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Anders piensa que My lo ha mirado un poco extrañada cuando él le ha dicho que podía volver a echar una cabezada en la salita de descanso.
—Es que no hay motivo para que estemos despiertos los dos —le ha dicho él con reserva—. Yo no tengo opción, debo trabajar un par de horas más para poder irme. Después, tú y Leif os podéis repartir el tiempo como queráis.
Se ha quedado solo. Cruza el pasillo, se detiene delante de la salita de descanso y pega la oreja a la puerta.
Silencio.
Continúa hasta la centralita de vigilancia y se sienta en el puesto del operador. Por fin es hora de apagar las luces. En el gran monitor se ven las nueve ventanitas. Jurek se ha acostado pronto. Anders ve su flaca silueta marcada bajo la manta. La postura inmóvil de Jurek es un tanto atemorizante. Casi parece que no respire. Saga está sentada en la cama con los pies en el suelo. Su silla está volcada.
Anders se inclina hacia la pantalla y mira a la paciente. Pasea los ojos por su cabeza rapada, el grácil cuello, los hombros y los músculos de sus brazos delicados.
No hay nada que lo pueda detener.
Le cuesta entender cómo pudo asustarse tanto la noche anterior cuando entró en su celda. No había nadie delante del monitor y, aunque lo hubiera habido, estaba tan oscuro que nadie podría haber visto nada.
Podría haberse acostado con ella diez veces, podría haber hecho cualquier cosa.
Anders toma aire, pasa la tarjeta por el lector del ordenador, introduce el código e inicia la sesión. Abre el programa administrativo del módulo, marca la zona de pacientes y hace clic en la iluminación.
Las tres celdas se vuelven negras en la pantalla.
Saga sólo tarda unos pocos segundos en encender la lamparita de noche y quedarse mirando a la cámara.
Es como si estuviera viendo a Anders, puesto que sabe que él la está observando a ella.
Anders mira a los dos guardias que están hablando en la entrada. El hombre dice algo que hace que la mujer alta se eche a reír, con una sonrisa él hace ver que toca el violín.
Anders se levanta de la silla y observa otra vez a Saga.
Va a buscar una pastilla en el armario de medicinas y la pone en un vasito de plástico, luego se dirige a la puerta de seguridad y pasa su tarjeta.
Cuando llega a la celda, su corazón comienza a latir con fuerza. A través del grueso cristal la ve sentada en el borde de la cama con la mirada fija en la cámara, como una sirenita.
Anders abre la trampilla y ve que ella se vuelve hacia él. Se levanta y se acerca dudosa.
—¿Dormiste bien anoche? —pregunta él amable.
Cuando saca el brazo por la trampilla, él le agarra los dedos un momento antes de darle el vasito de plástico.
Cierra la portezuela y observa a Saga mientras se aleja, se mete la pastilla en la boca, coge agua con el vasito y se la traga, apaga la lamparita y se acuesta.
Anders va a buscar correas para la cama, les quita el envoltorio de plástico y luego se queda delante de la puerta de hierro contemplando a la paciente a través del cristal blindado.