Capítulo 2

Aunque Mahiya era el fruto de la relación prohibida entre Eris y Nivriti, su tía la trataba, para salvar las apariencias, como a una estimada princesa, título que le había sido concedido para ilustrar su posición como pariente de Neha.

—¿Algo más?

Samira contuvo la respiración durante un largo minuto, y Jason aguardó sin interrumpir ni preguntarle nada, consciente de que debía de preocuparle la posibilidad de que alguien la oyera.

—Neha se ha vuelto medio loca —dijo al fin—. Me preocupa que libere su poder.

Puesto que conocía las intensas emociones que albergaba la arcángel por su esposo (no había sido capaz de perdonar su infidelidad ni de liberarlo después de tres siglos de confinamiento), Jason compartía la preocupación de Samira. Neha era un ser con poderes inmensos. Si no conseguía controlar su agonía, asolaría ciudades enteras, y casi con toda seguridad dirigiría su furia hacia aquellos responsables de otro de sus más horribles pesares: la ejecución de su hija, Anoushka.

Había sido Rafael quien propinó la estocada final que había convertido en polvo a la hija de Neha.

—Infórmame de inmediato si hace algún movimiento.

Colgó el teléfono y, cuando echó un vistazo a la propiedad, vio que los novios y los invitados entraban en la casa para tomar lo que sería sin lugar a dudas un exquisito desayuno, preparado por el orgulloso personal de la casa bajo la supervisión magistral del mayordomo, Montgomery. Las alas de Rafael brillaban bajo la luz del sol, y sus filamentos dorados resaltaban sobre el blanco.

Sire.

Rafael no se detuvo, y su expresión no reveló nada.

¿Qué sucede, Jason?

Eris ha muerto. Asesinado.

Sabía que Rafael había visto a Eris cortejar y conquistar a Neha, y que comprendía las tortuosas emociones que la pareja había compartido.

La respuesta del arcángel fue inmediata.

Reúnete conmigo en el estudio.

Dos minutos más tarde, Jason se coló en el estudio a través de las puertas correderas que daban al jardín, y lo hizo con tanto sigilo que nadie lo vio, a pesar de que el sol se alzaba cada vez más sobre el horizonte. Así era como debía ser: su trabajo consistía en no ser visto ni oído, en convertirse en una sombra entre las sombras. Después de seis siglos, su posición como jefe del espionaje de Rafael no era ningún secreto para los más antiguos de los inmortales, aunque ese conocimiento no les daba ninguna ventaja y tampoco influía en lo más mínimo en las actividades de Jason. Mientras la gente se concentraba en él, sus operativos encontraban discretos puestos en las cortes y torres de todo el mundo.

Rafael entró en la estancia en ese mismo instante y cerró la puerta tras él.

—Neha ya se encontraba al borde de la locura tras la ejecución de Anoushka —el tono del arcángel resultaba implacable en su sinceridad—. Puede que esto la lleve más allá del límite.

Jason había visto a otros arcángeles sufrir una pérdida fatal de control, había caminado por ciudades arrasadas llenas de cadáveres putrefactos, había contemplado a todo un país sumido en una era oscura en la que cualquier ilusión se había desvanecido y la desesperación nublaba los ojos de los niños. Aun en el caso de que Neha se decidiera por un objetivo fuera del territorio de Rafael, el mundo no soportaría una devastación semejante sin rebelarse; no cuando había transcurrido tan poco tiempo desde la destrucción de Pekín. Y, en cualquier caso, la guerra resultante entre arcángeles los afectaría a todos.

El teléfono emitió un discreto zumbido en ese momento.

—Se ha alejado del cadáver —le oyó decir a Samira en cuanto descolgó—. Tiene una mirada enloquecida.

—Llévala a la habitación donde se encuentra el equipo de comunicaciones.

—Jason, ella no atenderá a razones.

—Debes encontrar un modo —todos sus operativos eran muy inteligentes, capaces de pensar rápida y acertadamente—. Y luego abandona la fortaleza y el territorio de Neha.

Samira respiró hondo.

—Podría conseguirlo si adorno un poco la verdad y le digo que el Grupo quiere hablar con ella.

—No te entretengas, Samira —le ordenó; sabía que en semejante estado de ánimo, Neha la mataría.

—Me marcharé tan pronto como hable con ella.

Jason colgó y miró a Rafael.

—Si la llamamos ahora, quizá tengamos una oportunidad de que entre en razón antes de que la rabia la deje ciega y sorda.

—Puedo contenerla —replicó Rafael—, pero es posible que para ello precise tu presencia en su territorio.

—Iré.

La vida de Samira corría muchísimo peligro en esos momentos, pero Jason era mucho más fuerte y sabía que Neha le tenía cierto respeto.

