ENTREACTO

DESARROLLO DE LA HISTORIA A TRAVÉS DEL CORREO

I

EXTRACTO DE LOS ANUNCIOS DE THE TIMES

Se solicita a un amigo desconocido que indique (mediante anuncio) una dirección a la que poder enviarle una carta. La información que ofrece será recompensada con una suma de cinco libras.

II

DEL CAPITÁN WRAGGE A MAGDALEN

Birmingham, 2 de julio de 1847

Mi querida niña:

La sombrerera que contenía los enseres del disfraz que se llevó por error han llegado indemnes a mis manos. Considérelos bajo mi especial protección hasta que vuelva a recibir noticias suyas.

Aprovecho esta oportunidad para asegurarle, una vez más, mi inalterable fidelidad a sus intereses. Sin pretender abusar de su confianza, ¿podría preguntarle si el señor Noel Vanstone ha accedido a hacerle justicia? Mucho me temo que se ha negado, en cuyo caso, con la mano en el corazón declaro solemnemente que su mezquindad me repugna. ¿Por qué tengo el presentimiento de que ha apelado usted a él en vano? ¿Por qué me veo a mí mismo considerando a ese individuo bajo el aspecto de un insecto nocivo? No nos conocemos en absoluto; no sé nada de él excepto lo que averigüé para usted. ¿Ha convertido en proféticas mis percepciones la profunda simpatía que siento hacia sus intereses?, o, por decirlo de un modo más fantástico, ¿existe en realidad lo que se llama estado de existencia previo, y me ha insultado gravemente el señor Noel Vanstone, pongamos que en algún otro planeta?

Le escribo, querida Magdalen, como ve, con mi acostumbrada pincelada de humor, pero hablo en serio al poner mis servicios a su disposición. No permita que la cuestión de las condiciones sea motivo del menor recelo. Acepto de antemano cualquier condición que quiera imponer. Si sus planes actuales apuntan a ese objetivo, estoy dispuesto a exprimir al señor Noel Vanstone en beneficio de usted hasta que exude oro por cada poro de su piel. Disculpe la crudeza de esta metáfora. Mi impaciencia por serle útil interfiere en mis palabras, deposita su significado en bruto a sus pies y deja al gusto de usted pulirlo con los más escogidos adornos de la lengua inglesa.

¿Cómo está mi desafortunada esposa? Me temo que hallará usted imposible conseguir que no tuerza los pies, o moldear su apariencia externa para que armonice con las leyes universales de simetría y orden. ¿Ha intentado tomarse demasiadas confianzas con usted? Siempre he tenido la costumbre de contenerla a ese respecto. Jamás le he permitido llamarme otra cosa que capitán, y en las raras ocasiones, desde nuestra unión, en que las circunstancias puedan haberla obligado a dirigirse a mí por carta, he restringido severamente su saludo inicial a la fórmula «Querido señor». Acepte estos insignificantes detalles de la vida de familia como sugerencias que pueden serle útiles para dominar a la señora Wragge, y, créame, aguardo con impaciencia recibir sus noticias. Suyo afectísimo,

HORATIO WRAGGE

III

DE NORAH A MAGDALEN

Remitida junto con las dos cartas que la siguen,

desde la oficina de correos, de Birmingham.

Westmoreland House, Kensington,

1 de julio

Mi queridísima Magdalen:

Cuando vuelvas a escribirme (¡y por favor escríbeme pronto!) envíame tu carta a la dirección de la señorita Garth. He dejado mi colocación y puede que transcurra cierto tiempo hasta que encuentre otra.

Ahora que todo ha terminado, querida, puedo confesarte que no era feliz. Puse todo mi empeño en ganarme el afecto de las dos niñas a las que debía enseñar, pero desde un principio parecí no gustarles, te aseguro que no puedo decirte el porqué. De su madre no tengo motivos de queja. Pero su abuela, que era quien gobernaba en realidad la casa, me hizo la vida imposible. Mi inexperiencia en la enseñanza era motivo de constantes comentarios por su parte y se me reprochaban las dificultades que tenía con las niñas como si fueran enteramente culpa mía. Te cuento esto para que no creas que lamento haber dejado mi empleo. Lejos de ello, cariño, me alegro de haber salido de aquella casa.

