25

Un fiscal se hizo cargo del caso, pero Joona y Samuel estuvieron dirigiendo los interrogatorios, desde la orden de detención preventiva hasta la vista principal. Durante las conversaciones en prisión, Jurek Walter no confesó nada, aunque tampoco negó ningún crimen. Se limitaba a filosofar en torno a la muerte y la condición del ser humano. Como en realidad faltaban pruebas, fueron las circunstancias del momento de la detención, la falta de explicaciones y el examen psiquiátrico lo que condujo al veredicto del tribunal. El abogado defensor recurrió el juicio y, a la espera del escrutinio del tribunal de segunda instancia, los interrogatorios prosiguieron en el centro penitenciario de Kronobergshäktet.

Los trabajadores de la cárcel estaban acostumbrados a casi todo, pero la presencia de Jurek Walter no les gustaba. Los hacía sentirse incómodos. Allí donde estuviera, se generaban conflictos espontáneos. Dos funcionarios de prisiones se enzarzaron en una pelea que terminó con uno de ellos en urgencias.

Se celebró una reunión de crisis en la que se decidió que aplicarían nuevas normas de seguridad a Jurek Walter y que éste ya no podría comunicarse con otros presos ni salir al patio.

Samuel cogió la baja y fue Joona quien cruzó a solas el pasillo en el que había filas de termos blancos delante de cada puerta verde. A lo largo del reluciente suelo de linóleo, se veían unas estrías oscuras.

La puerta de la celda vacía de Jurek Walter estaba abierta. Las paredes eran lisas y habían provisto la ventana de una reja de hierro. La luz de la mañana inundaba el colchón roído de plástico sobre el catre empotrado y el lavabo de acero inoxidable.

Más adelante en el pasillo, había un policía con jersey azul hablando con un pastor sirio-ortodoxo.

—¡Lo han llevado a la sala de interrogatorios número dos! —le gritó el policía a Joona.

Delante de la sala había un guardia esperando y por la trampilla de la puerta Joona vio a Jurek Walter sentado en una silla, con la cabeza baja, mirando hacia el suelo. Delante tenía a su representante legal y a otros dos guardias.

—Estoy aquí para escuchar —anunció Joona al entrar en la sala.

Se hizo un silencio. Al cabo de un rato, Jurek Walter intercambió algunas palabras con su abogado. Hablaba en voz baja y no levantó la cabeza cuando le pidió que se marchara.

—Podéis esperar en el pasillo —les dijo Joona a los guardias.

Cuando se quedó a solas con Jurek Walter en la sala de interrogatorios cogió una silla y se sentó tan cerca que pudo percibir su olor a sudor.

Jurek Walter permanecía inmóvil en la silla, con la cabeza colgando hacia adelante.

—Tu abogado dice que estabas en el bosque de Lill-Jansskogen para salvar a la mujer —le dijo Joona en tono neutral.

Jurek se quedó con la mirada fija en el suelo durante, quizá, dos minutos, hasta que respondió sin hacer ningún movimiento:

—Hablo demasiado.

—Basta con que digas la verdad —replicó Joona.

—Pero para mí carece de importancia si me declaran inocente —respondió Walter.

—Acabarás encerrado.

Jurek levantó la cabeza y mirando a Joona contestó pensativo:

—Hace tiempo que la vida me abandonó. No le temo a nada. Ni al dolor…, ni a la soledad ni a la tristeza.

—Pero yo busco la verdad —insistió Joona con inocencia deliberada.

—La verdad no hace falta buscarla. Sucede lo mismo con la justicia o los dioses. Se escogen según lo requerido.

—Son las mentiras las que se escogen —dijo Joona.

Las pupilas de Jurek se contrajeron.

—La descripción que el fiscal hará de mi actuación en el tribunal de segunda instancia será considerada válida por encima de cualquier duda razonable —dijo sin ninguna clemencia en la voz.

—¿Quieres decir que eso está mal?

—No pienso detenerme en tecnicismos, porque en realidad es lo mismo desenterrar una tumba que echarle tierra.

Cuando Joona salió de la sala de interrogatorios aquel día, lo hizo mucho más convencido de que Jurek Walter era una persona extremadamente peligrosa, pero al mismo tiempo no podía dejar de pensar en la posibilidad de que Jurek hubiera intentado decirle que estaba cargando con la culpa de otro. Entendía que la intención de Jurek Walter podría haber sido la de sembrar una semilla de duda, pero, al mismo tiempo, no podía pasar por alto que, en realidad, había una fisura en la acusación.

El hombre de arena
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