Capítulo 34
Temblorosa, Mahiya se acercó a Jason y apoyó la cara en su espalda, flanqueada por sus alas fuertes, lustrosas y suaves.
—No sé qué pensar —dijo al tiempo que le entregaba la carta sin cambiar de posición, acurrucada contra su espalda.
Él no la obligó a moverse, no intentó darle la vuelta para estrecharla entre sus brazos… como si comprendiera que solo necesitaba apoyarse en su fuerza hasta que el mundo dejara de girar.
—La carta parece algo húmeda —señaló Jason después de examinar las líneas—, pero la cera muestra una leve impresión de su esencia, como ocurría en su habitación.
No había pasado el tiempo necesario para borrar el paso de su madre por el palacio.
—Creo que su orgullo no le permitiría hacer lo que se les hizo a las serpientes —sin embargo, no le cabía ninguna duda de que Nivriti estaba al tanto de esa crueldad innecesaria—. Debió de marcharse del palacio del lago después de matar a Arav, y dejó a algunos de los suyos atrás para aumentar el caos.
Jason volvió a contemplar la carta.
—No puede haber planeado un ataque militar. Sin importar el tiempo que haya tenido para idearlo, Neha es una arcángel con una guarnición a sus órdenes.
Mahiya sabía que debería decir algo al respecto, pero se sentía perdida en un mundo que había cambiado de eje.
«Mi madre está viva».
Oyó el crujido del papel y unas alas fuertes que se movían bajo sus manos. Un momento después, el espía se dio la vuelta. Sorprendida y con miedo a que él la apartara cuando más necesitaba un ancla, cuando más lo necesitaba a él, se quedó paralizada… hasta que Jason le puso la mano en la nuca y la deslizó hasta la parte baja de su espalda, lo justo para hacerle saber que estaba allí, que podía contar con su fuerza.
Mahiya dejó escapar un sollozo, y luego no pudo contenerse. Todo su cuerpo se sacudía, y de pronto se sintió muy frágil.
Brazos fuertes, labios en su frente, alas de medianoche que se desplegaban para abrazarla. Al final, Jason la envolvió por completo. Los latidos de su corazón eran fuertes y regulares, tenía una mano en su cabeza y otra en la espalda, y su calor corporal era un infierno abrasador sobre la piel de Mahiya.
Negro.
Ese era el color del poder de Jason, de eso estaba completamente segura. Tenía la impresión de estar rodeada por una tormenta furiosa. Debería haber sido una sensación aterradora, pero la tormenta ni siquiera le sacudía el cabello, solo le aportaba una calma interior llena de calor y protección.
No fue consciente de cuánto tiempo estuvieron en medio de esa tormenta, pero después de un rato pudo volver a respirar de nuevo. Y cada bocanada de aire llevaba el aroma del fuego negro. Le resultaba imposible describir la ferocidad salvaje de aquella esencia de otra manera pero, para ella, era la esencia de Jason. Intentó acercarse todavía más a él, y consiguió meter los pies entre sus botas.
—Mi madre —dijo Jason con una voz que retumbaba en el cuerpo de la princesa— era la persona a quien más amaba. Quería a mi padre, pero ¿a mi madre? Era a ella a quien iba a buscar corriendo cuando me despertaba por las mañanas —le acarició el pelo con la mano y le frotó la frente con la mejilla—. Y luego, un buen día, ya no estaba. Si el mundo cambiara de repente y ella apareciera ante mí, correría a sus brazos como aquel niño pequeño.
—Eso es lo que yo quiero hacer —dijo Mahiya al tiempo que alzaba el rostro bañado en lágrimas para mirarlo. Se trataba de un impulso visceral que la aterrorizaba, que hablaba de una necesidad violenta que nunca había reconocido—. Pero nunca he tenido una madre, nunca la he conocido. No debería reaccionar así.
Jason movió la mano desde el cabello hasta su rostro para enjugar las lágrimas con el pulgar, un gesto de lo más íntimo.
—Has soñado con ella, has pensado en ella, te has preguntado cómo habría sido tenerla siempre a tu lado. Eso importa.
—A veces —dijo ella a pesar del nudo que le atenazaba la garganta—, cuando era más joven, me convencía de que en realidad era una persona horrible y odiosa, de que no había luchado lo suficiente por mí. Cuando estaba muy enfadada, me decía que jamás me había querido, que en realidad me entregó a Neha por voluntad propia.