He ahorrado algo de dinero, Magdalen, y me gustaría mucho gastarlo en pasar unos cuantos días contigo. Mi corazón ansía ver a mi hermana, mis oídos se han cansado esperando oír el sonido de su voz. Una palabra tuya diciéndome dónde podemos encontrarnos es lo único que deseo. Piénsalo. Por favor, piénsalo.

No creas que estoy desanimada por este primer revés. Hay muchas personas buenas en el mundo y puede que alguna de ellas me dé trabajo la próxima vez. A menudo es muy difícil hallar el camino de la felicidad, más difícil, me inclino a creer, para las mujeres que para los hombres. Pero si lo intentamos con paciencia y durante el tiempo suficiente, lo alcanzamos al fin; si no en la Tierra, al menos en el Cielo. Creo que ahora mi camino es el que conduce a volver a verte. No lo olvides, cariño, la próxima vez que pienses en mi.

NORAH

IV

DE LA SEÑORITA GARTH A MAGDALEN

Westmoreland House,

1 de julio

Mi querida Magdalen:

No debes temer inútiles protestas al ver mi letra. Te escribo esta carta con el único propósito de decirte algo que sé que tu hermana no te dirá motu proprio. Ella ignora por completo que te la escribo. Mantenla en la ignorancia, si deseas ahorrarle a ella una preocupación innecesaria y a mí, un apuro innecesario.

En la carta de Norah te dice sin duda que ha abandonado su colocación. Considero que es mi penoso deber añadir que ha sido por tu causa.

El asunto ocurrió de la forma siguiente. Los señores Wyatt, Pendril y Gwilt son los abogados del caballero en cuya familia estaba empleada Norah. Todos los socios conocían la vida que has elegido ya desde el mes de diciembre pasado. La persona contratada para seguirte la pista en York te descubrió actuando en público en Derby, y ese descubrimiento fue comunicado por el señor Wyatt al mencionado caballero hace unos días y en respuesta a sus indagaciones directas con respecto a ti. Su mujer y su madre (que vive con él) habían expresado el deseo de que efectuara esas indagaciones, pues las respuestas evasivas de Norah cuando le preguntaban por su hermana habían despertado sus sospechas. Demasiado bien conoces a Norah para echarle la culpa. Las evasivas eran la única salida que tu vida actual le ha dejado aparte de contestar directamente una falsedad.

Ese mismo día, las dos señoras de la familia, la mayor y la más joven, mandaron llamar a tu hermana y le dijeron que habían descubierto que eres actriz y que recorres el país de un lugar a otro con nombre supuesto. Fueron lo bastante justas para no culpar a Norah por ello; fueron lo bastante justas para admitir que su conducta había sido tan irreprochable como yo había garantizado que sería cuando le conseguí la colocación. Pero al mismo tiempo, para seguir aceptándola pusieron como condición categórica que jamás te permitiera visitas en su casa, ni encontrarte con ella y pasear con ella cuando estuviera atendiendo a las niñas. A tu hermana —que ha soportado pacientemente todas las dificultades que han caído sobre ella— le ofendió al instante el insulto que se te hacía. Dio aviso de que se marchaba en el acto. A esto siguieron unas fuertes palabras y abandonó la casa esa misma tarde.

No deseo acongojarte presentándote la pérdida de su colocación como un desastre. Norah no era tan feliz en ella como yo había esperado y creído que sería. Era imposible que yo supiera de antemano que las niñas eran ariscas e intratables, o que la madre del marido estaba acostumbrada a hacer notar su posición de dominio sobre todos los de la casa. Estoy dispuesta a reconocer que Norah está mejor sin ese empleo. Pero el daño no se detiene ahí. Por el contrario, por lo que sabemos tú y yo, el daño puede prolongarse. Lo que ha ocurrido en esta colocación puede ocurrir en otra. Tu estilo de vida, por pura que sea tu conducta —y te haré la justicia de creer que es pura—, es un modo de vida sospechoso para toda persona respetable. He vivido lo bastante en este mundo para saber que en nueve de cada diez mujeres inglesas el sentido del decoro no hace concesiones ni siente piedad. Las próximas personas que empleen a Norah pueden descubrirte, y quizá la próxima vez ella eche por la borda una colocación que ni siquiera estamos seguros de volver a encontrarle.

