Capítulo 27

Veneno se encontraba sentado en la zona de la terraza correspondiente a los aposentos de Jason, con las piernas colgando y las gafas de sol puestas, cuando el jefe del espionaje regresó al palacio. Había una taza de café humeante junto a su mano izquierda.

—Tuve que suplicar —dijo el vampiro cuando siguió la mirada de Jason—. Tu princesa piensa que el café es un insulto para las papilas gustativas —alzó el rostro hacia los cielos y disfrutó del sol con evidente placer—. ¿Te he dicho alguna vez que detesto el frío?

—Todos los inviernos —Jason le pasó a Veneno los informes forenses—. ¿Qué ves?

—La fuerza de un arcángel, o casi… O tal vez algún tipo de habilidad —dijo el vampiro, ya que Jason lo había entrenado para ver ese tipo de cosas—. Esto le da un nuevo giro a los recientes acontecimientos. ¿Lijuan?

—Ella podría haberlo hecho y desaparecer mucho antes de que supiéramos que estaba aquí.

La arcángel de China poseía la capacidad de desmaterializar su cuerpo, aunque como había demostrado Rafael en la batalla de Amanat, no era omnipotente, como ella se había esforzado en hacer creer a todo el mundo.

—Sí —convino Veneno—, pero siempre ha mantenido una relación cordial con Neha. ¿Por qué iba a matar a Eris de esa manera? He visto las cosas repulsivas que ha hecho Lijuan, pero esto era algo personal.

—Así es.

Jason captó el aroma de una flor desconocida mezclado con especias alegres y exuberantes, y cuando se dio la vuelta vio a Mahiya saliendo de su habitación. Una parte de él se quedó paralizada, a la espera de averiguar si ella se arrepentía de la pasión que habían compartido en las horas previas al alba.

La princesa esbozó una sonrisa que le iluminó los ojos.

—Me ha parecido oír tu voz.

Jason tuvo que esforzarse para no acercarse a ella y separarle los suaves labios con los suyos, para no saborear esa sonrisa que era un beso para sus sentidos.

—¿Qué has descubierto hoy?

Veneno se incorporó antes de que Mahiya pudiera responder.

—Hablemos dentro.

A Jason le pareció algo natural seguir a Mahiya hasta el fresco interior de sus aposentos. La mesa baja estaba llena de comida.

—Pensé que tendrías hambre, ya que ha pasado la hora de comer —dijo, pero la atención del espía estaba concentrada en el oso rosa de peluche situado junto a la lámpara.

—Ah —Veneno cerró las puertas y añadió—: Tengo que contarte una historia sobre eso.

Jason guardó silencio mientras el vampiro narraba un extraño cuento.

—¿Un vampiro con el pelo rojo? —le preguntó a Mahiya cuando ella terminó de contarle lo que había descubierto. Ya hablarían en privado de los riesgos que ella había corrido con la caja.

—Sí —sus ojos tenían un brillo feroz—. Por desgracia, no pude preguntarle a nadie más de la zona si había visto al hombre. Eso habría causado mucho revuelo.

Jason miró a Veneno.

Después de dar un sorbo al café, el vampiro esbozó una sonrisa perezosa.

—Sí, bajé a la ciudad e hice unas cuantas preguntas —apoyó la espalda en la pared antes de continuar—: Según parece, a nuestro comprador no le gusta pasar desapercibido entre el populacho, pero nadie lo conoce. No obstante, mis contactos se mueven entre la gente joven, relativamente hablando. Puede que sea un anciano que acaba de abandonar su encierro.

Los ángeles dormían cuando la inmortalidad se convertía en una carga demasiado pesada. Aunque los vampiros carecían de la habilidad de dejar sus cuerpos en un estado similar al de la animación suspendida, eran capaces de permanecer aislados con la única compañía de su «ganado», y algunas veces lo hacían. «Ganado» era como los antiguos llamaban a los humanos adictos a los besos vampíricos y que permanecían con ellos como fuente de alimento.

Para los vampiros más antiguos era un término afectuoso, y trataban a los donantes con el mismo respeto que se profesaba a una mascota muy querida. Era ese mismo ganado quien a menudo reclutaba sustitutos con el paso de las décadas. Jason sabía que un vampiro podía permanecer recluido más de trescientos años.

—Quizá no sea de esta región —dijo Mahiya.

