—  Dios, Trish…

¿Sabes ya lo que es sufrir, Daniel?

Yo no… —el retazo de una conversación pasada le taladró los pensamientos.

 

“… Yo no sufro Trish… Nunca he sufrido ni sufriré por ti. No te quiero. No estamos enamorados…”

 

Sí, te has deshecho de ella igual que de todas las que hemos intentado acercarnos a tí… —lágrimas negras caían de sus ojos, dejando grotescos surcos en su cara y manchando su blanco vestido de novia— Intentamos tocar tu corazón, te quisimos, te lo dimos todo…

Trish… —la vergüenza le hizo bajar la mirada.

No me llames Trish… me llamo Nicole —un nudo atenazó su estómago cuando la voz cambió—. Soy Nicky… ¿ya te has olvidado de mí, Daniel? —un deje de reproche infantil acompañó las palabras.

Nicky… —Trish había desaparecido y la imponente belleza de la morena ocupaba su lugar aferrada a los barrotes—.  ¿Qué demonios…?

Tú, Daniel… —sus ojos eran dos brasas sacadas del mismísimo infierno— Tú eres el demonio egoísta que nos destroza. El que nos rebaja, el que nos humilla…

¡No! Yo nunca…

 

“… Ni derechos ni obligaciones… No quiero complicaciones… Si no te ves capaz de conformarte con lo que tenemos ahora será mejor que no volvamos a vernos… No tengo ni intención ni ganas de enamorarme de nadie…”

 

Oh, Dios… —se llevó las manos a la cara avergonzado— Yo no soy ese… yo no soy así.

No, tú eres peor… —otra vez la furiosa voz del hombre le amenazaba desde el otro lado de la valla— Las usas y las tiras. Te las tiras y después las desprecias. Las desprecias y después las olvidas.

No, no, no, no… —tiró de su pelo intentando sacar esos pensamientos de su cabeza— Yo no soy ése… Yo no soy “eso”.

¿Daniel? —otra dulce voz, cándida y angelical resonó en sus oídos.

¡Johannah! —abrió los ojos, ávido por verla. La culpa lo inundó en el mismo instante en que sus ojos le miraron— Johannah… yo… —notó las lágrimas resbalar por sus mejillas— Dios, te echo tanto de menos…

Daniel… —extendió una de sus etéreas manos entre los barrotes para alcanzar su rostro— No llores, cielo… no grites —él cerró los ojos anhelando sentir el contacto de sus dedos— no es bueno para el bebé…

¿Para el bebé? —cuando volvió a enfocar la mirada, era de nuevo Trish quien le sonreía desde la cambiante visión. Una Trish muy embarazada—. ¿¡Pero que es toda esta locura!?

Shhhh, no grites cielo —le miró con ternura, una tímida sonrisa apareció en sus labios mientras acariciaba su vientre maternalmente—.  El médico ha dicho que no puedo tener sobresaltos.

Imposible… —el pánico hizo mella en él— Yo nunca… Nunca…

 

“… Sabes que nunca me descuido y no serás la primera con la que se me olvide hacerlo…”

 

No puede ser… —estaba volviéndose loco—  ¡No puede ser!

Felicidades, papá —dijo Trish

Papá… —y Nicky

Papá… —y Johannah.

¿Papá? —la sádica sonrisa con la que el hombre hizo la pregunta fue la gota que colmó su cordura.

¡¡¡NOOOOOOOOOOOOO...!!! >>>

 

… . …

 

Estaba convulsionando. Los nudillos de sus dedos estaban blancos a causa de la fuerza con la que cerraba los puños en torno a las almohadas. Su corazón galopaba descontrolado, exactamente igual que su enloquecida y jadeante respiración.

— ¡¡¡ NOOOOOOOOOOOOO…!!! —su propio y desgarrador grito le despertó.

Abrió los ojos completamente aterrorizado. Las empapadas sábanas se pegaban a su cuerpo haciéndole sentir atrapado. La oscuridad que le envolvía sólo aumentaba su sensación de asfixia. Le faltaba el aire, le dolía el pecho, su mente daba vueltas en una mareante espiral que embotaba sus sentidos.

Pesadilla.

Extendió una temblorosa mano hacia la mesita de noche, tirando en su recorrido varios objetos al suelo, y encendió la luz. Sí. Había sido una pesadilla. Sólo cuando empezó a reconocer los familiares contornos de su dormitorio, consiguió respirar más acompasadamente y disminuir poco a poco el latido de su corazón.

