Capítulo 17
—Mahiya, dulzura mía —dijo Arav al tiempo que hacía ademán de cogerle la mano para llevársela a la boca, pero ella se lo impidió realizando una pequeña reverencia con las manos unidas por delante del cuerpo.
—Señor —repuso, y en su mente la palabra era un insulto—. No sabía que pensabais visitar a mi señora.
—Por supuesto que quería visitar a Neha —una sonrisa encantadora que en su día Mahiya había creído solo suya.
Ahora ya no confiaba en la sonrisa de ningún hombre… y empezaba a confiar en un hombre que nunca sonreía. Era algo imposible, pero cierto. Confiaba más en un jefe del espionaje enemigo que en ninguna otra persona de la fortaleza. Puede que las verdades de Jason fueran oscuras y a menudo brutales, pero no se trataba de mentiras envueltas en una dulzura corrosiva.
—Ella y yo somos amigos desde hace mucho —Arav levantó la vista hacia Neha, que todavía se encontraba en las murallas, contemplando la ciudad—. Y, por supuesto, hacía mucho tiempo que no te veía a ti, mi amante favorita.
—Ya no soy vuestra amante, y no lo he sido en siglos —se sintió sucia al recordar cómo le había permitido tomar su inocencia, poseerla con una satisfacción que ella había confundido con cariño—. Os deseo una visita agradable. Debo seguir mi camino.
Arav se puso delante para impedir que pasara. Insistir habría provocado una escena, y aunque Mahiya no tenía reparos en dar una bofetada a Arav si era necesario, ceder a ese impulso con Neha tan cerca podía resultar peligroso. Porque había una cosa en la que Arav no había mentido: Neha y él eran amigos de verdad.
Nunca sabría si Arav había actuado bajo las órdenes de Neha cuando este la abandonó como si fuera un despojo después de seducirla, o si solo se había aprovechado de una chica ingenua que no contaba con el favor de la arcángel y por la que nadie le pediría explicaciones.
—He oído que compartes tus aposentos con alguien que te ha hecho un voto de sangre —los ojos de Arav brillaban—. La mascota muda de Rafael.
¿Mudo? Era un insulto tan ridículo que ni siquiera podía considerarse como tal. Jason no parloteaba, pero no siempre estaba callado. Sencillamente, no hablaba si no tenía algo que decir.
—Según parece —replicó Mahiya con gélida amabilidad—, Neha lo tiene en alta estima.
Los labios del ángel se fruncieron en un reflejo de ese pútrido interior que la princesa no había visto hasta que fue demasiado tarde.
—Neha sufre mucho.
Ah.
—¿Por eso estáis aquí? ¿Para ofrecerle consuelo?
—Es la obligación de un amigo.
—Un amigo que desea ocupar el lugar de Eris.
—Soy mucho más fuerte de lo que él lo fue jamás —arrogancia respaldada con hechos. Arav era uno de los generales de Neha—. Cuando sea su consorte —añadió al tiempo que le sujetaba la barbilla entre el pulgar y el índice sin que ella pudiera evitarlo—, le pediré a Neha que te entregue a mí y te convertiré en mi mascota.
Estúpido. Mahiya sacudió la cabeza para librarse de su mano. Ya no le importaba que Neha pudiera verlos, porque si había algo que la arcángel no había hecho jamás era tolerar el maltrato de las mujeres de su corte. Si se demostraba que un hombre había abusado, golpeado o forzado a una mujer, se le castigaba de inmediato con la amputación de algunas partes corporales: cuando peor era el agravio, mayor era la pérdida. Algunos no habían sobrevivido para poder regenerarse.
Daba igual que la mujer maltratada contara o no con el favor de la arcángel, que fuera rica o pobre, cortesana o campesina. Se trataba de una regla inquebrantable y una de las razones por las que Neha era una reina tan querida. Pero era posible que aquella Neha, pensó Mahiya de pronto con un escalofrío en la espalda, no fuera la misma que estuviera gobernando en esos momentos… al menos, no en lo que más importaba a la princesa.
«Algunos dirían que estoy siendo castigada por lo que os hice a tu madre y a ti».
Tras descartar esa espeluznante idea, Mahiya dedicó a Arav una sonrisa cortante como un escalpelo.
—Lo que más valora Neha en un hombre es la lealtad. Si llegara a pensar que planeáis tocar a otra mujer mientras estáis unido a ella, la tortura y el destripamiento de Eris parecerían un castigo amable en comparación.
