Capítulo 28
—Yo siempre soy cuidadosa, pero tú… —dijo ella—. Ahora entiendo por qué eres un jefe del espionaje tan bueno.
Jason no entendió lo que quería decir, porque la calidez de sus manos se había filtrado hasta su piel a través de la fina camisa negra que llevaba. Embriagado por la sensación, deslizó los dedos por su cuello y se sintió eufórico al ver que ella se estremecía. Le proporcionaba un inmenso placer saber lo que la hacía suspirar, descubrir las intimidades de su cuerpo. Sin embargo, era un placer que se había negado durante centenares de años.
—¿Jason? —vio sus ojos heridos, azules y húmedos—. ¿Te marchas?
—Te dije que no podía quedarme.
No podía entregarle su corazón.
Ella apretó los puños en torno a la sábana que se sujetaba contra el pecho. Las lágrimas corrían por sus mejillas.
—Creí que… Como siempre regresabas…
En aquel entonces era muy joven, muy bueno en su trabajo, pero estaba muy por detrás de sus compañeros en lo que a emociones y relaciones se refería. Había dado por hecho que aquella amante le había creído cuando le dijo la verdad sin miramientos, y no se había dado cuenta de los sueños secretos que ella albergaba en su corazón. Un corazón que había roto sin pretenderlo, sin saber siquiera que tenía poder para hacerlo. Ella se había recuperado pronto de su dolor porque era muy joven, y Jason estaba convencido de que ya ni siquiera recordaba al ángel de las negras alas al que una vez había suplicado que se quedara.
Sin embargo, él jamás había olvidado la lección, y se preguntó si Mahiya había entendido bien lo que le había dicho la noche anterior o si también ella soñaba con recomponer los pedazos de su alma. Lo cierto era que, a pesar de lo mucho que le atraía la princesa, ella pronto se daría cuenta de que era imposible sanarlo por dentro, que el daño había sido hecho a tan tierna edad que ya formaba parte de él.
Sin embargo, en lugar de apartarse actuó de modo egoísta: agachó la cabeza y reclamó la exuberante embriaguez de su beso mientras enterraba las manos en su cabello para derramar aquella cascada negra sobre su piel. Mahiya abrió la boca para él en un gesto generoso y sensual que lo excitó sin pretenderlo, que le hizo desear acariciar todos los puntos secretos de placer hasta que el deseo de la princesa resplandeciera en su piel, hasta llegar a conocerla como ningún otro hombre.
«¿Jason? ¿Te marchas?»
Le apartó la cabeza con la mano que le sujetaba el pelo y se obligó a liberar sus labios, hinchados por los besos.
—Abre los ojos —fue una orden seca.
Las abundantes pestañas se alzaron para revelar unos ojos castaño dorados llenos de pasión.
—Te veo, Jason.
—¿Y qué ves?
Deslizó la mano libre por su costado y le acarició un pezón con el pulgar a través de la ropa.
Ella contuvo el aliento, pero no dejó de mirarlo a los ojos.
—Un hombre que es una tormenta, que no pertenece a nadie y que jamás será domesticado. Esperar otra cosa conduciría a una agonizante decepción.
Ojos abiertos, pensó Jason. Mahiya tenía los ojos bien abiertos.
—Algunos dirían que intentas seducirme para poder ponerme la correa.
Su risa, cálida y sorprendida, se derramó desde la cima de la colina.
—Solo un tonto intentaría contener o controlar una tormenta. Y yo soy muy inteligente.
Jason volvió a besarla con la boca abierta en un esfuerzo por beberse su risa, por robarle parte de esa increíble calidez de espíritu. Mahiya le clavó las uñas en el pecho a través de la camisa y apretó su seno contra la mano que lo acariciaba. Su aroma lo envolvió con una exótica fiereza.
La profunda sensación de conexión fue una explosión que prendió fuego a las terminaciones nerviosas de Jason. Nunca se había sentido tan real, tan parte del mundo.
Interrumpió el beso el tiempo necesario para que ella cogiera aliento y luego volvió a apoderarse de su boca para lamerla, saborearla y sumergirse en el placer carnal. Su pezón era un punto duro bajo el tejido de la túnica, y cuando lo apretó entre el dedo índice y el pulgar, Mahiya dio un respingo y se alejó de él.
