Capítulo 36
La voz de Neha interrumpió su conversación silenciosa.
—No esperaba que una criatura tan débil te intrigara tanto, pero se trata sin duda de un interés efímero —así de rápido descartó Neha a Mahiya—. Lo que te ofrezco es mucho más de lo que podrías imaginar.
Está loca.
Mahiya parpadeó al oír el comentario de Jason.
No, Neha está muy cuerda. Peligrosamente cuerda. Sabe que serás un consorte fuerte, peligroso e inteligente. Cualquier mujer se enorgullecería de tener a un hombre como Jason a su lado. Y eres hermoso. A Neha siempre le ha atraído la belleza en un hombre. Aunque Jason era una espada desnuda en comparación con los bonitos adornos de Eris.
Únicamente la locura le impediría ver que solo un estúpido aceptaría la oferta de una mujer que había mantenido prisionero a su último consorte durante trescientos años.
Mahiya estuvo a punto de quedarse boquiabierta.
Bueno, si lo miras de esa manera…
—Necesito un consorte —dijo Neha mientras se acercaba al borde del jardín una vez más. Contemplaba el lago, cuya superficie era un espejo que reflejaba el cielo azul matizado con tonos rojos y naranja—. No te quiero como amante, así que puedes quedarte a Mahiya como entretenimiento si así lo deseas, pero te ofrezco un poder que jamás conseguirás en la corte de Rafael.
Jason guardó silencio durante un buen rato.
—No esperaba semejante oferta —dijo a la postre, como si Neha lo hubiera pillado desprevenido y buscara tiempo para ordenar sus ideas.
«Sí», pensó Mahiya, que vio cómo Neha se volvía de nuevo hacia Jason. Ese era el camino correcto. Rechazarla de pleno habría sido un insulto que la arcángel no olvidaría, que no perdonaría jamás.
—Un consorte debe caminar al lado de un arcángel —añadió el espía—. Yo prefiero las sombras.
—Mi último consorte era una criatura de la luz, brillante y apuesto, y me traicionó —eran palabras crispadas.
Ayúdame un poco, Mahiya Geet.
Sorprendida por la ternura de su tono mental, algo que ella jamás había detectado en su voz normal, Mahiya tardó un instante en responder.
Todavía está enamorada de Eris, y tú eres un hombre demasiado orgulloso para estar con una mujer que llora a otro.
¿Lo soy?
Mahiya tuvo que reprimir una sonrisa. La risa de Jason estaba oculta en su interior, donde la luz no llegaba a menudo, pero existía.
Lo eres, dijo con firmeza, y aprovechó que Neha estaba concentrada en Jason para ponerse en pie.
—Esta vez —continuó la arcángel—, un consorte en las sombras me parecería bien.
Jason realizó una reverencia mucho más profunda que cualquiera que Mahiya le hubiera visto hacer, y desplegó las alas al máximo, dejando que los colores de la puesta de sol juguetearan con el negro en un despliegue que lo convirtió en un lienzo de llamas negras. Cuando volvió a incorporarse, la expresión del espía era tan inescrutable como siempre, pero su voz era amable.
—Me siento muy halagado.
—Pero… —el tono de Neha era tan cortante como una guadaña.
—Pero, a pesar de su traición, Eris es el dueño de tu corazón.
La inspiración brusca de Neha rompió el silencio.
—No te estoy ofreciendo amor.
—Lo sé —Jason replegó las alas con mucha delicadeza—. Pero soy uno de los Siete. He visto una auténtica unión entre arcángel y consorte, una unión del corazón, y por tanto siempre la echaría en falta.
La ira de Neha le apartó el pelo de la cara, y alrededor de sus alas apareció un tenue resplandor.
—La consorte de Rafael debería estar muerta.
Elena, recordó Mahiya demasiado tarde, había sido una pieza crítica en la ejecución de Anoushka.
—Aun así —repuso Jason de inmediato—, Rafael preferiría enfrentarse al Grupo que permitir que ella sufriera algún daño. Tú no harías lo mismo por mí.
