132
Hoy Saga es la primera en entrar en la salita de recreo y antes de nada se sube a la cinta. Las fuerzas le dan para correr cuatro minutos y acaba de empezar a caminar cuando Bernie sale de su celda.
—Cuando esté fuera me dedicaré a conducir un taxi… Joder, como un puto fitipaldi… y a ti te llevaré gratis y te tocaré entre…
—Cierra el pico —lo interrumpe ella.
Él asiente ofendido con la cabeza y va directo a la hoja de la palmera, le da la vuelta y le enseña el micrófono con una sonrisita.
—Tú eres mi esclava. —Se ríe.
Saga le da un rápido empujón, Bernie pierde el equilibrio y cae de culo en el suelo.
—Yo también me quiero escapar —espeta—. Quiero conducir un taxi y…
—Cierra el pico —dice Saga, y echa un vistazo por encima del hombro para ver si los guardias están entrando por la esclusa.
Pero no parece que haya nadie vigilándolos a través del monitor de la centralita.
—Me llevarás con vosotros cuando os fuguéis, ¿me oyes?
—Silencio —ordena Jurek a sus espaldas.
—Perdón —susurra Bernie mirando al suelo.
Saga no ha oído entrar a Jurek en la salita. Siente un escalofrío en toda la espalda cuando piensa que puede haber visto el micrófono en la hoja de la palmera.
Quizá ya haya sido delatada.
«Es posible que pase ahora», piensa. Que la situación crítica que siempre había temido se desate ahora. Siente el subidón de adrenalina e intenta visualizar el plano del módulo de seguridad. En milésimas de segundo, repasa las puertas marcadas con el bolígrafo, las distintas zonas y los posibles lugares de protección temporal.
Si Bernie la delata, lo primero que tiene que hacer es montar una barricada en su propia celda. Debe procurar llevarse el micrófono para gritar que necesita socorro inmediato, que tienen que salvarla.
Jurek se detiene delante de Bernie, que está en el suelo balbuciendo disculpas.
—Vas a arrancar el cable de la cinta para correr, te vas a meter en tu celda y vas a colgarte de la puerta —le dice Jurek.
Bernie levanta la cabeza y lo mira con miedo en los ojos.
—¿Cómo? ¿Qué coño…?
—Ata el cable al pomo de fuera, pásalo por encima de la puerta y acerca la silla de plástico —le explica brevemente Jurek.
—No quiero, no quiero —susurra Bernie con labios temblorosos.
—Ya no podemos tenerte vivo más tiempo —dice Jurek relajado.
—Pero…, joder, si sólo era broma, ya sé que no puedo ir con vosotros… Ya sé que es vuestra historia…, sólo vuestra…