Tras plegar las alas que había estirado por completo, Jason la observó mientras ella se esforzaba por recuperar el aliento.
—Aquí no —dijo Mahiya al final. Su pecho subía y bajaba a un ritmo irregular—. ¿Vendrás a mi cama?
Era una invitación de lo más formal. Todavía tenía los labios húmedos por sus besos, las mejillas ruborizadas por el deseo.
—Sí.
Le había dicho que sí, pero Jason se marchó después de acompañarla de vuelta al palacio. Había recibido un mensaje telefónico que debía atender de inmediato. Con la frustración sexual recorriéndole las venas, Mahiya decidió encargarse de sus propias tareas y se dirigió a los aposentos de Vanhi utilizando los transitados pasadizos interiores. Si se había convertido en un objetivo, allí sería difícil apartarla de la multitud.
Vanhi estaba leyendo cuando llegó. Mahiya se agachó para besar su mejilla sonriente y luego tomó asiento en uno de los cómodos sillones del salón de la vampira.
—Te estoy molestando.
—Ya sabes que siempre eres bienvenida —Vanhi colocó una elaborada señal de lectura entre las páginas y dejó el libro sobre la mesita de café—. Me preocupa la mirada que veo en tus ojos, Mahiya.
—Vanhi…
La vampira levantó la mano.
—Te conozco demasiado bien, querida. Te consolé cuando llorabas en la cuna y cuando Arav te rompió el corazón —suspiró y alargó el brazo para coger una de las manos de Mahiya—. Toda tu vida has deseado amar a alguien, mi dulce niña. No quiero que malgastes el poder de ese hermoso corazón con un hombre que no valore semejante regalo.
—Comprendo a Jason, Vanhi —nunca olvidaría el terrible dolor que había percibido cuando le contó la historia de Nene y de su Yavi, tanto que le dolía incluso imaginar la causa—. No espero más que lo que él pueda darme.
—Eso dices, pero eres demasiado vulnerable a la amabilidad, a cualquier muestra de cariño.
Aquella estocada emocional le escoció.
—Haces que parezca una mascota maltratada.
Vanhi se puso en pie y se acercó a la zona del comedor para servir dos copas de vino.
—No me molesta que seas feliz —pronunció con cuidado cada sílaba y, después de entregar a Mahiya una de las copas, se sentó de nuevo—. Lo único que deseo es que no vuelvan a hacerte daño.
Mahiya esbozó una sonrisa torcida.
—Si la herida es limpia, sobreviviré.
Quizá fuera verdad que se había pasado la vida esperando a alguien a quien amar, y Jason… Jason necesitaba ser amado, como una flor silvestre necesita la luz del sol.
Vanhi sacudió la cabeza.
—Parte de esto es culpa mía… Me avergüenza no haber estado a tu lado, no haberte dado el amor que todos los niños deberían conocer.
—Hiciste todo lo que pudiste —todo lo que Mahiya sabía de amabilidad y afecto se lo habían enseñado Jessamy y Vanhi—. Neha es una arcángel.
Y tu lealtad es primero para con ella. Una verdad que Mahiya había aceptado hacía mucho tiempo.
La expresión de Vanhi se llenó de desolación y tristeza.
—Cuéntame por qué has venido a verme tan tarde, hija mía.
La princesa dejó la copa a un lado y le habló del osito de peluche y del vampiro con el pelo rojo y la piel de porcelana. Vanhi se frotó las arrugas que se le habían formado en la frente.
—Claro que lo conozco —era un sonido de frustración—. Tengo su nombre en la punta de la lengua, pero no consigo recordarlo.
—Piénsalo mientras duermes —Mahiya estaba tan eufórica que deseaba insistir, pero Vanhi había vivido durante milenios y tenía millones de recuerdos—. Si lo recuerdas mañana por la mañana, envíame un mensaje.
Todavía con la frente arrugada, Vanhi asintió con la cabeza.
—Creo que él no era importante, pero siempre andaba cerca. Por eso me cuesta recordarlo —esbozó una sonrisa apesadumbrada—. Lo cierto es que me estoy haciendo vieja. Mi vida está compuesta por tantas piezas… En ocasiones tengo la sensación de que se esconden en algún lugar secreto de mi mente.
—Ojalá mi memoria fuera tan buena como la tuya.
La sonrisa de Vanhi se desvaneció.
