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El ejemplo irlandés
«Abaratar el despido no es el camino para crear empleo, solo provocará más desigualdades sociales y menos protección a los trabajadores, sobre todo en un país donde todavía nos queda por avanzar en protección social.» La frase no es mía, aunque la firmaría. La dijo tal cual Zapatero en enero, salvo una palabra: «provocará», en lugar de «provocaría»; he cambiado el tiempo verbal porque de aquel condicional hemos pasado al futuro imperfecto que deja la reforma laboral.
Zapatero ya no lo dice en las entrevistas. Pero en los números, donde es mejor no engañarse, el Gobierno sigue pensando igual. Abaratar el despido no va a crear empleo. Es más, las previsiones del Ejecutivo sobre paro han empeorado, según los presupuestos que presentó ayer Salgado. No será la reforma laboral, sino la recuperación económica, lo que permitirá que el número de parados empiece a disminuir.
Aunque para descubrir América tampoco hacía falta salir de Europa. España es el socio de la UE con mayor tasa de paro; también lo éramos cuando las cosas iban bien, en gran medida por el peso de la economía sumergida. Pero no somos el país europeo donde más ha crecido el desempleo porcentualmente. Esa medalla se la lleva Irlanda: un Estado al borde de la bancarrota, que hasta hace poco ponían de ejemplo los neoliberales por sus políticas de impuestos bajos, despido flexible y sector público austero. La tasa de paro irlandesa —del 14 por ciento, pero sin empleo negro— casi se ha triplicado. «¿Es Irlanda la nueva Grecia?», se preguntaba ayer un analista en la BBC. No exactamente. Hasta hace nada, a ojos de esos mismos economistas y agencias de calificación que ahora la repudian, Irlanda no es que fuese Grecia. Es que era el paraíso terrenal.