Arav palideció, tanto que resultó evidente a pesar de su piel oscura, y retrocedió un par de pasos para apartarse de ella. Mahiya aprovechó su consternación para rodearlo y seguir el camino hacia los establos. Acariciar a los caballos que tanto le gustaban quizá lograra calmarla. Sintió los ojos de Arav clavados en su espalda hasta que desapareció tras una esquina, y supo que aunque antes la había considerado un juguete, ahora la veía como una mujer a la que quería destrozar. Ese día se había creado un enemigo.
Tres horas después del descubrimiento del cadáver de Shabnam y tras completar varias investigaciones cruciales, Jason quiso entrevistar a las damas de compañía de Neha, pero descubrió que primero debía hablar con la arcángel.
—Veneno solicita permiso para entrar en tu territorio.
Neha frunció los labios mientras caminaba junto a un enorme mural exterior en el que aparecía una ágil doncella que portaba un cántaro de agua en la cabeza.
—Así que el hijo pródigo ha regresado —dijo, templando el dolor y la furia de su voz con cierta calidez—. ¿Está de camino al Refugio?
—Dice que no se atreve a pasar cerca de aquí sin presentarte sus respetos.
La risa de Neha resonó en las paredes de mármol que los rodeaban.
—Pero sí se atrevió a correr con Rafael tan pronto como cumplió su Contrato.
—Me parece que te habría decepcionado que él no hubiera mostrado el coraje suficiente para forjarse su propio camino.
No obstante, a la arcángel no le agradaría demasiado ver lo poderoso que se había vuelto el vampiro desde entonces.
—Consiento su visita, siempre y cuando acepte que el voto que te ata a ti también lo incluye a él mientras esté aquí. Esperemos que haya traído un regalo que aplaque la furia que me causó su deserción.
El regalo de Veneno no era en absoluto lo que se esperaba. No se trataba de una serpiente exótica, ni de un collar en forma de cobra, ni de una peineta cuajada de joyas o un vino raro.
—Explica esto —dijo Neha con frialdad cuando el vampiro mostró el mono mecánico que tocaba el tambor y los címbalos con maníaca alegría mientras caminaba en círculos por la alfombra de seda azul que había frente al trono de la arcángel.
Veneno apagó el juguete.
—Es una sonrisa, mi señora —el vampiro levantó la vista desde su posición agachada y dejó que el sol que entraba por las ventanas iluminara sus ojos verdes. Unos ojos totalmente inhumanos cuyas pupilas alargadas se contrajeron para protegerse de la claridad—. Me pareció que la necesitarías más que las joyas. Sobre todo hoy.
Neha guardó silencio durante todo un minuto antes de soltar un suspiro y hacerle un gesto para que se levantara.
—Llévalo a mis aposentos privados —le dijo al sirviente que permanecía a su lado, y Jason supo que el peligro había pasado, que la apuesta que había hecho Veneno al mencionar el funeral de Eris le había salido bien.
—Cuéntame —dijo Neha en cuanto se marchó el criado—, ¿qué has estado haciendo en la Torre de Rafael?
Era una pregunta capciosa, una que exigía que Veneno dividiera sus lealtades, pero el vampiro la afrontó sin amilanarse… y sin revelar ningún secreto.
—Aprendiendo a ser más fuerte, mejor. Ahora voy a trabajar bajo las órdenes de Galen.
—Sí, ese es un hombre que sabe lo que es la paciencia, a diferencia de ti.
—Eso forma parte de mi naturaleza —repuso Veneno al tiempo que se encogía de hombros, y Jason supo que se refería a los impulsos que había sembrado en él la Reina de las Serpientes, de los Venenos.
En los labios de Neha apareció una sonrisa, y la expresión calculadora originada por la pregunta anterior fue sustituida por el afecto y la diversión.
—¿Cuándo te espera ese bárbaro maestro de armas?
—Tengo algo de tiempo. Si me permites abusar de tu indulgencia, me gustaría quedarme y charlar con algunos amigos a los que no he visto en muchos años.
Los ojos de Neha se transformaron a la velocidad del rayo, y pasaron de ser unos ojos castaños normales a convertirse en los ojos verdes de pupilas alargadas propios de un reptil, y todo con tal rapidez que Jason casi creyó que lo había imaginado.
—Vaya, ¿acaso Rafael desea meter un segundo espía en mi corte?
—Insultas a Jason, mi señora —dijo mostrando un encanto irresistible—. Yo sería como un elefante torpe al lado de su escurridiza cobra.
Tras sacudir la cabeza en un gesto exasperado, Neha fue más indulgente de lo que Jason la había visto ser con nadie salvo con Eris y Anoushka.