—Desearía que hubieras conocido a tu madre, hija mía.
Mahiya enderezó la espalda.
—Se acostó con un hombre casado. Un hombre que pertenecía a su hermana.
—Sí —Vanhi inclinó la cabeza con aire solemne—. Neha y Nivriti siempre competían —la vampira bebió un buen trago de vino y sus ojos, de un verde intenso, se clavaron en Mahiya—. Fue a Nivriti a quien Eris cortejó primero.
Las palabras fueron como un puñetazo en las costillas.
—¿Fue Neha quien la traicionó entonces?
—No es tan sencillo —Vanhi cerró los ojos y volvió a abrirlos con determinada resolución—. Nunca te he hablado de esto, porque ¿qué bien podía hacerte? El pasado, pasado está. Enterrado —apuró el vino y jugueteó con el tallo de la copa entre los dedos—. Ahora veo que me equivoqué. Debes saber de dónde procedes si quieres llevar las riendas de tu propio destino. Y si no comparto estos secretos contigo, ¿quién lo hará?
Mahiya se sentía a punto de estallar con todas las preguntas que bullían en su interior, pero guardó silencio y se dispuso a prestarle toda su atención.
—Todo el mundo —murmuró Vanhi— creyó siempre que Nivriti era la hermana menor. Y lo era… pero por apenas cinco latidos de corazón.
La princesa hizo añicos su silencio.
—¿Mellizas? ¿Cómo es posible? Nadie lo ha mencionado jamás.
—Neha fue siempre más fuerte, tanto que Nivriti al final quedó relegada a las sombras. También era la más inocente de las dos y, con el paso de los siglos, la gente olvidó la verdad y la consideró la más joven —la voz de Vanhi estaba cargada de edad, de historia—. De niñas, no peleaban ni competían: Neha solía cuidar de Nivriti y compartían un vínculo que yo estaba convencida de que nada podría romper.
Mahiya apenas podía asimilar lo que Vanhi le estaba contando.
—¿Qué cambió?
—La edad, el tiempo, la vida —hizo un gesto negativo con la cabeza—. Quizá fueron los celos de Nivriti, o la arrogancia de Neha, o tal vez solo una rivalidad entre hermanas, pero empezaron a enfrentarse entre ellas, como un juego. La cosa comenzó como una batalla de ingenio, pero evolucionó hasta convertirse en algo tan horrible que me dolía el corazón presenciarlo.
Los ojos de la vampira se llenaron de lágrimas.
—Primero, si Nivriti pedía a la costurera que le hiciera un vestido especial, Neha le robaba el diseño, conseguía que alguien le confeccionara uno igual en menos tiempo y se lo ponía antes del gran evento de Nivriti. Después, Nivriti se vengaba escondiendo las joyas de Neha para que su hermana se viera obligada a presentarse sin adornos mientras ella iba esplendorosa. Pasado un tiempo —se le cortó la respiración—, comenzaron a utilizar a la gente como si fueran piezas de ajedrez.
La curiosidad había formado un nudo en el estómago de Mahiya.
—Si una de ellas conseguía un amigo, la otra usaba su encanto para arrebatárselo o envenenaba dicha relación hasta que esta se ajaba y se marchitaba. Era una manera estúpida y absurda de malgastar sus dones y talentos.
Mahiya se frotó el puño contra el vientre, porque sabía que la cosa iba a ponerse peor.
—Según tengo entendido, la habilidad más fuerte de mi madre estaba relacionada con los animales que volaban. ¿Es cierto?
—Sí —hubo una sombra de sonrisa, los labios rojos se curvaron al recordar—. Me aseguraba que los pájaros le hablaban y que podía ver cosas a través de sus ojos. Los halcones se posaban en sus hombros sin violencia ni furia… Sin embargo, a medida que su amargura crecía, dejó de disfrutar de su belleza salvaje y empezó a utilizarlos como armas.
Una lágrima se desprendió del ojo de Vanhi y llegó hasta sus labios.
—En cierta ocasión envió a un halcón a arrancarle los ojos a un vampiro. Este había sido su amante y había obtenido una buena posición en la corte recién formada de Neha. Cuando me acerqué a él, su rostro se había convertido en una máscara roja y sus gritos de agonía me rompieron el alma.