—Te envió lo que podría considerarse un regalo de cortejo. Eso implica algo más —según lo que ella le había contado, la única vez que había traspasado las fronteras del territorio de Neha después de terminar el colegio en el Refugio fue cuando viajó a la fortaleza de Lijuan—. ¿Viste a alguien que pudiera encajar con esa descripción cuando estuviste en China?

Un leve estremecimiento sacudió sus hombros.

—No. Vi alas rojas, pero no cabello rojo. Y tampoco vi a nadie con ese color de piel.

—¿Y en el Refugio? —preguntó Veneno—. Puede que te viera cuando eras más joven.

Mahiya negó con la cabeza.

—¿Alguna de las visitas de Neha te ha prestado una atención indebida últimamente?

El color del cabello podía cambiarse.

—Los halagos cortesanos irrelevantes de costumbre. Nada que pudiera llevar a una artimaña tan retorcida para entregar un regalo.

El regalo en sí, pensó Jason, era inusual para un inmortal, ya que la mayoría cortejaba a las mujeres con joyas o tesoros raros. Y la idea de que otro hombre cortejara a aquella mujer en particular despertaba en él una siniestra violencia que se había pasado toda la vida intentando controlar.

¡No me mientas, Nene!

¡No lo hago! ¿Por qué no me escuchas? Solo es un amigo…

¿Por eso desapareciste con él durante una hora?

¡Le estaba enseñando el atolón mientras tú hablabas con su padre! —un sollozo de frustración—. Detesto estos celos tuyos, Yavi. Nos están matando.

Con las proféticas palabras de su madre resonando en su cabeza, Jason se volvió hacia Veneno.

—Ve a ver si puedes averiguar algo más sin que la cosa llegue a oídos indebidos.

El vampiro dejó la taza vacía sobre la mesa antes de ponerse en pie con una elegancia que algunos consideraban hermosa y otros, una indicación de peligro.

—Creo que saltaré desde el balcón para asustar a los guardias que se esconden abajo —y tras decir eso, desapareció.

Jason se acercó a Mahiya.

—No deberías haberte arriesgado tanto.

—Lo pensé bien —dijo con resolución—. Volvería a hacerlo sin vacilar. No cambiaré mi vida por la tuya o la de Veneno.

Jason le sujetó la barbilla y contempló sus brillantes ojos felinos.

—No deseo encontrar los restos de tu cadáver destrozado —era una confesión de una parte de él que no había visto la luz desde hacía una eternidad—. Así que debes permitirme que te mantenga a salvo.

Mahiya estaba preparada para luchar contra la arrogancia, pero se quedó desconcertada por aquella serena petición llena de emociones ocultas.

—No me arriesgaré sin necesidad —dijo al tiempo que le rodeaba la muñeca cálida con los dedos—. Te lo prometo.

—Eres la más débil de nosotros, Mahiya.

—Pero no soy débil —susurró ella, rogándole que lo entendiera—. No puedo serlo si quiero sobrevivir.

Su amante de alas negras permaneció callado durante un buen rato, y no se movió hasta que le soltó la barbilla. La princesa se obligó a dejarlo ir, pero se sintió desolada.

—Ven —le dijo—, come conmigo antes de que se enfríe la comida.

Jason le agarró la muñeca cuando hizo ademán de acercarse a la mesa.

—No tratas la comida como el resto de los inmortales —le rozó los nudillos con el pulgar—. Dime por qué.

Serpientes siseando a su alrededor. Colmillos hundiéndose en su piel. Veneno en su sangre.

Mahiya apretó los dedos en un puño, pero no retrocedió.

—No, Jason. No permitiré que me robes todos mis secretos mientras tú conservas los tuyos.

Sabía muchas cosas sobre ella, pero Mahiya ni siquiera sabía dónde estaba su hogar.

Jason flexionó los dedos y tiró de ella para acercarla hasta que sus pies se unieron.

—¿Conoces la historia de Yaviel y Aurelani?

Fue una pregunta de lo más sorprendente.

—Por supuesto —era uno de los más grandes romances angelicales—. Nacieron en familias rivales de diferentes partes del mundo. Yaviel era un cantante que se convirtió en artesano y Aurelani, una estudiosa de renombre.