—Quédate, juega a tus jueguecitos. Pero Veneno… no cometas estupideces.
Más tarde, mientras caminaba con Veneno por la muralla situada sobre una de las magníficas puertas del fuerte, Jason vio que el vampiro suspiraba al contemplar la ciudad que había más abajo. La mayoría de las casas se acurrucaban sobre la tierra, pero incluso las más pequeñas tenían una puerta pintada de un tono vibrante, o contraventanas rojas, o un tejado azul.
—Echas de menos este lugar.
—A veces —dijo Veneno, cuyo cabello se sacudía con la misma brisa que agitaba la coleta de Jason—. Esta es la tierra en la que nací. Me crearon en esta fortaleza. Siempre tendrá un lugar en mi corazón aunque mi lealtad esté con Rafael.
Jason pensó en las arenas llenas de palmeras que había en el Pacífico, en esa remota isla suya a la que iba cuando quería desaparecer del mundo. Aunque no había nacido en ese lugar, estaba lo bastante cerca para sentirla en el corazón.
—Te entiendo.
—Rafael pensó que te agradaría ver un rostro familiar, a alguien a quien pudieras confiarle tu espalda.
—Me alegro de que estés aquí —dijo mientras pensaba en una mujer que había vivido en la fortaleza rodeada de centenares de personas, pero que estaba y había estado siempre sola, sin poder contar con nadie más que consigo misma.
Incluso él tenía recuerdos de amor que lo mantenían con vida. Mahiya no tenía nada. Y aun así albergaba esperanza en su corazón, ternura en su alma. Fuerte. La princesa era muy fuerte. Mucho más que él, porque mientras que él se había cerrado al mundo para sobrevivir, ella había conseguido salir adelante intacta.
—Bueno —dijo Veneno—, cuéntame lo que ha ocurrido. No traicionaré tu voto, y Rafael no espera que lo haga.
Jason jamás habría pensado lo contrario.
—Aquí pasa algo raro —le habló a Veneno del tripe asesinato, de los detalles que no encajaban—. Todavía conoces íntimamente a mucha gente en esta corte —amigos con los que el vampiro se había mantenido en contacto. Con algunos por verdadero afecto y con otros porque podían resultar útiles. Veneno era encantador, pero también muy práctico—. Descubre una conexión, si puedes.
Los asesinatos tenían una huella emocional demasiado similar para ser obra de personas distintas y, sin embargo, Neha no necesitaba ni tenía motivos aparentes para matar a su dama de compañía de forma tan violenta. Además, Jason no podía imaginársela abandonando la vigilia del cadáver de Eris para cometer el asesinato, no cuando se trataba de las últimas horas que pasaría con él.
Veneno asintió con aire pensativo y volvió a colocarse las gafas de sol sobre los ojos.
—Haré lo que pueda, pero solo estaré aquí tres días como máximo. Neha no permitirá que me quede más.
—Se te da mucho mejor que a mí juzgar su estado de ánimo, así que márchate cuando lo consideres oportuno —con el consentimiento del vampiro, que asintió a modo de aprobación, Jason le hizo una pregunta que nada tenía que ver con su misión en la fortaleza—. ¿Cómo está Pesar?
La chica había sobrevivido al ataque de un arcángel enloquecido y había resultado infectada por una toxina que la había transformado de mortal en otra cosa. Sus habilidades no estaban claras.
Veneno apretó la mandíbula, y los tendones de su cuello se marcaron contra la piel.
—Janvier se encargará de su entrenamiento vampírico de ahora en adelante —dijo, refiriéndose al vampiro que había trabajado a las órdenes de Dmitri en varias operaciones y cuya lealtad a la Torre era incuestionable. No obstante, hasta el momento había sido mucho más útil su trabajo como supuesto agente libre.
»Ya sabes lo bueno que es Janvier —añadió Veneno—, pero tendré que volver periódicamente para entrenar la velocidad con ella.
Veneno era capaz de moverse con la rapidez de una serpiente, habilidad que compartía con Pesar, aunque la de ella procedía de una fuente muy diferente.
—¿Ella ya controla esa habilidad a voluntad?
—No. Y si no aprende a hacerlo, morirá —eran palabras implacables—. Pero Honor tiene razón: no puedo presionarla hasta que aprenda lo básico, o cometerá estupideces que la velocidad por sí sola no puede solucionar.
—¿Quién se encarga de su entrenamiento físico ahora que Honor está fuera de la ciudad?