Extendió los dedos sobre la camisa de Jason e intentó alisar las arrugas que había creado cuando se había aferrado a ella con los puños apretados, llorando.
—Otras veces, cuando todavía no había crecido lo suficiente para comprender lo que ella había hecho, me la imaginaba como una especie de diosa, una mujer preciosa, elegante y perfecta que me llevaría a un lugar en el que jamás tendría que preocuparme por nada.
Jason no se rió de ella. Y tampoco intentó decirle que esos sueños eran normales en una niña solitaria. Lo único que hizo fue abrazarla y permitir que hablara mientras creaba un capullo protector con sus alas y la estrechaba con fuerza contra su pecho, contra su corazón, contra él.
«No voy a dejarte marchar», pensó ella.
Era un juramento. No le importaba lo que ocurriera, lo que Jason pensara sobre su incapacidad para establecer vínculos duraderos, ese hombre le pertenecía, y la princesa lucharía para conservarlo. Se necesitaban el uno al otro, ella y su ángel con alas creadas para la noche. Él tenía poder y conocía mucho mejor el mundo, pero Mahiya poseía un corazón lo bastante fuerte para cuidar de un hombre que quizá nunca le abriera el suyo del todo… aunque tan solo un fragmento del corazón de Jason le proporcionaría un alegría absoluta, sincera y embriagadora.
Jason observó a Mahiya mientras esta se aproximaba al borde del cráter en el que se asentaba el lago que daba cobijo al palacio acuático de Nivriti. La princesa había querido regresar allí y, dado el contenido de la carta, no vio razón para impedírselo. El uso del nombre que solo Vanhi conocía hasta la fecha demostraba que la carta era genuina, y aquel sería un refugio seguro para Mahiya. Aun así, él iría a ver a Vanhi y se aseguraría de que la vampira no había jugado sucio.
Mahiya estaba de espaldas a él, libre ya de las lágrimas que habían robado el brillo salvaje a sus ojos, y sus alas azules y verdes resultaban espectaculares bajo el sol de la montaña. De haber estado solo, Jason habría elegido una posición mucho más encubierta pero, aun así, permanecía bajo la leve sombra proyectada por un árbol cuyas raíces habían profundizado lo suficiente para darle un tronco sólido y grueso.
La princesa se había visto obligada a moverse entre las sombras de una corte hostil, pero era una criatura de la luz. Con todo, no pareció asustarse con el fuego negro de su poder. Cuando la abrazó, ella había intentado acurrucarse mejor, tanto que al final Jason sintió cada una de las curvas de su cuerpo. Mientras él cavilaba sobre la necesidad de protegerla que lo había instado a estrecharla, ella se volvió para mirarlo por encima del hombro, y sus ojos leoninos lo apuntaron con aguda precisión.
—Hay una cosa —dijo mientras se acercaba a él—. Estoy de acuerdo en que un ataque militar no es probable, pero no tenemos ni idea de cuánto tiempo lleva libre. La muerte de Eris no fue más que el comienzo de esta «prueba».
—Por tanto, es posible que haya reunido a un grupo de apoyo mucho mayor de lo que pensamos —Jason asintió con la cabeza—. La muerte de Anoushka fue un durísimo golpe para Neha, y quizá entonces pasara por alto la vigilancia de la prisión de Nivriti.
Con la frente llena de arrugas, Mahiya bajó la vista al suelo un instante y luego volvió a mirarlo.
—O… quizá Neha dejara que mi madre se pudriera durante años sin molestarse en vigilarla. El aislamiento es uno de sus castigos favoritos.
La oscuridad rugió dentro de Jason en una violenta llamarada de fuego negro.
—Nadie volverá a encerrarte jamás —dijo en voz baja, consciente de que estaba haciendo una promesa que podía colocarlo en el punto de mira de una arcángel.
El rostro de Mahiya adquirió ese brillo radiante que lo había cautivado.
—Lo sé —aseguró ella, y luego extendió las alas y le acarició la mejilla con los dedos.
Su ternura era tan poderosa como la hoja de un cuchillo, hasta el punto de que Jason se sintió desorientado, como si su mundo hubiese cambiado para siempre.
