CAPÍTULO 45
La mañana que quitaron la venda de la cabeza a Sofía fue impactante. Su melena larga y brillante había dejado lugar a un pelo lleno de trasquilones que su madre tuvo que arreglar como buenamente pudo, y a otras zonas peores en que el rasurado dejaba al descubierto las incisiones que le habían realizado. Por suerte la hinchazón de la cara había remitido y los hematomas no eran más que un amago de amarillo pálido en la piel.
—Estás guapísima —le dijo Jorge con la mirada llena de amor cuando la vio con el pelo corto.
Sofía sonrió algo coqueta dentro del estremecimiento que le había causado verse así. No sabía si Jorge le decía la verdad, o solo eran las ganas de hacerla sentir bien, pero daba igual, le gustaban sus piropos.
—Mañana empiezo la rehabilitación —le anunció.
—¿A qué hora? —preguntó Jorge.
—A las nueve.
—Entonces a las nueve estaré aquí para acompañarte en tu primer día de rehabilitación.
—Jorge, no es necesario que vengas si no puedes. Tendrás mucho trabajo atrasado. Muchas cosas que hacer…
Sofía no podía evitar sentirse mal. No quería que Jorge se sacrificara de la manera que lo estaba haciendo, aunque sobraba decir que le encantaba tenerlo cerca.
—A las nueve en punto estaré aquí para acompañarte en tu primer día de rehabilitación y no se hablé más —concluyó Jorge fingiendo autoridad.
—Como quieras —dijo Sofía sin poder evitar sonreír.
—Quiero estar todo el tiempo posible contigo —murmuró Jorge, clavando su intensa mirada en ella—. He pasado tanto miedo, Sofía. Tanto… —Sofía lo escuchaba atentamente, conmovida—. Ha habido momentos en que creí que te perdería. La sola idea me aterra. No podría pasar otra vez por lo mismo. No contigo. Me volvería loco. —Hizo una pausa—. Incluso le pedí a Paula, desde donde quiera que esté, que te protegiera, que no te dejara ir…
—Shhh… —lo tranquilizó Sofía, alargando al mismo tiempo la mano izquierda y acariciando su rostro de rasgos angulosos—. No vas a perderme. Siempre voy a estar contigo, Jorge.
—Prométemelo —pidió él casi como una súplica.
—Te lo prometo —dijo Sofía—. Además, tienes que llevarme a ese lugar secreto donde vuelan las mariposas.
Jorge se acercó y la besó, deteniéndose en el contacto, disfrutándolo. Sus labios eran tan suaves…
Sofía carraspeó cuando las bocas se separaron.
—Ahora que no está mi madre… —tomó de nuevo la palabra—. ¿Qué ha pasado con Carlos?
Jorge la miró fijamente a los ojos, tratando de ver a través de ellos. ¿Seguía Sofía sintiendo algo por Carlos? No sería la primera mujer que retiraría la denuncia de malos tratos contra su pareja y volvería con él, aún después de haberla pegado una paliza. Sofía no podía hacer algo así.
—Tiene interpuesta una orden de alejamiento. No puede acercarse a ti a menos de trescientos metros —respondió en tono serio.
—Eso significa que está libre… —conjeturó Sofía, como ausente.
—Sí, hasta que se celebre el juicio, sí —confirmó Jorge con rostro inexpresivo.
Sofía volvió en sí y miró a Jorge.
—Hey… ¿Qué pasa? —preguntó.
—No vas a volver con él, ¿verdad? —dijo Jorge sin perder tiempo en rodeos.
—¿Qué? —Sofía torció la boca en un gesto de extrañeza—. Mira cómo me ha dejado… No… No tengo ninguna intención de volver con Carlos. —Jorge sintió alivio. La respuesta de Sofía era rotunda—. Iba a dejarlo con él cuando… —La voz de Sofía se fue apagando.
—Lo sé —dijo Jorge.
—¿Lo sabes?
Jorge entornó los ojos con astucia.
—Le hice una… visita —apuntó.
—¿Una visita? —Sofía estaba desconcertada.
—Fui a buscarlo a vuestro piso.
—Jorge…
—No pude evitarlo —se justificó—. No quise evitarlo. Tenía que darle a probar su propia medicina, por todas las veces que él te ha pegado a ti…
—Por Dios, Jorge… ¿Te hizo algo? —preguntó Sofía con un viso de preocupación en la voz.
Jorge sonrió con amargura.
—No me tocó un pelo —dijo—. Carlos solo se atreve con las mujeres. Solo se atreve contigo…
Alzó la mano y le acarició cariñosamente la mejilla. Sofía le cogió los dedos y se apretó más contra ellos.
—No me hubiera perdonado que Carlos te hubiera hecho algo —comentó Sofía.
—Es un cobarde —afirmó Jorge despectivamente. Después se calló, sopesando decir algo o no—. Estaba con una chica… —dijo al fin cautelosamente.
Sofía no se sorprendió.
—Su amante —aclaró.
—¿Encima el crápula tiene una amante? —bufó Jorge—. ¡Maldito desgraciado!
—No sé exactamente desde cuándo. Pero hace un tiempo que lo venía sospechando. El fin de semana que tú y yo pasamos juntos, él aprovechó para llevársela a casa.
Sofía negó lentamente con la cabeza. Había aguantado tantas cosas, y había pasado por tantas otras… Carlos la había humillado infinidad de veces. Bastaba con un mal día para arremeter contra ella, y los malos días eran la regla. ¿Cómo iba a volver con él? ¡Por Dios! Le había pegado una paliza tan brutal que la había dejado a un suspiro de la muerte. Respiró hondo. No, no iba a volver con él
—¿Todo está bien? —La voz mesurada de Jorge la sacó de sus pensamientos.
—Sí —respondió Sofía, asintiendo varias veces.