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La uña de Europa
Lula da Silva da con la metáfora adecuada: «Es inaceptable que una economía del tamaño de Grecia tenga en riesgo a toda la UE. Es como si una uña de mi dedito pudiera matarme». La uña, en cifras: Grecia supone solo el 2 por ciento del PIB europeo. Toda su deuda pública suma 340.000 millones, aunque en su momento habría bastado una fracción de esta cifra para curar la gangrena; mucho menos que los 407.000 millones de euros públicos del primer rescate a la banca europea, entre inyecciones directas de capital y compra de activos tóxicos. Desde hace año y medio, los líderes de la UE permiten que la enfermedad se extienda: a Portugal, a Irlanda, a Italia, a España… Han racaneado con la medicina haciendo que, cada mes, el tratamiento sea más caro. Han torpedeado los distintos planes de rescate por miopes intereses partidistas; la primera ayuda a Grecia se retrasó porque Merkel tenía elecciones en Renania (que además perdió). Y al final, el ratón en el que se ha convertido esta incapaz Europa ha parido una montaña de dinero: otro farragoso plan de ayuda a los países y a la banca apoyado en un ingente fondo de rescate que ya va por el billón de euros. A la larga, lo barato sale caro.
Aunque lo peor es que ni siquiera un cheque de doce ceros bastará si Alemania boicotea la solución definitiva al problema. Pasa por dos cosas: por una verdadera gobernanza económica común —donde todos los países asuman sus responsabilidades— y por el Banco Central Europeo, que debe romper ese estúpido corsé berlinés y espantar a los especuladores comprando deuda soberana en grandes cantidades. No es una medida comunista: es lo que ya hacen los bancos centrales de Reino Unido o Estados Unidos. La diferencia es que allí, una verdadera unión, nadie cuestiona que los neoyorquinos paguen si hay que salvar a California de la bancarrota.