Capítulo 20

—Nos vimos en el patio —respondió Mahiya con voz serena, negándose a dar a Arav la satisfacción de cometer un desliz.

Quizá su audacia procediera de la oscura fuerza de Jason a su lado, pero Mahiya no lo creía. Arav era el único que podía hacerle perder los estribos y recurrir peligrosamente a los insultos.

«Insultar a un invitado es insultarme a mí».

Eso le había dicho Neha hacía mucho tiempo, cuando no era más que una niña que había regresado a la fortaleza durante las vacaciones escolares. Nunca le habían gustado esas visitas, ya que su estancia en el colegio con Jessamy había sido el período más feliz de su vida. La reprimenda de aquel día en particular no había sido personal pero, aun así, se le había erizado la piel al ver la mirada de Neha.

En cuanto la arcángel se marchó, Mahiya corrió con la niñera que la había cuidado desde su llegada al fuerte, la misma que más tarde le había dicho que nada de lo que hiciera llegaría a complacer a Neha.

¿Por qué no le gusto a la señora?

La niñera, una mujer de rostro severo, frunció el entrecejo antes de asentir con la cabeza.

Ya eres lo bastante mayor para saberlo, aunque jamás debes repetirlo en público. Tu padre es Eris, el consorte de Neha. Tu madre fue la hermana de Neha, Nivriti.

Era muy pequeña, y no lo entendió de inmediato.

¿Ambas compartían un consorte?

El horror llenó la expresión de su niñera.

No vuelvas a decir esa cochinada, niña —apartó la túnica que estaba doblando y luego cerró el cajón de la cómoda—. Tu madre sedujo a un hombre que no le pertenecía, y llevó en su vientre el fruto de su fealdad.

«Soy yo —pensó Mahiya—, ese fruto soy yo».

¿Soy fea?

La expresión de la niñera se suavizó, y la mujer dejó escapar un suspiro.

No eres fea, niña, pero le recuerdas a mi señora esa fealdad. Es una prueba de su naturaleza amable que te hayan concedido todos los derechos y privilegios de una princesa.

Lo último, por supuesto, era mentira. Pero incluso Mahiya estaba dispuesta a admitir que Neha le había dispensado un trato correcto cuando era niña. Tal vez no cálido, pero tampoco abusivo. Había asistido a la escuela del Refugio, había estudiado en sus bibliotecas… y allí había conocido la amabilidad y los consejos de Jessamy. Había sentido lo que era ser amada, porque la maestra amaba a todos sus alumnos.

Luego había vuelto a su «hogar», había cumplido cien años… y había descubierto que Neha no había hecho más que reservar su crueldad para la adulta en la que se convertiría aquella niña inocente y llena de esperanzas. El hombre que estaba al lado de la arcángel en esos momentos era una prueba más que suficiente de esa crueldad. Aun en el caso de que Neha no hubiera ordenado su seducción, tampoco le había advertido del falso cortejo de Arav, con lo que se había asegurado de que su primer paladeo del amor romántico tuviera un regusto amargo.

—No me dijiste que habías hablado con Mahiya —la voz de Neha era como seda sobre acero.

Los pómulos de Arav se elevaron en una sonrisa llena de encanto.

—Nos cruzamos cuando me dirigía a hablar contigo —le dedicó a Mahiya una mirada altanera—. No te dije lo mucho que me alegra verte tan bien —añadió al tiempo que alzaba su copa para dar un sorbo del vino, y la luz de las velas arrancó un brillo azul a la gema del anillo cuadrado que llevaba en el dedo índice, una rara forma de turmalina.

«Es como un pavo real que extiende la cola y chilla bien alto…»

—Gracias —repuso ella con una sonrisa tan deslumbrante que dejó a Arav desconcertado.

Un sonido tintineante llenó el ambiente cuando las pulseras de cristal de Neha chocaron entre sí.

—Vamos, sentémonos —posó la mirada en Jason—. Como invitado de la fortaleza, te sentarás a mi izquierda. Arav puede encargarse de entretener a Mahiya… Son grandes amigos.