Lo someto a tu consideración. ¡Niña mía! No pienses que soy dura contigo. Mi celo pretende la tranquilidad de tu hermana. Si olvidas el pasado y vuelves, Magdalen, puedes confiar en que tu vieja institutriz también lo olvidará y te proporcionará el hogar que tu padre y tu madre le dieron en otro tiempo. Tu amiga siempre, querida mía,

HARRIET GARTH

V

DE FRANCIS CLARE, HIJO, A MAGDALEN

Shanghai, la China,

23 de abril de 1847

Mi querida Magdalen:

He dilatado la respuesta a tu carta como consecuencia del aturdido estado mental que me impedía escribirte. El impedimento persiste, pero me siento obligado a no demorarme más. Mi sentido del honor me fortalece para soportar el dolor de redactar esta carta.

Todas mis perspectivas en la China han tocado fondo. La firma a la que fui brutalmente expedido como si fuera una bala de mercancía ha agotado mi paciencia con una serie de mezquinos insultos, y mi amor propio me ha impelido a retirar mis servicios, los cuales no fueron valorados en su justa medida desde el comienzo. Mi regreso a Inglaterra en estas circunstancias es totalmente imposible. La crueldad con que se me ha tratado en mi propio país me impide sentir deseos de volver a él, aunque pudiera. Me propongo embarcar por estos mares en un navío mercante, en calidad de empleado mercantil, para abrirme camino por mí mismo, si puedo. Cómo terminará o qué me ocurrirá es más de lo que puedo decir. Poco importa lo que sea de mí. Soy un vagabundo y un exiliado, y todo por culpa de otros. El insensible deseo de deshacerse de mí que todos tenían en mi país ha logrado su objetivo. Se han librado de mí para siempre.

Solo me queda un sacrificio más por hacer: el de mis sentimientos más profundos. Sin perspectiva alguna ante mí, sin la oportunidad de volver a casa, ¿qué esperanza puedo abrigar de cumplir con nuestro compromiso? ¡Ninguna! Un hombre más egoísta que yo podría mantenerte atada a ese compromiso; un hombre menos considerado que yo podría tenerte esperando durante años… y sin motivo después de todo. Pese a la crueldad con que han sido pisoteados, mis sentimientos son demasiado sensibles para permitirme hacer eso. Lo escribo con lágrimas en los ojos: no unas tu destino a un paria. Con estas desconsoladas líneas te libero de tu promesa. Nuestro compromiso ha llegado a su fin.

El único consuelo que me sostiene al decirte adiós es que ninguno de los dos tiene la culpa. Puede que tú obraras con debilidad bajo la influencia de mi padre, pero estoy seguro de que lo hiciste con la mejor intención. Nadie sabía cuáles serían las fatales consecuencias de alejarme de Inglaterra, salvo yo mismo, y yo no fui escuchado. Cedí ante mi padre, cedí ante ti, ¡y he aquí el resultado!

Mis agudos sufrimientos me impiden seguir escribiendo. ¡Ojalá no llegues a saber nunca lo que me ha costado renunciar a nuestro compromiso! Te ruego que no te eches la culpa. No es culpa tuya que otros hayan dirigido mal todas mis energías; no es culpa tuya que jamás haya tenido una oportunidad justa para medrar en la vida. Olvida a este pobre desventurado y abandonado, que susurra unas sinceras plegarias por tu felicidad, que siempre te deseará lo mejor y seguirá siendo tu amigo,

FRANCIS CLARE, HIJO

VI

DE FRANCIS CLARE, PADRE, A MAGDALEN

Adjuntando la carta precedente

Siempre dije a tu pobre padre que mi hijo era un idiota, pero no he sabido que era un granuja hasta que llegó el correo de la China. Tengo razones para creer que ha abandonado su empleo en las más bochornosas circunstancias. Olvídate de él para siempre, como pienso hacer yo. Cuando tú y yo nos vimos por última vez, te comportaste correctamente conmigo en este asunto. Todo lo que ahora puedo decirte a mi vez, te lo digo. Amiga mía, lo siento por ti.

