Capítulo 24

Mahiya se sentía magullada en zonas que ni siquiera sabía que podían magullarse, y le dolían los músculos como nunca antes. Jason era… una tormenta.

Lenta.

Implacable.

Inexorable.

Creyó que se daría por satisfecho después de aquella asombrosa unión carnal contra la puerta, pero la había llevado a la cama y solo la había dejado descansar un momento antes de tomarla de nuevo.

Mahiya no se quejaba. Nunca lo haría. No mientras él acudiera a su lecho.

«… esto no hará que me quede contigo, que me comprometa».

Mientras abría la ventana del dormitorio para dejar entrar la luz brillante del sol matinal sintió una punzada en el corazón; la punzada de una mujer que no solo sentía atracción sensual, sino también pura fascinación por lo poco que había visto del hombre que había tras el jefe del espionaje. Y era a ese hombre, una criatura peligrosa, compleja y fracturada, a quien ansiaba conocer. Sin embargo, jamás tendría esa oportunidad porque Jason no se la concedería. No sabía si él volvería a su cama.

Buenas noches, Mahiya —ojos vigilantes.

Ella solo deseaba dormir acurrucada contra su calor y su fuerza, pero se contentó con acariciarle la mejilla con los dedos, y tuvo la atormentadora sensación de que estaba liberando a una criatura salvaje.

Nos vemos mañana.

Hasta mañana.

El ruido de la puerta hizo añicos el recuerdo. En ese momento Vanhi entró en la habitación ataviada con un sari negro con lunares rojos y su abundante cabello del color del ébano recogido en un severo moño. Solo ella podía llevar esos colores tan atrevidos cuando el resto de la fortaleza se veía obligado a vestir los tonos claros del semiluto. Porque solo Vanhi había vivido más que Neha.

La vampira de ojos verdes y piel como el bronce oscuro tenía el aspecto de una deslumbrante mujer de treinta y tantos, pero sus costumbres y modales eran los de una anciana. Había mecido la cuna de Neha y de Nivriti, y también la de Anoushka y la de Mahiya. Era la única persona a la que la princesa se había atrevido a amar después del trato brutal que había sufrido el único amigo que había tenido en la edad adulta.

Carmesí en las piedras, denso y resbaladizo. Alas inertes empapadas de sangre junto al cuerpo inconsciente de un hombre cuyo único crimen había sido la amabilidad.

Incluso la adorable yegua que Mahiya había ayudado a criar desde potrilla había sido regalada… a la nueva amante de Arav, una crueldad deliberada. Sin embargo, Vanhi contaba con el afecto de Neha y por tanto era seguro amarla, aunque la vampira sabía que no podía estar mucho tiempo con Mahiya si no quería pasar una buena temporada de vacaciones en otra zona del territorio.

—Bueno —dijo Vanhi en ese instante—, así que ese engendro de cabra está muerto.

A Mahiya no le sorprendió el comentario.

—No lloraré la muerte de Arav, pero la forma en que falleció… No le habría deseado una muerte así.

Vanhi resopló.

—Deberían haberlo castrado por aprovecharse de una chiquilla a la que apenas le habían salido las plumas.

—Yo permití que se aprovechara —replicó Mahiya. Esa discusión venía de lejos—. Fui una estúpida —una estúpida dispuesta a creer que era oro todo lo que relucía—. No volveré a serlo.

—¿De veras? —Vanhi enarcó una ceja mientras recogía una pluma negra de la alfombra—. ¿Y aun así das la bienvenida a tu dormitorio al jefe del espionaje de Rafael?

—Él no me miente.

Vanhi, que no había dejado de trajinar por la estancia colocando esto por aquí y enderezando aquello por allá, se quedó inmóvil al oír aquella serena respuesta. Una profunda tristeza apareció en su rostro mientras cubría la cara de Mahiya con la palma de la mano.

—Me gustaría que aspiraras a más, Mahiya, hija mía.

—Algún día —prometió ella— tendré la oportunidad de aspirar a más. Hasta entonces debo apañármelas con lo que tengo.

Las falsas esperanzas podían resultar mucho más devastadoras que un sencillo pragmatismo, algo que había aprendido cuando intentó que Lijuan le ofreciera santuario, años antes de la «evolución» de la arcángel.