Aunque la expresión de Jason no había cambiado, Mahiya percibió la inconfundible tensión que lo embargaba, y supo que era por ella. También supo que no podía permitir que él se enemistara con la arcángel en un esfuerzo por librarla de las atenciones de Arav.

—En realidad —intervino con una sonrisa—, he visto al sabio Quinn al otro lado de la sala. Acabo de leer su nuevo ensayo, y le prometí que hablaría con él sobre el tema.

Neha no se molestó, ya que el vampiro era uno de sus favoritos. Pero eso no importaba tanto como el hecho de que Jason ya no era una espada a punto de desenvainarse.

—No ha sido una fiesta tan terrible, después de todo —le dijo Mahiya a Jason una vez que terminaron el té y se prepararon para regresar a su palacio.

Quinn había sido una compañía encantadora, y Neha había estado tan concentrada en la conversación que había mantenido con Rhys y Jason que había ignorado a Arav casi toda la noche.

—Arav no tiene ni la menor idea de a quién se enfrenta. Neha juega con él como un gato con un ratón.

La respuesta de Jason a ese comentario susurrado fue el silencio. Y Mahiya no detectó nada en aquel silencio. Jason estaba reflexionando sobre el tema antes de responder, pensó mientras empezaban a atravesar el patio.

—La temperatura ha bajado.

Aun así, el ambiente nocturno era relativamente cálido. No obstante, al alzar la vista descubrió que las estrellas se ocultaban bajo gruesas nubes que amenazaban lluvia.

Cuando vio que algo caía del cielo, pensó que sería un pájaro, ya que era algo diminuto. Sin embargo, se hizo más y más grande a medida que caía y…

—¡Jason!

Jason ya lo había visto. En lugar de correr hacia el cadáver que acababa de estrellarse en el suelo, en medio de salpicaduras de sangre y huesos que mancharon a todos los invitados que estaban cerca del lugar del impacto, salió disparado hacia el cielo en busca del responsable de aquella carnicería.

Con la boca seca, Mahiya lo vio ascender como una flecha negra que pronto resultó invisible en la oscuridad de la noche, y luego se aproximó al cuerpo con mucho cuidado de no pisar los restos. Bloqueó las voces de una mujer que le gritaba que tenía la cara manchada de sangre, el timbre más grave de los hombres aterrorizados que pedían ayuda y los chasquidos del viento originados por los despegues de los que iniciaban la persecución. Reprimió las náuseas y se concentró solo en identificar el cadáver.

Ese anillo cuadrado con la extraña turmalina azul, esas alas marrones moteadas…

Durante un segundo su cerebro no pudo procesar lo que veía, y luego, cuando por fin se restablecieron las sinapsis y las conexiones, comprendió que aquel ángel sin cabeza y probablemente sin vísceras era…

—Arav.

Jason era rápido, un as de los despegues verticales, pero la presa ya había desaparecido cuando atravesó la densa capa de nubes cargadas de agua. Puesto que había tardado muy poco en llegar allí, supuso que el asesino había volado justo por encima del límite visual y luego había bajado en picado para ocultarse en algún escondite.

Prestó atención al viento para detectar cualquier posible alteración de este y rastreó esas alteraciones como lo haría un cazador nato con una esencia. El efímero rastro terminaba abruptamente en las montañas que había justo detrás de la fortaleza. A pesar de que sabía que su rival había tenido tiempo suficiente para volar bajo y retroceder mientras él se encontraba por encima de la capa de nubes, aterrizó y comenzó a examinar el terreno rocoso que había a su alrededor. No había ninguna señal de aterrizaje, nada salvo oscuridad…

Un brillo verde azulado ocasionado por un rayo de luna antes de que esta se ocultara de nuevo tras una nube.

Después de guardarse la pluma en el bolsillo para examinarla más tarde, alzó el vuelo y regresó junto con Mahiya, seguro de que ella no se habría venido abajo a pesar de la crudeza del incidente.

Y no lo había hecho.