— Oh, joder… —limpió el sudor de su frente con el dorso de la mano— Dios…

Se deshizo del nudo de sábanas que le cubría y se levantó. Fue directo al baño, evitó mirarse en el espejo mientras se desnudaba. Abrió el grifo del agua fría y sin perder un instante se metió debajo del chorro, dejando que el gélido líquido hiciera bien su trabajo y le despejara.

Joder, solo había sido una pesadilla. Una horrible y angustiosa pesadilla que aún removía su subconsciente haciendo que sus músculos se sacudieran en pequeños espasmos bajo el agua de la ducha. Esperó pacientemente a que cesaran, a que su cuerpo terminara de filtrar todo resto de tensión.

Después de diez minutos de mirar fijamente la blancura del azulejo, cerró el grifo y salió del baño. Se envolvió las caderas con una toalla y después de apartar el revoltijo de sábanas volvió a dejarse caer en la cama, casi recuperado por completo. Recogió del suelo su despertador, las seis menos diez de la madrugada. Lo dejó sobre la mesilla y apagó la luz.

Pero el sueño no volvió.

Cerró los ojos en la oscuridad, en un testarudo intento de volver a dormirse. Cambió de postura varias veces, buscando la comodidad que le permitiera conciliar de nuevo el sueño. Hasta sopesó la posibilidad de ponerse a contar ovejitas, cuando después de un rato, que se le antojó demasiado largo, no encontró el descanso que esperaba.

Casi sin darse cuenta sus pensamientos empezaron a fluctuar por su mente. Intentó encontrarle algún sentido a la pesadilla que tan macabramente le había jodido la noche. ¿Qué pintaba el maldito drogadicto de mierda de Mark en su pesadilla? Evidentemente, tenía respuesta para esa pregunta. Él había vuelto a aparecer por el centro pidiendo ver a Beth. Dos veces.

La primera vez había achicharrado el interfono de la verja en su intento de que le dejaran entrar. La enfermera de turno había intentado explicarle que el cauce para solicitar visitar a una interna era otro, pero el condenado le había soltado tal cantidad de improperios soeces que a la mujer no le quedó más remedio que avisar a seguridad.

La segunda vez, había sido aquella tarde que Sandy había estado recorriéndose todo el centro en su busca. Él había decidido tomarse la tarde libre y pasarla leyendo en su estudio, pero cuando su ayudante le encontró y le dijo que los de seguridad habían pillado a Mark intentando saltar la valla del perímetro, dió por concluido su tiempo de descanso.

Lo primero que le preguntó fue si Beth se había enterado, pero Sandy le aclaró que no. Se había cruzado con ella y le había dicho que iría a la climatizada. Daniel suspiró satisfecho y salió decidido a patearle el culo al asqueroso Mark de las narices.

Intercambió unas cuantas palabras con él de manera bastante… elegante. Y después de dejarle claro lo que le pasaría si invadía esa propiedad privada e indicándole que podía irse por donde había venido, Mark sopesó sus opciones y siguió los consejos de Daniel. La cobardía encontraba su Alter Ego en esa miserable escoria humana.

Después de comprobar que el individuo no tenía intención de volver a intentarlo de nuevo, se fue directo a la climatizada. Pensó en decírselo y que fuera ella la que decidiera si quería verle o no. Sería una prueba definitiva para comprobar si Beth realmente estaba cambiando tanto como parecía. Pero cuando entró y la vio… dejó que su egoísmo tomara las riendas. No dejaría que ningún pensamiento sobre ese indeseable compartiera espacio con él en la mente de Beth. 

Y después todo se… descontroló.

Pero apartó esas imágenes concretas de su mente volviendo a centrarse en su pesadilla. Dios, ¿realmente era tan insensible como le pareció en su sueño? Tanto Trish como Nicky habían parecido estar de acuerdo en ese punto. Incluso el miserable de Mark le había increpado por ello.

¿Y Johannah?

No, ella no. Ella solo le había… ¿Consolado? ¿Reprendido? No quería que perjudicara al niño. Al bebé de Trish… Al bebé de Trish y… ¿suyo? No, imposible. Él nunca había mantenido relaciones con ella sin protección. Ni con ella ni con ninguna otra.

¿O sí?

De pronto sintió que la cama desaparecía bajo su cuerpo. No había habitación, ni centro, ni tierra, ni cielo.

Notó que se desintegraba en una gran Nada en la que sólo acertaba a sentir, como si de un pulso electromagnético se tratara, los salvajes y descontrolados latidos de su corazón.

— OH, DIOS MIO…

Flor de agua
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