Rafael asintió y aguardó a que Jason se ocultara para iniciar la videoconferencia en la enorme pantalla que había en uno de los rincones del estudio. También él era consciente del valor de las nuevas tecnologías.

Tardaron tanto tiempo en responder que Jason creyó que Samira no había tenido éxito en su tarea. Sin embargo, al final la pantalla se encendió y mostró a una Neha con un aspecto que jamás había visto antes.

La arcángel de la India se mostraba siempre elegante, siempre digna.

En aquellos instantes, su cabello negro colgaba, apelmazado y enredado, alrededor de su rostro, como si hubiera intentado arrancárselo. Varios regueros de sangre manchaban su piel y empapaban su sari de seda amarillo caléndula.

—Rafael —dijo con una voz tan serena que resultaba letal—. Me acechas como un buitre cuando la sangre de Eris aún no se ha secado en mis manos.

—Nunca he hecho tal cosa, Neha —respondió Rafael en tono amable.

Una leve sonrisa, propia del reptil que le había dado a Neha el título de Reina de las Serpientes, apareció en el rostro de ella.

—No, quizá no. ¿Llamas para ofrecerme tu conmiseración, entonces? —preguntó en un tono casi aburrido mientras bajaba las pestañas para ocultar la furia que hervía en su interior.

—Te ofrezco mi ayuda.

Neha enarcó una ceja en una expresión majestuosa.

—A menos que me hayas ocultado algo, creo que devolver la vida a Eris está fuera de tu alcance. Ni siquiera Lijuan fue capaz de semejante hazaña.

Jason se preguntó si Neha se había planteado la posibilidad de condenar al que una vez fue su esposo al horror de convertirse uno de los «renacidos» de Lijuan, monstruos torpes y descerebrados que se alimentaban de carne humana. No descartó de inmediato la idea. Y esa probabilidad solo hacía que la situación fuera aún más apremiante, porque si Neha y Lijuan aunaban sus fuerzas, el mundo se cubriría de sangre, de muerte y de un inenarrable horror.

—No —replicó Rafael en respuesta a la puya de Neha—. Eris fue asesinado en tu fortaleza, por tanto no puedes confiar en nadie de dentro. Yo cuento con alguien capaz de encontrar al asesino por ti.

El silencio duró más esa vez, y la demencia de los ojos de Neha fue sustituida poco a poco por la fría razón.

—¿Te refieres a esa sombra negra tuya? ¿El cachorro que rescataste?

Jason no se sintió insultado, aunque la última descripción no era muy precisa. Nadie lo había rescatado.

La respuesta de Rafael también fue comedida.

—El talento de Jason es indiscutible —repuso mientras el azul impecable de sus ojos permanecía tan calmado como un lago glacial.

—Es el jefe de tus espías —Neha alzó una de sus manos ensangrentadas y la observó. De pronto su voz se convirtió en un susurro trémulo—: Eris sangraba tanto… No sabía que albergara tanta sangre en su interior.

—Siento muchísimo tu dolor, Neha. Era tu esposo y tu consorte —un comentario solemne, de un arcángel a otro.

—Sí —la locura regresó en un torbellino furioso—. También era el padre de la niña a la que ayudaste a matar —siseó, y sus ojos se transformaron durante un efímero instante antes de volver a la normalidad; el cambio había sido demasiado rápido para que Jason lograra atisbarlo, pero algo le hizo pensar una vez más en las serpientes de la arcángel.

Rafael no se amedrentó ante tan venenoso ataque, ni le recordó a Neha que Anoushka había firmado su sentencia de muerte cuando le hizo daño a un niño en su búsqueda de poder.

—Deseas violencia, eso es evidente —dijo—, pero ¿no sería más satisfactorio torturar al responsable que dispensarla de manera indiscriminada?

Neha se alejó de la cámara para recoger lo que parecía una pitón joven y luego se enroscó al animal en el cuello. Mientras acariciaba a la criatura como si fuera un gato, tomó asiento en una silla de madera clara tallada por algún artesano con infinita paciencia, tan pulida y barnizada que brillaba como una joya.

—Crees que he enloquecido —dijo al tiempo que la serpiente alzaba la cabeza y saboreaba el aire con la lengua.

—Creo que sufres. Y creo que lo sucedido ha sido un acto de cobardía.

Neha parpadeó con languidez y detuvo los dedos sobre el cuerpo lustroso de la pitón.

—¿De veras?

—Eris no era poderoso. Era tan hermoso como rara vez lo son los humanos, pero su fuerza era escasa. El objetivo de su muerte era herirte y mortificarte.