Neha lo miró fijamente, algo confundida.
—No esperaba un corazón tan romántico en ti, Jason —su mirada voló hasta Mahiya—. ¿Esperas encontrar un amor semejante con… eso?
Mahiya sintió una tormenta azotando sus sentidos y comprendió que no eran sus propias emociones.
Jason…
—No espero nada más que diversión —señaló el espía en un tono calmo. De no estar envuelta por su furia, Mahiya jamás habría adivinado que existía—. Pero la quiero en mis propios términos, según mis reglas.
Las alas de Neha barrieron la hierba verde, bien nutrida por los jardineros, cuando se dio la vuelta.
—Te la entregaré si la información que tienes es tan valiosa como afirmas.
Mahiya sabía que eso era lo mejor que iban a conseguir. Neha se tomaría cualquier otro intento de negociar como una afrenta a su honor.
Debemos aceptar.
Arriesguémonos.
—La asesina de Eris y los demás no está en tu corte —cuando Jason se situó al lado de Neha, sus alas contrastaron de forma marcada con las plumas blancas salpicadas de añil de la arcángel—. Ella se ha marchado de la zona pero, según mis fuentes, regresará después del ocaso.
A Mahiya se le encogió el corazón al pensar que su madre estaba tan cerca. Sabía que Jason se había sorprendido al descubrir que el ataque empezaría tan pronto, pero era de una lógica brutal: Neha estaba herida por la pérdida de Eris, por tanto era vulnerable.
En ese momento, el cabello de la arcángel flotó hacia atrás, arrastrado por un viento que nadie más sentía.
—¿Una de sus putas?
Mahiya apretó tanto los puños que se le clavaron las uñas en las palmas.
—Yo no hago juicios —la respuesta de Jason fue serena—. Pero estoy casi seguro de que, hasta que lo asesinó, ella no había tocado a tu consorte desde hacía más de trescientos años.
Neha se quedó tan inmóvil como una estatua; como si hubiese dejado de existir en ese instante de tiempo y se hubiera trasladado a otro lugar.
—Devuelves la vida a los muertos.
Inquieta por el escalofriante efecto resonante de la voz de la arcángel, Mahiya se frotó el vello erizado de los brazos.
—Me parece que no —replicó Jason—. Y también creo que esta mujer muerta ha reunido un ejército.
Neha desplegó las alas bruscamente.
—Ven.
De pronto, se elevó hacia el cielo, se alejó de los jardines y atravesó el lago antes de ascender en espiral y regresar a la fortaleza.
Jason la siguió.
Tú estás herida. Espera aquí.
Mahiya ya estaba en el aire.
Puedo descansar más tarde.
Batió las alas con fuerza a pesar del dolor de las costillas, una agonía que amenazaba con hacerla caer. No podía retroceder.
Mahiya…
Notó que Jason estaba al límite, que la obligaría físicamente a descender si era necesario.
Necesito saber, dijo ella abriéndole el corazón. El corazón de una niña que nunca había visto el rostro de su madre.
Hubo una pausa.
Utilízame, entonces.
No sabía muy bien qué quería decir con aquello, pero de todas formas se aferró a la fuerza azabache que sentía en su mente y aterrizó en la muralla de Fuerte Custodio solo unos segundos después que Jason y Neha. La arcángel ni siquiera reparó en su presencia; avanzaba con pasos decididos hacia una sección del fuerte que había permanecido cerrada desde que Mahiya la conocía. Había intentado explorarla una vez, cuando era niña, pero los escombros que bloqueaban el camino eran demasiado pesados para moverlos.
En ese momento Neha rozó los escombros con los dedos y trazó sobre ellos un complicado dibujo. De pronto el suelo se abrió sin más y reveló una escalera al otro lado. A Mahiya le latía tan fuerte el corazón que estaba segura de que la arcángel podía oírlo. Cada palpitación machacaba las costillas rotas, pero el dolor fue eclipsado por una idea abrumadora.