En lugar de eso, había obligado a uno de los guardias de más edad a organizar un perímetro alrededor del desastre, aunque Jason habría esperado que el guardia lo hiciera por iniciativa propia.

—Buena chica —murmuró, y no se extrañó al ver que ella enarcaba una ceja.

Acto seguido, la princesa sacudió la cabeza y Jason pensó que aquello podía considerarse una especie de conversación.

Tras almacenar el momento en su memoria para reflexionar sobre él más tarde, envió a dos de los guardias en busca de lámparas portátiles o antorchas. Mientras aguardaba su regreso, se fijó en lo que quedaba del cadáver de Arav e intentó encajarlo en la situación general. El asesinato de Shabnam podía considerarse una inteligente imitación que pretendía utilizar la muerte de Eris como tapadera, pero ¿el de Arav?

Era demasiada coincidencia que un segundo cazador hubiese esperado hasta ese momento para aprovecharse de las circunstancias. Debía de haber una conexión oculta entre las víctimas que él aún no había descubierto. Además, teniendo en cuenta que Arav estaba resuelto a convertirse en un faro en la tormenta para Neha, tan solo una tentación muy fuerte habría conseguido elevarlo hacia el cielo y alejarlo de aquellos que podrían arruinar su candidatura a consorte.

Jason recordó cómo había mirado Arav a Mahiya cerca del final de la cena, cuando pensaba que nadie lo veía. En aquel instante la máscara desapareció y dejó al descubierto una expresión posesiva que dejaba claro que la princesa no era más que un trofeo para él, algo que debía ser poseído y utilizado.

Puesto que Jason ya había decidido darle al ángel una lección sobre el miedo que jamás olvidaría, no se sentía especialmente motivado para encontrar a su asesino. Sin embargo, Shabnam no había hecho nada que mereciera una muerte semejante, y por ella empezó a considerar los cómos y los porqués de aquel crimen.

Quizá un hombre como Arav fuera incapaz de reprimir el impulso de apoderarse de lo que quería cuando se le presentaba la oportunidad. Con todo, Jason no había perdido de vista a Mahiya en ningún momento, de modo que a pesar de la pluma que había encontrado (quizá porque estaba destinado a hacerlo) no podía haber sido ella quien había atraído a Arav hacia los cielos.

¿Otra mujer?

Arav no habría sido tan estúpido. No en esos momentos.

Así que solo quedaba la política. No cabía duda de que Arav tenía algún espía en la corte. Sin embargo, la oportunidad no parecía lógica. ¿Por qué querría el ángel reunirse con su espía ahora? Sí, había salido a fumarse un cigarro, pero Jason estaba convencido de que solo quería matar el tiempo hasta que Neha terminara de hablar con sus invitados.

Como Rhys se había marchado antes, Arav intentaba demorarse para ser el último de los presentes en retirarse. Por más fuertes que fueran las tentaciones de la carne, jamás habría desaprovechado esa oportunidad, ni la intimidad que le concedería, para avanzar en su cortejo.

¿Rhys?

A Jason le había sorprendido que el general se marchara sabiendo que Arav no dejaría de revolotear alrededor de Neha, pero esa jugada tendría mucho sentido si Rhys planeaba una emboscada. Ni siquiera habría tenido que preocuparse por esquivar la atención de los guardias. Todos sabían que era un general que contaba con la lealtad de sus hombres… porque no le importaba mancharse las manos de sangre.

—¿Estabas aquí cuando Arav ha salido? —le preguntó al guardia más cercano, un ángel que permanecía en pie de espaldas al cadáver, con la espalda recta y muy alerta.

—No, señor. Volaba por aquí cuando ha caído del cielo y me he acercado para ver si podía ayudar —se quedó callado un momento mientras echaba un vistazo a los demás guardias presentes—. Creo que Ishya y Gregor, los que han ido a buscar las luces, estaban en las puertas en ese momento.

Un instante después Jason habló con la pequeña y competente Ishya, que le dijo que sí, que Gregor y ella habían visto salir a Arav a fumar.