Ambas familias estaban orgullosas de sus hijos, pero cuando se enamoraron, el odio secular superó la ternura de su devoción y los separaron.

—Se cuenta que Yaviel sobrevivió a la tortura y que irrumpió en el hogar de Aurelani para llevársela, para desaparecer y poder construir una vida juntos lejos del perverso poder de sus respectivas familias —ese romance la había hecho suspirar de niña. Incluso en esos momentos, ya adulta, su alma anhelaba ser amada con tanta devoción—. Los instrumentos musicales de Yaviel siguieron apareciendo en el Refugio, así que había algunos que sabían que los amantes estaban vivos. No obstante, era un secreto que jamás traicionaron.

—Él la llamaba Nene, y ella lo llamaba Yavi —dijo Jason con voz ronca.

Mahiya sintió un escalofrío, una visión de oscuridad asfixiante.

—Nene no soportaba el frío, y Yavi la amaba tanto que buscó un atolón deshabitado en las cálidas aguas del Pacífico, lejos, muy lejos de los caminos de la civilización —tensó los dedos alrededor de su muñeca, pero Mahiya no se movió. No se atrevía ni a respirar—. Los amigos de confianza los visitaban de vez en cuando y llevaban las creaciones de Yavi al Refugio. Con el dinero de la venta, Yavi se aseguraba de comprarle a su Nene todo lo que deseara. A ella le encantaban las amatistas, y él se las regalaba a montones. Pero no había nada que Nene amara más que a su Yavi.

Una lágrima se deslizó por la mejilla de la princesa. Aunque él todavía no había dicho nada horrible, la tristeza que lo embargaba era una carga tan pesada que habría destruido a un hombre menos fuerte.

—Seguro que también te amaba a ti —susurró ella, viendo en su rostro la historia de dos clanes que al final habían acabado destruyéndose en un estallido de violencia.

—Sí —clavó en ella unos ojos atormentados—. Mis padres me querían mucho.

Mahiya quiso preguntarle por qué hablaba en pasado, por qué estaba tan lleno de pesar, qué había sido de Nene si Yavi estaba muerto, pero no quería hacerle más daño. Estaba claro que ya llevaba un dolor inmenso en su interior.

—Le doy tanta importancia a la comida porque sé lo que es morirse de hambre.

La intensa tristeza de Jason se convirtió en una espada negra envuelta en llamas. Era muy difícil que un ángel muriera de hambre, pero a la edad que Mahiya tenía entonces todavía era vulnerable.

—¿Cuándo?

Mahiya tragó saliva y apretó las manos contra el pecho de Jason.

—Después de que Lijuan me escoltara desde su territorio, Neha me arrojó a una celda sin ventanas de Fuerte Custodio, y luego cerró la puerta.

El miedo que desprendía su cuerpo era demasiado violento para que fuera debido tan solo a la falta de alimento. Y Jason lo sabía.

—No estabas sola en esa celda, ¿verdad?

Las lágrimas se acumularon en sus ojos, y Mahiya se mordió el labio inferior mientras negaba con la cabeza. Jason le soltó la muñeca y la estrechó entre sus brazos. Pero su princesa no lloró.

—Había muchísimas —dijo con la respiración entrecortada—. Era un nido de víboras y cobras, de serpientes de cascabel y de taipanes.

Todas serpientes venenosas.

El veneno no podía matar a un ángel adulto, pero producía un dolor martirizante, convulsiones e incluso ceguera y parálisis temporal.

—Dime una cosa —dijo al tiempo que le ponía una mano en la nuca y apoyaba la mejilla en su frente.

—¿Sí?

—Si pudieras matar a Neha, ¿lo harías?

Un jefe del espionaje sabía muchas cosas, como por ejemplo cuándo un arcángel era más vulnerable al ataque de sus enemigos.

Mahiya negó con la cabeza.

—No —cambió de posición para poder mirarlo a los ojos y añadió—: Para cumplir ese objetivo tendría que ser igual que ella, una mujer consumida por el odio hasta tal punto que el nudo de amargura que lleva dentro infecta todo lo que toca.

Anoushka, pensó Jason, no se había convertido por sí sola en lo que era.

—Mi venganza será vivir una vida llena de felicidad —juró Mahiya—. Ahogarme en el amor, no en el odio.