Niña estúpida —las alas gris paloma de Lijuan barrieron el suelo cuando la arcángel sacudió la mano para despedir al guardia que había acompañado a una Mahiya exhausta hasta aquella cavernosa estancia llena de ecos—. ¿Me pides que arruine mi amistad con Neha por ti?

No. Solo pido santuario.

Ojos escalofriantes de un extraño gris opalescente que la miraban desde un rostro con una piel tan pálida que casi podía atisbarse la estructura esquelética que había por debajo.

O bien estás mal de la cabeza —dijo Lijuan—, o bien no eres sincera.

Mahiya luchó contra el hielo que invadía su torrente sanguíneo.

Vos sois mucho más poderosa que Neha. Ella no echaría por tierra vuestra relación por algo tan insignificante como mi persona.

De lo que se deduce que no te necesito para nada. No me ofreces nada —una sonrisa que encogió el estómago de Mahiya y provocó un castañeteo en sus huesos—. Tus alas… Bueno, quizá me quede contigo, después de todo.

Fue entonces cuando Lijuan la «invitó» a ver su Sala de Colecciones, y observó con esa misma sonrisa inhumana cómo Mahiya se doblaba en dos y vomitaba la poca comida que tenía en el estómago.

Ju limpiará eso.

El hombre que salió de las sombras estaba… mal.

Mahiya levantó la cabeza de pronto y se limpió la boca con el dorso de la mano mientras Ju cogía una fregona y limpiaba la prueba de su falta de control. Este tenía los ojos negros y nublados, y se movía como una marioneta.

En su día era un hombre fuerte, pero yo lo quebranté. Aun así, no puedo dejar que se marche —le explicó Lijuan al tiempo que estiraba el brazo para acariciar el ala de Mahiya.

La princesa se apartó, y esperó a que la redujeran a ceniza por semejante insolencia, pero Lijuan solo sonrió.

Es una lástima que no pueda añadirte a mi colección. Será mejor que te devuelva a Neha antes de que cambie de opinión. Seré paciente y le pediré que te entregue a mí cuando mueras. No quiero que tanta belleza se pierda con la podredumbre.

Un día y una noche.

Ese era el tiempo que Mahiya había pasado en la fortaleza de Lijuan. Horas de pesadilla que aún le ponían los pelos de punta.

—Vanhi —dijo, obligando a su mente a regresar al presente—, ¿qué piensas de la muerte de Arav?

—Lo más seguro es que ese saco de estiércol de elefante ofendiera a alguien, o quizá solo estaba donde no debía cuando no debía —Vanhi se encogió de hombros y recogió un sari que Mahiya había dejado fuera para airearlo.

La princesa se acercó para coger el otro extremo del escurridizo tejido y ayudó a Vanhi a doblarlo.

—No sé. Me da la impresión de que ha sido algo premeditado.

—Voy a decirte una cosa, Mahiya, hija mía —su tono era solemne—. Los juegos son una cosa, pero jugarlos con Neha… —sacudió la cabeza y utilizó los dedos para dibujar un símbolo antiguo destinado a alejar el mal—. De esto solo saldrán cosas malas.

«Sí».

Mahiya salió del palacio media hora después de que Vanhi se marchara y descubrió a un visitante inesperado a punto de llamar a su puerta.

—Veneno.

Una lánguida sonrisa encantadora. Unos ojos ocultos tras gafas de espejo que reflejaban el rostro de la princesa.

Vestido con pantalones negros y una camisa blanca, y con el cabello peinado hacia atrás, parecía uno de los más peligrosos cortesanos: aquellos con cerebro suficiente para tramar y confabular.

—Lady Mahiya.

—Solo Mahiya —dijo ella. Hacía un día espléndido, con sol y cielo azul, y la posibilidad de ser testigo de alguna otra carnicería parecía algo obsceno—. Si buscas a Jason, no está aquí.

Puesto que Neha había ampliado sus obligaciones, Mahiya ya no esperaba que el espía le contara sus actividades.

Jason —salió al balcón luchando contra el impulso de tocarlo ahora que la noche había terminado, de reclamar derechos de posesión. Sería una estupidez intentar adueñarse de una tormenta—. ¿Desayunarás antes de irte?