—Sin embargo —añadió la vampira—, no se ha quedado junto al palacio. Le he oído decirle a otro invitado que iba a dar un paseo para bajar la cena mientras aguardaba para hablar con Neha —Ishya señaló con la cabeza el jardín del patio, que habían dejado a oscuras para enmarcar el resplandeciente Palacio de las Joyas—. Como nuestra tarea era vigilar las puertas, no lo hemos seguido. Jian hacía guardia al otro lado del patio. Puede que él haya visto algo más.

—He visto el brillo del cigarro en la oscuridad —confirmó Jian, cuyos ojos rasgados indicaban que había nacido en la frontera del territorio de Neha, cerca del de Lijuan. Sus alas eran de un color blanco roto, con motas ambarinas en los bordes—. En cuanto me he dado cuenta de que se trataba de un invitado, he continuado con mi vuelta de reconocimiento. Cuando he pasado por allí de nuevo, ya había desaparecido.

Gregor regresó con las lámparas de exterior portátiles en ese preciso instante, y Jason esperó hasta que la iluminación estuvo instalada para hablar con el vampiro. Corroboró la historia de Ishya, aunque añadió:

—He visto que alguien volaba hacia Arav cuando este ha desaparecido de la vista, pero no ha dado la alarma, así que he supuesto que se trataba de un amigo —cuando Jason le pidió una descripción de ese segundo ángel, lo único que dijo fue—: Una mujer… tal vez. O un hombre muy delgado.

—Gracias.

Con la luz, los restos destrozados se veían como una mezcla de trozos rojos y rosa sobre las plumas marrones rotas. Le hizo un gesto con la cabeza a Mahiya para asegurarse de que nadie alteraba el escenario y entró en el Palacio de las Joyas. Neha se paseaba en el interior, y su ira era tan gélida que había llenado los espejos de escarcha.

Vaya, vaya…

—Jugando… —murmuró, furiosa—. Alguien está jugando en mi corte.

Sí. Solo restaba saber a qué estaba jugando. Eris era el consorte de Neha; Audrey, la mujer que se había creído capaz de ponerle los cuernos a una arcángel; Shabnam era una dama de compañía a la que Neha había llorado con verdadero pesar; y Arav, un pretendiente con el que la arcángel había jugado solo para divertirse.

Jason aceptó que su conclusión inicial no era acertada. Neha era inocente de los asesinatos de Eris y Audrey. Estaba claro que había sido el objetivo de una estratagema que los había engañado tanto a Mahiya como a él. Así pues, tenían un oponente muy inteligente, y lo bastante diestro y poderoso para eludir a los guardias de élite y engañar a una dama y a un general experimentado.

«Una mujer… tal vez. O un hombre muy delgado».

—Encontrarás al responsable —ordenó Neha, cuyo aliento formaba una nube de vapor en el aire congelado—. Tendrás a tu disposición todos los recursos de la fortaleza.

Jason comprendió que acababan de darle una libertad de acción mucho mayor que al principio.

—¿Conoces alguna razón por la que Arav podría haberse convertido en un objetivo?

—Ni siquiera debía estar aquí —dijo Neha arrastrando las alas por el suelo cubierto de escarcha. Las plumas de las puntas estaban cuajadas de trozos de hielo—. Vino a presentarme sus respetos cuando se enteró de la muerte de Eris, y se quedó para cortejarme —sacudió la cabeza y su voz adquirió una extraña serenidad—. Debía de considerarme una desalmada, sin duda, para creer que aceptaría un cortejo cuando esta misma mañana yo hacía vigilia junto a la pira funeraria de mi esposo.

El asesinato de Arav había sido una cuestión de oportunidad, entonces, y no algo planeado.

—Esto me llevará más tiempo del que pensaba al principio —dijo Jason—. Es posible que tenga que abandonar tu territorio durante un tiempo para ocuparme de otros asuntos.

Los ojos de la arcángel se iluminaron, y su piel se volvió incandescente debido al poder letal que la convertía en uno de los miembros del Grupo.