—Mi pobre Eris —otra caricia pausada—. Tienes razón. No puedo confiar en nadie de la fortaleza hasta que averigüe la identidad del asesino… Pero si tu jefe de espías quiere involucrarse, tendrá que vincularse a mí.

—Eso no puedo permitirlo —dijo Rafael con una amabilidad que mitigaba el escozor del rechazo—. Ni siquiera por ti. Es uno de mis Siete.

—¿Lo protegerías aunque miles de vidas corrieran peligro?

Fría como el hielo y tan racional como manipuladora, así era la arcángel de la India en esos momentos.

—La lealtad no es algo que se deje a un lado con facilidad.

Por alguna razón, eso hizo que los labios de Neha se curvaran en una sonrisa que pareció casi genuina.

—Tan apegado a tus hombres… Nunca he sido capaz de encontrar una mella en tu fidelidad —la sonrisa cambió, se volvió inescrutable—. Muy bien, entonces tendrá que vincularse con Mahiya.

En esa ocasión fue Rafael quien se quedó callado.

Es la hija que Eris tuvo con Nivriti, le recordó Jason al arcángel, porque no era un tema del que hubiesen hablado demasiado. Ahora tendrá poco más de trescientos años.

—¿Pretendes comparar a un ángel tan joven con Jason? —preguntó Rafael.

—No, por supuesto. Mahiya es un adorno de la corte, nada más —la arcángel permitió que la lengua de la pitón rozara sus dedos ensangrentados—. Pero estoy convencida de que el cachorro te ha informado de que la muchacha pertenece a mi linaje. Me conformaré con que le haga un voto de sangre a ella.

Rafael afrontó la mirada de Neha.

—Hablaré con él.

Neha inclinó la cabeza en un majestuoso gesto de asentimiento antes de poner fin a la llamada.

—De momento permanece estable —dijo Rafael después de ajustar sus alas a la espalda y volverse hacia Jason—, pero es una mejora temporal. Cuanto más piense en el asesinato, más peligrosa se volverá.

—Estoy dispuesto a aceptar el voto de sangre.

Era una costumbre antigua, que apenas se practicaba, ni siquiera entre los ángeles de más edad. Al ofrecerle un voto de sangre a Mahiya, Jason se convertiría de algún modo en parte de la familia, y por tanto estaría obligado a proteger los intereses de dicha familia. El motivo por el que esa costumbre había caído en desuso era que se acercaba demasiado a la frontera de la intimidad forzada, ya que en el pasado el voto de sangre solía utilizarse para sellar la más íntima de las relaciones.

No obstante, al igual que todas las leyes y costumbres angelicales, el voto de sangre era una creación mucho más complicada de lo que parecía a primera vista. Si bien el vínculo ceremonial no detendría a nadie con aviesas intenciones, al realizar la oferta Neha había honrado a Rafael y a sus Siete. Si Jason se valía de su presencia en la corte para buscar y explotar cualquier punto débil, se consideraría una declaración de guerra. Y una vez que se extendiera el rumor de su deslealtad, perdería el respeto que se había ganado entre los más poderosos de los inmortales.

Eso no era ninguna nimiedad, sobre todo para un jefe del espionaje. Gran parte de la información que recibía procedía de esos inmortales. Peor aún: su gente correría mayor peligro, y aunque contaba con los mejores hombres y mujeres, era inevitable que algunos fueran descubiertos mientras cumplían con sus misiones. Lo que en su día habría sido perdonado gracias al respeto que los ángeles de mayor edad tenían a Jason, pasaría a sentenciarse con una ejecución para recalcar lo mucho que a esos mismos ángeles les disgustaba el incumplimiento de un voto de sangre.

Las alas de Rafael emitieron un susurro cuando el arcángel volvió a ajustarlas, y esa fue la única señal de sorpresa que mostró ante la disposición de Jason de aceptar la arcaica costumbre.

—No es necesario que lo hagas —dijo—. El Grupo podría controlarla ahora que tengo tiempo suficiente para avisar a los demás. Y un voto de sangre te colocaría en una posición peligrosa: sería Neha quien juzgaría si lo has roto, y podría pedir tu ejecución —negó con la cabeza—. Sabes que ha accedido demasiado rápido a aprobar tu presencia en su territorio. Te quiere en su poder, y planea utilizarte para vengarse de mí.

—Sí —Jason había visto la mirada calculadora de Neha, y sabía que la arcángel de la India estaba al tanto de lo que los Siete significaban para Rafael. Si no podía llegar hasta Elena, si no podía destrozar el corazón de Rafael, sería muy capaz de ir tras aquellos que más le importaban después de su consorte—. Pero —añadió—, si bien es cierto que la motivación de Neha podría ser la venganza, también lo es que se trata de una criatura orgullosa. Para ella, romper la promesa de salvoconducto que implica el voto de sangre sería ensuciar su honor. Y, a pesar de lo que diga, le importa mucho su honor —era lo único que le quedaba.