—Concédeme esta noche —dijo, buscando la calma en el caos—. Quizá pueda descubrir algo más.
Tenía contactos en todo el territorio, pero no había sabido qué preguntas debía formular hasta ese momento.
Rompiendo el contacto que los unía, Mahiya lo miró con expresión divertida.
—Eres maravilloso.
Las defensas de Jason estallaron en llamas.
—Mahiya, no veas más en mí de lo que hay.
Ella ladeó un poco la cabeza.
—Quizá sea hija de mi madre, después de todo. Te he elegido a ti, Jason. Y puede que sea una elección equivocada, pero nunca me arrepentiré.
Jason le sujetó la muñeca para mantenerla a su lado cuando ella intentó darse la vuelta. En lugar de forcejear, Mahiya se quedó inmóvil y lo miró con un brillo decidido en los ojos y… con otra emoción mucho más peligrosa.
—No puedo darte lo que deseas —repitió él.
Sin embargo, un dolor desconocido lo desgarraba por dentro al pensar en romper la conexión con ella, porque era la primera vez en su vida que le había contado algo sobre sí mismo a una amante.
Una sonrisa suave apareció en el rostro de Mahiya.
—¿Acaso te he exigido algo? —levantó la mano libre y deslizó los dedos por su mandíbula—. Tengo mucho amor en mi interior, Jason. Muchísimo. Y nunca me han permitido entregárselo a nadie. Nadie lo ha querido. Deja que extienda las alas de mi corazón para ti.
Jason se dio cuenta de que le estaba apretando la muñeca con demasiada fuerza y se obligó a aflojar los dedos.
—¿Te bastará con amar y no ser amada? —preguntó, consciente de que era una pregunta durísima—. ¿Con dar y no recibir jamás?
La sonrisa de Mahiya se volvió aún más luminosa.
—No tienes ni la menor idea de lo que me das.
Jason no le soltó la muñeca. Aquello solo podía acabar en lágrimas… no había otra posibilidad. Pero cuando quiso hablar, ella le tapó la boca con los dedos.
—No seas arrogante, y yo, a cambio, no me mostraré ofensiva —eran palabras alegres, pero su voluntad era puro acero—. Soy una mujer adulta —dijo—. Sé quién soy y las decisiones que tomo. Si lo que me das no es suficiente, me marcharé. No te culparé por la decisión que tome, así que deja que haga mi elección.
Jason la soltó antes de que la presión de sus dedos fracturara sus frágiles huesos. A pesar de esa elocuente promesa, sus instintos le gritaban que pusiera fin a aquello, que la protegiera del dolor que él le causaría. Sin embargo, el tácito desafío que vibraba en cada centímetro del cuerpo de Mahiya dejaba bien claro que no aceptaría sus órdenes sin pelear. No, aquella princesa que había llevado una existencia que habría acabado con la mayoría sin perder la fe en la esperanza y en el amor estaba hecha de una pasta mucho más dura.
Mahiya lucharía para conservarlo.
Una emoción violenta y extraña explotó dentro de él… y Jason supo que no tomaría una decisión racional. No en lo referente a Mahiya.
—Hay algo que no te he contado —dijo, deseando que los caminos de su interior no estuvieran atrofiados por la falta de luz, deseando ser capaz de darle lo que un hombre debería darle a aquella mujer—. Veneno encontró rastros recientes en algunos de los túneles.
El rostro de Mahiya no mostró una victoria exultante ante su consentimiento tácito, tan solo una silenciosa alegría que lo asustó como nada lo había asustado desde hacía una eternidad.
—Y puesto que los túneles son muy viejos —dijo ella—, seguro que hay entradas y salidas que se han olvidado y no están protegidas.
Jason recordó lo que le había dicho Veneno.
«La única razón por la que conozco las entradas y salidas de este laberinto es que cuando me convirtieron, yo estaba… más cerca de lo otro que hay en mí. No sé cómo es posible que alguien conozca algunas de las partes más antiguas de los túneles… pero es allí donde he encontrado huellas».