F. C.

VII

DE LA SEÑORA WRAGGE A SU MARIDO

Querido señor por amor de Dios venga y ayúdenos Ella ha recibido una espantosa carta no sé de qué ayer pero la leyó en la cama y cuando he entrado con el desayuno la he encontrado muerta y si el médico no hubiera estado dos casas más allá nadie hubiera podido devolverla a la vida y se sienta con un aspecto terrible y no quiere hablar sus ojos me asustan así que tiemblo de los pies a la cabeza oh, por favor venga pronto. Tengo las cosas tan ordenadas como puedo y ella me gusta tanto y era tan buena conmigo y el casero dice que teme que se mate ojalá pudiera escribir correctamente pero tiemblo tanto que su obediente esposa matilda wragge perdone las faltas y le ruega de rodillas que venga y nos ayude el doctor un buen hombre escribirá unas líneas por miedo a que no entienda mi letra y quedo una vez más su obediente esposa matilda wragge.

Añadido por el médico

Señor, me permito informarle de que fui llamado ayer a la casa de unos vecinos, en Vauxhall Walk, para atender a una señorita que había enfermado súbitamente. Con gran dificultad conseguí que volviera en sí de uno de los desmayos más obstinados que recuerdo haber visto en mi vida. Desde entonces no ha recaído, pero aparentemente pesa sobre su ánimo una terrible congoja que hasta el momento ha resultado imposible aliviar. Según me han informado, permanece sentada durante horas, muda y totalmente ajena a lo que ocurre en derredor, con una carta en la mano y sin permitir que nadie se la quite. Si continúa en este estado de postración, podrían derivarse graves consecuencias mentales; considero que es mi deber sugerir que intervenga algún pariente o familiar que tenga influencia suficiente para sacarla de él.

Su humilde servidor,

RICHARD JARVIS, M. R. C. S.

VIII

DE NORAH A MAGDALEN

¡Por amor de Dios, escríbeme unas líneas para decirme si aún estás en Birmingham y dónde puedo encontrarte allí! Acabo de recibir noticias del anciano señor Clare. ¡Oh, Magdalen, si no tienes piedad de ti misma, ten piedad de mí! La idea de saberte sola entre extraños, la idea de saberte con el corazón roto por ese horrible golpe no me abandona ni un solo instante. ¡No tengo palabras para expresar cuánto lo lamento! Cariño mío, recuerda tiempos mejores en nuestra casa antes de que ese cobarde villano te robara el corazón; recuerda los tiempos felices en Combe-Raven, cuando siempre estábamos juntas. ¡Oh, por favor, no me trates como a una extraña! Ahora estamos solas en el mundo. Déjame acudir a tu lado para consolarte; déjame ser más que una hermana para ti, si puedo. ¡Una línea, una sola línea para decirme dónde puedo encontrarte!

IX

DE MAGDALEN A NORAH

7 de julio

Mi queridísima Norah:

Todo lo que tu amor por mí pudiera desear, tu carta lo ha conseguido. Tú, y solo tú has conseguido llegarme al corazón. Pude volver a pensar, pude volver a sentir después de leer lo que me habías escrito. Que esta seguridad calme tu inquietud. Mi espíritu vive y respira una vez más; estaba muerta hasta que recibí tu carta.

La conmoción que he sufrido ha dejado un extraño sosiego tras de sí. Me siento como si me hubiera separado de mi antiguo yo, como si las esperanzas, tan caras para mí en otra época, hubieran vuelto a algún tiempo pasado del que ahora estoy muy alejada. Puedo contemplar el naufragio de mi vida con más calma, Norah, de la que podrías tener tú si volviéramos a estar juntas. Puedo confiar ya en mí misma para escribir a Frank.

