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Y Zapatero cogió la tijera

Íbamos a reformar el capitalismo, y al final ha sido el capitalismo quien nos ha reformado a nosotros. «Las circunstancias nos han obligado a tomar estas medidas», dice Zapatero en el peor momento de su carrera política, en el día en que las circunstancias lo derrotan, en el funeral de su discurso. «La crisis no la pagarán los más débiles», repetía hasta hace poco el presidente. Y ahora la crisis la pagarán los de siempre: pensionistas, dependientes, madres, funcionarios y, por supuesto, ese 20 por ciento de parados.
Hay dos maneras de explicar lo sucedido y ninguna de ellas es bonita. La primera, que la crisis es aún peor de lo que nos contaron, más dura de lo que el propio Zapatero quiso asumir; que sin este ajuste solo nos queda la tragedia griega. La segunda, me temo que más probable, que el miedo a Grecia es solo el lobo feroz de este cuento donde el resto somos los corderos. Que el poder político ya no tiene mucho que decir, que puede que en el Parlamento resida la soberanía popular pero que hay otros soberanos, los mercados, los que ahora imponen las reglas. Que la receta económica son lentejas: que si quieres las tomas y, si no, te llama Obama para que no te las dejes. Que esta cirugía con serrucho —que tan desastrosa puede ser para el empleo o para reactivar el consumo— es una operación impuesta; una obligación que marca la solidaria familia europea como condición para el blindaje frente a los especuladores de esos vagos PIGS, que tanto duermen la siesta.
Pero lo peor es de dónde sale el dinero, un tijeretazo liberal, sin ni siquiera un mínimo gesto simbólico de izquierdas, que está siendo criticado incluso desde el Gobierno, donde muchos se enteraron de las medidas al mismo tiempo que el resto. Puestos a recortar el gasto público, ¿de verdad no había otro sitio mejor donde meter la tijera?