—Unas hermanas mellizas —murmuró— habrían convertido esos túneles en su campo de juegos, especialmente si una de ellas sentía afinidad con las serpientes —aunque quizá Neha hubiera olvidado las complejidades del sistema subterráneo, Nivriti había tenido tiempo y deseos de venganza de sobra para avivar su memoria. Aun así…—. No creo que Nivriti vaya a utilizar los túneles para un ataque a gran escala. Tardaría demasiado en trasladar a los suyos de uno en uno, y si los descubrieran, quedarían expuestos al exterminio.
Un incendio dentro de los túneles resultaría fatal.
Mahiya se rodeó con los brazos.
—Quiero que mi madre viva, pero si Neha muriera, todo el territorio se sumiría en el caos y millones de vidas correrían peligro.
Jason negó con la cabeza.
—Solo otro miembro del Grupo podría matar a Neha. Si Nivriti fuera uno de ellos, todo el mundo lo sabría.
Todas las ascensiones al Grupo desencadenaban un fenómeno mundial que resultaba imposible pasar por alto, como si los arcángeles formaran parte del propio tejido del planeta.
El día que Rafael cruzó la frontera, los mares habían adquirido un tono azul violento e imposible, al igual que todos los ríos y lagos del mundo. Incluso la lluvia que caía del cielo tenía un glorioso color azul y, allí donde caía, dejaba un brillante residuo de polvo de diamantes.
—Debemos detener a tu madre —dijo Jason, pensando en el poder de los miembros del Grupo—. Jamás sobreviviría a un enfrentamiento con Neha —la arcángel de la India solo necesitaría un golpe para acabar para siempre con la existencia de Nivriti—. Habla con Vanhi, a ver qué puedes averiguar.
—No puedo contarle que mi madre podría estar viva. La lealtad de Vanhi está tanto con Neha como con Nivriti, y podría considerar su obligación intentar negociar la paz —apretó los puños, y la piel se tensó sobre los delicados huesos de su rostro—. Solo espero no tener que llorar la muerte de mi madre antes de llegar a conocerla.
Jason empezó a contactar con sus informadores mientras regresaban a la fortaleza, y consiguió cierta información importante.
Veneno se había marchado al Refugio justo después de contarle lo de los túneles.
«Si me quedo más tiempo, Neha me considerará un espía».
Sin embargo, otro de los Siete llegó una hora antes de la puesta de sol, justo cuando Jason regresaba de una reunión con un vampiro que acababa de llegar de una zona situada a unas cuatro horas de vuelo del fuerte.
—Aodhan —le dijo Jason al ángel que parecía compuesto por trozos fracturados de luz, desde el brillo diamantino de su cabello hasta sus alas, cuyos filamentos parecían formar esquirlas de espejos rotos. Tan solo su piel dorada y el azul cristalino de sus ojos, cuyo iris parecía quebrado desde la pupila, conseguían diferenciarlo de una escultura de hielo—. No esperaba verte.
—No puedo quedarme. Neha no permite que otro de los Siete permanezca en su territorio. Veneno es una excepción.
Jason asintió.
—¿Tienes algo para mí?
Aodhan era muy, muy bueno a la hora de filtrar la información que pasaba continuamente por el Refugio. Habría sido un excelente jefe de espías de no ser porque no había lugar en el mundo en el que no llamara la atención por su aspecto.
Así pues, hacía mucho que el ángel era la mano derecha de Galen en el Refugio. En esos momentos se dirigía a Nueva York, a la Torre, y se encargaría de muchas de las obligaciones de Dmitri mientras el líder de los Siete cuidaba de su esposa durante la transición de esta. Si esa transferencia de poderes funcionaría, nadie lo sabía. Como cabecilla de las operaciones de la Torre, Aodhan tendría que enfrentarse a muchas personas, y era un ángel que no podía soportar que lo tocaran y que buscaba casi siempre la soledad.
«Es la primera vez en siglos que Aodhan ha mostrado algún deseo de formar parte del mundo —los ojos de Rafael, de un azul que solo se había visto el día que entró a formar parte del Grupo, se clavaron en los de Jason—. Hay que darle una oportunidad».
Jason estaba de acuerdo, y esperaba que el ángel lo consiguiera.
—Sé que no puedes contarme los detalles de lo que has hecho aquí, pero he detectado un patrón vinculado a esta región. Quizá sea irrelevante para tu tarea, pero mis instintos me dicen lo contrario.