Querida mía, creo que ninguna mujer llega a saber hasta qué punto se ha entregado al hombre al que ama hasta que ese hombre abusa de ella. ¿Podrás compadecer mi debilidad si te confieso haber sentido una punzada en el corazón al leer esa parte de tu carta en la que llamas a Frank cobarde y villano? Nadie puede despreciarme tanto por ello como me desprecio yo misma. Soy como un perro que vuelve arrastrándose y lame la mano del amo que lo ha golpeado. Pero es así —no se lo confesaría a nadie más que a ti—, lo cierto, lo cierto es que es así. Frank me ha engañado y me ha abandonado; me ha escrito una cruel despedida, ¡pero no le llames villano! Si se arrepintiera y volviera a mí, antes moriría que casarme con él, ¡pero me hiere ver la palabra cobarde escrita contra él de tu mano! Si su voluntad es débil, ¿quién la puso a prueba por encima de lo que podía soportar? ¿Crees que esto habría ocurrido si Michael Vanstone no nos hubiera robado lo que es nuestro, obligando así a Frank a marcharse a la China? Dentro de una semana, el año de espera habría llegado a su fin y yo sería la esposa de Frank, si no me hubieran despojado de mi dote.

Dirás, después de lo ocurrido, que ha sido mejor que me librara de él. ¡Cariño mío! Hay algo perverso en mi corazón que responde: ¡no! Mejor haber sido la desventurada esposa de Frank que la mujer libre que soy.

No le he escrito. No me ha enviado dirección alguna a la que escribir, aunque quisiera hacerlo. Pero no quiero. Esperaré, antes de enviarle mi despedida. Si llega el día en que disponga de la fortuna que mi padre prometió que yo habría de aportarle, ¿sabes qué haría con ella? Se la enviaría entera como venganza por su carta, como mi última palabra de despedida al hombre que me ha abandonado. ¡Espero vivir para ver ese día! Espero vivir ahora con la esperanza de que lleguen para ti tiempos mejores, Norah, pues es la única esperanza que me queda. Cuando pienso en tus penurias, casi noto afluir de nuevo las lágrimas a mis cansados ojos. Casi creo haber vuelto a mi antiguo yo.

¿No me considerarás insensible e ingrata si te digo que aún debemos esperar un poco para vernos? Quiero estar en mejores condiciones para verte de las que estoy ahora. Quiero alejarme aún más de Frank y acercarme más a ti. ¿Son estas razones convincentes? No lo sé, no me pidas razones. Recibe el beso que he puesto para ti en el pequeño círculo dibujado en el papel, y que ese beso nos una por el momento hasta que te escriba de nuevo. Adiós, cariño mío. Mi corazón te es fiel, Norah, pero no me atrevo a verte todavía.

MAGDALEN

X

DE MAGDALEN A LA SEÑORITA GARTH

Mi querida señorita Garth:

He tardado mucho en contestar a su carta, pero usted sabe lo que ha ocurrido y me perdonará.

Todo lo que tengo que decir puede expresarse en unas cuantas palabras. Puede usted confiar en que jamás volveré a enemistarme con el sentido general del decoro. Mi conocimiento del mundo ha aumentado lo suficiente para hacer de él mi cómplice en la próxima ocasión. Norah no volverá a dejar otra colocación por mi causa. Mi vida como actriz ha terminado. Bien sabe Dios que fue de lo más inocente —puede que viva, y usted también, para lamentar el día en que la abandoné—, pero no regresaré a ella jamás. Me ha dejado, como me ha dejado Frank, como me han dejado mis mejores pensamientos, excepto los que dedico a Norah.

¡Basta ya de mí! ¿Le cuento una noticia que alegrará esta triste carta? El señor Michael Vanstone ha muerto, y el señor Noel Vanstone ha entrado en posesión de mi fortuna y la de Norah. Es absolutamente digno de su herencia. En su lugar, nos hubiera arruinado de la misma forma en que lo hizo su padre.

No tengo nada más que decir que pueda interesarle saber. No se aflija por mí. Intento recobrar los ánimos. Intento olvidar a la pobre muchacha engañada que cometió la estupidez de enamorarse de Frank en los viejos tiempos de Combe-Raven. Algunas veces siento una angustia que me dice que esa muchacha no será olvidada, pero no ocurre a menudo.