No, tengo una reunión a la que debo acudir —extendió las alas, pero se detuvo un momento—. Te veré cuando vuelva.

Quizá fuera una tontería, pero para ella significaba mucho que hubiera llamado a su puerta en lugar de desvanecerse en el amanecer sin más, porque su jefe del espionaje siempre caminaba solo.

—Debería haber llamado antes —dijo Veneno, cuya voz rompió el recuerdo. Tenía la sonrisa de un hombre que sabía muy bien cómo engatusar y seducir a las mujeres—. ¿Puedo ofrecerte una escolta hacia tu próximo destino?

El coqueteo la hizo sonreír.

—Voy a ver a Neha.

—¿A la sala privada de audiencias?

—No —Mahiya frunció el entrecejo—. El mensaje me pedía que me reuniera con ella cerca de Custodio.

Levantó la vista y buscó el espartano baluarte con vistas a Fuerte Arcángel. Estaba desierto, sin más gente que los miembros de las tropas de Neha… que no verían ni harían nada si la arcángel decidía eliminar la molestia que suponía la hija ilegítima de su consorte.

A decir verdad, no sería tan diferente de la vida en aquella fortaleza. Salvo porque… Jason estaba allí.

No, se dijo con dureza, no debía albergar esperanzas ni avivar esa oscura sensualidad que la había marcado por dentro. Jason había prometido que la ayudaría a escapar, pero no podía reclamar su protección más allá de eso.

—Así que ya ves —le dijo a Veneno—, debo dejarte aquí.

El vampiro frunció el entrecejo.

—¿Estás segura de que el mensaje era de Neha? La he visto volar en dirección a la ciudad hace un rato.

—Sí. Debemos reunirnos en las ruinas del templo que hay junto a las murallas del fuerte —aun así, suspicaz por el extraño punto de reunión, buscó en un bolsillo oculto de su túnica para sacar la pequeña tarjeta—. Es su letra.

Veneno cogió la tarjeta y deslizó el pulgar sobre la escritura.

—Sí, tienes razón. Pero nunca ha tenido una letra tan elaborada que no se pueda falsificar. Esto no me huele bien.

De repente supo por qué Veneno había ido al palacio y sintió un vuelco en el corazón.

—Jason te ha pedido que me vigiles.

La alegró saber que a Jason le importaba lo suficiente para pedirle a otro miembro de los Siete que cuidara de ella. Nadie había cuidado de ella desde que había abandonado el Refugio y la protección de aquellos que se encargaban del bienestar de los ángeles jóvenes. No era tan orgullosa para negar las emociones que le provocaba el que Jason se preocupara por ella.

Veneno repuso con una pequeña sonrisa:

—Según pone aquí, todavía faltan quince minutos para tu cita.

—Pensaba llegar temprano.

«Contar con tiempo suficiente para calmarme y no cometer un error fatal inducido por las provocaciones de Neha».

—Compláceme —dijo Veneno—, y acude a la hora acordada.

Mahiya levantó la vista, alzó una mano y le quitó las gafas de sol antes de que él se diera cuenta de lo que pretendía. El vampiro se apartó de ella de forma sinuosa, elegante y rapidísima, pero Mahiya permaneció inmóvil.

—Solo tenías que pedírmelas —comentó Veneno, colocándose los mechones de pelo alborotados mientras se incorporaba desde la posición de combate que había adoptado. Sus ojos verdes, intensos e hipnóticos, contrastaban con su piel del color del desierto, típica de aquellas tierras.

—Quería leerte los ojos —Mahiya le devolvió las gafas de sol y sintió una leve agitación en algún lugar recóndito de su mente—. Pero ha sido una estupidez —añadió, con la extraña sensación de que había dejado escapar algo que ya no podría recuperar—. No creo que nadie pueda leer esos ojos.

Veneno se puso de nuevo las gafas y empezó a alejarse de ella.

—Recuerda que debes llegar a la hora acordada.

Luego aceleró el paso y desapareció con una serie de movimientos rápidos que no eran en absoluto humanos.

