64

Nathan se ha levantado de la silla, Carlos se tapa la cara con las dos manos y Verner está toqueteando el móvil.

—No entiendo por qué Jurek Walter querría hablar conmigo —repite Saga.

—Está claro que esto tan sólo es una apuesta que hacemos —admite Joona.

—En este módulo hay tres celdas de seguridad separadas y una salita de recreo compartida con una cinta para correr y un televisor detrás de un cristal blindado —continúa Verner—. Jurek Walter lleva trece años solo en el módulo y no sé cuánto han podido aprovechar la salita.

Nathan Pollock coge los planos del módulo de seguridad y señala la sala de Jurek y la salida de recreo, dos estancias contiguas.

—Si tenemos mala suerte, el personal no dejará que los pacientes estén juntos…, eso no lo podemos cambiar —reconoce Carlos.

—Lo entiendo —dice Saga concentrada—, pero estoy pensando más bien en que no tengo ni idea…, ni puta idea, de cómo voy a poder acercarme a Jurek Walter.

—Creemos que podrías pedir que te dejaran hablar con un representante legal del tribunal administrativo y exigirle una investigación para una nueva evaluación de riesgo —dice Carlos.

—¿A quién se lo pido? —pregunta ella.

—Al jefe de servicio, Roland Brolin —contesta Verner y le pone una foto delante.

—Por su parte, Jurek está sometido a ciertas restricciones —dice Pollock—. Así que te observará con atención y probablemente te hará preguntas, puesto que tus visitas serán como una ventana al mundo exterior.

—¿Qué tengo que esperar de él? ¿Qué quiere? —pregunta Saga.

—Fugarse —dice Joona.

—¿Fugarse? —repite Carlos incrédulo y tamborilea con los nudillos sobre una pila de informes—. No ha hecho ni un solo intento de fuga en todos los años que…

—Sólo lo intentará si sabe que lo va a conseguir —lo interrumpe Joona.

—Y vosotros creéis que esta situación hará que diga algo que os pueda guiar hasta la cápsula —sugiere Saga sin poder ocultar su escepticismo.

—Ahora sabemos que Jurek actúa con un cómplice…, lo cual implica que tiene capacidad para confiar en otras personas —informa Joona.

—O sea, que no es un paranoico —admite Pollock.

—¡Qué alivio! —sonríe Saga.

—Ninguno de nosotros cree que Jurek vaya a confesar nada —indica Joona—, pero si tú lo haces hablar, tarde o temprano nos dirá algo que nos acercará a Felicia.

—Tú ya has hablado con él —le dice Saga a Joona.

—Sí, habló conmigo porque tenía la esperanza de que yo cambiaría mi testimonio…, pero nunca hizo el menor comentario sobre nada personal.

—Entonces ¿por qué iba a hacerlo conmigo?

—Porque tú eres excepcional —responde Joona mirándola a los ojos.

El hombre de arena
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