Fue muy amable cuando escribió a una criatura tan perdida como yo y firmó: «Tu amiga, siempre». ¡«Siempre» es una palabra arriesgada, mi vieja y querida institutriz! Me pregunto si alguna vez deseará no recordarla. Aun en ese caso, no cambiará la gratitud que siempre sentiré por las molestias que se tomó conmigo cuando era una niña. No he sabido corresponder a esas molestias; no he sabido después corresponder a su bondad hacia mí. Le pido que me perdone y me compadezca. Lo mejor que puede hacer por las dos es olvidarme. Suya con afecto,

MAGDALEN

P. S. Abro el sobre para añadir una línea. ¡Por amor de Dios, no enseñe esta carta a Norah!

XI

DE MAGDALEN AL CAPITÁN WRAGGE

Vauxhall Walk, 17 de julio

Si no me equivoco, acordamos que le escribiría a Birmingham tan pronto como me serenara lo bastante para pensar en el futuro. Por fin he vuelto a la normalidad y puedo aceptar ahora los servicios que me ofreció sin reservas.

Le ruego que me perdone por la manera en que le recibí cuando llegó a esta casa tras enterarse de la noticia de mi súbita enfermedad. Era totalmente incapaz de dominarme; me aquejaba una angustia que me privó por un momento de mis sentidos. No hago más que reconocer sus merecimientos al agradecerle ahora que me tratara con gran indulgencia en unos momentos en que la indulgencia era misericordia.

Explicaré lo que deseo que haga con la mayor sencillez y brevedad posibles.

En primer lugar, le pido que se deshaga (con la mayor discreción) de todo el vestuario utilizado en el espectáculo teatral. He terminado con nuestras representaciones para siempre y deseo librarme de cuanto pudiera relacionarme accidentalmente con ellas en el futuro. Adjunto la llave de mi baúl a esta carta.

El otro baúl, que contiene mis vestidos, tendrá usted la amabilidad de enviármelo a esta casa. No le pido que lo traiga usted mismo porque tengo una misión mucho más importante que encomendarle.

Con referencia a la nota que me dejó antes de su partida, he llegado a la conclusión de que ha seguido usted la pista al señor Noel Vanstone desde Vauxhall Walk a la residencia que ahora ocupa. Si lo ha descubierto ya —y si está convencido de no haber atraído la atención de la señora Lecount ni la de su amo—, deseo que disponga inmediatamente todo lo necesario para que yo pueda residir (con usted y la señora Wragge) en la misma ciudad o pueblo en la que haya fijado su domicilio el señor Noel Vanstone. Prácticamente innecesario es que le diga que escribo esto con la impresión de que, cualquiera que sea el lugar en el que ahora vive, se habrá instalado en él por poco tiempo.

Si consigue usted hallar una casita amueblada para mí con una condición, a saber, la de que se alquile por meses, alquílela por un mes para empezar. Diga que es para su esposa, su sobrina y usted mismo, y utilice el nombre falso que le apetezca, siempre que sea un nombre que pueda desafiar las preguntas más suspicaces. Confío en su experiencia en estos asuntos. El secreto de quiénes somos en realidad debe guardarse como si nos fuera en ello la vida.

Todos los gastos en los que pueda incurrir para llevar a cabo mis deseos le serán retribuidos inmediatamente. Si encuentra con facilidad el tipo de casa que quiero, no es necesario que regrese a Londres para recogernos. Podemos encontrarnos allí tan pronto como sepamos adónde ir. La casa debe ser absolutamente respetable y estar razonablemente cerca de la residencia actual del señor Noel Vanstone, sea cual sea.

Me permitirá usted que guarde silencio con respecto al propósito que me inspira. No quiero arriesgarme a poner tal explicación por escrito.

Cuando se hayan realizado todos los preparativos oirá lo que me propongo hacer de mis propios labios, y espero que usted me conteste sinceramente a su vez si me prestará o no la ayuda que quiero, en las mejores condiciones que le pueda ofrecer.

Una cosa más antes de sellar esta carta.

