Una imprevista tragedia familiar, que saca a la luz el secreto de la ilegitimidad de su nacimiento, deja a las hermanas Vanstone privadas de todo derecho a recibir su herencia. Solas, sin posición, sin fortuna, sin nombre, estas dos «hijas de nadie» afrontan con desigual talante su inesperado destino: mientras Norah, la mayor, lo acepta resignada, la menor, Magdalen, se rebela contra él y decide recuperar el legado al que su propia identidad, según descubre una vez despojada de ella, va inseparablemente unida. Emprende así, perseguida y censurada, un peligroso viaje por los límites de la sociedad, un ambiguo y oscuro territorio por el que pululan no solo desheredados y truhanes como el genial capitán Wragge, «agricultor moral», sino también, curiosamente, algunos de los herederos legales de la fortuna Vanstone, seres enfermizos y solitarios. Sin nombre, tal vez la más original y brillante de las novelas de Wilkie Collins, suma de su talento para «la creación de un mundo teatral a partir de un caos doméstico», no es sin embargo solo una apasionante intriga testamentaria, sino una extraña tragicomedia sobre la indignación y la perplejidad, escenificada, en palabras de Dickens, con «todas las cualidades que llevaron al éxito a La dama de blanco sin el menor signo de seguir aferrado a ese éxito o de verse arrastrado por él».