En ese instante sus ojos adquirieron un tono incandescente que contrastaba con el marrón dorado de su piel. Era la mujer más hermosa que Jason había visto jamás, y sabía que era demasiado delicada para él, que el vacío negro de su interior podría destruirla. Y, aun así, dijo:

—Esta noche el cielo estará despejado. ¿Quieres volar conmigo?

Mahiya esbozó una sonrisa radiante que transformó el horror en una intrépida alegría.

Las horas pasaban muy despacio. Jason revisó todos los pasos que había dado en la investigación del asesinato, pero lo más intrigante de todo fue la entrevista con los guardias que se encontraban frente a la puerta de Eris cuando este había sido asesinado. Cuando el jefe del espionaje creía que Neha era la asesina, no se había sorprendido cuando la arcángel le dijo que había escarbado sus mentes y no había encontrado nada.

No había comprendido que Neha hablaba de manera literal.

—No recuerdo nada —dijo el primer guardia, afligido—. En aquel momento no fui consciente de ello, pero luego, cuando me preguntaron, me di cuenta de que en mi memoria habían desaparecido varias horas de esa noche.

El segundo guardia le contó lo mismo.

Jason sabía que Veneno tenía la capacidad de borrar la memoria a la gente, y había conseguido esa habilidad cuando Neha lo convirtió.

—¿Sabes de alguien más que posea esa habilidad? —le preguntó a Mahiya aquella noche.

—Es un rasgo familiar —respondió ella—. Se dice que mi madre lo compartía con Neha, aunque el resto de sus poderes eran distintos. Yo no lo heredé, pero Anoushka sí. El linaje de Neha es muy antiguo; creo que tras la muerte de Anoushka no queda ningún descendiente directo, pero hay algunos predecesores antiguos que no Duermen.

Jason hizo unas cuantas llamadas para rastrear a esos ancestros.

—La relación es lejana, y todos están tan débiles que ni siquiera habrían podido matar a Shabnam.

Esta no tenía poder pero, como todos los cortesanos, poseía cierto nivel de fuerza.

Mahiya frunció el entrecejo.

—No se me ocurre nadie más con esa habilidad, pero algunos ángeles guardan en secreto sus poderes.

Sí, pensó Jason, sobre todo si el impacto de la Cascada se había extendido más allá del Grupo.

—¿Has descubierto algo? —preguntó él.

Mahiya se había pasado las últimas horas, desde la tarde hasta el anochecer, inmersa en el laberinto de las obligaciones cortesanas.

—Cierta sensación de intranquilidad —respondió ella—. A todo el mundo le asusta la posibilidad de ser el siguiente objetivo, y algunos planean abandonar la fortaleza. Pero no es más que palabrería. Neha no perdonará la deserción, y todos están obsesionados con mantener su posición en la corte —dejó escapar un suspiro y se frotó la frente con la yema de los dedos—. Tanta estupidez me ha provocado dolor de cabeza, ¡y ni siquiera he conseguido alguna información que compense mis esfuerzos!

—Basta —dijo Jason—. Ambos necesitamos estirar las alas. Ven.

Dejó que Mahiya eligiera el ritmo y la dirección, y siguió sus hermosas alas mientras ella atravesaba los cielos con la facilidad y la elegancia de aquel que conocía los caprichosos vientos de las montañas, que comprendía cómo interactuaban la tierra y el cielo. Su vuelo no era muy técnico, pero sus movimientos mostraban una alegría que resultaba imposible pasar por alto y que la convertía en una visión asombrosa.

—Libre —le dijo ella cuando se detuvieron en lo alto de una colina desde la que se veían las luces parpadeantes de la ciudad—. En el cielo siempre me he sentido libre.

Al observar el placer sincero de su rostro, Jason tuvo que reprimir el impulso de envolverla con las alas y ocultarla de cualquiera que quisiera convertir esa felicidad en desesperación y utilizar su amor por el cielo para torturarla.

—Ten cuidado.

Mahiya acortó la escasa distancia que los separaba y le apoyó la mano en el pecho en una femenina invitación. Jason sabía que solo debía retroceder para rechazarla. A pesar de sus intensas emociones, no era una de esas mujeres que perseguirían a un hombre que ha dejado claro que no la desea… De un hombre que sabía que, al tomarla, podría destruir ese espíritu brillante que lo había envuelto con delicadas cadenas de dolorosísimas esperanzas.