Si después de haber alquilado la casa y antes de que nos reunamos con usted se le presentara la oportunidad de intercambiar unas cuantas palabras corteses con el señor Noel Vanstone o la señora Lecount, aprovéchela. Es muy importante, para lo que ahora me propongo, que trabemos relación con ellos como resultado puramente accidental de nuestra vecindad. Quiero que allane usted el camino con ese fin, si puede, antes de que lleguemos la señora Wragge y yo. Por favor, no desperdicie ninguna oportunidad de observar a la señora Lecount; sobre todo, con sumo cuidado. Toda la ayuda que pueda prestarme al principio para poner una venda sobre los penetrantes ojos de esa mujer será la más valiosa que haya recibido de usted.

No hay necesidad de que responda a esta carta de inmediato, a menos que mi impresión de lo que ha conseguido usted desde que abandonó Londres sea errónea. He pagado una semana más de alojamiento y puedo esperar hasta que me mande las noticias que deseo recibir. Puede estar usted seguro de contar con mi paciencia en el futuro en todas las circunstancias posibles. Mis caprichos se han terminado y mi violento temperamento ha puesto a prueba su indulgencia por última vez.

MAGDALEN

XII

DEL CAPITÁN WRAGGE A MAGDALEN

Villa North Shingles, Aldborough, Suffolk,

22 de julio

Mi querida niña:

Su carta me ha encantado y conmovido. Sus excusas me han llegado directas al corazón y su confianza en mis humildes habilidades han seguido la misma dirección. El pulso del antiguo miliciano late con orgullo al pensar en la confianza que ha depositado en él y se compromete a merecerla. No se sorprenda ante este cordial arrebato. Todas las naturalezas entusiastas deben explotar de vez en cuando y mi forma de explosión son las palabras.

Todo lo que me pidió que hiciera, hecho está. La casa está alquilada, el nombre decidido, y conozco personalmente a la señora Lecount. Tras leer esta afirmación general, le interesará naturalmente entrar en conocimiento de los detalles correspondientes. Aquí los tiene, a su disposición:

El día después de dejarla en Londres seguí la pista al señor Noel Vanstone hasta esta pequeña y agradable población costera. Una de las innumerables gangas de su padre era una casa en Aldborough, una estación balnearia en alza; de lo contrario el señor Michael Vanstone no hubiera invertido ni un penique en ella. En esa casa, el pequeño y despreciable avaro que vivía sin pagar alquiler en Londres vive ahora en la costa de Suffolk, también sin pagar alquiler. Se ha instalado en su residencia actual para pasar el verano y el otoño, y usted y la señora Wragge no tienen más que reunirse conmigo y se encontrarán instaladas en esta elegante villa a cinco puertas de él. He conseguido toda la casa por tres guineas a la semana, con la opción de permanecer en ella hasta final de otoño al mismo precio. En una estación balnearia de moda cualquier residencia semejante hubiera sido barata por el doble de dinero.

Nuestro nuevo nombre ha sido elegido con la cautela que me sugería. Mis libros —espero que no haya olvidado mis libros— contienen, bajo el encabezamiento «Pellejos en los que meterse», una lista de individuos retirados del escenario del mundo con cuyos nombres, familias y circunstancias estoy muy familiarizado. En el ejercicio de mi profesión me he visto obligado a meterme en alguno de estos pellejos en períodos anteriores de mi carrera. Otros se hallan todavía en estado de nuevas vestiduras y aún están por probar. El pellejo que mejor nos sentará cubría originalmente los cuerpos de una familia llamada Bygrave. Yo me hallo en el pellejo del señor Bygrave en estos momentos. Y nos sienta perfectamente, sin una sola arruga. Si me hace usted el favor de deslizarse en el pellejo de la señorita Bygrave (nombre de pila, Susan), y si quiere meter luego a la señora Wragge —como sea: de cabeza si le apetece— en el de la señora Bygrave (nombre de pila, Julia), la transformación será completa. Permítame informarle de que soy su tío paterno. Mi respetable hermano se estableció en el comercio de la caoba y el palo campeche en Belize, Honduras. Allí murió, y está enterrado en el lado sudoeste del cementerio local con un bonito monumento de madera autóctona tallada por un artista negro autodidacta. Diecinueve meses después, su viuda murió de apoplejía en una pensión de Cheltenham. Tenía fama de ser la mujer más corpulenta de Inglaterra, y la habían acomodado en la planta baja de la casa a consecuencia de la dificultad de subirla y bajarla por las escaleras. Usted es su única hija; ha estado a mi cargo desde el triste suceso de Cheltenham; cumplirá veintiún años el próximo dos de agosto y, excluyendo la corpulencia, es la viva imagen de su madre. La molesto con estas muestras de mis profundos conocimientos sobre su nuevo pellejo familiar para tranquilizarla con respecto a futuras preguntas. Confíe en mí y en mis libros para satisfacerlas por numerosas que sean. Mientras tanto, anote su nuevo nombre y dirección y vea qué le parecen: «Señor Bygrave, señora Bygrave, señorita Bygrave; Villa North Shingles, Aldborough». ¡A fe mía que se lee muy bien!