Aquí. Ella estuvo aquí todo el tiempo. Una agonía infinita.
Ya no está aquí. Recuérdalo.
Una vez que consiguió mantener a raya su angustia, Mahiya se envolvió con la esencia de Jason mientras lo seguía escaleras abajo hasta un pasaje iluminado por modernas bombillas eléctricas, dispuestas en soportes de pared, que arrojaban una luz cálida sobre las paredes de piedra. Muchas parecían fundidas, y otras estaban cubiertas de telarañas, lo que indicaba que hacía mucho tiempo que nadie había recorrido ese pasadizo. Tras avanzar unos treinta metros, Neha reveló otro tramo de escalera que se hundía aún más en la tierra.
Allí las luces eran bombillas desnudas, y las paredes del pasillo eran de tierra endurecida. Y la única habitación que había al fondo era un agujero en la tierra cubierto con barras entrecruzadas que impedían ver lo que había más allá. Neha alargó una mano e iluminó la celda con un violento estallido de poder.
Estaba vacía.
Mahiya se tambaleó, y se habría caído al suelo si Jason no la hubiera sujetado.
Mahiya…
Estoy bien. El aire penetró en sus pulmones cuando inspiró con fuerza. Pensó en lo que había visto: el metal fundido que aparecía allí donde los grilletes estaban unidos a la pared; las marcas calcinadas alrededor del agujero de los barrotes de la celda. Fuera quien fuese el que había rescatado a su madre, había utilizado un soplete para liberarla. Te lo prometo.
La soltó antes de que Neha se volviera.
¿Son muy graves tus heridas?
Ya me estoy curando. Yo solo… Es este lugar.
Le había preocupado que estuvieran equivocados, que su madre siguiera atrapada en aquel lugar de pesadilla. Una criatura creada para el cielo encerrada tanto tiempo en la oscuridad… Seguro que se le atrofiaron los músculos de las alas. No pudo salir volando de aquí.
Eso también significa que fue rescatada hace mucho más de seis meses. Si tuviera que apostar, diría que ocurrió cuando Rafael ejecutó a Uram. El mundo estaba sumido en el caos, y Neha tuvo que alejarse a menudo de la fortaleza por asuntos del Grupo.
Un grito de rabia rompió el silencio, y Neha se dio la vuelta con una furia que llenó de hielo una de las paredes y de fuego la otra. Mahiya escapó por un pelo de las llamas… y al esquivarlas, entró en el campo de visión de Neha. La arcángel clavó en ella una mirada infernal y Mahiya supo que ya estaba muerta.
De pronto, la oscuridad cubrió su visión, ya que solo podía ver las alas de Jason.
¡No, Jason! ¡No! En semejante estado de ánimo, Neha lo ejecutaría sin pensárselo dos veces.
—La información —dijo él mientras Mahiya intentaba desplazar sus hombros, empujarlo para ponerlo fuera de peligro— ¿merecía su precio?
Hubo un silencio escalofriante. El hielo crujió, se rompió y cayó a sus pies. El fuego se apagó y dejó las paredes carbonizadas. El pasillo quedó iluminado por la única bombilla que había sobrevivido.
En esa ocasión, la risa de Neha fue tan inhumana que a Mahiya se le revolvió el estómago, aunque contenía cierto matiz de humor.
—Ahora lo entiendo, Jason. Sientes debilidad por los pajarillos heridos, y ella sería un rehén perfecto —esa justificación pareció complacer a Neha—. Muy bien, has cumplido admirablemente tu voto de sangre. Llévate a este pajarillo roto. Quédatelo, guárdalo en un nido protegido, me da igual. No necesito un rehén. Puedo despedazar miembro a miembro a mi querida hermana únicamente con las manos.
A Mahiya se le doblaron las rodillas, y solo se mantuvo en pie porque estaba agarrada a Jason.
Soy libre… y mi madre está a punto de morir.