De adulta, Mahiya jamás había considerado a su madre una de esas doncellas maltratadas que aparecían en los cuentos de hadas… pero no había perdido la esperanza de que lo fuera. Siempre había deseado que Nivriti hubiera sido mejor persona que Neha, que su propio nacimiento no hubiera sido un último acto de odio. Sin embargo, por más destrozadas que estuvieran sus esperanzas, quería saber la verdad. Toda la verdad.
—Así que Eris no fue su primer campo de batalla.
—Pero sí fue el primero a quien ambas amaron —la copa de Vanhi se hizo añicos cuando la apretó entre los dedos y dejó un reguero de sangre en su palma. Tras desechar con un gesto el grito de Mahiya, la vampira dejó los trozos de cristal sobre la mesa y se secó la herida con un pañuelo—. Siento decir que Eris no se merecía a ninguna de mis niñas… ni a las hijas que ayudó a engendrar.
—Vanhi, deja que te vende la mano.
—Calla, niña. Se curará enseguida —esbozó una sonrisa que borró el escozor de la reprimenda—. Pero puedes servirme otra copa de vino.
Mahiya lo hizo, contenta de que la vampira hubiera dejado de sangrar.
—He llegado a pensar que Eris cortejó a Nivriti en primer lugar porque era más accesible —dijo Vanhi antes de dar un sorbo del estimulante vino blanco—. Neha ya era una arcángel, pero tu madre tenía poder por derecho propio. Siempre he creído que, si estuviera viva, hoy formaría parte del Grupo. Sin embargo, su desarrollo fue una llama lenta en comparación con la llamarada explosiva de Neha.
—Una vez que Eris se ganó su confianza —adivinó Mahiya, que no se hacía ilusiones con respecto al hombre que la había engendrado—, utilizó esa conexión para llegar a Neha.
—No sé si ella llegó a enterarse de que él había estado primero con Nivriti —las palabras de Vanhi eran suaves, llenas del amor que sentía por las niñas a las que había ayudado a criar—. Creo que Neha se enamoró tanto de Eris porque no conocía la verdad. Si hubiera estado jugando, habría protegido su corazón para poder desechar a Eris como él había hecho con su hermana. En cuanto a Eris… para él, el amor era una moneda de cambio.
Mahiya no tenía nada que decir al respecto. Conocía muy bien a su padre.
—En aquella época —continuó Vanhi—, Nivriti no se quejó. Mi pobre niña tenía el corazón roto, y llegó incluso a abandonar la zona del territorio en la que gobernaba como una poderosa reina. Se marchó durante muchos años a las tierras que ahora Favashi considera suyas. Nunca la había visto tan derrotada. Neha también lo sintió por su hermana. Supongo que pensó que había ganado el premio y que debía comportarse bien. Los juegos se terminaron.
La furia, limpia e intensa, burbujeaba bajo la piel de Mahiya.
—Es obvio que mi madre decidió cambiar las cosas después de que Neha se casara.
Y desencadenó así los sucesos que habían llevado a su hija a crecer encerrada y sin madre.
Sin embargo, Vanhi negó con la cabeza.
—No, esta vez no se trataba de un juego. Nivriti jamás había sentido por otro hombre lo que sintió por Eris —la vampira dejó la copa sobre la mesa, como si temiera romperla también—. Es una de las mayores injusticias del mundo que él, de entre todos los hombres, consiguiera el corazón de dos mujeres tan fuertes.
La ira de Mahiya se hizo pedazos ante la compasión por la madre que nunca había conocido, porque detrás de su horrible infidelidad estaba un amor verdadero. Eris no lo merecía, pero Mahiya había sido concebida con amor, al menos por una de las partes, y eso cambiaba la naturaleza de toda su historia.
—Estás llorando —Vanhi retiró con los dedos las lágrimas de Mahiya—. Ay, mi dulce niña… No pretendía entristecerte.
—Siempre me he preguntado si le importó que me apartaran de su lado —dijo la princesa, con la visión emborronada por las lágrimas que no dejaban de brotar—. Ahora creo que sí, que quizá significara algo para ella.
El rostro de Vanhi se llenó de pesar.
—No solo significabas algo, lo eras todo para ella —cubrió con las manos el rostro de Mahiya y añadió—: Hay otro secreto que te he ocultado, uno que le prometí a tu madre que guardaría… porque yo estaba presente cuando naciste.