El último detalle que tengo que comunicarle se refiere a mi relación con la señora Lecount.

Nos conocimos ayer en la tienda de ultramarinos. Aguzando el oído, descubrí que la señora Lecount quería un tipo de té en particular que el hombre no tenía y que no creía que pudiera obtenerse más cerca que en Ipswich. Al instante vi mi oportunidad para trabar conocimiento con el insignificante costo de un viaje a esa floreciente ciudad. «Tengo un asunto que atender hoy en Ipswich», dije, «y me propongo regresar a Aldborough (si consigo llegar a tiempo) esta noche. Le ruego que me permita llevarme su pedido de té y traerlo con mis otros paquetes». La señora Lecount rehusó educadamente causarme esa molestia; yo insistí cortésmente en tomármela. Trabamos conversación. No es necesario molestarla a usted con nuestra charla. El resultado de esta es, en mi opinión, que el punto flaco de la señora Lecount, si es que tiene alguno, es su afición a la ciencia inculcada por su difunto marido, el profesor. Creo que veo ahí una posibilidad de granjearme sus simpatías y arrojar un poco de polvo necesario en esos hermosos ojos negros que tiene. Guiándome por esta idea, cuando compré en Ipswich el té para la señora compré también por mi cuenta ese famoso manual de conocimientos, los Scientific Dialogues de Joyce[19]. Poseyendo como poseo una memoria rápida y una confianza ilimitada en mí mismo, me propongo inflar en secreto mi nuevo pellejo con la mayor cantidad de ciencia a la medida que pueda contener y presentar al señor Bygrave a la atención de la señora Lecount en el papel del hombre más culto que haya conocido desde la muerte del profesor. La necesidad de vendar los ojos a esa mujer (usando su admirable expresión) es tan evidente para mí como lo es para usted. Si ha de hacerse del modo que yo propongo, puede estar tranquila; Wragge, inflado por Joyce, es el hombre indicado.

Dispone usted ahora de todo mi arsenal de noticias. ¿Soy o no soy digno de su confianza? No diré nada de mi acuciante ansiedad por conocer cuáles son realmente sus propósitos; esa ansiedad será aplacada cuando nos encontremos. Mi querida niña, jamás había anhelado tanto exprimir pecuniariamente a una criatura humana como anhelo exprimir al señor Noel Vanstone. No digo más. Verbum sap[20]. Disculpe la pedantería de la cita latina y considéreme enteramente suyo,

HORATIO WRAGGE

P. S. Espero instrucciones, como me pedía. Solo tiene que decirme si debo regresar a Londres a fin de acompañarlas hasta aquí o si debo aguardar a recibirlas. La casa está en perfecto orden, el tiempo es delicioso y el mar está tan liso como el delantal de la señora Lecount. Acaba de pasar junto a la ventana y hemos intercambiado inclinaciones de cabeza. Una mujer astuta, mi querida Magdalen, pero puede que Joyce y yo juntos seamos demasiado para ella.

XIII

EXTRACTO DEL EAST SUFFOLK ARGUS

Aldborough. Notificamos con placer la llegada de visitantes a esta saludable y afamada estación balnearia, con lo que la temporada da así comienzo más pronto de lo habitual en el presente año. Esto Perpetua[21] es cuanto tenemos que decir.

Lista de visitantes. Llegadas desde nuestro último número. Villa North Shingles: señora Bygrave, señorita Bygrave.