—¿Estás dispuesto a jugarte la vida basándote en eso?

—Sí —Jason había observado a Neha durante siglos, al igual que a todos los miembros del Grupo, así que sabía que no era una arcángel que utilizara la mano dura si había métodos más sutiles disponibles—. Es mucho más probable que Neha intente ponerme en tu contra, o que me invite a cambiar de bando.

Rafael lo miró a los ojos.

—Será un juego peligroso de paciencia y poder.

—Un juego breve —Jason ya tenía alguna idea sobre la muerte de Eris—. Dejaremos claro que el voto se considerará cumplido en el instante en que se aclare quién es el responsable del asesinato —Neha ya contaría con esa estipulación—. No hay nada en esa antigua costumbre que me impida seguir cumpliendo el resto de mis deberes, siempre y cuando no traicione a Neha mientras dure.

—Sigue siendo un mal arreglo… —dijo Rafael con ojos inescrutables—, a menos que tengas motivos propios para querer entrar en la corte de Neha.

—Allí dentro ocurre algo —reconoció—. Samira fue incapaz de acercarse, y estoy casi seguro de que Neha sabe que es una de las mías.

A algunos de los arcángeles les resultaba divertido permitir cierto nivel de espionaje, sobre todo para extender rumores falsos.

—El voto —continuó Jason— me permitirá adentrarme en la fortaleza, y como mi deseo es observar y no interferir en ese otro asunto, no me arriesgo a romperlo.

No podría utilizar nada de lo que descubriera, salvo que consiguiera esa misma información de otra fuente, pero al menos podría confirmar que estaba en el camino correcto.

—Es muy arriesgado.

—Me las apañaré.

Las palabras que Rafael pronunció a continuación fueron de lo más pragmáticas.

—No te dará rienda suelta. Es probable que esa tal Mahiya se convierta en tu sombra.

—Eso importa poco —a Jason se le daba muy bien desaparecer en medio de una multitud, ser invisible incluso para alguien que tenía delante—. Es mucho más joven que yo y, según tengo entendido, nunca ha abandonado los confines de los palacios de Neha.

Posiblemente sería muy diestra en el arte de las intrigas de la corte, y seguro que no era ningún «adorno», pero no sería rival para un hombre que se había pasado la vida aprendiendo a fundirse con la oscuridad y que al final había convertido la noche en su hábitat natural.

—Nunca te he puesto trabas —dijo Rafael—, y no voy a hacerlo ahora. La decisión es tuya —frunció el entrecejo—. En cuanto a Mahiya… Recuerdo que tenías dudas con respecto a quién es su padre, ya que los rumores sobre la infidelidad de Eris nunca se demostraron. Además, al parecer Nivriti fue ejecutada por otro crimen meses antes de que la niña recién nacida apareciera en la corte de Neha. ¿Por qué estás tan seguro de que la engendró Eris?

—Es el vivo retrato de su linaje —cualquiera que no estuviera cegado por el miedo a la furia de una arcángel sabría quién era el padre de Mahiya en cuanto atisbara sus peculiares ojos—. Y he recibido información suficiente de mis espías a lo largo de los siglos para corroborar lo que he visto.

Rafael asintió con aire pensativo.

—Neha tiene fama de no hacer daño a los niños, ya sean mortales o inmortales, así que entiendo que adoptara a la niña incluso en esas circunstancias —levantó la vista y añadió—: Lo dejo a tu elección, Jason. Y ¿quién sabe? Quizá esa tal Mahiya se convierta en tu perdición. Según dicen, la intimidad de un voto de sangre es muy poderosa.

Jason no dijo nada, pero ambos sabían que eso era algo imposible. Jason jamás había amado a nadie después de cavar cierta tumba bajo el sol tropical, y ya ni siquiera entendía esa emoción. El niño que había sido una vez no era más que un recuerdo borroso en su mente. La emoción más parecida que sentía era la lealtad que lo unía a Rafael, pero después de ver a Dmitri con su esposa, a Rafael con Elena, a Galen con Jessamy y, mucho tiempo atrás, a Illium con su amada mortal, sabía que eso no tenía nada que ver con el amor.

—Me marcharé antes de una hora.

—Recuerda —dijo Rafael en un tono de voz sereno que atravesó el aire como una espada— que no solo es la Reina de las Serpientes. También es la Reina de los Venenos.

Y Jason estaba a punto de adentrarse en su madriguera.