Sin importar lo rápido que fuera, no lograría llegar a Fuerte Custodio antes que ella. Aun así, Mahiya voló hasta la azotea del palacio para esperar, ya que había decidido concederle el tiempo que le había solicitado. Cuanto más lo pensaba, más «extraña» le resultaba la situación. Sin embargo, no acudir a la cita estaba descartado, ya que lo más probable era que Neha le hubiera enviado la nota. La arcángel sabía que a Mahiya le aterraba aquel fuerte… y por qué.

«¡No, por favor! ¡Por favor!»

Esa era la única vez que había suplicado. También era la única vez que había visto una expresión de horror en el rostro de Neha, como si no pudiera creer lo que estaba haciendo. Sin embargo, eso no la había detenido… y Anoushka no se había movido del lado de su madre ni un momento, como una sombra de ojos fríos.

Solo faltaban dos minutos para la hora acordada.

Mahiya extendió las alas y se lanzó desde el tejado hacia las nubes antes de virar hacia el templo en ruinas. En eso Neha había errado. Si bien Fuerte Custodio la hacía sudar de miedo, el templo solo le traía recuerdos felices.

Utilizando esos recuerdos como talismán, voló más allá de Custodio y de sus centinelas. A cierta distancia al sur de las murallas defensivas del fuerte, se encontraban las ruinas de un templo construido mucho tiempo atrás en honor al arcángel que reinaba antes de Neha. No obstante, esta no había sido responsable de su destrucción. Sencillamente, se había derrumbado por el desuso años después de que el arcángel en cuestión fuera asesinado en una batalla contra otro de los miembros del Grupo.

Aunque uno de los costados se había colapsado por completo y el tejado se había desplomado sobre el suelo de piedra, el otro lado seguía más o menos en pie. Diez sólidas columnas sostenían los remanentes del techo, y los agujeros de este dejaban pasar la luz del sol de tal forma que creaba un mosaico de sombras y luces en el suelo.

Tras aterrizar junto al templo, Mahiya tomó una honda bocanada del aire enrarecido de la montaña y plegó las alas… y, en ese preciso instante, oyó un ruido a su espalda. Se dio la vuelta y se encontró cara a cara con Veneno. Su piel brillaba a causa del sudor; la camisa, antes impecable, ahora estaba empapada y se pegaba a sus esbeltos músculos; sus pupilas verticales se habían contraído para protegerlo del sol.

La princesa lo miró fijamente, atónita.

—Nadie es tan rápido.

El vampiro esbozó una sonrisa que dejó ver sus colmillos.

—Siento no estar de acuerdo.

Mahiya puso su cerebro en marcha y clavó la vista en las murallas del fuerte. Luego volvió a mirarlo a toda prisa.

—Conoces los túneles.

Según la poca información que había logrado reunir, los pasadizos subterráneos que conectaban los dos fuertes habían tardado milenios en construirse, y formaban un laberinto.

—Tal vez —dijo al tiempo que pasaba junto a ella a una velocidad inhumana y subió la escalera del templo.

—¡Veneno!

Mahiya se sumergió en la luz moteada de las ruinas tras él… y se sintió embargada por una abrumadora sensación de paz. Aquel había sido su campo de juegos favorito cuando era una niña que visitaba su hogar durante las vacaciones. Había vivido miles de aventuras dentro de aquellas paredes rotas y desmoronadas, y había escrito su nombre en las columnas con trozos de carbón, antes de sentirse culpable y borrarlo.

El recuerdo le provocó una sonrisa mientras buscaba sin éxito algún signo de la presencia de Neha. Sin embargo, Veneno estaba unos pasos por delante de ella, examinando un nicho en sombras.

—Tienes que salir de aquí si no quieres convertirte en un objetivo —Neha no toleraría que Mahiya fuera escoltada por un vampiro que aún se contaba entre sus favoritos, a pesar de su decisión de servir a Rafael—. Podrías vigilar sin problemas desde una posición encubierta.

La ayuda del vampiro sería bienvenida si esa sensación de que algo iba mal resultaba no ser producto de su imaginación descabellada.

—¿Sí? No, no lo creo.

—Te sacaré de aquí a rastras, si es preciso.

Era amigo de Jason, y el instinto le decía que este tenía muy pocos amigos. No podía permitir que Veneno arriesgara su vida de esa manera.

—Ven aquí y mira esto, Mahiya —dijo el vampiro en voz muy baja.