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Si los dos niños realmente eran víctimas de aquel asesino en serie y Joona y Samuel tenían razón en que pronto intentaría matar a alguno de los padres, estaban obligados a tomar una decisión.
Joona y Samuel optaron por centrar la vigilancia en Roseanna Kohler.
Se había mudado a casa de su hermana en el barrio de Gärdet, en Estocolmo.
La hermana vivía con su hija, de cuatro años, en una casa plurifamiliar blanca en el número 25 de la calle Lanforsvägen, cerca del bosque de Lill-Jansskogen.
Joona y Samuel se turnaban para vigilar la casa blanca por las noches. Durante una semana, uno de los dos se sentaba en un coche unos metros calle abajo hasta que amanecía.
El octavo día, Joona, reclinado en el asiento observando cómo los habitantes de la casa llevaban a cabo su ritual diario antes de irse a dormir, vio que las luces comenzaban a apagarse una a una siguiendo un orden que Joona ya empezaba a reconocer.
Una mujer con plumón plateado salió a dar su habitual paseo con su golden retriever y, después, la última ventana quedó a oscuras.
La noche camuflaba el coche de Joona en la calle Porjusvägen, aparcado entre una pickup sucia y un Toyota rojo.
Por el retrovisor veía los arbustos cubiertos de nieve y una alta verja que rodeaba un transformador.
El barrio residencial que tenía delante yacía en paz. Por la ventanilla contemplaba el resplandor estático de las farolas, las aceras y las ventanas negras de los edificios.
De pronto, sonrió al recordar la cena que había compartido con su mujer y su pequeña hija antes de ir a donde se encontraba ahora. Lumi comía a toda prisa para jugar con Joona un poco más.
—Primero déjame terminar de comer —intentó él.
Pero Lumi había puesto su cara seria, empezó a hablar con su madre sin hacer caso a Joona y le preguntó si él se cepillaba los dientes solo.
—Lo sabe hacer muy bien —respondió Summa.
Le explicó sonriendo que los dientes de Joona estaban todos en su sitio y que los utilizaba para cenar. Lumi le puso a Joona papel de cocina debajo de la barbilla, intentó meterle un dedo en la boca y le dijo que la abriera al máximo.
El recuerdo de Lumi se desvaneció al encenderse, de repente, una luz en el piso de la hermana. Joona vio que Roseanna, en su bata de franela, hablaba por teléfono.
Las luces se volvieron a apagar.
Pasó una hora, pero el barrio entero seguía desierto.
Comenzaba a hacer frío en el coche cuando Joona vio una figura en el retrovisor. Una persona encorvada se acercaba por la calle vacía.