86

Saga empieza a caminar en la cinta, piensa en que tendrá que esperar a que él regrese a su celda para poder ocultar el micrófono. Bernie se levanta del sofá, da un par de pasos en dirección a ella y se apoya con la mano en la pared.

—Vengo de Säter —susurra con una sonrisa.

Ella no lo mira, pero ve que él se le acerca. Su cara sigue goteando sudor.

—¿Dónde estabas tú antes de venir aquí? —pregunta.

Espera un momento y luego da varios puñetazos seguidos en la pared antes de mirar otra vez a Saga.

—En el Karsudden —responde él mismo poniendo voz de pito—. Estaba en el Karsudden, pero me vine aquí para estar con Bernie…

Saga vuelve la cara y le da tiempo de ver que la tercera puerta se vuelve más oscura. Una sombra acaba de apartarse. Entiende que Jurek Walter los está escuchando.

—Entonces, habrás conocido a Jekaterina Ståhl, en el Karsudden —dice Bernie con su voz normal.

Ella niega con la cabeza, no recuerda a nadie con ese nombre, ni siquiera sabe si le está hablando de una paciente o una cuidadora.

—No —responde con total sinceridad.

—Porque estaba en Sankt Sigfrid —sonríe él y escupe en el suelo—. ¿Y a quién conociste?

—A nadie.

Él farfulla algo sobre esqueletos esclavos, se pone delante de la cinta para correr y mira a Saga.

—Te tocaré el coño si mientes —dice él, y se rasca el bigote rubio—. ¿Es eso lo que quieres?

Saga para la cinta, se queda un rato quieta y piensa que debe atenerse a la verdad, en realidad ha estado en el Karsudden.

—¿Y a Micke Lund? Tienes que haber visto a Micke Lund, él sí que estaba allí —dice con una sonrisa repentina—. Un chico alto, uno noventa…, con una cicatriz en la frente.

Ella mueve la cabeza, no sabe qué decir, piensa en dejarlo estar, pero aun así:

—No.

—Joder, qué raro.

—Estaba en la celda y veía la tele.

—Allí no hay tele en las celdas, joder, cómo mientes, eres una puta…

—En aislamiento, sí —lo interrumpe ella.

Él respira con dificultad y sigue mirándola fijamente sin dejar de sonreír. Saga no sabe si él lo sabe, porque se pasa la lengua por los labios y se le acerca un poco más.

—Eres mi esclava —continúa despacio—. Joder, vaya movida…, estás ahí tirada lamiéndome los dedos de los pies…

Saga se baja de la cinta y regresa a su celda. Se tumba en la cama y oye que Bernie se queda un rato en el umbral de su puerta llamándola hasta que al final vuelve al sofá.

—Joder —susurra ella.

Mañana tiene que salir la primera, sentarse en el borde de la cinta, arreglarse las zapatillas y colocar el micro. Tiene que dar pasos largos sobre la máquina, no mirar a nadie y cuando Jurek entre en la salita, ella se bajará y se meterá en su celda.

Saga piensa en el sofá y en la inclinación de la pared junto al cristal blindado de delante de la tele. La cámara debe quedar oculta tras el saliente de la pieza. Saga tiene que andarse con ojo con el ángulo muerto. Allí es donde estaba cuando Bernie le ha pellizcado el pezón. Por eso el personal no ha reaccionado.

Saga sólo ha permanecido algo más de cinco horas en el módulo del Löwenströmska y ya está agotada.

La celda con paredes de metal parece haberse estrechado. Cierra los ojos y piensa en por qué está allí. Se imagina a la niña de la fotografía. Todo esto es por ella. Por Felicia.

El hombre de arena
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