—Ashwini —el rostro de Veneno se suavizó, y sus labios se curvaron un poco—. ¿Sabes lo que esa chica le hizo a Janvier la última vez que se vieron?
—Algo relacionado con la miel.
Jason sabía que la cazadora y el vampiro no habían dejado de pelear desde que se conocieron, y nunca había entendido bien la relación que mantenían. En un momento dado eran rivales decididos a matarse y al siguiente eran aliados. Ashwini se había llevado a Janvier con ella cuando tuvo que trabajar en el peligroso territorio de Nazarach, y el colgante de zafiro que llevaba la cazadora al cuello también se lo había regalado Janvier. Sin embargo, por lo que él sabía, nunca habían mantenido relaciones sexuales.
—¿Por qué no se acuestan juntos de una vez? —le dijo a Veneno, preguntándose si había algo que no sabía de esa relación.
Veneno rió por lo bajo, y sus ojos tomaron un brillo espeluznante bajo la luz del sol cuando se colocó las gafas encima de la cabeza.
—Eso es un misterio —ladeó la cabeza—. ¿Quién es esa preciosa mujer que viene hacia nosotros?
A Jason no le hizo falta seguir la dirección de la mirada de Veneno. Podía sentir la presencia de Mahiya como un suave calor en sus alas.
—Es la princesa Mahiya, y es mía.
No tenía derecho a a afirmar tal cosa, pero Veneno siempre conseguía encandilar a las mujeres cuando se sentía de humor, y Jason se dio cuenta de que no quería que encandilara a Mahiya.
—Ah —repuso el vampiro al tiempo que se daba la vuelta y saltaba de la muralla de la puerta con un movimiento despreocupado que hizo que Mahiya se llevara una mano al corazón.
Sin embargo, Veneno aterrizó sobre las puntas de los pies, ágil como un gato. Tras posarse a su lado, Jason observó a Mahiya y no al vampiro cuando este se incorporó y se agachó para besarle la mano.
—Por imposible que parezca, creo que no nos conocemos.
La mirada fascinada de Mahiya se fijó en los ojos del vampiro cuando este levantó la cabeza y le soltó la mano.
—No… pero he oído hablar del vampiro con ojos de víbora. Estabais casi siempre en la corte de Delhi.
—Cierto —convino Veneno—, pero vine aquí más de una vez. Por aquel entonces debías de estar estudiando en el Refugio.
—Sí. Creo que ya habíais jurado lealtad a Rafael cuando regresé a la fortaleza.
Jason captó el leve estremecimiento que sacudió a Mahiya al hablar de la terrible experiencia que debió de ser aquel regreso para una niña, y extendió las alas un poco, lo justo para rozar las de ella. Era un acto íntimo, un gesto que ella no le había pedido, algo que Jason jamás habría hecho si lo hubiera pensado bien, pero, en lugar de encogerse, la princesa pareció relajarse.
—Me alegro de que nos hayamos conocido por fin —le dijo a Veneno con genuina amabilidad—. Neha siempre dijo que erais una de las Creaciones de las que se sentía más orgullosa.
Veneno esbozó una sonrisa afilada.
—¿Quedamos para cenar? —le preguntó a Jason.
—Ven al palacio de Mahiya.
—Nos vemos entonces —besó de nuevo la mano de la princesa antes de marcharse.
Jason recorrió el perfil de Mahiya con la mirada mientras ella observaba al vampiro.
—No has vacilado a la hora de permitir que te tocara.
—Creo que ha sido por la impresión que causa a primera vista. Esos ojos… —sacudió la cabeza—. Y luego me he dado cuenta de que era amigo tuyo.
Una fina grieta. Algo fundamental se había roto dentro de él.
Al ver que no decía nada, Mahiya continuó hablando:
—Neha ha intentado recrear ese efecto, y algunas de sus Creaciones se parecen un poco, pero nunca logró el éxito que consiguió con Veneno.
—A él le alegrará saber que es único —dijo Jason mientras examinaba la fisura que ella había provocado en sus defensas. El daño era profundo, y no sería fácil repararlo.
Mahiya lo miró con un brillo alegre en los ojos.
—¿Vas a hablar con las damas de compañía?
Jason tardó tanto en responder que la sonrisa se desvaneció y la expresión de la princesa se volvió seria. Y, de repente, el espía se dio cuenta de que volvería a tocarla en cuanto ella le diera el más mínimo aliento. Su cuerpo estaba hambriento no solo de esa sensación, sino del misterio que se atisbaba cuando ella bajaba la guardia; de la inexplicable dulzura de Mahiya.