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Las cifras del rescate griego
Los cirujanos de hierro de la UE y el FMI llevan casi dos años aplicando a Grecia sus recetas de austeridad. Los resultados de esta operación sin anestesia, de este encarnizamiento terapéutico, ahí están. Desde que Grecia fue «rescatada», el paro se ha duplicado, los sueldos han bajado entre un 20 por ciento y un 30 por ciento, un 13 por ciento de las familias ha perdido todos sus ingresos y la economía no ha parado de menguar. En 2010, el PIB cayó un 3,5 por ciento. En 2011, perdió un 5,5 por ciento más; este es el cuarto año de recesión. Los que pueden, los más ricos, están evadiendo el dinero del país: unos 200.000 millones de euros se han fugado a Suiza. Es una cifra equivalente al 60 por ciento del PIB.
¿Se ha conseguido al menos contener el déficit público? Tampoco. Desde que la UE —o, más bien, Alemania— es quien manda en Atenas, apenas ha bajado un punto y medio; en 2011 incluso subirá. Es sencillo de explicar: lo que se ahorra con la tijera, se pierde porque los ingresos caen aún más al desangrarse la economía del país.
El último plan de ajuste aprobado el domingo es otra vuelta de tuerca en la misma dirección. Mientras las calles de Atenas ardían y Wall Street suspiraba aliviado, el Parlamento griego aprobó un nuevo tijeretazo brutal: despide otros 15.000 funcionarios, reduce un 20 por ciento el salario mínimo —de 751 euros a 600 al mes— y recorta las pensiones para ahorrar 3.330 millones de euros. Dicen que no hay dinero para más. No es del todo cierto. El presupuesto militar griego sube en 2012: son 7.000 millones, un 18,2 por ciento más que el año anterior. Gran parte de esos fondos servirán para pagar 243 tanques Leopard y dos submarinos U31 a Alemania; o quince helicópteros y seis fragatas a Francia. ¿Queda claro cuál es la prioridad?