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Juegos de bolsa
Volvamos a Keynes: «Los mercados pueden mantener su irracionalidad más tiempo del que tú puedes mantener tu solvencia». La cita tiene más de medio siglo, pero la racionalidad de la bolsa no ha mejorado; al revés. ¿Qué son hoy los mercados? Piensa en el Skynet de Terminator; en el Hal 9000 de Una odisea en el espacio; en el Deep Blue que derrotó a Kasparov. Más de la mitad de todo el dinero que cada día mueve la bolsa de Nueva York lo gestionan máquinas según algoritmos automatizados. El resto lo completan brókeres puestos de cafeína persiguiendo su bonus; la versión ciborg de los viejos Mad Men. El mercado gira en torno a la cafeína y el algoritmo, al ritmo de los impulsos ultrarrápidos y caóticos que imponen estos programas de ordenador.
Los mejores informáticos y los matemáticos más brillantes antes se iban a Google, ahora los contrata Wall Street. La clave ya no es la economía, sino sacar ventaja de la estadística, la teoría de juegos y el azar. La bolsa se está convirtiendo en un enorme póker online robotizado, lejanamente basado en el mundo real. Es una guerra tecnológica entre los bancos de inversión, donde cada algoritmo secreto vale millones y todos compiten para descodificar el del rival. Se ha disparado el precio de las oficinas cerca del 60 de Hudson Street —el nodo de comunicaciones más próximo a Wall Street—, pero no es para acomodar aburridos humanos, su tiempo ya pasó. El barrio se está llenando de centros de datos. Vale mucho dinero enchufarse al cable más cercano al ordenador central: en el «high frequency trading», cada milisegundo cuenta, y el tiempo de retraso con el servidor, como en los videojuegos en red, es vital para ganar. Y los humanos, ¿qué pintan en esta Matrix? Pues los hay de dos tipos: los que se lucran con este sistema irracional y el resto, los que lo sufrimos.