Capítulo 37
Dmitri se encargó de varios asuntos de la Torre y despachó todas las obligaciones que podía desde la distancia, entre las que se incluía una situación que implicaba enviar a uno de los ángeles más antiguos fuera del estado para encargarse de otro que pensaba crearse un feudo libre de la supervisión de la Torre.
Una vez hecho, habló con Illium.
—¿Alguna otra cosa urgente que debamos aclarar?
—No, Aodhan solo necesita un poco de tiempo para instalarse.
—Bien —Dmitri sabía que el ángel estaría fuera de su elemento, pero confiaba en su capacidad para ocupar su lugar… hasta cierto punto. Aodhan e Illium eran mucho más jóvenes e inexpertos, pero juntos formaban una fuerza peligrosa—. Ya sabes cómo localizarme si me necesitas.
—Dmitri —sus ojos dorados estaban ribeteados por pestañas negras de puntas azules—. Cuida de Honor. Prometo que no quemaré la Torre en tu ausencia… aunque no sé por qué todo el mundo se pone tan nervioso por un poco de humo.
Consciente de que el ángel de alas azules intentaba ponerlo de mejor humor, Dmitri dijo:
—Estoy seguro de ello, pero deja que llame al departamento de incendios.
Interrumpió la conexión cuando Illium soltó una carcajada, y luego echó un vistazo por encima del hombro para ver cómo estaba Honor, como hacía unas mil veces al día.
Había trasladado su escritorio al dormitorio y nunca se alejaba de ella más de unos minutos. No quería dejar que despertara sola. Con la toxina causando estragos en su organismo, podría entrarle el pánico, asustarse.
«¿Estarás aquí cuando despierte?»
«Siempre».
Tan solo cuando estuvo seguro de que ella estaba a salvo, de que respiraba con normalidad, se obligó a volver a su trabajo. Los árboles que se veían al otro lado de la ventana susurraban bajo la juguetona caricia del viento. Dentro de dos días podría despertarla, podría volver a escuchar su voz.
Dos días más.